Entre tormentas, túneles y discursos ambiguos, el macrismo profundiza su cruzada por la individualización.
El macrismo permite analizar su discurso de una manera clara y pedagógica. Habla como si mostrara todos los hilos de la comunicación pero a veces de tan cerca que lo que expone se torna difuso y es por esto que se pierde de vista lo esencial. Es por esto que me propongo analizar de manera breve algunas aristas discursivas, para dar un salto sobre el marketing político y profundizar en la educación política que es, al fin y al cabo, la que nos ayudará a crecer como ciudadanos comprometidos con la realidad del país.
Para comenzar analicemos las palabras más utilizadas por Mauricio Macri en la apertura de sesiones allá por el 2015:
Detengámonos algunas de aquellas palabras con menos de diez menciones: Estado, trabajando, seguridad, unidos, inflación, mundo, ley, imporante, chicos, crecer, mejor. Como vemos tanto al trabajo como al Estado se le da una menor preponderancia al igual que la inflación. Esto puede ocurrir por dos motivos: porque en el gobierno anterior no representaba un problema o porque no quieren profundizar en aquellos aspectos que sí les representará un problema a ellos mismos. En cambio los términos “argentinos” y “todos” son los más mencionados; genéricos que no profundizan sobre una idea en concreto. De esta manera podemos deducir mínimamente a quienes van a ir las políticas adoptadas por el partido que acaba de asumir el gobierno: a todos los argentinos. Pero nunca nos dice qué, cómo ni cuándo. “Todos los argentinos” es una obviedad que se acomoda bien a los oídos y no implica demasiada atención.
Sin embargo, el discurso no solo se trata de lo que dice el mandatario, va mucho más allá. La idea del gobierno se reproduce de variadas formas por diversos canales. Los medios de comunicación son el canal principal por donde una idea se instala en la opinión pública; también existen intermediarios intelectuales que se encargan de filtrar la idea hacia el sentido común, disfrazándola de algo simple y asible como por ejemplo la frase: “El Estado es un gasto”. No importa cómo gasta o cómo funciona un Estado, tampoco importa explicar qué son las instituciones. Solo queda un mensaje claro y simple, de cuatro palabras que los medios y operadores se encargarán de reproducir hasta convertirlo en una verdad incuestionable. De esta forma se instala el problema de que el Estado es un gasto y, por ende, hay que solucionarlo. Pero la idea que se esconde es la siguiente: el Estado es un obstáculo para el mercado y hay que limitarlo.
Todos los gobiernos tienen un relato sostenido por un discurso. No existen gobiernos que no lo tengan, son necesarios para poder expresar las ideas que tienen para con el país y sus ciudadanos. Es en la forma en que se expresan en donde podemos identificar ese relato. Si ese discurso omite muchas veces la palabra Estado, esa omisión replicará en el receptor. Es así como primero el Estado desaparece del lenguaje para luego desaparecer de la acción diaria real.
La individualización
En la campaña, Cambiemos tuvo una sola manera de dirigirse al ciudadano; utilizando el pronombre “vos”. No le hablaba al pueblo o a la sociedad argentina, a los trabajadores o estudiantes. Se rompe todo lazo de solidaridad e identificación con un otro. El discurso macrista borra de un plumazo lo colectivo. Va casa por casa hablando con cada uno en soledad reproduciendo el sistema empresarial, donde muchas veces los empleadores arreglan aumentos de salarios con cada empleado de manera personal, logrando romper el lazo de solidaridad con el compañero. Se trata del famoso “cuidar mi quintita” que deriva en la famosa meritocracia.
Así mismo el gobierno, durante estos tres años, fue profundizando su discurso hacia una postura del no-discurso político. Había que despolitizar a la sociedad y eso se logra instalando un discurso cargado de un vocabulario genérico que apela abstracciones lingüísticas. Por ejemplo: “unidos”, “argentinos”, “futuro”, “pasado”. (Para profundizar sobre este tema recomiendo la siguiente nota).
De esta manera y poco a poco, la sociedad deja de interesarse por lo que van a decir los referentes del gobierno. Se busca llegar al punto de que no se espere nada del presidente más que verlo en actos protocolares. La figura institucional, como tal, comienza a diluirse y lo más peligroso es que gran parte de la sociedad se acostumbra.
El último discurso de Macri, emitido el pasado cuatro de septiembre, fue grabado. En el mismo se pudo notar los ensayos en los suspiros y en el tono de voz que procuraba llevar tranquilidad a los mercados y a la sociedad pero que logró el efecto contrario. Veamos porqué:
Entre las frases que dejó pueden destacarse las siguientes:
-“No podemos gastar más de lo que tenemos” ¿Qué es lo que gastamos de más? ¿Cuánto tenemos? ¿Cómo es que hacemos para gastar más de lo que tenemos si no sabemos qué es lo que tenemos?
-“Después hubo problemas y eso provocó que quienes nos prestaban plata empezaran a dudar”.
-“Tomamos medidas que generaron algunas dudas. Estoy acá para aclarar algunas dudas”.
-“Logramos un apoyo inédito en la historia del Fondo pero pasaron cosas que volvieron a sembrar dudas”– En estas tres frases no solo la palabra duda se menciona en cada una de ellas sino que nunca se profundiza sobre qué se tratan estas dudas y cómo saldarlas. Se logra un efecto contrario: generar más dudas.
-“Durante dos años la economía creció y bajó la pobreza”. ¿Cuánto creció? ¿Por qué creció? ¿Cómo y cuánto bajó la pobreza?
-“¿Creen que no me gustaría pagarle a los profesores universitarios todo lo que piden?” Esta frase representa claramente su manera de posicionarse ante los problemas de la sociedad. Habla en primera persona como si fuera su bolsillo quien paga a los profesores universitarios. Como lo haría un empresario con empleados. No se trata de que guste o no pagar sueldos, se trata de un derecho adquirido (derecho es otra palabra que casi nunca menciona el gobierno en sus discursos). De esta forma no se tiene en cuenta al Estado como generador de los ingresos para poder pagar a dichos profesores.
Cierra su discurso expresando que los últimos cinco meses fueron los peores de su vida. Colocando a la figura presidencial en el lugar de un puesto victimizado y dependiente de algo o de alguien. Generando más dudas sobre su capacidad como líder de un partido gobernante y exponiéndonos a una situación sin timón dónde dependemos de aportes externos o de qué camino tome el resto del espectro internacional.
El discurso de cambiemos es el no discurso. Cada vez que el presidente emite palabras son palabras vacías de contenido. Hablará más aquello que omite que lo que verdaderamente dice. Debemos hacer el esfuerzo de escuchar qué es lo que esta omitiendo porque será aquello lo que debería comunicar. Si no hacemos este esfuerzo ya no será necesario escuchar lo que dice porque no dirá nada.
La palabra de un presidente puede provocar tranquilidad, generar nerviosismo o euforia pero nunca puede generar apatía. La apatía política es peligrosa para un país. Y el discurso macrista fue en busca de ella. Sin embargo, en el camino está perdiendo la brújula comunicacional porque el mensaje generó y genera no solo apatía en aquella parte de la sociedad que todavía se mantiene al margen de las luchas diarias, sino que también la está provocando en los mercados internacionales; generando desconfianza en las naciones vecinas y extranjeras y más dudas sobre su plan de gobierno en el propio país.
Un presidente emite sus discursos en diferentes contextos ante diferentes escenarios y debe tener en claro que palabras usar para cada contexto político social. En este caso las palabras no cambian, son siempre las mismas. No tiene en cuenta los interlocutores, solo se preocupa en las formas del decir. Y con eso no alcanza ni siquiera para empezar o tal vez se trata de un discurso que expresa desde su comienzo el principio de un final anunciado.
Fuente: http://corriendolavoz.com.ar/el-discurso-del-macrismo-entre-la-individualizacion-y-el-vos/