El patriarcado, que atraviesa todas las esferas de la vida social, se muestra con particular incidencia en el mundo de la Ciencia ¿Cómo rompemos las representaciones que sobre las mujeres se construyen y se hacen efectivas en la actividad científica? ¿Dónde nos ubicamos como mujeres en profesiones y ocupaciones hegemónicamente masculinas? , son preguntas que tratamos de respondernos en esta nota.
En 1977 Rosalyn Yalow ganó el premio de Medicina. El titular del mes de junio de 1978 de la revista norteamericana Family Health fue: “She Cooks, She Cleans, She Wins the Nobel” (“Cocina, limpia y gana el Nobel”).
Diana Maffía, Doctora en filosofía y docente de grado y posgrado en UBA asegura que “La mayoría de las científicas atribuye su inspiración para la carrera y su decisión vocacional a maestros varones, dado que pocas veces tuvieron la oportunidad de conformar equipos de investigación con mujeres. Esto sólo les está ocurriendo a las científicas más jóvenes. Hacer ciencia, entonces, es hacerla como sus maestros… varones”.
Esta acertada afirmación está relacionada históricamente con una dualidad; se tiene una u otra: la emoción corresponde a las mujeres, la razón científica corresponde a los hombres, la sensibilidad corresponde a la mujer, la fuerza al hombre. Hay una representación estereotipada de que el científico es un hombre y en general no nos imaginamos una mujer científica o economista.
Sobre la idea de inteligencia y masculinidad, Maffía- que es fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología y de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía- señala que “el peso de una cultura con predominio masculino, que marca a la niña desde pequeña para actuar como “mujer”, [la aleja] de las “cosas de hombres”. En esta cultura se naturaliza una distribución por género de cualidades (razón o emoción, fuerza o sensibilidad, objetividad o subjetividad), en las que la valoración cognitiva está asociada con las atribuidas tradicionalmente al varón”.
Johana Kunin, es doctoranda en Antropología Social y becaria doctoral del Conicet. Está radicada en la Universidad Nacional de San Martin en el Instituto de Altos Estudios Sociales. Investiga diferentes iniciativas de desarrollo llevadas a cabo por técnicas mujeres y con participantes mujeres, en un distrito rural del interior de la provincia de Buenos Aires.
Entrevistada por Red Eco Alternativo, para su programa Fuerza Centrífuga sobre el Patriarcado (1), reflexionó sobre patriarcado y ciencia:
“El patriarcado en el ámbito científico, se expresa por ejemplo, en la falta de contemplación de las prácticas del cuidado que hacemos, tanto hombres como mujeres, con nuestros hijos o con otros mayores que podamos tener a cargo. En el caso de padres o abuelos, no hay contemplación para cuidar adultos mayores y en el caso de las licencias por maternidad, para las becarias, como en mi caso, se otorgan 3 meses de licencia pero en el momento de competir para pasar al siguiente escalafón – una beca posdoctoral o una beca para entrar a lo que se llama la carrera científica en el CONICET – esos 3 meses que nos dieron ‘para dedicarnos a la crianza exclusiva’, no son contemplados. Entonces somos medidas con los mismos estándares de productividad y competimos en las mismas condiciones que las compañeras que no tuvieron hijos y que los varones, por lo tanto, no estamos en las mismas condiciones sino que lo que se ve es una clara desigualdad”.
En el libro Científicas. Cocinan, limpian y ganan el premio nobel (y nadie se entera), su autora Valeria Edelsztein relata: “En la época de Renacimiento, menos en Italia, las mujeres seguían excluidas de las universidades, para poder continuar con sus intereses científicos tuvieron que ‘informalizar’ sus conocimientos. Aprovechando que muchos nobles se dedicaban a la ciencia como “hobby”, sus hermanas, esposas, hijas, primas y abuelas colaboraban con sus trabajos científicos.
Según un informe elaborado por Economía Femini(s)ta , ocho de cada diez directivos del Ministerio de Ciencia y Tecnología, son hombres. Las mujeres sólo presiden comisiones asesoras en temas específicos y ninguna está a la cabeza de una secretaría.
En el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), ente autárquico dependiente de ese Ministerio – cuyo objetivo es promover el desarrollo de la ciencia y la tecnología – los estratos más bajos son ocupados mayoritariamente por mujeres. Pero a medida que se va subiendo en escalafones los hombres van ocupando más espacios con mayor estabilidad, mejor nivel de ingresos, más reconocimiento social.
Lucia Álvarez, es doctora en Química de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Realiza un post doctorado en la Universidad de San Martín. Integra la Comisión de Género del Departamento de Química Inorgánica de la Facultad de la UBA donde además da clases y milita en el Colectivo Desde el Pie.
Entrevistada también por Red Eco Alternativo para su programa Fuerza Centrífuga sobre Patriarcado, reflexionó sobre las numerosas explicaciones que tiene la brecha de género en Ciencias:
“Una de las razones es que el sistema no está preparado para que haya mujeres que quieran ser madres; hubo que luchar para tener licencia por maternidad como becarias. No se cambian los llamados a becas o a ingresos a carreras, si fuiste mamá, es una fecha fija y tenés que presentarte, no importa si estas por parir o acabas de parir. Pero también, hay un problema más implícito que tiene que ver con que se ven muy pocas mujeres en rangos de profesora o de jefa de grupo. Esto no es casualidad, y esto repercute, en mi opinión, en la vida de las mujeres, donde no nos imaginamos ocupando ese rol. Entonces muchas veces, es autoexclusión lo que sucede: no nos presentamos a concursar ciertos cargos porque creemos que no nos van a salir o creemos que no estamos capacitadas. Los varones no tienen esa inhibición porque ven a profesores dando clases, la bibliografía que estudiamos en las carreras generalmente está escrita por varones, entonces todo esto es algo también implícito que, para mí, afecta”.
Existen casos concretos donde las mujeres se han visto “obligadas” a correrse de las actividades científicas y de mayor compromiso laboral.
Johana Kunin, trajo en su relato algunos de ellos: “Se dé compañeras que los directores y las directoras de Tesis, les han dicho que les debían haber preguntado antes de tener un hijo, o les han dicho que tener un hijo y escribir una tesis doctoral es algo que es muy difícil o casi imposible. Además de actitudes un poco más tácitas pero no menos eficaces de considerar sobre todo a la científica mujer-madre como una científica de segunda calidad, casi que se dedica como hobby, en sus ratos libres, a hacer ciencia, porque también eligió la maternidad y esto no está concebido”.
Los horarios de los cursos (mayormente vespertinos y nocturnos) boicotean muchas veces la posibilidad de cursada dado que no existen guarderías que les permitan tomarlos. Además les es difícil compatibilizar su vida familiar con su capacitación profesional por el “rol” que le es asignado para sus “obligaciones” en el hogar.
La discriminación muchas veces no es percibida como tal por la propia mujer científica. Así lo relató Lucía durante la entrevista para Fuerza Centrífuga.
“No reconocía, en mi vida académica, ninguna situación en la que haya sido discriminada o tratada de manera diferente por ser mujer. Entonces, muchas veces, esto no se ve como un problema y están muy naturalizadas las diferencias. Por ejemplo, yo muchas veces notaba que hacía tareas de secretaria en el laboratorio y eso era porque yo era buena organizando o buena comprando cosas, roles que, en general, se le asignan a una mujer y que los varones entonces tienen más tiempo para poder investigar o poder descansar. Entonces, el objetivo de la Comisión de género es concientizar que existe este problema. Hicimos varios seminarios con esta temática (2). Pero además, como nosotras damos clases, también dar este conocimiento a les estudiantes, en particular viendo de tener unas charlas de orientación, que haya mujeres ocupando los roles de las charlas, que si hay congresos o seminarios también haya una equidad de género en los oradores”.
¿Mujeres en la cocina?
Volviendo al libro de Valeria Edelsztein, su texto relata varios hitos que muestran cómo las mujeres han aportado en el desarrollo de la Ciencia, aunque permanezcan invisibilizados.
*En 1977 Rosalyn Yalow ganó el premio de Medicina. El titular del mes de junio de 1978 de revista norteamericana Family Health fue: “She Cooks, She Cleans, She Wins the Nobel” (“Cocina, limpia y gana el Nobel”).
* Un siglo antes de las aventuras de Phileas Fogg y su ayudante Passepartout, narradas por Julio Verne, nacía Jeanne Baret, la primera mujer en dar la vuelta al mundo. El 1766 se disfrazó de marinero para unirse a una expedición francesa junto a varios científicos. Existe evidencia de que fue ella quien recolectó la planta más famosa de esa expedición, conocida en América del Sur como Santa Rita.
*En el siglo III antes de Cristo, Agnódice ejercía la obstetricia y la ginecología en Grecia vestida de hombre, desafiando la pena de muerte impuesta como castigo a las mujeres que practicaban la medicina. Alarmados por su notoriedad, los médicos griegos echaron a correr el falso rumor de que aprovechándose de su status profesional seducía y abusaba de las mujeres que lo consultaban. Pero Agnódice se presentó ante los jueces ancianos y se desnudó para desmentir la acusación. Sin embargo, la condenaron a muerte, pero mujeres de todas las clases sociales agradecidas por su atención médica formaron un movimiento de resistencia, que incluyó que las esposas de 400 senadores los obligaran a elaborar nuevas leyes. La presión sirvió y Agnódice no solo fue absuelta sino que al año siguiente el Consejo Ateniense modificó la ley y autorizó a las mujeres a estudiar y ejercer la medicina, siempre y cuando atendieran sólo a mujeres.
* Aglaonike es considerada la primera mujer astrónoma, pero ganó fama de “bruja” por tener suficientes conocimientos como para predecir eclipses lunares. Hipatia es considerada la primera mujer matemática de la historia (además de filósofa y astrónoma); según algunos autores fue asesinada por cristianos que se sentían amenazados por su sabiduría, su racionalidad y su negativa a convertirse al cristianismo.
*Marion Donovan inventó los pañales descartables de plástico usando como prototipo una cortina de ducha. En 1946 comenzó a experimentar con otras cubiertas impermeables, como nailon y material usado para paracaídas, y recibió la patente en 1951. También inventó una jabonera que dejaba escurrir el agua y el zippitido que es un cordón que ayudaba a subir de manera más cómoda el cierre de atrás de un vestido. Además, Elizabeth Hawk creó la primera cocina en 1867, Florence Parpart la heladera moderna en 1914 e Ida Forbes el calentador eléctrico de agua en 1917.
*El Test de Apgar es el examen clínico que se le hace al bebé recién nacido después del parto para controlar su estado general. El test tiene este nombre por Virginia Apgar, una anestesióloga especializada en obstetricia que lo creó en 1952. Sin embargo, se lo suele explicar de acuerdo a una regla nemotécnica: A por aparicencia; P por pulso; G por gesticulación; A por actividad y R por respiración
(1) Fuerza Centrífuga sobre el Patriarcado (https://ar.ivoox.com/es/30313764),
(2) Información del Seminario Departamental sobre Género y Ciencia descargar
Fuente: http://www.redeco.com.ar/nacional/generos/25452-cient%C3%ADficas-en-acci%C3%B3n