Editorial El Roble Nº 129 de Febrero. El Roble vuelve a las calles en papel en este 2019 que arranca caliente no solo por las altas temperaturas veraniegas. Se hicieron públicos los números de la inflación de enero, un 2,9% que alarma cualquier aspiración oficial de planchar el alza de los precios. Nuevos aumentos del transporte y los servicios se combinaron con importantes cortes de luz que dejaron a miles de familias a oscuras. La bronca de boletas cada vez más altas pudre la paciencia, como se pudre un pedazo de carne en un freezer que se queda sin corriente eléctrica.
También se caldean los ánimos en el movimiento obrero. Como continuidad del año pasado, los despidos y los cierres de fábrica siguen a la orden del día. Caso testigo el de Cofco, ex Nidera, una de las aceiteras más importantes del país. Los capitales chinos, que la adquirieron hace poco tiempo, decidieron cerrar sus puertas dejando 200 familias en la calle. Los compañeros acampan en la puerta de la fábrica y se preparan para una larga lucha.
Por su parte, Fate presentó el preventivo de crisis alegando bajas ganancias. Sin embargo, las empresas de Madanes Quintanilla (dueños de Aluar o la hidroeléctrica Futaleufú) reporta millonarios ingresos anualmente, aunque pretenden que los que se ajusten sean los trabajadores. Como salida, la patronal plantea la posibilidad de cerrar un turno (serían más de 400 despidos) y precarizar las condiciones de trabajo.
Estos conflictos, junto a las y los docentes que iniciaron la ronda paritaria en la provincia de Buenos Aires, cobran particular relevancia: no son solo coletazos de una economía en crisis, sino que son golpes a los sectores más avanzados en organización y en capacidad de resistir los planes patronales de ajuste. Es un ataque político al conjunto de la clase trabajadora, porque si pasan los despidos aceiteros, si retroceden las condiciones de trabajo en Fate, si se sigue degradando el salario docente, estaremos todxs en peores condiciones para luchar en nuestros sectores y enfrentar el ajuste del gobierno.
En este sentido, es de vital importancia practicar la solidaridad poniendo por delante los intereses que nos unen como clase. Y desde allí ir desarrollando la unidad con un programa claro: contra los despidos, el ajuste y los tarifazos, por la ocupación y puesta en marcha por parte de lxs propios trabajadorxs de toda fábrica que cierre, por más plata para educación y para salud, no para la deuda y el FMI. Basta de tregua de la CGT, por un plan de lucha que concluya en un paro general hasta derrotar estas políticas. Desarrollar planes de acción a partir de estas consignas, discutirlo en asambleas, en los barrios, lugares de trabajo y estudio.
Este es el contexto y nada indica que vaya a mejorar la situación para lxs laburantes. Nos podemos esperar a las elecciones que nos prometen los politiqueros de turno. Tenemos que tener claro que ningún gobierno patronal va a resolver los problemas de nuestra clase. Quienes hoy nos endulzan la oreja diciendo que “los vamos a frenar en las urnas” no hacen más que patear la pelota afuera y demostrar lo poco que les interesa dar una salida de fondo a la miseria que se vive hoy. Tomar el ejemplo del movimiento feminista, recuperar la iniciativa y hacer lo que no quiere la burocracia sindical: movilizarse masivamente, discutir en asamblea, confiar en las propias fuerzas que tenemos como clase. Ahí está la clave y la posibilidad para pararle la mano a los explotadores.
Equipo de El Roble.