Ariel Canizzo murió en 2011 en un calabozo de la comisaría 4ª de Berisso luego de haber sido detenido ilegalmente y golpeado brutalmente por agentes de la 3ª. Ocho años después, hay cuatro policías acusados por homicidio calificado. Desde que comenzó el juicio, la semana pasada, testigos reconocieron que fueron amenazados por los compañeros de fuerza de los imputados o sufrieron represalias por su testimonio. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM), como veedora del juicio, expresó su preocupación y señaló que estas prácticas amenazantes de las policías forman parte de un espíritu corporativo que busca garantizar la impunidad.
El 21 de octubre de 2011, policías de la Comisaría 3ª de Berisso entraron a la casa de Ariel Canizzo mientras perseguían a un adolescente de 14 años. Ariel ya había tenido problemas con los efectivos de esa misma dependencia; había estado cuatro años presos por una causa armada y, en ese momento, tenía otra causa abierta por resistencia a la autoridad. En un procedimiento irregular, sin orden de captura, los agentes se lo llevaron detenido; antes lo golpearon brutalmente y revolvieron toda la casa. Los vecinos dijeron que a Ariel lo sacaron a la rastra, casi inconsciente. Pocas horas después, en la madrugada del 22, Ariel murió en un calabozo de la comisaría 4ª de Berisso.
Ocho años después, en los Tribunales de La Plata, los cuatro policías que participaron de ese operativo están siendo juzgados por la muerte de Canizzo. El joven, que también fue detenido ese día, fue uno de los primeros testigos del juicio: declaró no recordar demasiado, que sólo había visto a Ariel cuando estaba en el patrullero. Hoy, dos audiencias después, declaró la madre y reconoció que, antes del juicio, el Jefe de la comisaría 3ª paró a su hijo en la calle y le advirtió: “Cuídense con lo que digan, porque está todo grabado”.
Esa amenaza no es la primera; desde el comienzo del juicio, la familia de Ariel Canizzo viene denunciando episodios de amedrentamiento: en la primera audiencia, la madre de Ariel afirmó que policías de la comisaría 3ª le apuntaron con un arma a su nieto, mientras jugaba en la esquina de su casa. Un día después de ese testimonio, efectivos de la misma dependencia allanaron la casa de la hermana de Ariel por una denuncia radicada por otro policía.
A pesar de los intentos corporativos por cubrir los delitos de sus propios compañeros de fuerza, el pedido de justicia avanza. El ex capitán Ricardo de La Canal, los tenientes Roberto Percuoco y Ernesto Conti y el oficial principal José Antonio Cáceres llegaron al juicio caratulado como “apremios ilegales pero, después de las primeras audiencias, el titular de la UFI 4 y la familia, representada por la Asociación Miguel Bru (AMBru), pidieron ampliar la acusación a homicidio calificado. El Tribunal Oral Criminal N 1 aceptó la petición.
En un comunicado, la AMBru destacó que “los testimonios pudieron acreditar que Ariel Canizzo fue golpeado en estado de total indefensión lo que le provocó un cuadro de síndrome asfíctico subagudo por el cual murió horas después de ser detenido”. Para eso fue indispensable la declaración de la familia y un informe médico.
La mamá de Ariel dijo que vio, después del operativo irregular y violento en el domicilio de su hijo, cómo se lo llevaban “golpeado y ensangrentado”. En la comisaría 3ª lo siguieron golpeando. Esa misma tarde, antes de ser trasladado a la comisaría 4ª, lo llevan a reconocimiento médico; según la versión policial, el joven se negó a ser atendido. Ese informe, sin constancia de las lesiones que tenía el cuerpo, fue una piedra fundamental del encubrimiento que en ese momento empezó a tramar la policía.
El hermano lo visitó en la comisaría 4ª, durante la segunda audiencia, declaró que lo vio golpeado y descompuesto. Durante esa visita, recuerda además que Ariel le dijo que “se sentía mal y le dolía mucho la cabeza”. Fue el último familiar en verlo con vida. Murió horas después. A la mañana, le avisaron a la familia que había muerto por un paro. Ariel tenía 31 años, la madre y el hermano coincidieron en declarar que no tenía problemas de salud.
Un informe posterior del perito de parte nombrado por la familia y la AMBru verificó que presentaba contusión cerebral, traumatismo cerrado de tórax y abdominal, y hemorragias internas en el hígado y pulmón.
Ariel murió por los golpes que recibió y porque fue tirado en un calabozo sin atención médica. Ocho años después, la familia sigue esperando justicia.