Un deja vu de levantamientos indígenas
Desde que el presidente Lenin Moreno anunció «el paquetazo» (conjunto de medidas ajuste económico que perjudica a los sectores populares), se desencadenó en diferentes puntos del país y de las grandes ciudades una marea irrefrenable de protestas que no ha cesado. Comenzando con el paro de transportistas, una ola sucesiva de adhesiones a esta medida de fuerza convergieron en un gran Paro Nacional.
Luego de un prolongado periodo de desmovilización, que tiene como principal factor explicativo la política de fragmentación social ejercida por los organismos de la cooperación internacional y por el gobierno nacional en la época de bonanza y el delirio de los petrodólares, los sectores populares han demostrado una enorme capacidad para reactivar, de una manera casi que inmediata, viejas redes y prácticas de protesta, que muchos consideraban, con cierta nostalgia y aires de derrota, que habían sido enterradas y sólo podían ser visitados en los libros de historia.
Sin lugar a dudas, la coyuntura nos ha brindado una importante lección: ni la bonanza económica, ni la política de fragmentación social fueron elementos suficientes para deshilvanar toda una prolongada tradición de lucha popular, con fuerte clivajes étnicos, que en más de una ocasión ha desembocado en una avalancha de indígenas hacia la capital ecuatoriana y en la toma del palacio de gobierno, con la consecuente destitución de presidentes del poder. El último de estos episodios aconteció en el año 2000, cuando el pueblo ecuatoriano destituyó al por entonces presidente Jamil Mahuad.
En la última semana, luego del anuncio del «paquetazo», experimentamos una especie de deja vu, una reactivación de este repertorio de acción propio, singular y característico del pueblo del Ecuador. A las manifestaciones de diversos gremios de trabajadores, se suman colectivos de estudiantes, militantes comprometidos con las más diversas luchas, ya sea por el medio ambiente y contra el extractivismo, el feminismo y contra la desigualdad de género, hasta animalistas, colectivos de artistas, etc. Pero sin lugar a dudas la principal fuerza popular de este país la constituye el movimiento indígena y campesino del Ecuador. Por algo es que, la cooperación internacional consideró hacia el año 2000 que en uno de los países mas pequeños del cono sur existía una “bomba étnica” que había que desactivar, ya que representaba un verdadero peligro para la continuidad del sistema y para el avance de las políticas neoliberales, que se intentaban imponer desde los centros de poder mundial, luego de la crisis del capitalismo mundial.
Como en otras ocasiones, miles de indígenas comienzan a recordar y poner en acción su tradicional repertorio de lucha desde el día uno del Paro Nacional, y para el segundo día anuncian una marcha hacia la ciudad de Quito, para realizar el día 9 la movilización popular contra el «paquetazo». Como sus taitas y sus mamas en la época de las haciendas, así mismo ellos emprenden la caminata hacia Quito desde diferentes puntos del país, bajando de sus comunidades en los páramos a más de 3000 msnm, o subiendo desde la selva amazónica. Diferentes delegaciones emprenden su marcha para reunirse en la ciudad capital, y realizar la gran movilización programada para el día 9.
Solidaridades y apatías en el Paro Nacional
Inmediatamente después este anuncio, los distintos colectivos de la ciudad de Quito comenzaron a organizar la llegada de la fuerza más importante del país. Afloraron centros de acopio en diferentes puntos para recibir donaciones de comida, colchonetas, cobijas, ropa de abrigo, capas para lluvia, insumos médicos, etc. Tres espacios funcionaron como acopio y preparación de alimentos y otros como albergues. Todos estos se articularon con la Confederación Nacional de Indígenas del Ecuador (CONAIE) que es la sede principal de la acción solidaria en el paro. Se armaron grillas de voluntarios para cocinar, para el cuidado de los wawas, para brindar servicios profesionales, en particular acción jurídica y médica.
Adicionalmente, distintos colectivos presionaron para que las instituciones se pronuncien a favor del paro y de la movilización y para que abran sus instalaciones para hospedar a los indígenas, que se estimaban en 40.000 personas. Universidades como la Central, la Catolica, la Salesiana, tras la presión popular abrieron sus puertas para realizar actividades de apoyo para recibir a los indígenas. La Universidad Andina permitió que sus estudiantes cocinaran en sus instalaciones, además de pronunciarse el martes a favor de la movilización y en repudio del «paquetazo». Por su parte, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), no sólo no se pronuncia, ni abre las puertas al movimiento indígena, sino que además al cerrar todas sus instalaciones el día 7 por cuestiones de seguridad, clausuró el centro de acopios que habían montado los miembros del comité de estudiantes, quienes además exigen un pronunciamiento público por parte de la institución.
La instauración de un clima de guerra
Simultáneamente al armado de este entramado solidario en apoyo al paro nacional, la protesta se mantuvo firme en las calles tanto de la ciudad de Quito, como en diferentes puntos del país. Las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas represivas del Estado que ya no solo arroja entre los manifestantes bombas lacrimógenas, sino que las apunta directo a las personas, cobrándose ya varias víctimas. Además, en las últimas jornadas, no sólo gasean la protesta, sino que avanzan disparando perdigones, inclusive a la altura de las cabezas. Se ha instaurado un verdadero clima de guerra, que resulta estrambóticamente exagerado. Por la ciudad de Quito se pasean numerosos tanques de guerra, tanquetas o «trucutú», además constantemente sobrevuelan helicópteros y avionetas. Los policías circulan en jauría y actúan de manera prepotente frente a grupos de personas reunidas. El lunes, en una emboscada, arrojaron a tres jóvenes transeúntes de un puente a la carretera, esto es a más de 10 metros de altura. Uno de ellos falleció ayer, martes.
En su trayectoria a Quito, los indígenas tuvieron que enfrentarse a las fuerzas represivas del Estado en diversos puntos. En la provincia de Azuay, uno de los marchantes fue atropellado y asesinado. Con lo que son al menos dos los muertos causados por el aparato represor que se han confirmado (entre mucho desconocimiento y desinformación).
Por su parte, ante la brutal represión vivenciada por el pueblo, la CONAIE declaró el estado de excepción en los territorios indígenas, con lo cual los uniformados que ingresen a las comunidades y comunas indígenas quedarán retenidos y serán sometidos a justicia indígena. Se estima que unos 50 uniformados han sido retenidos por los indígenas en distintos puntos del país. En algunos casos, como en Ambato, en Azuay y en Bolívar, los manifestantes lograron tomar las sedes de gobierno local entre el sábado y el lunes. No obstante, el uso de la fuerza por el aparato represivo ha sido desproporcionado y se ha ido recrudeciendo con el transcurrir de las jornadas, expresándose en su pico más álgido en la jornada del día martes 8, previo a la manifestación que se espera para el miércoles.
El cerco mediático y la falta de libertad de expresión
El contexto del Paro Nacional ha puesto en evidencia hoy más que nunca el funcionamiento monopólico de los grandes medios de comunicación y su alineación a los intereses de los sectores dominantes. Teleamazonas, Ecuavisa, El Telégrafo y El Comercio no han hecho más que reducir las jornadas de protesta y lucha digna del pueblo a actos de vandalismo, a la violencia de los manifestantes, a robos y saqueos. Al bajarse del paro el gremio de transportistas, el día sábado, estos medios de desinformación comenzaron a difundir la noticia de que el Paro Nacional se había levantado, generando un clima de confusión orientado a desactivar las protestas.
Paralelo a ello, los periodistas de medios alternativos involucrados en las protestas son el blanco de las detenciones y agresiones. Hasta el momento se contabilizan muchos periodistas detenidos, e incluso una de ellas, reportera de la CONAIE, ya ha sido enviada a prisión. También, el martes 8, allanaron Radio Pichincha Universal en el barrio de La Floresta en Quito, una de los pocos medios que transmitía la realidad de lo que sucede en las calles, y emitiéndose una orden de detención para su director, lo cual expresa el tono oscuro por el cual discurre el ejercicio del gobierno de Lenin Moreno, que avanza desenfrenadamente sobre nuestro legítimo derecho de libertad de expresión.
Llegan los indígenas a Quito y huye Lenin a Guayaquil
Durante la tarde y noche del día lunes, llegaron numerosas delegaciones de indígenas a la ciudad de Quito. Se los recibió entre aplausos, saludos de agradecimiento y alimentos, en un clima de sentimientos encontrados que se dirimía entre el miedo y la preocupación, y la alegría y esperanza de un pueblo. Algunas delegaciones ingresaron a la ciudad practicando su tradicional zapateo, reinando un clima festivo y de algarabía. Se calcula que arribaron a la capital unas 20.000 personas.
Los centros de acopio llevaban sus colectas a los centros de cocina, donde desde temprano los voluntarios preparaban la comida. Las frazadas, abrigo y colchonetas se repartieron en los distintos los albergues, para que los indígenas pudieran pernoctar.
En la mañana del martes se montaron carpas de alimentos y cocina en la plaza El Arbolito, lugar de recepción histórica de los indígenas en Quito. Además, algunas carpas fueron preparadas para atender heridos, con un cuerpo de médicos voluntarios a disposición. Las mujeres y las guaguas se las recibía en el ágora de la Casa de la Cultura, que se ubica en la misma plaza, y donde podían permanecer resguardadas de los ataques a los manifestantes. En las universidades también se iban preparando para recibir más indígenas con fuerte compromiso y dinamismo.
Mientras tanto, el mismo lunes 7, el presidente Lenin Moreno huyó hacia la ciudad de Guayaquil donde trasladó la sede de gobierno. Anunció públicamente dicha maniobra en un video en el que aparece junto a el vicepresidente Otto Sonnenholzner y el ministro de defensa Oswaldo Jarrín, escoltados por tres uniformados de las fuerzas armadas. En dicho video acusa al ex presidente Rafael Correa en complicidad con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de un intento de golpe de Estado, instrumentalizando a algunos sectores indígenas. Sostiene: «no voy a dar marcha atrás, porque lo correcto no tiene matices». Lo más insólito de su declaración es que llama a los sectores sociales «al diálogo fraterno y sincero», mientras que, como dijimos, en las últimas jornadas se ha montado un clima de guerra y represión desproporcionada que no cesa y se acrecienta.
El recrudecimiento de la represión
En la mañana del martes 8, continuaron los trabajos de apoyo a la movilización de los pueblos indígenas. Como se mencionó, los voluntarios montaron carpas y muchas personas se acercaron a cocinar y colaborar con las tareas de apoyo. Las delegaciones que habían arribado la noche del lunes y durante la jornada del martes, se encontraban concentradas en la plaza de El Arbolito, recibiendo la atención de los colectivos y voluntarios que se habían comprometido a realizar tareas de apoyo a la movilización. Todo parecía tranquilo, sin embargo hacia el mediodía comenzaron las agresiones. Apenas a una cuadra de la plaza de El Arbolito, las fuerzas represivas reprimieron con bombas lacrimógenas a quienes colaboraban con la elaboración de comida en el centro cultural casa Pukará, con lo cual los voluntarios tuvieron que trasladar todas las donaciones, instalaciones de cocina y comida ya elaborada a otras centros de acopio, albergues o lugares de cocina.
En paralelo, una protesta protagonizada principalmente por jóvenes terminó en la toma de la Asamblea Nacional, que al parecer desencadenó la furia y la represión de los uniformados, que no sólo agredieron a los manifestantes, sino que además avanzaron enardecidos en caballos, motos y tanquetas hasta el parque El Arbolito. Allí se encontraron con la resistencia de los indígenas que lograron mantener un cerco, pero que no lograron detener las bombas lacrimógenas que los uniformados arrojaron sobre las personas que se concentraban en la plaza, direccionándolas, además, al sector donde se encontraban las carpas con cocinas, comidas y puestos de atención a los heridos. Además se dispararon perdigones a la altura de las cabezas, esto es, a matar. Medianamente recuperados de la embestida, los indígenas y otros manifestantes lograron recomponer el cerco y hacer retroceder a las fuerzas represivas, lo cual habilitó el espacio para que los voluntarios trasladen las cocinas a la Universidad Católica y la Salesiana ubicada a unas 5 cuadras del parque. Muchas personas se dispersaron ante la brutal represión, algunas buscaron refugio en el ágora de la Casa de la Cultura. Hacia las 18 horas, el presidente Lenin Moreno decretó el toque de queda parcial, a partir de las 8 de la noche, con lo cual se prohíbe circular por las calles cercanas a los edificios públicos, muchos de ellos cercanos a la plaza de El Arbolito. Si bien durante dos horas disminuyó la arremetida de las fuerzas represivas, hacia las 20 horas, nuevamente los uniformados atraviesan la plaza de El Arbolito reprimiendo a quienes todavía se encontraban en el sitio e incluso a quienes se refugiaban en el ágora de la Casa de la Cultura, la mayoría de ellos madres con niños, dispersando a los manifestantes que se marcharon con sus delegaciones hacia diferentes puntos y albergues. Se contabilizan una cantidad de 80 personas detenidas sólo en la jornada del martes, 675 heridos y aun no tenemos información sobre la cantidad de muertos.
Para el día de hoy, miércoles 9, se está convocando a una gran movilización contra el «paquetazo«», con la llegada de otros 20.000 indígenas, sumando en total más de 40.000. Será una jornada extenuante, el gobierno está encaprichado y no quiere retroceder, y pareciera estar buscando que haya más muertes para definir otro rumbo. Es posible que este miércoles, sea una jornada histórica, donde se defina el futuro del Ecuador y de toda la región respecto a las injerencias imperiales.
“A natural unidos como poncho tejido, patrón no podrá doblegar”