Camille Chalmers es uno de los intelectuales más reconocidos del Caribe, y su labor como docente e investigador tiene una proyección global. Economista, especialista en el análisis de los procesos de integración y en la formulación de políticas públicas alternativas. Coordina la plataforma PAPDA y es uno de los dirigentes políticos de mayor renombre en el país, en tanto dirigente del Foro Patriótico y la articulación ALBA Movimientos. En esta entrevista ofrece un análisis del ciclo de multitudinarias protestas en su país y sobre las razones de la crisis. También realiza un balance de los 15 años de ocupación internacional en Haití y sobre los desafíos de la integración regional en América Latina y el Caribe.
Lautaro Rivara:
Desde el año pasado, hemos visto manifestaciones de una masividad sin precedentes. ¿Tienes una estimación de cuanta gente se ha movilizado en los últimos dos años? ¿Cuáles son, brevemente, las causas que empujan a la población haitiana a las calles una y otra vez?
Camille Chalmers:
Desde julio del año pasado estamos viviendo un proceso muy interesante de removilización. Son niveles de movilización que no habíamos conocido durante mucho tiempo. Alrededor de la coyuntura del 1986 cuando cayó la dictadura de [François] Duvalier, conocimos manifestaciones amplias de este tamaño. Pero después de que el movimiento popular sufrió un ataque muy agresivo del imperialismo a través de grupos paramilitares, a través de la inseguridad, a través de la corrupción, a través de los proyectos de «desarrollo», de golpes de Estado y ocupación militar, entramos en un largo período de reflujo donde se veía que la población había perdido mucha capacidad de movilización. Otra de las causas de ese reflujo fue la división causada alrededor de [Jean-Bertrand] Aristide. Utilizaron su imagen para hacer una división profunda dentro del movimiento popular.
Pero estamos viviendo desde enero del 2016 un proceso donde el pueblo está recuperando sus capacidades de movilización, donde la gente salió a las calles para denunciar el proceso electoral. Pasamos luego a una movilización muy fuerte contra el presupuesto en el año 2017 que la población llamó «presupuesto criminal», porque después de la caída del programa Petrocaribe el Estado haitiano entró en una crisis de liquidez muy grave e intentaron hacer una represión fiscal contra las capas populares y la gente se levantó contra eso. A partir el 2018, a raíz de un alza importante de los precios de los combustibles de entre el 35 y el 51 por ciento de aumento, el pueblo se levantó de una manera increíble logrando juntar movilizaciones masivas de calle con bloqueo de carreteras y de la actividad económica del país.
Se ve claramente que hay un proceso de aprendizaje a dos niveles: primero a nivel de la conciencia política, porque ahora la gente está yendo hacia una conciencia anti-imperialista. La última gran manifestación del viernes lo testimonió muy claramente, porque el blanco fue el Core Group, que es el brazo visible del imperialismo aquí. La manifestación fue para denunciar la injerencia del Core Group y la decisión de Estados Unidos de mantener [al actual presidente] Jovenel Moïse. El segundo nivel de aprendizaje es al nivel de las capacidades de movilización: resulta impresionante no solamente como se logra bloquear la ciudad, sino que también hay todo un sistema de comunicación no visible que permite que esto mismo ocurra simultáneamente en todo el país. Considerando julio del 2018, el 17 de octubre, el 18 de noviembre, el 7 de febrero, el 9 de junio, podemos hablar de millones de ciudadanos haitianos que se alzaron en las calles para protestar contra Jovenel Moïse y para reclamar la salida del poder no solamente del presidente sino también del PHTK, reclamando en suma un cambio de sistema. Es muy interesante que se están jugando dos reivindicaciones centrales: la dimisión de Jovenel Moïse y la transformación del sistema. Podemos decir que son movilizaciones importantísimas en términos de la amplitud, de la participación, de la diversidad de capas sociales que están presentes, de la gran presencia de la juventud, que juega un papel central en las movilizaciones con mucha creatividad. Es un proceso muy interesante, muy esperanzador, que crea las bases para realmente lograr una articulación de todas esas iniciativas y construir un potente movimiento popular antisistémico.
L.R.
¿Cuál es hoy por hoy la oposición al gobierno de Jovenel Moïse? ¿Puede hablarse de una única oposición única, o más bies encontramos diferentes sectores e intereses convergentes pero contradictorios? ¿Porqué desde tu espacio político no proponen una convocatoria a nuevas elecciones y sí un amplio gobierno de transición?
C.C.
Los sectores opositores son múltiples y se han ido expandiendo. Cada día hay nuevos sectores que se pliegan a la movilización. Podemos decir que esto entra en una dinámica larga, porque cuando se produjo el gran movimiento popular contra la dictadura de Duvalier en los años ’85 y ’86 era para quebrar el sistema político, que es un sistema construido sobre la exclusión de las masas. Es decir que lo que está en juego aún hoy es fundamentalmente la presencia de las masas en la arena política. No solamente lograr la renuncia de Jovenel Moïse sino también romper la solución institucional que el imperialismo construyó en respuesta a la crisis del ’86. A la vanguardia tuvimos grupos populares, sobre todo de los barrios humildes, y de la juventud estudiantil que jugó un papel determinante en desatar la lucha contra la corrupción, pero muy rápidamente ésta se ha ampliado a otros sectores. Se puede decir que en la actualidad prácticamente todas las fuerzas sociales y políticas del país están en contra de Jovenel Moïse, incluyendo ex aliados como las cámaras de comercio, como el grupo de Bernard Craan, el Foro Económico Privado. Esta semana fueron consultadas las cámaras de comercio, y sobre un total de seis, cuatro apoyan la dimisión de Jovenel Moïse. La Iglesia Católica que siempre mantuvo una alianza con el gobierno de Martelly se ha pronunciado claramente en contra del actual presidente. E incluso familias de la oligarquía tradicional, como es el caso de [Reginald] Boulos, quien se ha manifestado en contra de Jovenel Moïse y trata de presentarte como una personalidad política opositora.
Dentro de ese proceso la izquierda ya estaba construyendo un proceso unitario con cinco estructuras políticas desde hace varios meses. Ese proceso de unificación se ha beneficiado de la Escuela Política Charlemagne Peralta, un espacio donde se encuentran militantes de organizaciones sociales de diferentes tendencias políticas. La Escuela lanzó un proceso unitario donde se encuentran ahora regularmente cinco organizaciones políticas de izquierda que están trabajando en la doble perspectiva de construir una fuerza unitaria de la izquierda revolucionaria, y en influir en la coyuntura política actual, en el juego de alianzas y propuestas que se están formulando. Es en ese sentido que nosotros presentamos un programa de transición. Primero decimos que Jovenel Moïse debe irse en conjunto con los parlamentarios, y que todo el sistema del PHTK, que monopoliza todas las estructuras del Estado, debe acabar. Pero también decimos que debemos instalar un proceso transitorio, porque si fuéramos a un proceso electoral ahora, tendríamos nuevamente elecciones no democráticas, controladas por el imperialismo, estructuradas para impedir la participación popular.
Necesitamos un período de transición más o menos largo, de tres años o tres años y medio. En ese período de transición habrá tareas fundamentales como por ejemplo rehacer el sistema electoral, convocar una a conferencia nacional donde se pueda construir un proyecto nacional de largo plazo e incluso avanzar hacia un cambio constitucional. También, iniciar un proceso a los responsables del robo de los fondos públicos de Petrocaribe. La población tiene derecho a acceder al resultado de las investigaciones sobre quiénes han sido los responsables del desfalco. Debe haber una recuperación de los fondos hacia el tesoro público, y necesitamos montar estructuras y procedimientos institucionales que impidan que se repitan ese tipo de escándalos. El proceso permitirá desnudar todos los hilos de poder mediante los cuales la oligarquía controla el Estado y se beneficia ilegalmente de él. A nivel institucional hemos propuesto un Consejo de Gobierno de tres miembros en lugar de un Presidente, con dos personas designadas por el sector político y otra designada por la sociedad civil. Que haya una estructura de gobierno reducida y un órgano de control construido a través de representaciones departamentales. Eso abrirá la perspectiva de una transición controlada por los actores políticos nacionales y una transición de ruptura, que despeje los caminos para tener una ruptura estructural con el sistema neocolonial que tenemos en la actualidad.
Es en ese sentido que hemos convocado el Foro Patriótico que se desarrolló en Papaye del 27 al 30 de Agosto, que fue un evento muy importante convocado por las fuerzas campesinas, en donde prácticamente todos los sectores respondieron con su presencia. Tuvimos una participación muy amplia que dio lugar a un debate profundo, interesante y también contradictorio, pero que terminó con un consenso. Ahora, a partir de un Comité de Seguimiento estamos construyendo otros tantos foros departamentales que darán las bases organizacionales para que la lucha contra Jovenel Moïse sea una lucha exitosa, pero que también abra perspectivas más profundas de cambios estructurales.
L.R.
Haití ha tenido una trayectoria sinuosa en la geopolítica regional en los últimos años. Luego de su ingreso a Petrocaribe y de sostener una postura respetuosa de la soberanía de naciones como Venezuela y Cuba en los organismos regionales, el gobierno actual decidió retirar su reconocimiento al gobierno de Nicolás Maduro y comenzó a votar mociones contra él en espacios como la OEA y la Comunidad del Caribe (CARICOM). ¿Cómo se explica este viraje? ¿Cuál es el lugar de Haití en la geopolítica del Caribe?
C.C.
Este es un asunto fundamental porque el proyecto de Petrocaribe, muy importante dentro de la construcción del ALBA, ha sido un blanco esencial del imperialismo. Es claro que para los Estados Unidos mantener el control sobre los estados del Caribe es decisivo, porque el Caribe es un espacio muy importante para la acumulación mundial. En su carácter de lugar de tránsito, por su cercanía con los Estados Unidos, y por los recursos naturales que existen allí. En ese sentido la mayoría de los países del CARICOM han sido beneficiarios del programa Petrocaribe y muchos de ellos no querían meterse en la aventura de la agresión contra Venezuela. Ahora el imperialismo norteamericano se vale de Haití para sabotear la unidad regional. Por ejemplo, en la última votación que se hizo en la OEA para autorizar la activación del TIAR [Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca] contra Venezuela, Haití fue el único país del CARICOM que se posicionó a favor. Esto fue una traición, una vergüenza para la imagen de Haití, históricamente afín a los pueblos que buscan su libertad. Esta traición empaña nuestra postura histórica, pero también es un sinsentido considerando las relaciones entre ambos países. Hugo Chávez siempre dijo que América Latina tiene una deuda con respecto a Haití por la contribución que hicimos a las luchas libertarias del siglo XIX. Y Jovenel Moïse y su gobierno se beneficiaron de un apoyo directo, también durante el gobierno de Maduro. Cuando el estado haitiano tenía dificultades para pagar el servicio de la deuda en el 2016 y 2017, Maduro dijo que no era necesario pagar la deuda y que el monto adeudado podía utilizarse para proyectos sociales internos.
El haitiano es un Estado que ha sido beneficiado por Petrocaribe, y que ha traicionado a un aliado histórico. Todas las relaciones entre Venezuela y Haití, durante más de dos siglos, han sido de amistad y solidaridad. Creo que Jovenel Moïse está haciendo esto para asegurar la protección y el apoyo del imperialismo y del gobierno de Trump. Es una moneda de cambio que ofrece a los Estados Unidos para decir que a pesar de todo, su alineación con ellos es total. Por supuesto, esto nos debilita mucho, dado que una de las estrategias del imperialismo es romper los esquemas de integración regional como UNASUR, CELAC, ALBA. La posición aventurera de Haití dentro del CARICOM podría incluso llegar a romper este bloque regional. Para asegurar la dominación económica y política, para las potencias es mucho mejor negociar país por país que negociar con un bloque articulado.
L.R.
Se que para el mes de diciembre estás organizando un seminario internacional sobre la epidemia de cólera que azotó al país en el año 2010, que también ofrecerá una balance sobre los quince años que se cumplen desde que comenzó a operar en el país la MINUSTAH, la tristemente célebre Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití. ¿En este sentido, cuál ha sido el rol de la llamada «comunidad internacional» en el país? ¿Y cómo viene actuando ésta, particularmente los Estados Unidos, en la última fase de la crisis?
C.C.
A partir de 2004 ellos se aprovecharon de una crisis política interna para imponer una presencia militar extranjera que llamaron MINUSTAH, que teóricamente fue una misión de mantenimiento de la paz. Pero la situación de Haití no tenía nada que ver con aquellas que habitualmente justifican este tipo de iniciativas, como sucedió en ocasiones África. No había aquí ejércitos en pugna, no había guerra civil, no había crímenes contra la humanidad. Se ha violado incluso la Carta Magna de las Naciones Unidas para imponer esta misión, que ha implicado una tercerización de la ocupación, para que los ejércitos latinoamericanos hagan el trabajo sucio del imperialismo a menor costo. Mantener la MINUSTAH aquí de esta forma implicó reducir a un cuarto los costos directos que su despliegue habría implicado a los Estados Unidos. Además hubo toda una propaganda, una manipulación ideológica para presentarla como una iniciativa de cooperación sur-sur, como una operación de ayuda humanitaria.
Nosotros vivimos esos años con mucho dolor porque la MINUSTAH no tenía nada que ver con esto, porque la agenda era dictada directamente por los Estados Unidos, y lo que sucedía era decidido en Washington y en Europa. No fue tampoco una misión humanitaria, porque durante este período Haití vivió situaciones de profunda gravedad: fuimos golpeados por cuatro huracanes, luego aconteció el terremoto devastador del año 2010, y en todas estas oportunidades la MINUSTAH no dio ninguna respuesta significativa para acompañar al pueblo de Haití. La burla fue que luego del terremoto que causó 300 mil víctimas fatales, la MINUSTAH alquiló un barco lujoso y excesivamente costoso en la bahía de Puerto Príncipe, para que sus integrantes fueran a dormir cada noche, lejos de las penurias del pueblo haitiano. Esa es la imagen más clara del significado de esa supuesta presencia humanitaria. No han hecho ninguna contribución significativa, a pesar de contar con un presupuesto muy holgado si lo comparamos con el PBI de Haití. Hablamos de miles de millones dólares gastados para mantener una tropa que fue inútil para enfrentar la crisis humanitaria.
Por si fuera poco, contribuyeron a agravar los problemas de la sociedad haitiana. Por ejemplo el problema de la inseguridad es mucho más grave ahora, dado que hay ahora una circulación de armas impresionantes. Tenemos pandillas mucho más sofisticadas, tenemos una inseguridad ciudadana grave que incluso obstaculiza el proceso de organización popular, y tuvimos una multiplicidad de violaciones contra mujeres, niños y niñas que quedó totalmente impune. Y lo más grave, sin dudas, fue la introducción del cólera que causó según diferentes especialistas 30 mil muertos, 800 mil infectados, y tuvo consecuencias económicas dramáticas para el país. Es decir que una misión construida con una retórica de derechos humanos, vulneró los derechos humanos fundamentales de la población. Además, siempre sostuvo una alianza con los sectores más conservadores y retrógrados, ayudó a instalar un presidente de extrema derecha como Martelly, que durante su mandato de cinco años trató de desarticular las conquistas democráticas que el pueblo haitiano había ganado después del año ’86.
Los actores populares no podemos aceptar que esos crímenes queden impunes. Estamos demandando su reparación y queremos crear una gran coalición internacional para luchar para obtener la reparación del crimen de la difusión del cólera, enfermedad que el país no conocía hasta entonces. Naciones Unidas es un organismo que tiene la capacidad financiera, humana, técnica y científica para no solamente luchar contra el cólera y sus secuelas, sino también para ayudar a crear infraestructuras que no permitan que la epidemia se repita, tanto a nivel sanitario como en relación a la disponibilidad de agua potable. Por ejemplo, estamos pensando en la universalización del acceso al agua potable, que es la mejor manera de erradicar el cólera, lo que demanda de inversiones menos costosas que lo que gastaba la MINUSTAH en un solo año de actuación.
L.R.
En estos meses hemos acompañado convocatorias y manifestaciones de apoyo a las luchas del pueblo haitiano en países tan distantes y diferentes como Canadá, Argentina, Estados Unidos, Brasil, República Dominicana y Puerto Rico. ¿Cuál crees que es el rol que puede jugar esta otra comunidad internacional? ¿Cuales son hoy las formas más concretas y útiles de manifestar esta solidaridad?
C.C.
Esa solidaridad es muy importante para nosotros, porque Haití ha nacido dentro de una visión de solidaridad internacionalista. [Jean-Jacques] Dessalines tenía la convicción de que el porvenir de la Revolución Haitiana radicaba en la posibilidad de internacionalizarse, de luchar contra la esclavitud en todo el mundo, e hizo muchos esfuerzos para combatirla en Brasil, Estados Unidos, Jamaica, Puerto Rico, etc. Para nosotros la construcción de un proyecto socialista en Haití se basa en la posibilidad de reconstruir también esa visión internacionalista y de desmentir todos los mitos perniciosos construidos en torno al país. El imperialismo ha creado una especie de cerco mediático, una cuarentena que no permite que los pueblos de América Latina que luchan por las mismas causas que nosotros, conozcan lo que pasa en Haití.
Es muy importante intensificar los intercambios y los procesos de lucha común. En ese sentido creemos que los últimos años han sido interesantes para recrear esos lazos internacionalistas. Tenemos el ejemplo magnífico de la Brigada Desallines, una iniciativa que partió del movimiento campesino de Brasil, para expresar otra forma de presencia internacional en Haití en oposición a la MINUSTAH, y demostrar que no son ni tanques ni armas lo que América Latina puede y debe ofrecer. También fue central el hecho de que durante la presencia nefasta de la MINUSTAH hemos trabajado con Comités de Solidaridad para la desocupación de Haití en Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, México y otras naciones, lo que ha creado una cercanía mayor y nuevas estructuras de trabajo. Estamos en un momento en donde se conoce mejor lo que está haciendo Haití, y a su vez nosotros acompañamos más de cerca las luchas de los pueblos de América Latina. Recientemente en el Foro Patriótico en Papaye contamos con la presencia de importantes dirigentes de Brasil, Estados Unidos, Sudáfrica, Venezuela y Argentina, que también contaron sus experiencias y manifestaron su voluntad de estar presentes en las luchas del pueblo de Haití.
L.R.
Tú eres un intelectual muy reconocido no sólo en Haití, sino también en la región caribeña y en todo el continente, y tienes una idea muy precisa sobre las nociones y prejuicios que nuestros países tienen en torno a tu país, como comentabas recién. En general, Haití sólo es noticia en caso de catástrofe humanitaria o por la violencia de grandes convulsiones sociales. ¿Por qué otras cuestiones, quizás más positivas, te parece que el país debería ser conocido?
C.C.
Creo que hay una batalla para deconstruir la imagen creada alrededor de Haití y el desconocimiento casi total sobre su historia, sobre su naturaleza y su cultura. Esto se logrará creando espacios de confraternización, de trabajo común, de lucha conjunta. Primero, por supuesto, es interesante estudiar la Revolución Haitiana que es un proceso único como todas las revoluciones, surgida en un contexto muy adverso en el cual un pueblo esclavizado logró construir una estrategia victoriosa frente a los tres ejércitos más potentes de la época: el inglés, el español y el francés. Ese proceso da pistas fundamentales para reflexionar sobre la construcción de una alternativa postcapitalista. Hay que pensar que la Revolución Haitiana fue posible en parte gracias a la movilización de los cimarrones, que fueron grupos de esclavos que huían de las plantaciones hacia las montañas creando una sociedad totalmente nueva, distinta a las conocidas, y que a partir de esa nueva sociedad atacaban el régimen de la esclavitud y a las plantaciones. Ese proceso nos inspira a la hora de pensar como atacar el capitalismo, como crear una nueva sociedad y nuevas formas de vida y de sociabilidad. Y también el hecho de que la historia de Haití es una historia de muchas iniciativas de solidaridad con los afrodescendientes. Dessalines, por ejemplo, invitó a la gente de Estados Unidos a venir a Haití en tanto tierra de libertad. También, el proceso histórico de resistencia anticolonial nos obligó a inventar elementos culturales como una lengua, el creol haitiano, una nueva forma de espiritualidad como el vudú, nuevas formas de cultivar la tierra a través del lakou, que es un espacio de trabajo comunitario y colectivo. Así que hay elementos muy interesantes para desde aquí construir una visión totalmente nueva que rompa con los mandatos capitalistas del individualismo, del egoísmo, de la instrumentalización de la naturaleza. Por ejemplo, la relación con la naturaleza en el vudú es muy interesante. Hay una visión de equilibrio entre los ciclos económicos, los culturales y los biológicos. También, el proceso de resistencia que siempre se ha mantenido a través de la historia de Haití, ha multiplicado las creaciones culturales en la música, la danza, la escultura, la pintura, el grabado, el teatro, etc. Hay realmente una vivencia cultural excepcionalmente rica que siempre tuvo sus raíces en el proceso de resistencia frente a la dominación colonial y neocolonial.
L.R.
Entonces, ¿sos optimista sobre el futuro de tu país?
C.C.
¿Por qué no habría de serlo?