La carrera por las vacunas está entrando en una nueva fase más ligada a la producción y distribución masivas a escala planetaria, y ya podemos afirmar que los beneficios de las primeras vacunas que se encuentran disponibles en el mercado están muy lejos de ser igualmente distribuidas en función de las necesidades de las poblaciones, incluso sabiendo que no es posible librarnos de la pandemia de Covid-19 si el 70% de la población mundial no se inmuniza.
Por Marcela Belardo.
Las naciones ricas de Europa y América del Norte se han asegurado la mayor parte de las existencias de las vacunas mientras que los países periféricos deben asegurarse sus propias dosis, pero en desigual poder de negociación (y capacidad de pago) con las grandes multinacionales farmacéuticas. La adquisición de dosis por parte de estos países se está produciendo además a una velocidad supersónica. Un estudio del Instituto de Salud Global de la Universidad de Duke muestra que Canadá y el Reino Unido han comprado con anticipación vacunas más que suficientes para cubrir a toda su población. La Unión Europea ha asegurado los derechos de 400 millones de dosis para los países miembro, con futuros acuerdos en discusión, lo que podría elevar ese número a casi dos mil millones. Estados Unidos ya tiene acuerdos para comprar dosis suficientes para cubrir el 230% de su población y eventualmente podría controlar 1.800 millones de dosis, aproximadamente una cuarta parte del suministro mundial a corto plazo.
Ante la histórica desigualdad entre los países, que continúa profundizándose con la pandemia, un grupo de países en desarrollo liderado por India y Sudáfrica propuso que la Organización Mundial del Comercio (OMC) renuncie a ciertas protecciones sobre la propiedad intelectual, permitiendo a los países pobres fabricar versiones asequibles de las vacunas. La propuesta fue apoyada por 99 países y bloqueada por Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Europea, Brasil, Japón y Australia con el argumento de que la Alianza COVAX, destinada a permitir que los países pobres compren vacunas a precios asequibles, cumpliría con el acceso por lo que no sería necesario flexibilizar (ni siquiera momentáneamente) las protecciones a la propiedad intelectual.
Pero la bienintencionada alianza COVAX choca con la realidad porque la producción está limitada y controlada en su gran mayoría por empresas con ánimo de lucro. El 18 de diciembre, los líderes de COVAX anunciaron un acuerdo con compañías farmacéuticas destinado a proporcionar a los países de ingresos bajos y medianos casi 2 mil millones de dosis, cuyo inicio de vacunación se estima durante el primer trimestre de 2021. La mayoría de los 10 productores con los que COVAX ha logrado acuerdos ha garantizado acceso a una porción de una primera tanda de vacunas y más volumen cuando haya más producción. El mismo Seth Meyer, director de GAVI, la Alianza Mundial de las Vacunas, afirmó que el plan depende de la disponibilidad de vacunas, la aprobación de las autoridades regulatoria y, por último, de que los países de bajos y medianos ingresos estén preparados para vacunar. Así es como varios países signatarios de COVAX, como Reino Unido, la Unión Europea y Canadá, están socavando el pacto que ellos mismos establecieron al negociar simultáneamente “acuerdos paralelos” para grandes envíos de vacunas a sus propios territorios.
La carrera por la adquisición de las vacunas no da tregua y debe alertarnos de una potencial exclusión de los países menos desarrollados ya que EE. UU., Reino Unido, UE y Canadá están negociando grandes acuerdos de precompra para la vacuna candidata de Johnson & Johnson, cuyos resultados de la fase 3 prometen para enero, y que genera grandes expectativas al tratarse de una vacuna de dosis única lo que simplifica y abarataría la adquisición y distribución al interior de los países.
La desigual adquisición y distribución de vacunas entre los países del norte y los del sur no se limita exclusivamente a sus diferencias, sino que las desigualdades se están evidenciando dentro de los territorios nacionales, y no sólo entre las naciones de menor desarrollo. Leigh Phillips nos advierte en su artículo que quienes viven fuera de los centros metropolitanos sufrirán las consecuencias de la irracionalidad de los mercados. El primero de una serie de obstáculos a una distribución eficiente y justa de las vacunas es la cadena de ultra frío que requiere la vacuna Pfizer-BioNTech. Para los países menos desarrollados la barrera no está meramente en el acceso al tipo adecuado de congeladores, sino en la posibilidad de disponer de la electricidad necesaria para poner a funcionar cualquier refrigerador. En el seno de EE. UU. la desigualdad se ha manifestado a lo largo de todo el 2020 y la aplicación de la vacuna está siendo un problema debido a que “las regiones y los hospitales que son capaces de ofertar más dinero no son necesariamente los que están más necesitados. Las áreas rurales y las pequeñas ciudades tienden a tener un porcentaje mayor de personas ancianas, y también una mayor cantidad de residentes pobres que, por lo tanto, sufren la mayor incidencia de patologías previas”. Este desequilibrio entre necesidad y suministro extiende el alcance de la pandemia, poniendo también en peligro a las regiones ricas porque, como plantea en su artículo, nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo. El mundo a salvo no será posible entonces si los países del sur no presionan en conjunto utilizando todos los mecanismos disponibles o creando nuevos para que las vacunas sean asequibles realmente para toda la humanidad.
Marcela Belardo es Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ). Especialista en Salud Internacional y Políticas de Salud.
Fuente: http://www.redeco.com.ar/internacional/mundo/31720-vacunas-un-mundo-m%C3%A1s-desigual-emerge