Christian Castillo nos cuenta cuáles fueron las causas del crecimiento del FITU y las diferencias con otras experiencias pasadas como el Frente del Pueblo e Izquierda Unida. Responde ante las críticas de “sectarismo” y “funcional a la derecha” que le atribuyen al frente y sostiene que la Argentina “vive una crisis de magnitud que no sabemos cómo termina”. “Apostamos a la superación histórica de la experiencia del peronismo, y a que cristalice en una identidad de izquierda anticapitalista y socialista”, afirma.
-Ya pasada la buena elección que realizó el FITU en las PASO, consolidándose como tercera fuerza nacional y teniendo buenos números en distintas provincias, con cifras que sorprendieron como la de Alejandro Vilca en Jujuy, ¿cuáles serían para vos las causas más relevantes para este crecimiento del FITU? ¿Te animás a presentarlas en orden, desde las más importantes?
-Creo que hay una combinación de factores; si tengo que decir uno central es la presencia permanente y consecuente de la izquierda en las luchas de la clase trabajadora y del movimiento de mujeres, en la lucha socio-ambiental, que ha habido en todo este tiempo, desde gobiernos anteriores, pero también bajo este gobierno. Aunque la lucha de clases no tuvo el nivel de agudeza que vimos en otros países de América Latina como Colombia, Chile, sí ha habido algunos fenómenos de lucha muy importantes, como la lucha por la tierra y la vivienda, donde hay un contraste entre un gobierno que recurrió a la Bonaerense con Berni -incluso en escenas obscenas con periodistas que llevaban en el helicóptero mientras quemaban las casillas de las familias- y las fuerzas del FITU, que estuvimos apoyando esa y otras luchas de tomas que hay en reclamo por vivienda digna. Según las cifras, 3 millones y medio de familias están en emergencia habitacional.
También el apoyo a sectores autoconvocados de trabajadores, como fue el caso de Neuquén. Las y los trabajadores de salud que, frente a la firma de un convenio por el 12% de aumento, se organizaron y cortaron las rutas de la emblemática Vaca Muerta, entre otras rutas de la provincia, con el apoyo de la comunidad mapuche y también con la presencia de nuestros compañeros y compañeras de la salud vinculados al FITU, y que logró romper el techo salarial alcanzando un 53% de aumento. Quizá sea esta la lucha más importante de trabajadoras y trabajadores que vimos en todo el periodo de la pandemia; pero también los vitivinícolas en Mendoza, los trabajadores del Citrus en Tucumán, los cosecheros.
En el caso jujeño, si bien no hubo luchas de esta intensidad, logramos canalizar la bronca del Jujuy profundo contra un régimen oligárquico bipartidista, en donde estén radicales o peronistas en el gobierno, ambos comparten desde lazos de familia hasta negocios. Un régimen muy represivo que tiene no solo encarcelada a Milagro Sala (en prisión domiciliaria ahora) sino que tiene procesados a muchísimos dirigentes sindicales y que no permitió la rotación de bancas del FITU, una cosa que parece insólita: no le aceptan la renuncia al diputado para que asuma nuestro compañero Gastón Remy, al que dicen que no lo quieren como diputado por las denuncias que les hace. Entonces, en Neuquén el FITU también hizo una buena elección con Raúl Godoy, ceramista, referente de Zanon, con casi el 10%. En Chubut, en donde la lucha contra la megaminería también cobró mucha relevancia y el FITU canalizó llegando a un 10% de la elección, lo que fue para muchos una sorpresa. En Jujuy mejoramos la muy buena elección de 2017 y ahora con la posibilidad de que Vilca se transforme en diputado nacional, con lo simbólico que eso sería de alguien que es de los pueblos originarios y recolector de residuos. Es un quiebre de la representación que tienen las oligarquías jujeñas. Y en el caso de la Provincia de Buenos Aires, con Nico Del Caño al frente de la lista de diputados, donde obtuvimos el mejor resultado de las PASO en cuanto al porcentaje desde que existe el FITU y la peculiaridad que crecimos mucho en la votación en el segundo y tercer cordón, los municipios más altos van a ser en La Matanza, Merlo, Moreno, Berisso y también en Presidente Perón, en donde está Guernica, en donde sacamos cifras entre el 7 y el 9%. Creo que esto se explica por la presencia en las luchas populares y ese reconocimiento de que el FITU está ahí, que es una fuerza política que no tiene nada que ver con una derecha que ajustó cuatro años en forma brutal ni con un gobierno que había prometido que iba a llenar la heladera e hizo todo lo contrario, continuó con un ajuste de cara a ir al acuerdo con el FMI.
No me puedo olvidar también que en Ciudad de Buenos Aires, con la lista encabezada por Myriam Bregman, logramos un número que nos vuelve a poner expectantes para volver a tener representación de izquierda en la Ciudad después de mucho tiempo. Estuvimos muy cerca en el 2019 y quizá en esta ocasión podremos lograrlo.
Ese reconocimiento al FITU es la causa central, vinculada a la desilusión con un gobierno que como advertimos en el 2019 no iba a poder compatibilizar pagar la deuda con cumplir las promesas que le hacía al pueblo trabajador, que era revertir el ajuste de Macri. Nosotros señalamos que ambas cosas eran incompatibles y hoy se demostró que esto era cierto. Yendo de la mano con el pacto con el FMI lo que se hace es el ajuste. La desilusión es con un gobierno que creó un relato del “Estado te cuida” y que frente a las enormes privaciones que significó la pandemia, sobre todo para los sectores humildes que se quedaron sin la changa, sin el laburo informal, recibieron ayuda a cuenta gotas. Un IFE de $10.000 se cobró uno cada tres meses, uno por familia, y que incluso este año lo sacaron. Frentes a esta situación de malestar, hay que sumarle la bronca que generó la foto en Olivos. Muchos compañeros de los sectores populares dicen que fue la gota que rebalsó el vaso. No digo la indignación de los votantes de Cambiemos, sino la indignación de los sectores populares que se la bancaron, que perdieron mucho, que estuvieron hacinados, y los privilegios le terminaron de dar una bronca muy grande respecto de la actitud de un gobierno que una cosa es lo que decía y otra lo que hacía.
-El peronismo unido no alcanzó para ganar las PASO y la victoria de JxC parece más un voto castigo que una esperanza. Por un lado, crecen posiciones más a la derecha, con alusiones más radicalizadas, y por el otro también crece la izquierda. Parecería que la llamada “grieta” que caracterizó el escenario político entre el kirchnerismo y “la derecha” se estaría debilitando. ¿Qué pensás de esto?
-Hay una situación en donde el gobierno perdió, pero Juntos por el Cambio aunque ganó en lo formal no se muestra exultante, ya que no aumentaron casi sus votos y tienen distintos proyectos internos. Esto es porque las dos coaliciones predominantes, lo que algunos politólogos querían presentar como la excepcionalidad Argentina que generaba estabilidad, en realidad son coaliciones atadas con alambre, que tienen dentro suyo proyectos distinto y que no está resuelto el liderazgo en ninguna de ellas.
Los cuatro años desastrosos de Macri llevaron a un estado de ebullición en Juntos por el Cambio con una irresolución del rumbo: si profundizar un derechismo más duro, que podríamos llamar “thatcherista”, o ir un poco más hacia el centro, la línea más Larreta, Vidal, Santilli, etc., que Manes refuerza en la provincia de Bs. As. Hay sensibilidades de adónde ir que no son iguales.
Del lado del Frente de Todos, la derrota agudizó las contradicciones y las lecturas. Ha predominado una línea de hay que ir más hacia la derecha, más hacia el peronismo tradicional y eso ha implicado el cambio de gabinete. Si tomamos esas 48 horas intensas -con las renuncias de Wado de Pedro y otros ministros ligados a Cristina y a La Cámpora-, dejaron muchas enseñanzas porque todo lo que nosotros decíamos y negaban periodistas oficialistas y funcionarios sobre el ajuste del gobierno de Alberto, luego lo reconoce Cristina en su carta, los audios de Fernanda Vallejos y un montón de tuits de su gente. Rodolfo Tailhade (Diputado Nacional por el FdT) sacó un tuit diciendo, cito de memoria, “los que ahora critican a Cristina son los mismos que durante 15 años estuvieron tranzando con Larreta las leyes y la designación de los jueces con Angelici”, y esto era una denuncia que había hecho Myriam Bregman y ahora lo dijeron, lo evidenciaron con ese tuit, Tailhade no lo borró. O reconocer que el cambio de movilidad jubilatoria fue un ajuste a los jubilados, como dice Vallejos y que ella lo votó igual. Entonces, todo lo que habíamos denunciado lo tuvieron que reconocer pero el resultado de eso no fue cambiar el rumbo económico sino que se recostaron hacia la derecha con funcionarios como Manzur, que no solo es responsable de lo que la misma ministra de Igualdad y Género había denunciado -la responsabilidad de tortura a una niña de 11 años obligándola a parir después de haber sido violada, un acto aberrante- sino que cuando estaba Macri era uno de los grandes organizadores del sector del peronismo que le votaba las leyes a favor.
En una entrevista hace algunos meses, Emilio Monzó dijo que ellos tenían los gobernadores pintados de amarillo y que Macri no aprovechó esa situación. Uno de esos gobernadores era Manzur, era amarillo fluorescente de tanto que resaltaba. No me olvidó de Manzur articulando el voto de los diputados en el Congreso por la reforma jubilatoria macrista mientras cientos de miles protestábamos en las calles, con una represión brutal que le costó el ojo a varios compañeros.
-¿Ves que este escenario pueda debilitar a “la grieta”?
-Para las elecciones a los dos les conviene tratar de jugar con esto. Pero la realidad es que el rumbo es absolutamente incierto porque Argentina vive una crisis de magnitud, que no sabemos cómo termina. Quieren llegar al acuerdo con el Fondo pero hay una crisis con Kristalina Georgieva, que era con quien estaban dialogando. Entonces no sabemos en qué condiciones van a llegar y hay una presión también por una devaluación. Cómo se va a resolver es difícil preverlo porque además hay poco poder de fuego del Banco Central, con pocos dólares. Es una situación muy complicada. Una situación económica que se está recuperando de la pandemia pero que sigue expresando una dinámica general de estancamiento y donde los indicadores sociales no han hecho otra cosa que caer. El salario con cuatro años consecutivos de caída, las jubilaciones lo mismo, y desde la clase dominante lo que se busca es un avance por derecha y es lo que se está tratando de instalar en esta parte de la campaña, con la idea de que hay que sacarle derechos a los trabajadores, con la idea de la Reforma Laboral, que si bien tiene un punto de ataque en las indemnizaciones y que desde el gobierno de palabra se oponen pero en la realidad la van implementando sector por sector, como ha ocurrido en el caso de Toyota y antes con tantos otros.
Entonces, tenemos una realidad que es plan de ajuste tras plan de ajuste de la dictadura para acá. La pobreza ha pasado del 4 al 40%, es un aumento sideral, y los salarios han caído a la mitad. De cada dos pesos que un laburante tenía en promedio en 1974 hoy tiene uno. Y toda esa enorme transferencia de riqueza de la clase obrera hacia los sectores capitalistas más concentrados ha ido a la fuga de capitales, donde efectivamente ellos sí se fugaron un PBI. No hacía falta que salieran los Pandora Papers para saberlo pero los datos allí aparecidos lo ratificaron. Es la práctica sistémica de la clase dominante. Ahora están tratando de crear un sentido común de que acá no hay trabajo y hay informalidad por culpa de los convenios laborales y por derechos como la indemnización. Eso es muy perverso y hay que salir a enfrentarlo con todo porque de lo que se trata no es de sacarle derechos a quienes lo tienen, sino que los trabajadores y trabajadoras informales conquisten los derechos que les fueron arrebatados.
Y por eso en nuestra campaña y creo que es otro elemento que ha ayudado al resultado, es que hemos puesto en el centro una propuesta que es la reducción de la jornada laboral a seis horas sin afectar el salario para repartir el trabajo entre ocupados y desocupados y llevar el mínimo para cubrir el costo de la canasta familiar. Nuestro planteo es lograr la unidad alrededor de ese reclamo de desocupados, de trabajadores precarizados y de los formales, que tienen jornadas extenuantes de 10, 12 horas, en una situación que es la irracionalidad del capitalismo que crea sobretrabajo por un lado y desempleo del otro. Es una bandera que va más allá de las elecciones, es una bandera de lucha para el movimiento obrero de nuestro país y también internacionalmente, tal como ocurrió cuando fue la pelea por las 8 horas, que en Argentina se estableció en 1929. Desde entonces se ha multiplicado la productividad del trabajo, pero la jornada nunca se modificó. Es una demanda que concita el interés de todas las franjas de la clase trabajadora para unir lo que el capital fragmenta y desune. Y para señalar donde la ciencia y la técnica en vez de estar al servicio de multiplicar la explotación obrera esté al servicio de mejorar las condiciones de vida del conjunto de la clase trabajadora.
-Parecería que la idea de rechazo al sistema (aquel “que se vayan todos”) está hoy capitalizado por lo menos simbólicamente por la derecha. Hablo de Milei y Espert desde un discurso agitado por los medios de anti “casta política” y creando al “zurdo” como enemigo y que embolsa desde el FITU hasta Rodríguez Larreta. ¿Cómo ves ese fenómeno? ¿Ese voto juvenil que atraviesa las clases sociales, incluyendo las populares?
-Hay dos aspectos. Espert no logró transformarse en un fenómeno y por eso, pese a la enorme manija mediática que tuvo y tiene hace muchos años, volvió a quedar abajo del FITU en la Provincia de Buenos Aires. Incluso en la campaña, Nicolás del Caño le había dicho en una recorrida por un barrio recuperado en La Matanza que no veía que fueran a votar a Espert. Espert le dijo “después de las elecciones vemos” y el FITU duplicó en La Matanza a la fuerza de Espert.
Yendo a Milei -que sí se transformó en un fenómeno político en la Ciudad de Buenos Aires, pero que hasta el momento es un fenómeno político municipal por decirlo de alguna forma, aunque eso pueda cambiar por la centralidad mediática de la capital- tiene dos componentes. Uno más duro, que es un sector radicalizado del macrismo, que por eso Milei dice que podría compartir una fórmula con Patricia Bullrich. Es un sector que expresa ideas ultra conservadoras en lo social y a la vez de ultraliberalismo económico, misógino, contra el derecho al aborto (Milei sostiene que una niña violada que aborta es una asesina agravada por el vínculo), contra el cambio climático. Milei no se vacunó y el poder mediático le perdona todo; dice cosas que nadie más podría afirmar, imagínate otro candidato que diga que no está vacunado en televisión, le tirarían con todo. O que dice que hay que privatizar las calles y no pasa nada. O como antes te decía del cambio climático, que Milei dice que es un invento comunista. Es alguien muy trabajado desde el poder económico y mediático, desde hace años. Mariana Carbajal dio una estadística del 2018 de los economistas que más aparecían en TV y a la cabeza estaba Milei. Pero los otros que venían abajo opinan igual que Milei. Eso es lo sintomático, hay un apoyo fuerte de las corporaciones mediáticas empresarias para tirar el mapa político a la derecha.
A la vez tiene lo que yo llamaría un voto blando, que es un sector de la población con bronca, con rabia, indignada tanto por Juntos por el Cambio como por el Frente de Todos, y que logra canalizarlo sin que compartan necesariamente su programa. Es gente que le tiene bronca a quienes le mienten todo el tiempo. Entonces Milei se presenta como alguien que le “canta la justa” a los dirigentes políticos que tienen privilegios y que obviamente, foto de Olivos, cumpleaños de Carrió…
Hay que aclarar algo: Macri tenía también un voto popular. Hay también ahí una lectura un poco interesada de algunos analistas que presentan como una novedad un voto a la derecha en sectores populares a la derecha, que no ven que la idea de la meritocracia, que cada uno se salva solo, ya había penetrado allí en parte con Macri, aunque no eran sus apoyos mayoritarios. Milei radicaliza eso.
Lo que logra a diferencia de Macri es organizar a esa juventud de derecha, conservadora, anti movimiento feminista. Para decirlo gráficamente: ¿te acordás los tuits de los rugbiers? Esos tuits descalificativos, racistas, clasistas en el sentido de odio de la clase dominante hacia los pobres. Milei logra movilizar a una parte de esos jóvenes, que son su base más activa. No expresan rebeldía sino la defensa de los privilegios de clase o de género del sistema.
Yo no lo subestimó, pero hay que poner en su lugar al fenómeno de Milei. Ha habido otros análogos en otros países. Lo más parecido es VOX en España, aunque VOX es nacional y Milei todavía municipal. Pero es el fenómeno más parecido: una derecha de la derecha, que presiona para llevar la agenda política a la derecha. Además, juega con la idea de una ruptura de Juntos por el Cambio y poder ser parte junto con Bullrich de un nuevo bloque de derecha más dura. No hay que subestimarlo porque juega fuertemente en tratar de construir un sentido común; pero hay gran parte de la juventud que ha votado por la izquierda y no se quiere mostrar en los grandes medios de comunicación. Nosotros aumentamos el promedio del FITU en los jóvenes de 16 a 24 años, tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en la provincia.
En recorridas que hicimos con Nico del Caño, nos dábamos cuenta que en jóvenes laburantes la propuesta de las 6 horas penetraba. Decían: “Yo no quiero dejar más mi vida, estoy 10 horas laburando, ya no sé lo que son derechos”. La juventud que trabaja ya no sabe lo que es aguinaldo, lo que son las vacaciones, lo que es una indemnización; va de laburo en laburo, de agencia en agencia. No tienen un trabajo estable, viven mucho peor que sus padres y sus expectativas son peores en cuanto a lo que van a lograr.
Otra cosa es la juventud de la alta clase media, globalizada, que tiene otra situación, la de los ganadores, no la de los perdedores de este sistema. Pero en la Argentina los perdedores es la gran mayoría de la población. El 54% de niños y jóvenes en situación de pobreza es una cifra brutal; y en el conurbano bonaerense llega al 70%. Lo que han hecho las clases dominantes es que, mientras fugaban al exterior 400 mil millones de dólares, nos han dejado una situación en ruinas y esa es la complicidad que han tenido tanto los políticos peronistas como los de la coalición de derecha.
-Yendo a lo político-electoral ya con el armado del FIT en el 2011, ¿qué diferencias ves con las experiencias del MAS-PC en los 80 y de Izquierda Unida (PC-MST) a finales de los 90?
-La primera diferencia es el programa. El FIT se hace a partir de un programa claramente de independencia política de la clase trabajadora, mientras que el Frente del Pueblo primero e Izquierda Unida después tenían una política programática hegemonizada por el PC. Un programa que podríamos llamar democratizante. Más allá que el MAS tenía mucha fuerza y capacidad de movilización importante.
Pero el FIT se hace en base a un programa de independencia de clase y plantea claramente el horizonte de la lucha por un gobierno de las y los trabajadores y de ruptura con el capitalismo, lo cual lo diferencia de otras coaliciones políticas que han existido y existen a nivel internacional en la izquierda pero que no se proponen otra cosa que una gestión del capitalismo por izquierda o a lo sumo plantean radicalizar la democracia, pero no superar el capitalismo y avanzar hacia un gobierno de la clase obrera, liquidando el Estado capitalista y abriendo el camino al socialismo. Entonces esa definición programática del FIT (y luego del FITU) es muy importante y es lo que lo transforma en una referencia no sólo para nuestro país sino para otros sectores de la izquierda a nivel internacional. Y además un programa de transición anticapitalista, separado de las variantes de centroizquierda y de cualquier idea de reformismo del capitalismo. Eso es lo que le da significación al FIT; porque fuerzas de izquierda que han crecido lo hemos visto en otros lugares de América Latina, pero con la idea de reforma del capitalismo, no con la idea de superación. Eso nos ha permitido mantenernos como la coalición política electoral más duradera no sólo de la izquierda sino el conjunto del sistema político, agrandarla incluso ya en 2019 con la presencia del MST y agrupar a casi el 85% de la izquierda con representación electoral, según la última elección.
Además, tenemos la virtud que no ocultamos cuando tenemos debates, esto que al peronismo le pareció tan raro cuando debatieron públicamente tras la derrota electoral de las PASO. Nosotros cuando tenemos debates los hacemos públicamente, en los periódicos, como parte de una tradición socialista que siempre lo hizo así, hasta el stalinismo. Pero tenemos debates cuando hay que tenerlos, dentro de un marco programático que nos contiene a las fuerzas del FITU y que creemos que el haber quedarnos juntos en el terreno electoral fue muy importante para abrirnos un camino en la realidad política y poder ser la tercera fuerza.
También hemos mostrado coherencia y consecuencia porque nosotros decíamos que íbamos a rotar en las bancas y al principio nadie nos creía y rotamos todos. Decíamos que íbamos a cobrar como docentes mientras tuviésemos diputados y eso es lo que cobra cualquier diputado o diputada del FITU. En nuestro caso, dándole también un particular énfasis a la presencia de los diputados y diputadas en las luchas obreras. Del Caño ni bien llega a ser diputado y yo, cuando era diputado de provincia de Buenos Aires también, nos comíamos los gases pimientas y las balas de goma de Berni reprimiendo en Lear. Esa ha sido una constante, la presencia en marchas, movilizaciones, en las luchas.
Nuestra unidad no es una mescolanza sin programa. El FITU es una coalición política de izquierda anticapitalista aunque no un partido común, producto de los elementos de diferencia que tenemos para no constituir un único partido. Nuestro objetivo desde el PTS es construir un gran partido revolucionario de la clase trabajadora. No es hacer meramente un frente electoral sino una fuerza política revolucionaria con capacidad de incidencia en la movilización de la clase trabajadora y en las luchas que hay y que van a venir. Que habrá confrontaciones de clase agudas no tenemos ninguna duda. Si yo veo como se prepara la clase dominante de este país, se prepara como en los ‘90 cuando con Menem hizo el plan de shock, privatizaron todo y dejaron 500.000 empleados públicos en la calle. Esa es su preparación. Lo tienen a Bolsonaro al lado que flexibilizó, que avanzó en profundizar una agenda de la gran patronal. Yo creo que acá sueñan con lo mismo. Otra cosa es que lo puedan hacer. Nosotros nos tenemos que preparar para luchas de clases de envergadura porque la clase trabajadora viene madurando una experiencia política donde no está dicho que siempre se va canalizar en alguna variante del peronismo. Nosotros apostamos a la superación histórica de la experiencia del peronismo, y a que cristalice en una identidad de izquierda anticapitalista y socialista.
Soy realista, somos tercera fuerza pero todavía una minoría. Pero ciertas circunstancias históricas pueden modificar el escenario. En la composición del peronismo hay una fracción más con un discurso progresista, de centro izquierda, pero visto de conjunto es un personal político mucho más propio de la idea de un partido del orden, que de cualquier otra cosa. Por eso cuando viene Macri una parte de ellos le votaron las leyes o directamente se hicieron macristas como Pichetto, que había sido nada menos que doce años presidente del bloque del kirkchnerismo en el Senado.
-Se ve un archipiélago de pequeñas organizaciones de izquierda que vota al FITU, o llama a la abstención o incluso un sector que termina en el FdT. ¿Cómo ves ese escenario?
-Hubo una presión muy fuerte por parte del kirchnerismo para mostrarse como que la única salida era el mal menor. Yo creo que frente a esa presión toda la llamada izquierda independiente mayoritariamente cedió a ese escenario, considerando que había que alinearse ahí. Y lo que se mostró es que el peronismo es una fuerza que se fagocita todo. Por eso terminó haciendo implosionar a muchas de esas organizaciones. Y a las que no, teniendo que aceptar cosas que hasta ayer no hubiera hecho. Como un Manzur. Elizabeth Gómez Alcorta pasa de denunciarlo por ser responsable de un acto de tortura a darse la mano y compartir el gabinete. Incluso ahora hay todo un relato en el peronismo de que fueron muy progresistas y que el votante peronista es un conservador, católico, religioso. Esconden el pañuelo verde y se ponen el rosario. Un cambio de imagen a partir de ese diagnóstico de que la gente no quiere cambio. Como si el voto protesta no hubiese sido contra el ajuste y reclamando un cambio de rumbo.
El peronismo las señales que da es del partido del orden. Un Manzur, un Aníbal Fernández en seguridad, un Julián Domínguez que es la mano del capital agrario. Domínguez no está para hacer la reforma agraria de Juan Grabois, sino para darle beneficios a las patronales agrarias. Eso es el peronismo. Querer pensar que era otra cosa, creo que es una ilusión. Y el kirchnerismo tuvo la habilidad de poner bajo su ala a todo un conjunto de movimientos, dándoles algunas concesiones, pero anulándolos políticamente como fuerza independiente.
El FIT tuvo una virtud que fue mantenerse independiente, sin ceder a la derecha. La lucha contra Macri nos tuvo en primera fila. También en el Congreso, fuimos una oposición intransigente contra el macrismo, mientras gran parte del peronismo se vendía, era aliado de Macri. Y eso le permitió al FIT emerger; es una izquierda que no cedió a las dos variantes de gestión del capitalismo, ni a la variante del peronismo con todas sus internas, ni obviamente a la derecha. Hay una parte que no tiene esa visión, que se alineó más con el modelo venezolano si se quiere, y se ilusionaron con algo que no fue, el socialismo del siglo XXI, y que la propia crisis de Venezuela los ha puesto muy mal, porque era el modelo que veían como alternativo, cuando allí nunca hubo socialismo. Ese es el sector que está en una situación más complicada, compleja, y que posiblemente esté revisando algunos de sus puntos de vista. Es un sector que opina que tendríamos que ser más transigentes con el peronismo y nosotros creemos que eso es un error, sin que esto signifique no dialogar con las ilusiones que genera entre amplios sectores. Nosotros tenemos el rol de superar, insisto, postularnos para superar históricamente la experiencia del peronismo desde la izquierda.
-El término “trosko” se instaló desde la política hasta en las mesas familiares, cualquier disidencia es ser “trosko”. Por ejemplo, en la lucha por la tierra en Guernica, para el kirchnerismo “son troskos, nos dificultan la gestión, no podemos resolver el problema”, ahí también se evidenció ese término. Esa frase también de que a la izquierda del kirchnerismo estaba la pared.
-Nosotros ayudamos en el 2011 a tratar de demostrar que esa frase de Cristina no era cierta. Recuerdo un debate al respecto que tuvimos con Horacio González y otros miembros de Carta Abierta en la Facultad de Ciencias Sociales. Y ahora con la desilusión con Alberto Fernández lo ha puesto aún más de manifiesto.
Guernica por un lado y la lucha de los autoconvocados en Neuquén, por el otro, son los dos hechos más importantes de la lucha de clases de todo el ciclo de Alberto Fernández. El de Guernica muy significativo por lo que decías que lo que les molestaba a los funcionarios era que no podían engañar a la gente. Las vecinas y los vecinos decían “hasta que no esté la lista y la tierra, yo no me voy”. La nuestra no fue una condición intransigente ni infantil, sino siempre fue aconsejar a los vecinos y vecinas que tengan algo concreto, que no había que ceder ante promesas en el vacío, que era lo que querían hacer los funcionarios kirchneristas y les molestaba que sus promesas sin garantía no sean aceptadas. Es como actuamos nosotros siempre, no somos ultimatistas, ni el “cuanto peor, mejor” que nos atribuyen, sino que buscamos evitar los engaños que una y otra vez montan funcionarios del estado o las patronales en otros conflictos para que la gente no consiga sus reivindicaciones. Por eso nos tratan de intransigentes.
Tenemos un escenario de lucha de clases por delante importante. Hemos participado no sólo en la lucha de la clase trabajadora asalariada sino en la lucha del movimiento de mujeres; alentamos un feminismo socialista y cuestionamos al feminismo de los ministerios. Creemos, como dice Myriam, que la conquista del derecho al aborto es un piso y no un techo de los derechos de las mujeres.
A la vez, la lucha socioambiental contra el extractivismo, que es lo único que ven como futuro del país tanto la derecha como la coalición peronista y que coindicen en dónde buscar los dólares para pagar la deuda. Y ahí lo buscan en el fracking en Vaca Muerta, en la megaminería, en continuar con el esquema del agronegocio que beneficia a muy poca gente más allá de la tajada que sacan con las retenciones, que están igual en la mitad de los niveles que había con Cristina en 2015.
Favorecen también la especulación inmobiliaria; el extractivismo urbano que vemos en la Ciudad de Buenos Aires, en Rosario y en Córdoba como modelo de ciudades con departamentos sin gente y gente que no tiene donde vivir.
No hay un proyecto para transformar, sino que buscan la administración del incremento en los niveles de pobreza y de la caída del poder de compra de los salarios. A lo sumo, la pobreza podrá pasar del 40% al 30%, esa oscilación, pero no más que eso, y donde no hay ninguna voluntad de resolver las demandas populares.
La definición de “casta política” es correcta desde el punto de vista conceptual: gente que hace una carrera política profesional y que vive con privilegios de sus lugares en el aparato de estado, en ese sentido es una casta, siempre que digamos que son los gerentes de los mandantes, que son los grandes capitalistas, que es lo que encubre el discurso de Milei, que es empleado de estos mismos capitalistas.
-¿Hay una idea de expandir el FIT hacia un movimiento más amplio? En otra entrevista que hicimos desde ANRed a Martín Mosquera, él señala dos techos: uno que llama “reticencia” a incorporar a fuerzas al FIT y otro más estratégico relativo al voto progresista que dice Mosquera elige al kirchnerismo porque el FIT o queda sectario o funcional a la derecha. Nos interesa tu opinión.
-Dos cosas. Primero hay una de diagnóstico que hace Martín Mosquera que entiendo tiene una contradicción. Por un lado, dice que no ha habido niveles muy agudos de la lucha de clases y después se pregunta por qué con tal crisis del gobierno el FITU no creció más. Y ahí está la respuesta. Una fuerza de izquierda anticapitalista como la nuestra puede crecer más en función de lo que ocurra con la lucha de clases. Así como creo que la lucha de clases que hubo y nuestra presencia en esa lucha de clases, como el caso que veníamos hablando de Guernica y tantos otros, expresan el crecimiento del FIT, el límite nuestro está dado centralmente por eso, no alcanzó niveles superiores, aunque en estas PASO hemos tenido resultados muy relevantes, con Jujuy como punto más alto con casi un 24%. La coalición peronista tiene más del 90% de todos los sindicatos y gran parte de todos los movimientos sociales; su capacidad de contención de la lucha de clases sigue siendo muy importante. Ha habido desbordes, pero todavía de ninguna manera una superación generalizada de ese nivel de contención de las burocracias sindicales y de los movimientos sociales oficialistas que hoy están en el aparato del Estado. Ese es el límite que ha tenido y tiene nuestro crecimiento.
Nosotros no vemos nuestro desarrollo separado de un movimiento general de la lucha de la clase trabajadora. Una resolución electoral sin movimiento real no nos daría la capacidad de transformación. Nosotros queremos vincular una cosa a la otra.
Lo segundo es que hay un sector que lo quiere es que cambiemos el programa. Nosotros dentro del programa del FITU nos ampliamos a todos los que defienden el programa del FIT. Bregamos porque el Nuevo MAS hubiese participado; incluso Luis Zamora, nos cansamos de llamarlo, partiendo que con ellos podemos llegar a acuerdos programáticos, teniendo incluso el recurso de las PASO. Ahora para dar un ejemplo: para nosotros estuvo muy bien votar en blanco en el 2015 y nos enfrentamos con todo un sector que decía que Daniel Scioli era el mal menor. Ni siquiera era un peronista con perfil progresista sino bien conservador, al que los mismos kirchneristas habían señalado como una de las alternativas que tenía el grupo Clarín. Y nosotros vamos a mantener esa independencia política. Los sectores que se ilusionan con que el peronismo es un mal menor no les gusta esta independencia del FITU, pero hay otros que están viendo que no se cambió nada y que tienen una expectativa de transformación social. Justamente nuestro rol es decirles que ahí no va a cambiar nada, no crearles ilusiones. Ahora algunos están haciendo malabares para tragarse a Manzur, a Domínguez, o lo hicieron con Alberto en su momento.
Nuestro punto fuerte es el programa, no la debilidad, y eso no lo vamos a cambiar. Si el FIT se mantuvo es porque tuvo un programa de independencia política respecto tanto de la derecha como del peronismo y de otras variantes de centro izquierda. El FIT no se fue detrás de Pino Solanas, por ejemplo, que es lo que hemos visto en la izquierda internacional. El MST, que había estado con Pino, tuvo que venir al FIT y acordar con su programa. La ilusión con Syriza, con Podemos, con Corbyn, con Sanders. Eso no tiene futuro. Como Syriza que terminó ajustando y le entregó el poder a la derecha. El voto en blanco del 2015 fue para prepararnos a no ceder en esas cosas. En política, también hay que saber remar contra la corriente, como en aquella ocasión. O en las presidenciales de 2019, donde sacamos un resultado modesto a pesar de una campaña políticamente muy buena, donde marcamos la incompatibilidad de pagar la deuda y revertir la herencia macrista. Lo que se trata justamente es de tener la capacidad para desarrollar la movilización de la clase trabajadora, de las masas populares, para enfrentar al poder constituido, sino no vamos a lograr ningún cambio. Si no es desde abajo, apoyados en la movilización, no podremos lograr las transformaciones que queremos, desafiando a quienes quieren frenar. Empujar más allá de lo que quieren las direcciones conciliadoras, eso nos caracteriza y es lo que nos puede permitir a nosotros superar el techo que hemos tenido hasta ahora cuando la lucha de clases se desarrolle.
Si lo analizo más políticamente, lo que nos critican es que no compartamos las ilusiones en un proyecto de reforma muy limitada como fue el kirchnerismo en su momento de apogeo, favorecido por circunstancias muy excepcionales. Eso es lo que nos ha limitado a nosotros: la ilusión de muchos que quieren repetir ese momento y que ponen como techo esa aspiración. Nosotros tenemos otra ambición que no es administrar el capitalismo, sino crear una fuerza política que cuando un sector mayoritario del pueblo trabajador se decida a luchar por cambiar este sistema, poder ahí jugar un papel que permita la victoria y no la derrota frente a una encrucijada de ese tipo.
-¿Querés agregar algo más?
-Hay desafíos tácticos y estratégicos. Hacia noviembre tenemos un desafío táctico importante, no es menor si el FITU consigue una importante bancada obrera y socialista en el Parlamento. Pero dentro siempre del desafío estratégico de construir una fuerza que pueda apuntar al avance en la conciencia política independiente de la clase trabajadora.
Más allá de esto, tenemos tres batallas importantes. Una, contra toda variante de reforma laboral; ahí hay que salir en común todas las fuerzas que estemos en contra de eso, denunciando las distintas variantes que van precarizando el laburo. No cederles un palmo, hay que denunciar los convenios por lugar y los planes más generales de reforma. Hay que dar la batalla ideológica. Tenemos que prepararnos porque es por lo que viene la patronal ni bien tenga condiciones, como las tuvieron en las privatizaciones y flexibilizaciones en los ’90. No hay que disminuir la preparación ideológica del plan de la burguesía en torno a esto y que tiene reproductores permanentes en los medios de comunicación. Hay que dar la batalla en todo terreno.
Tenemos también una batalla contra el FMI. El FITU va a ser la única fuerza que se va a oponer al acuerdo con el FMI en el Congreso.
Y, por último, que sería muy relevante que todo el movimiento obrero y popular tome la bandera de la reducción de la jornada laboral como una bandera de lucha para todo este periodo histórico. No hay que retroceder en las conquistas obreras, hay que avanzar, que todos vivan mejor, no peor. Se pueden elevar las condiciones de vida del conjunto de la población y a eso aspiramos. Y ligado a esto también vamos a tener batallas importantes en el terreno socio-ambiental.
Nos tenemos que preparar para esas batallas y todo nuestro empeño está en ese sentido. Plantear que aspiramos a una sociedad socialista, autogobernada por la clase trabajadora y los sectores populares, donde la irracionalidad del capitalismo sea superada a partir de una planificación democrática de la economía. Si pueblo trabajador interviene directamente en la deliberación y las decisiones es evidente que nadie optaría por construir un country con cancha de golf antes que quienes peleaban por la tierra en Guernica la obtengan. Sólo sacando al pueblo de las decisiones se puede decidir hacer torres en la Ciudad de Buenos Aires y en otras ciudades del país donde nadie va a vivir en vez de urbanizar los barrios populares. Son algunas de las irracionalidades de este sistema que nosotros tenemos que mostrar, que nuestro proyecto de sociedad claramente las superaría y redundaría en mejores condiciones de vida para el conjunto de la población.