13 años sin Luciano Arruga – Patear las calles hasta saber la verdad

En un nuevo aniversario de la desaparición seguida de muerte del joven de 16 años de Lomas del Mirador, se realizaron este fin de semana varias actividades para recordarlo, denunciar la impunidad y exigir verdad y justicia. El sábado por la noche La Colectiva Radio proyecto la película “¿Quién mató a mi hermano?” en una plaza. Este domingo, se llevó adelante la habitual marcha en el barrio de La Matanza donde todavía vive parte de la familia de Luciano. Las voces de Vanesa Orieta, su hermana, y Mónica Alegre, su mamá, protagonizaron la intensa jornada transmitida en vivo por medios populares.

Redacción: Fernando Tebele. Edición: Pedro Ramírez Otero/Agustina Sandoval Lerner. Fotos: Bárbara Barros/La Retaguardia. Cobertura en la marcha: María Eugenia Otero/Fernando Tebele (La Retaguardia junto a Radio Zona Libre/Antena Negra TV/FM La Tribu/Posdata/Radio Sur)

La luz todavía cae desde el cielo. La Plazoleta Raymundo Gleyzer del barrio de la Paternal se ha convertido en un pequeño cine. Una pantalla cuadrada irradia su propia luz. Son las primeras imágenes de ¿Quién mató a mi hermano?, la película con la que Ana Fraile y Lucas Scavino dieron cuenta de la vida y muerte de Luciano Arruga, historia tan tenebrosa como real, tan amarga y triste como la penosa costumbre social que tenemos que asumir socialmente de una buena vez: cada tanto, en el país del genocidio reciente, de la dictadura desaparecedora, las fuerzas de seguridad continúan utilizando esa metodología para desaparecer personas. Es el mismo país. Aunque sea en escala menor a la de aquellos años, la desaparición forzada sigue ahí, no se va.

Una vecina camina en rol paseando al perro. Se sorprende por lo que ve: gente parada formando un semicírculo. Personas sentadas en el banco de la plaza que mejor se ubica ante la pantalla. Otras en las sillas apilables dispuestas para la ocasión. Mientras su mascota juguetea con otro animal, la señora mira. Difícil saber qué piensa. Amaga irse. Vuelve. Finalmente se va. Después de los 89 minutos de cine, las compañeras y compañeros de La Colectiva, que organizaron la jornada, mezclan alguna lágrima por lo que acaban de ver, con sonrisas satisfechas por la actividad. La radio comunitaria, que sale al aire desde un local a la calle en San Martín y Donato Álvarez, apenas a una cuadra de allí, es una de las que ha acompañado sostenidamente a la familia de Luciano. Faltan apenas horas para la marcha del domingo. Son 13 años sin Luciano Arruga. Se puede esperar una noche más por la verdad, que tampoco llegará mañana, pero nos quedará más cerca de tanto grito.

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Los bombos golpean recuperando en muchos oídos un sonido que había permanecido durante la pandemia encerrado entre los recuerdos. Estamos en la esquina de General Paz y Mosconi, en Lomas del Mirador. “La Matanza Avanza”, dice un cartel por allí. Atrapa la cana, podría ser una buena respuesta tan cacofónica como real. Esa esquina se transforma, por unos instantes, en un gran encuentro de personas perdidas. Abrazos cuidados, duraderos, con barbijos en general, reflejan la necesidad de verse en algunos casos después de casi dos años. El calor agobiante de otros eneros se tornó piadoso esta vez.

Minutos después de las 18 estamos arrancando. Se sabe que es el comienzo porque Vanesa Orieta, la hermana de Luciano, toma el micrófono para anunciarlo. Puede suponerse que solo hará ese anuncio, pero no. Comenzamos a caminar por Mosconi hacia la Villa 12 de octubre, donde creció Luciano hasta cuando lo dejaron; todavía vive allí parte de su familia. Detrás, cada vez más lejos, va quedando el otro lado de la General Paz. Es Mataderos, pero una zona tan cheta que ya merece ser llamada Mataderos Hollywood. Se aleja en la medida que se acerca el barrio popular.

Vanesa tiene una remera de Tehuel de la Torre, el joven trans de San Vicente desaparecido desde el año pasado en Alejandro Korn, todo en la Provincia de Buenos Aires. Le ha impactado mucho a Vane la desaparición de Tehuel. Como la de Facundo Astudillo Castro. Como cada una. Aunque las ocurridas en la Provincia le pegan peor, porque tienen el mismo sello que la de Luciano. ¡Hola maldita Bonaerense! Pide por Tehuel, grita. Pedirá, gritará varias veces más. “Lo queremos con vida”, dirá en el cierre desde el escenario. Vanesa va caminando a la par del camión/escenario. A veces mira hacia la manifestación que la sigue, de más de seis cuadras. También mira para el barrio, camina para adelante y para atrás. Cada tanto mira a vecinos y vecinas que se asoman en sus balcones o ventanas. Siempre le habla al vecindario. Interpela a ese barrio que dio pie a que se abriera el destacamento policial desde el que hostigaron hasta el final a Luciano. Lo pusieron en funcionamiento después de dos asesinatos semifaranduleros: el florista de Susana Giménez y el entrenador de Guillermo Cóppola fueron asesinados en intentos de robos. El destacamento de la calle Indart 106 se constituyó en un delineador de límites para los pibes de las villas de la zona. Sobre todo de la 12 de Octubre y la Santos Vega. Ya sabemos cómo terminó, aunque no sepamos aún exactamente cómo. Pero el 31 de enero de 2009 Luciano desapareció. De eso no hay dudas. Y tuvieron que pasar 5 años y 8 meses para que su familia lo hallara enterrado como NN en el Cementerio municipal porteño en Chacarita, después de haber pasado por el Hospital Santojanni —tras haber sido atropellado involuntariamente por un automovilista en la Gral Paz— y por la morgue judicial. Todo como NN, en una maniobra de ocultamiento que extiende las responsabilidades ya no solo a La Bonaerense, sino también a la Policía Federal y a una gruesa trama administrativa de la Ciudad de Buenos Aires.

Todo eso vuelve a contar Vanesa a cada paso. Hasta que se acerca su mamá, Mónica Alegre. La abraza. Caminan juntas. Es probablemente la imagen de la jornada. Ambas entrando al barrio con la tristeza de cada marcha, y con la convicción de que todo lo que consiguieron saber, que no alcanza pero no es poco, lo consiguieron en esas calles, acompañadas cada vez por más gente.

Ya en la Plaza Luciano Arruga, el camión se detiene frente al potrero en el que niños y niñas acaban de jugar un torneo de fútbol recreativo. “Cada gol que hicieron fue por Luciano”, grita Mónica, la primera en tomar el micrófono para el cierre con todo el equipo de Familiares y Amigues de Luciano sobre el escenario. Solo no están quienes tomaron el rol de llevar adelante la transmisión de los medios comunitarios, con cabecera en Radio Zona Libre, la herramienta comunicacional que tempranamente entendieron que debían tener para dar la batalla más desigual por la verdad y la justicia. Este año participan además de La Retaguardia y La Colectiva, Antena Negra TV, La Tribu, Radio Sur y Posdata. Cuando habla Vanesa, un pibe de 10 años la mira con admiración. No puede contener la emoción (¿acaso debería?). Se abraza con su abuela. Grita el presente cuando nombran a su tío. Es el hijo de Vane. Es el futuro pleno de verdad que pega un estirón después de cada jornada como ésta. Solo queda la quema del patrullero en el centro de la plaza. La gente en círculo. El fuego que crece. Se come al patrullero que nombra a Daniel Scioli, gobernador de aquellos años. Consume impunidad ese fuego. Y se apaga pronto porque la impunidad se impone (casi) siempre. Volveremos a nuestras casas. Nos encontraremos con nuestros seres queridos y queridas. Salvo esas familias que volverán a toparse con sus ausencias. Volverá Vanesa a su casa. Mónica cerrará la puerta de la suya, dejándola entreabierta unos segundos a la espera de despertarse de un mal sueño mientras lo ve entrar. Caerán rendidas ambas por el cansancio. Solo por eso. Mañana seguirán buscando la verdad. Hasta encontrarla.


Fuente: http://www.laretaguardia.com.ar/2022/01/13-anos-sin-Luciano-Arruga.html

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