La presencia del feminismo en las organizaciones gremiales es un hecho. Nadie puede negar nuestra participación en comisiones internas, asambleas, conducciones, etc. tanto en sindicatos como en otras organizaciones del campo popular (movimientos sociales, partidos políticos, etc).
Y no tenemos sólo presencia, sino que también conquistas que son producto de un reclamo y lucha colectiva frente a los problemas que imprime el modo de organización social vigente que se nos suele presentar estas cuestiones como individuales, personales o exclusivas de nuestros espacios de trabajo u organizaciones.
Un concepto que nos invita a comprender la realidad desde un lugar colectivo es el de la división sexual del trabajo porque parte de una idea que desindividualiza las relaciones de género e incluso barre con la idea que corporiza las desigualdades en un género determinado. Bajo esta perspectiva, el acento está puesto en la forma en la que se organiza la sociedad más allá de la voluntad de los sujetos.
La división sexual del trabajo implica, entre otras cosas, la asignación de las mujeres y feminidades a la realización de los quehaceres domésticos, limitando sus posibilidades de ingreso en el mercado de fuerza de trabajo, pero también una mayor inserción laboral en actividades con tareas asociadas al cuidado y con salarios más bajos.
La doble jornada, sumada a la falta de espacios públicos de recreación o atención de quienes necesitan cuidado, explica la pérdida salarial de muchas trabajadoras que genera una desigualdad con sus pares varones tanto en los trabajos que consiguen, en el tiempo disponible para trabajar y/o participar de la vida gremial y polìtica. Además, la falta de infraestructura refuerza su realización en los hogares o su externalización mediante la contratación de personal de casas particulares, que conforman el sector más feminizado, con mayores índices de informalidad y peores salarios.
Frente a la división sexual del trabajo y la doble jornada, desde el feminismo se avanza en acciones que permiten que las trabajadoras puedan paliar esas dificultades y contar con un margen mayor de tiempo para militar en sus gremios. Por ejemplo, disputando espacios de cuidados en los lugares de trabajo mediante la negociación colectiva o gestionando espacios propios durante las reuniones gremiales.
Al interior de los sindicatos, existen experiencias de pago de salas de cuidado para dirigentes e incluso del financiamiento de cuidadores cuando tienen viajes. Muchas dirigentes avanzaron en garantizar que las reuniones contemplen la compatibilizaciòn de las reuniones con otros quehaceres de la vida familiar y social. Algunas delegadas fomentan que las reuniones se realicen durante la jornada laboral y que se conformen espacios de cuidados durante las marchas y movilizaciones.
El conjunto de estas experiencias suelen estar invisibilizadas, pero son una muestra de la potencia que tenemos como clase para avanzar en nuestros problemas desde el debate y acción colectiva.
Otras temáticas sobre las que se viene trabajando es la elaboración de protocolos o mapas de acción para la prevención e intervención frente a denuncias o hechos de violencia y acoso en el mundo del trabajo. Sin negar las tensiones que implican estas herramientas, el feminismo sindical busca avanzar en dar respuesta, discutiendo y repensando qué hacer cuando nuestros compañeres, jefes, etc son quienes ejercer violencia con otres.
También se problematiza la segregación horizontal y vertical que excluye a mujeres y personas LGTTBIQA+ de actividades, puestos y sectores masculinizados. La formación e interpelación tanto a pares como a la patronal, dando cuenta que ningún género y orientación sexual es natural ni superior a otra, es un camino con sendos recorridos. En algunas actividades esa lucha permitió la equidad de formas de contratación entre varones y mujeres, y en otras se avanzó en la implementación de cupos.
Como vemos, es innegable nuestra lucha y avances, aunque sean parciales. Seguir apostando a los lazos de solidaridad entre compañeres, dando cuenta que aquello que se nos presenta como particular es un asunto social, es quizás uno de los caminos que tenemos que reforzar. Desde un feminismo sindical que no sea exclusivo de una identidad de género y que contemple y avance sobre las opresiones de raza, clase, capacitismo, cisexismo, etc.
La forma de organización sólo la podemos revertir entre nosotros, nosotras y nosotres.