La ultraderecha, este gobierno fascista, reabrió la herida que dejó la primera gran grieta argentina que nunca sanó; la trajo renovada desde el siglo XIX: Civilización o Barbarie. Los “argentinos de bien” representan a la civilización que propone la locura del anarcocapitalismo contra la barbarie de un pueblo dispuesto a luchar por su dignidad y derechos.
En sus discursos, primero como presidente electo y después desde las escalinatas del Congreso, Milei nos traslada a mediados del siglo XIX, más precisamente a 1853, luego de la caída de Juan Manuel de Rosas y la llegada al poder de la llamada Generación del 37, y con ellos la instauración del modelo oligárquico dependiente. Justamente, Sarmiento, uno de sus integrantes y presidente de la República en ese período de organización del “Estado Nación”, fue el principal impulsor e ideólogo de esta grieta entre “Civilización y Barbarie”. La barbarie representada por nuestros pueblos originarios, los gauchos, los negros, las montoneras, los que habían luchado contra el centralismo porteño, por las economías regionales, nuestras tradiciones, nuestra cultura, una identidad de país que venía forjándose desde el siglo XVI y había posibilitado nuestra independencia. Toda esta diversidad étnica cultural y política (vale aclarar que sin respeto a la diversidad cultural y política no hay verdadera democracia) era la “barbarie”. Este ideólogo de la Generación del 37, era quien expresaba “… Quisiéramos apartar de toda cuestión social a los salvajes por quienes sentimos sin poderlo remediar, una invencible repugnancia…” y, “…no trate de economizar sangre de gaucho. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de humano esos salvajes…”. Entonces, para lograr la “expansión económica más grande de nuestra historia” según Milei, era necesario el genocidio y etnicidio y, por otra parte, el sometimiento de nuestro país al capital extranjero. Y para ambas tareas estaban los Roca, padre e hijo.
Después de esto, al decir de Milei, se “…abrazaron las ideas empobreceradoras del colectivismo…”, es decir, el afianzamiento de los derechos civiles y políticos y la participación de las clases medias, poniendo fin a la hegemonía de los conservadores; el reconocimiento de los derechos sociales y de los trabajadores. Ahora, para comenzar el “camino de la reconstrucción” nos vuelven a decir que “… no hay solución alternativa al ajuste…”, aclarando que esto “…impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes”.
En esta recuperación de la memoria histórica se entienden las medidas anunciadas por el ministro Caputo, el protocolo de Bullrich, los DNU de Milei y el paquete de leyes a enviar al Congreso.
Por esta misma memoria histórica que guarda las luchas de nuestro pueblo, por su dignidad, la Marcha del 20 de Diciembre no es sólo contra un plan de ajuste que condena a la pobreza e indigencia a la mayoría en beneficio directo de la minoría de siempre, es también contra la “civilización” del capitalismo, contra el genocidio de quienes fuimos incluidos por el fascismo dentro de la nueva “barbarie” (los orcos de Macri), los desocupados, los empobrecidos, los desaparecidos, las trabajadoras y trabajadores, las comunidades indígenas y campesinas, nuestra Madre Tierra.
Reinaldo Ledesma (Puridor Diaguita Cacano)