Ley Ómnibus: tercera jornada consecutiva de provocación y violencia represiva

El circo de palos, gases y balas de goma de Patricia Bullrich se repitió nuevamente este viernes, mientras adentro de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación se daba la media sanción en general a la Ley Ómnibus de saqueo y remate del patrimonio en medio de roscas y nuevos escándalos.

Fotos: Nicolas Solo ((i))

La intervención de facto del control de calle de Buenos Aires a mano del Ministerio de Seguridad nacional, que deja a las y los ciudadanos a merced de las fuerzas federales que deberían estar controlando la frontera o ríos, bajo la anuencia, pasividad y complicidad de Jorge Macri, sumó un nuevo capítulo bochornoso.

Se desarrollaba frente al Congreso el Festivalazo Cultural organizado por Unidxs por la Cultura contra el desfinanciamiento brutal y cierre de organismos que impulsa y ejecuta el gobierno de Javier Milei, con gran concurrencia. Fueron llegando columnas de manifestantes de izquierda, de asambleas barriales, autoconvocados y otras en la mayor calma. Incluso cuando se conoció que dentro del recinto una mayoría de diputados decidió votar el engendro conocido como Ley Ómnibus.

Pero la calma no le sirve al deseo de protagonismo desesperado de la ex candidata a la presidencia que salió tercera. Ni tampoco al gobierno, que debía distraer de los nuevos hechos irregulares o ilegales, de la rosca que se cocina dentro de la Honorable Cámara.

Todo comenzó pocos minutos después de las 19 horas con el ataque directo de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) -fuerza que no había participado aún de estos operativos y que envió una delegación mínima- a las personas de la tercera edad de “Jubilados Insurgentes” quienes se encontraban en la vereda sobre la calle Rivadavia casi Callao con su bandera, que fueron golpeados y gaseados repentinamente por estos efectivos, en un momento en el que, efectivamente, no pasaba absolutamente nada.

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La indignación que generó la agresión hizo que una multitud de manifestantes saliera de la vereda y cruzara, colmando la calle a repudiar el hecho y solidarizarse con los jubilados. El puñado de efectivos de la PSA estaba extremadamente nervioso, casi aterrorizado, pero nadie los agredió físicamente mas allá de algunos insultos y cantos en su contra. Esta situación llevo a que el grupo de infantería de PSA quede mal ubicado, siendo rodeado por las personas que se encontraban allí.

Y entonces, mágicamente, se empezó a repetir la escena de las dos jornadas anteriores. Centenas de efectivos de la Policía Federal, Gendarmería y Prefectura brotaron como hongos y se fueron amontonando, fila tras fila, sobre el asfalto donde la avenida Entre Ríos se convierte en Callao.

Por el lateral de Congreso aparecieron las motos del GOMF, esos especialistas en tirarle desde la moto a peatones y cazar manifestantes.

 

El operativo represivo se desató con el avance de las filas consecutivas de las distintas fuerzas federales con palos, gases, hasta empujar un centenar de metros a las y los manifestantes. Algunos respondieron con cascotes y palos. La mayoría sólo insultó y se quedó en los alrededores del Festivalazo.

 

 

 

Se sostuvo un rato la tensa calma pero seguían llegando autoconvocados para reclamar contra la Ley Ómnibus, se juntaban en las esquinas cantando y protestando y eso es exactamente lo que el famoso protocolo de Bullrich quiere evitar: la protesta ciudadana de la clase media porteña y bonaerense en las calles de CABA, en vivo y en directo frente a todos los canales, que tiene la tendencia a crecer y hacerse masiva a extrema velocidad. La historia lo ha demostrado una y otra vez, en diciembre de 2001, en diciembre de 2017, nuevamente ahora en diciembre de 2023.

 

 

 

El chamuyo del tránsito y la circulación es sólo eso: Bullrich y todo el gobierno no quieren volver a ver una marea humana de ciudadanos y ciudadanas de tez clara, bien vestidos, protestando frente al Congreso. Han construido un relato sobre la estigmatización de los sectores populares, pero cuando aparece la que se supone es “su gente”, se resquebraja.

Eso se debe evitar: por eso las fuerzas represivas volvieron a cargar.

 

 

 

Las motos del GOMF se lanzaron sobre las y los manifestantes. Los vehículos de Prefectura pasaron a toda velocidad, rociando con gas a los peatones.

 

 

Fueron quedando algunos manifestantes, se prendieron en dos lugares fuego, uno de ellos fue en medio de Rivadavia, frente al Gaumont. Ahí sí, los jefes del operativo decidieron que era hora de desatar la cacería sin mayores contemplaciones y avanzaron a balazos de goma y gases lacrimógenos mientras las plazas del Congreso, por alguna extraña casualidad, quedaban absolutamente a oscuras.

Y se repitieron sin mayores complejos las agresiones a la prensa que habían sido la regla durante todo el jueves, pero que durante una parte de este viernes habían estado ausentes: les habían ordenado caretearla. Bueno, se cayeron las caretas. Fotógrafos detenidos, camarógrafos golpeados, todo se repitió.

Al menos 14 personas, quizás más -casi 24 horas más tarde el número exacto aún no está claro- fueron víctimas de detención arbitraria en esos momentos.

La noche terminó para muchas y muchos manifestantes en la puerta de la Alcaidía de la Federal, reclamando una liberación que no se empezaría a efectivizar hasta la tarde del sábado.

Para Patricia Bullrich, fue una nueva jornada en la que satisfizo su deseo irrefrenable de protagonismo, aprovechándose de la crisis profunda que atraviesa un gobierno débil y completamente a merced de los caprichos e internas del poder económico. Cada bala, cada agresión de las fuerzas deja más en evidencia la fragilidad política de un Ejecutivo aterrorizado por el crecimiento de la protesta.

 

Fotos: Indymedia Trabajadoras/es

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