Desde el gobierno nacional se pretende favorecer a estas grandes empresas semilleras posibilitándoles, a través de leyes, mayores ganancias y controles sobre el uso de sus semillas.
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El gusto de nuestras comidas tradicionales, el sabor de los alimentos naturales provienen de las semillas variedad, criollas y nativas, que fueron seleccionadas y adaptadas por las familias campesinas a lo largo de los tiempos.
Hoy estas semillas escasean cada vez más por la introducción de semillas modificadas genéticamente, fabricadas por empresas del agronegocio, con alto rendimientos, pero que requieren de la utilización de agrotóxicos, cada vez más caros y más contaminantes para la salud humana y ambiental.
Desde el gobierno nacional se pretende favorecer a estas grandes empresas semilleras posibilitándoles, a través de leyes, mayores ganancias y controles sobre el uso de sus semillas.
Enzo Ortt, coordinador del movimiento agroecológico de América Latina y El Caribe (MAELA) explicó que es grave prohibir el intercambio de semillas: “Siempre estamos alerta, con una pata en la calle, protestando, informando el peligro que se corre y la otra pata en la parte productiva tratando de promover las ferias de intercambio de semillas para que la gente conozca y valorice eso porque su alimentación depende de las semillas nativas y criollas”.
Frente al intento de apropiación del saber campesino por parte de las grandes semilleras, organizaciones campesinas impulsan los encuentros de intercambio de semillas. El objetivo de estos encuentros es mantener vivas las especies criollas y nativas, defender las formas de producción sin uso de agrotóxicos y seguir sosteniendo nuestra soberanía alimentaria.
Pedro Cachito Salica, productor y educador ambiental de Chaco relató que se comparten semillas, cultura y conocimientos: “Con nuestra semilla criolla lo que estamos asegurando es la salud de todas nuestras familias y nuestra soberanía alimentaria”.