Se juntaron en 1984, cuando todavía arreciaban las miradas de desconfianza por haber sobrevivido al genocidio. Su objetivo era buscar justicia por las personas asesinadas y desaparecidas por la dictadura, pero también lo era generar sentido desde sus propias voces. Osvaldo Barros, sobreviviente que se sumó poco después de la fundación, pasó por el programa Oral y Público de Radio La Retaguardia. Allí repasó aquellos comienzos sin dejar de hacer un balance del presente.
Entrevista: Fernando Tebele. Redacción: Nicolás Rosales. Edición: Fernando Tebele. Fotos: Archivo Natalia Bernades – Eugenia Otero / La Retaguardia
Osvaldo Barros es sobreviviente de la ESMA. Se sumó a la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) un tiempo después de su puesta en marcha. Se encarga de aclarar siempre que no estuvo entre quienes la fundaron, por respeto a quienes dieron aquel paso inicial en tiempos en los que la restauración democrática no había resultado en abrazos para sobrevivientes; todavía las miradas de desconfianza eran lo más frecuente. A 40 años de aquel arranque, Barros dialogó con La Retaguardia para hacer un poco de historia, pero también para hablar del presente.
—¿Cómo fueron los comienzos de la organización?
—Yo me uní a la organización un año más tarde, en enero de 1986, pero recuerdo que los compañeros se habían conocido en los pasillos de la CONADEP cuando se estaba preparando el Juicio a las Juntas que iba a empezar a principios de 1985. Se comenzaron a reunir y le dieron comienzo a la organización. Eran tiempos muy difíciles. Primero, porque muchos de ellos recién habían salido del infierno; y segundo, porque todavía había discusiones de porque habían salido vivos en libertad, y esa desconfianza duró varios años. Recuerdo también que, por varios años, cuando salíamos a la calle a hacer alguna actividad en los penales, muchas Madres se acercaban con todo su dolor, me abrazaban y me decían: ¿por qué vos sí y mi hijo no?, y eso era muy difícil de discutir porque en este momento no teníamos respuestas para dar del porqué sí y otros no. Recién estábamos empezándolo a discutir entre nosotros. La primera discusión que recuerdo de la Asociación fue una intensa y emocionante charla entre nosotros donde tratábamos de ver y relacionar puntos en común de los distintos campos de concentración: cómo eran, qué comíamos, cómo era la organización, etc. Eso fue durante el 86, 87 y 88. Las Madres en aquellos años venían a la Asociación en cantidad, con los familiares, para ver si sabíamos algo. Fue Syra (Villalaín de) Franconetti, madre de tres desaparecidos, quien trajo una ficha donde empezamos a anotar todas las preguntas que nos hacían los familiares: el nombre de los desaparecidos, en donde podrían haber estado, etc. Ella guardaba todo eso en una caja de zapatos. Esto, los archivos, son hoy patrimonio material de la humanidad, votado en la UNESCO, ni más ni menos. Tenemos ese orgullo y todavía seguimos trabajando en el archivo para poder ponerlo disponible para ayudar a los juicios, e incluso a los familiares que siguen consultándonos donde están los desaparecidos.
—Nacieron con la finalidad de la reconstrucción histórica a través de los testimonios, pero han superado ese objetivo, ¿siempre fue así?
—La Asociación nació para discutir Memoria, Verdad y Justicia, los campos de concentración, perseguir los juicios a los represores, pero también para velar por los derechos humanos del presente. Eso en aquel momento siempre fue así. Recuerdo que en aquellos primeros años ocurrieron algunas desapariciones como la de Miguel Bru y que la organización estuvo junto a los familiares exigiendo la aparición con vida y aclaración de lo que había ocurrido. Con la desaparición de Jorge Julio López sufrimos un golpe muy duro. Cuando hicimos el brindis el otro día, repasábamos algunas fotos y vimos una del 2001 cuando cumplimos 17 años, antes de diciembre, donde estaban junto a nosotros festejando los 7 años de la AEDD Jorge Julio López y Darío Santillán en el Barrio Don Orione con el MTE de Almirante Brown. Por otro lado, a principios de los 90, mientras había impunidad, también recuperamos datos de los campos de concentración, los TRD (Trabajos de Recopilación de Datos), donde figuraban los nombres de los represores que conocíamos, el de los sobrevivientes, un mapa del lugar, nombres de los desaparecidos, etc. Esto TRD sirvieron cuando en 1998 se empezaron a desarrollar los Juicios por la Verdad para llevar adelante y organizar los testimonios. También cuando se reiniciaron los juicios en el 2006, los distintos jueces de Instrucción, como Torres en la ESMA, Rafecas en Primer Cuerpo del Ejército, o los de La Plata, usaron los TRD para iniciar las investigaciones de cada lugar. En el 96 también hicimos un Seminario en la Cátedra de Derechos Humanos en la Facultad de Filosofía y Letras donde por primera vez los sobrevivientes empezamos hablar para afuera sobre lo que nos había pasado.
—¿Cómo están viviendo y analizando colectivamente este momento tan particular con una vicepresidente que defiende enfáticamente el genocidio y a los militares?
—Creemos que es un momento muy difícil. Nuestra posición es que tenemos que lograr la máxima unidad de acción posible para enfrentar a esta política de retorno a los valores de la dictadura, es una de las principales preocupaciones hoy día. Esa es nuestra principal propuesta dentro del Encuentro Memoria Verdad y Justicia, en la Multisectorial de La Plata, en todos los lugares donde podemos estar y opinar: lograr la mayor unidad posible. No es el Encuentro solo el que puede enfrentar por sí mismo a este gobierno. Tampoco los organismos que están en la Mesa de Organismos. Tenemos que lograr la mayor unidad posible. Esa unidad se consiguió en las movilizaciones por la represión y detenciones por la Ley Bases. También en la marcha universitaria. O los jubilados que se están juntando los miércoles en el Congreso. Son principios de unidad que trataremos que se desarrollen lo máximo posible
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