Frente a la encerrona electoral, profundizar la lucha popular!
Nos enfrentamos a un contexto nacional signado, inevitablemente, por el cataclismo económico, propiciado simultáneamente por este gobierno y por el reciente proceso electoral -aun sin desenlace-, con sectores liberales-reaccionarios que avanzan y con un hundimiento del peronismo sin precedente.
En primer lugar, el escenario planteado por el gobierno de Massa -que es quien realmente tiene el timón de las políticas en este contexto-, está determinado por un “enfriamiento” de la economía. La primer muestra de esto tiene que ver con la gravísima devaluación del 22%, en parte por presión del FMI independientemente del resultado electoral, y en parte por insostenibilidad de la política monetaria pensada desde el Ministerio de Economía.
Ante esta brusca devaluación (que nos recuerda la de Kicillof en 2014 de un 23%, o la de Macri en 2019 de un 50%) no hay paritaria ni aumento de planes que pueda hacer frente a la escalada de precios que se viene. Pensemos que, ante esto, la inflación puede llegar a un 10% mensual, llevando la interanual por arriba del 150%. La canasta familiar (hoy de $323.000 según ATE Indec) sin dudas volará por los aires en pocas semanas, lo que empeorará las condiciones de vida delos sectores populares en todo el país en el corto plazo.
Por otro lado, vale resaltar el aumento de la tasa de interés al 118% dispuesto por el Banco Central. El objetivo de entrada es que la gente no compre dólares y siga poniendo plata en los bancos en plazo fijo. Pero estas medidas, inevitablemente, acaban con la posibilidad del otorgamiento de créditos, préstamos y subsidios, por lo cual el sector privado, puntualmente la pequeña y mediana empresa, sin créditos, va a optar por cortar el hilo por lo más delgado: recortar personal y congelar los salarios.
El objetivo del gobierno tiene como horizonte que la economía se mueva lo menos posible, sin sobresaltos, cosa de llegar con gobernabilidad a terminar el mandato. Massa, Alberto y Cristina, no quieren adelantar la transición como ocurriera con Alfonsín-Menem, ni mucho menos huir del gobierno como sucediera con la Alianza. El bloque político gobernante ya es consciente de que el peronismo unido nunca en la historia había perforado el piso electoral del 30% ni llegado con este nivel de desgaste institucional.
Nuevamente las elecciones dejan al descubierto lo que no se debate abiertamente en los medios de comunicación: la democracia representativa -o “democracia burguesa”-, nunca dejó de ser un sistema impuesto y de imposición institucional, un sistema que obstaculiza y reduce la posibilidad de construcción colectiva. Un sistema que de alguna manera prepara escenarios no deseados para el pueblo, incluso debiendo el pueblo “elegir” entre opciones antagónicas a sus intereses. El punto cúlmine de esto mismo tiene que ver con el resultado electoral, que perfila la posibilidad de un ballotage entre dos sectores anti-pueblo y anti-derechos, como son Milei y Bullrich, juntando entre los dos casi el 50% de los votos en las PASO.
Sobre esta complejidad política a nivel nacional que estamos atravesando, vamos a aportar lo que venimos mencionado en análisis anteriores. Que no hay soluciones mágicas. Que los procesos sociales, políticos, culturales y sobre todo ideológicos son de años, no de meses previos a las elecciones. Esto es como querer estudiar el mismo día que hay examen y pretender aprobar la materia. Si durante los 364 días donde no hay elecciones no existe un contexto y un medio transformador y revolucionario, que revierta las calamitosas condiciones en la que estamos viviendo como pueblo, difícil que la cosa sea distinta.
“La gente está cansada” se suele escuchar. Y realmente hay un agotamiento del modelo democrático-representativo, donde contrasta la opulencia con la que viven legisladores, mandatarios y jueces con la carestía que se presenta en cada mesa, en cada heladera de las familias de todo el país.
Si los sectores reaccionarios, ultraliberales, evangélicos y ultranacionalistas han avanzado y tienen más llegada social, es por un retroceso de la militancia de base de gran parte de la izquierda, del progresismo y de los sectores del peronismo más humanista. Esto además, se ve reflejado en el alto nivel de ausentismo electoral y en el caudal de votos en blanco y nulos en casi todas las provincias. Cientos de miles de personas se ven obligadas a votar y no ven salida alguna a partir de esto. La lógica de que “los cambios vienen de arriba” abrió camino al descontento, canalizado en muchos casos por la derecha reaccionaria. La sorpresa por el “fenómeno Milei” en parte de la militancia política y sectores medios es directamente proporcional al alejamiento de las construcciones de base de los sectores populares. La pasividad de numerosas conducciones sindicales y movimientos sociales también hicieron su trabajo. La “tregua” ofrecida a Alberto-Cristina-Massa por parte de estas conducciones, termina exponiendo un clima social y un descontento que fue canalizado por sectores reaccionarios, que a su vez compiten por ver quién tiene la receta de acelerar el ajuste contra el pueblo.
Mientras tanto en cada barrio avanza el narco y la violencia social que fagocita la vida de nuestros pibes, mientras tanto se profundiza la pelea de pobres contra pobres, bien reflejada en el documento esclarecedor de FAU de 2010 “La Fragmentación y la nueva pobreza”. Al mismo tiempo en los lugares de trabajo, además de la pelea constante –y desgastante- por la reapertura de paritarias, se va previendo un escenario de despidos y suspensiones, en el marco de un ajuste reclamado por las cámaras patronales, que tiene como corolario una reforma laboral.
Independientemente de lo que pase en esta elección, en la siguiente, en cada elección, se hará imprescindible redoblar esfuerzos militantes de los sectores o corrientes que, de una forma u otra, anhelamos una sociedad sin opresores ni oprimidos. La energía debe estar puesta al servicio de la resistencia organizada. Todo lo demás es seguir esquivando el problema de fondo y caer en ese “corral de ramas” que son las elecciones, como gustaba nombrar el viejo Mechoso. Humildemente debemos reparar en que la única salida es fortalecer las organizaciones populares, con las que en cada período de la historia hemos conquistado las principales reivindicaciones populares y hemos puesto freno a los distintos intentos de quita de derechos y ajustes. Esta estrategia marcará a largo plazo, el avance hacia un proceso de ruptura revolucionaria, contra un sistema de opresión que no se salva ni se emparcha, ni con mil elecciones más.
En el corto plazo, se hace imprescindible empujar a la calle las peleas salariales, por condiciones de trabajo, en defensa de puestos de trabajo, por mejores condiciones de vida en los barrios. Recientemente hubo paros de la UOM, trabajadores de la salud, estatales, choferes de la UTA. La solidaridad con este tipo de conflictos son primordiales. Es necesario además, a partir de la lucha, cortar el vínculo entre las conducciones sindicales
anquilosadas con el aparato electoralista –en general massista- que viene postergando la acción directa, en favor de una tregua autodestructiva para los/as de abajo. Es prioritario dar “clima de protesta” ante la gravedad de lo que realmente está ocurriendo por abajo. Por mucho menos se salió a protestar contra la Alianza o Macri. “Esperar al nuevo gobierno” es en definitiva hipotecar la resistencia, para el momento en que ya sea tarde y los sectores dominantes tengan fuerza y legitimidad para aplastar la lucha popular. La solidaridad con conflictos gremiales, barriales, sociales, ofrecer un marco multisectorial o intersindical, promoverán la articulación para enfrentar este ajuste y marcar la cancha a lo que venga en diciembre, que de seguro será la profundización de lo que marca el interés de la clase dominante y el FMI.
Federación Anarquista de Rosario