A vos, Mauricio, te van a recordar por la infraestructura que dejes y por los acuerdos comerciales que cierres. Vas a ver que al final del día son los dos temas más importantes.
La profecía de Mike Braun, entonces encargado de las negociaciones económicas internacionales y ahora viceministro de Hacienda, llegó cuando el Presidente todavía no dudaba de su propia reelección. Fue hace más de un año, cuando el peronismo miraba incrédulo a quienes se atrevían a soñar, aunque fueran tan módicos como el recién reelecto Alberto Rodríguez Saá con su “hay 2019”.
En el medio pasaron cosas. El plan de infraestructura en el que se basaría la campaña electoral oficialista debió sacrificarse en el altar del ajuste para cumplir con una meta que el Fondo Monetario fijó primero para 2020 y luego apuró para este año: el déficit primario cero. Las únicas oportunidades donde Mauricio Macri puede cortar cintas últimamente son las que le ofrece Horacio Rodríguez Larreta, como la elevación del tren Mitre o el Paseo del Bajo. Cada vez que se propone salir del distrito donde pegó el salto a la política debe recurrir a artilugios como el de esta semana en San Andrés de Giles, donde inauguró un tramo de autopista de apenas 7 (siete) kilómetros.
Frente al hierro y el asfalto de la obra pública, los acuerdos comerciales tienen una ventaja: no los paga el Estado. Por eso Macri decidió pisar el acelerador con un tratado que tomó por sorpresa al empresariado y que ahora, con los hechos casi consumados, empieza a preocupar a los pocos de sus integrantes que pueden darse el lujo de planificar sus negocios a mediano y largo plazo. Se trata del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, un entendimiento que la Cancillería brasileña no aceptaría jamás si no estuviese todavía en shock por los modales y las ideas de Paulo Guedes, el ultraliberal ministro de Fazenda que importó de la Universidad de Chicago el cada vez menos popular Jair Messias Bolsonaro.
Como el último programa de asistencia del Fondo Monetario, cuya letra chica parece haberse inspirado en el lema punk “no hay futuro”, el apuro de Macri por encarar a cuatro meses de las elecciones algo tan estructural como un acuerdo comercial con la región más opulenta y proteccionista del planeta solo se explica por urgencias proselitistas. En la Jefatura de Gabinete todavía recuerdan que el último repunte de la imagen presidencial se registró durante la cumbre del G-20 en Buenos Aires, no por sus logros geopolíticos sino por el impacto que causó ver a Donald Trump y a Angela Merkel en el Teatro Colón. Cholulismo de Estado.
“Es un acuerdo reputacional más que comercial”, intentó explicarle el canciller Jorge Faurie a industriales de uno de los rubros que pueden verse afectados por un calendario de levantamiento de barreras arancelarias cuya letra chica nadie conoce. ¿Qué quiere decir eso? Que el entendimiento no será muy ambicioso en esas desgravaciones. Y que apunta ante todo a que empresas europeas se tienten con invertir en Argentina a partir de que el Mercosur pase a ser un bloque asociado. Un razonamiento similar al que llevó a Macri a augurar una “lluvia de inversiones” apenas asumiera.
Cuarto de siglo
El problema va a llegar después, advierten los fabricantes locales. El intercambio con Europa ya es muy deficitario (llegó a marcar un déficit de u$s 3.300 millones en 2013) y puede serlo mucho más. Y el rojo, para peor, puede estirarse especialmente en la balanza manufacturera, que llegó a superar los u$s 9.000 millones de saldo negativo. El problema no es tanto el intercambio sino sus términos: lo que exportó Argentina a Europa el año pasado, un 59% fueron manufacturas agropecuarias de bajo valor agregado. Un 27% del total se facturó a cambio de pellets de soja para forraje animal. De las importaciones, en cambio, un 92% fueron manufacturas elaboradas con alto valor agregado.
El acuerdo que Macri quiere apurarse a suscribir, por lo poco que saben los empresarios, no ofrecería a los productores argentinos de alimentos suficiente acceso al mercado europeo como para neutralizar los ingentes subsidios que refuerzan la competitividad de los agroalimentos del Viejo Continente, estimados en 110.000 millones de dólares por año. Las usinas lácteas no lograron averiguar aún si se ampliará la cuota para exportar leche en polvo, los dueños de frigoríficos ya saben que la Cuota Hilton no se incrementará sensiblemente y los bodegueros están divididos según su tamaño y tecnificación: mientras los más grandes -Peñaflor, por caso- creen que podrán vender algo de su excedente, los chicos y medianos -desde Zuccardi hasta FeCoViTa- temen una invasión de vinos portugueses y españoles subsidiados en el mercado interno.
“Yo no sé qué están negociando. Cuando les preguntamos qué están negociando nos dicen que siempre nos dijeron que estaban negociando. ¡Pero el problema es que no sabemos qué! Nosotros creemos que tiene que haber un debate sobre la letra chica en algún momento. Pero si lo sacan así, va a ser un disparate”, dijo anoche el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Miguel Acevedo.
A Faurie, Acevedo le pidió que habilite un esquema de “next door”, como el que se estila en estos casos, con los empresarios en la pieza contigua adonde se discuten las cláusulas de los convenios. “Pero entonces estaríamos discutiendo todo el tiempo”, le replicó el canciller. El jefe de la UIA respondió que peor será discutir después, con el texto ya rubricado. Braun, en su momento, les había prometido a los dueños de laboratorios nacionales no hacer concesiones en materia de patentes a los europeos. No está claro si ahora que lo relevaron del puesto se mantiene el compromiso.
Al ministro de Producción, Dante Sica, Acevedo también le advirtió que habría problemas. “Esto sale seguro. Y no solo sale, sino que nosotros reelegimos y yo sigo en el Ministerio”, le respondió el titular de la cartera productiva. El mismo optimismo había desplegado en un brindis por el Día del Periodista, 15 días atrás, en vísperas del apagón que dejó a oscuras a todo el país.
La intención del Gobierno es promocionar el acuerdo como “histórico” por lo largas que fueron las negociaciones y la imposibilidad de cerrarlas durante 25 años. Pero la realidad es que esa misma demora es la que cambió completamente la naturaleza del debate. En 1995, cuando empezó todo, China producía 14 millones de toneladas de soja y consumía esa misma cantidad. Argentina necesitaba clientes para su creciente producción de granos y Europa asomaba tentadora. Desde entonces, China solo pudo mejorar marginalmente su producción de soja y sus campos escupen 15 millones de toneladas. Pero consume otros 90 millones de toneladas, que importa en su totalidad de Brasil, Estados Unidos y Argentina. Buena parte de Europa, además, restringió con normas sanitarias el ingreso de granos transgénicos.
Quórum y consenso
En el Congreso, la oposición le anticipó al Gobierno que no la tendrá fácil si busca ratificar ahí lo que negocie con los europeos. Anteayer, en una de las pocas sesiones que tendrá el año electoral, el kirchnerismo estrenó su alianza con el massismo y el Bloque Justicialista y retiró el quórum cuando vio que Cambiemos pretendía aprobar el “Protocolo de Cooperación y Facilitación de Inversiones Intra- Mercosur”, un entendimiento suscripto por los socios originales del bloque el 7 de abril de 2017. No se trataba de un pacto determinante. Lo importante fue la señal.
En simultáneo, en Brasil, el embajador argentino Carlos Magariños anunció sorpresivamente su renuncia a conducir la legación. De inmediato florecieron versiones de que lo hacía en desacuerdo con el pacto. Cerca suyo lo negaron y adujeron “motivos personales”. Fuentes diplomáticas ratificaron ante BAE Negocios que jamás se interesó por esas negociaciones y que su regreso puede tener que ver con el triunfo de Juan Schiaretti en Córdoba. Desde la época del extinto José Manuel De la Sota, el puente aéreo Córdoba-San Pablo es muy fluido para los negocios.
La relación entre la Nación y las provincias también empieza a calentarse al compás de la campaña y de las negociaciones con el Fondo Monetario. Se vio en el ceremonioso salón Bermejo del cuarto piso del Palacio de Tribunales, también anteayer, cuando representantes de seis distritos y del Ejecutivo nacional contrapusieron sus argumentos en la audiencia previa a la sentencia de la Corte sobre el decreto de Macri que anuló el Fondo Sojero.
El secretario Legal y Administrativo de Hacienda, Ignacio Perez Cortés, desafió en esa audiencia a los gobernadores a que le digan cuándo estuvieron mejor sus finanzas. Pero en un momento de su presentación, en Prezi, incurrió en un acto fallido: aludió a que un día “salió el decreto que elimina el Consenso Fiscal”. Al segundo se escucharon risas que se transformaron en carcajadas y del lado de un gobernador se escuchó: “¡Te sinceraste, eh!”. Había querido decir que lo que se eliminó por decreto fue el Fondo, no el consenso. Pero la campaña no perdona los furcios.