En momentos en que se debaten los cupos para la convención Constituyente de los pueblos originarios, la investigadora Elisa Loncon recuerda que el desafío es también que la mujer indígena llegue a esa instancia. En esta entrevista desmenuza cómo el patriarcado se ha colado entre los mapuche y también pone distancia de lo que llama el “feminismo blanco”: “Si tú piensas que la lucha feminista es por igualdad de género, no alcanzas a ver el aporte de la mujer indígena. Porque nuestra lucha no es contra el hombre, siempre ha sido más interseccional: por los hijos, por la cultura, por los presos, la tierra”, explica.
30/11/2020
Sólo falta un mes y medio para que se acabe el plazo para inscribir las listas candidatos indígenas a la constituyente que redactará la nueva constitución. Pero el Congreso todavía no resuelve ni la cantidad de cupos reservados ni la fórmula para su distribución entre los pueblos reconocidos por el Estado (ver cuadro sobre los pueblos reconocidos). La semana pasada el Senado rechazó la propuesta de la oposición, que contemplaba 24 cupos paritarios y supernumerarios (es decir, 24 cupos aparte de los 155 asientos contemplados en la constituyente). Los partidos de gobierno rechazan que esos cupos sean supernumerarios y también la cantidad.
Para Elisa Loncon, investigadora CIIR, lingüista e impulsora de la revitalización del mapuzungun, la derecha, con su rechazo, está “faltando a la ética de la democracia que tanto promueve”.
-¿Qué consecuencias puede traer el que no queden bien representados los pueblos originarios en la nueva Constitución?
-Que el nuevo Chile sea una repetición del antiguo Chile. Si no estamos bien representados se hará evidente que la democracia no avanzó, no permitió la participación de todos, siguió marginando pueblos enteros y no tomó en cuenta el cambio que decidió el ochenta por ciento del pueblo de Chile.
-Los colla, chango y diaguita aseguran que de acuerdo con su cosmovisión debiesen estar representados en la Convención Constituyente por un hombre y una mujer. ¿Los mapuche también están de acuerdo con candidaturas paritarias?
-Estamos en un contexto político donde las reglas del juego no las ponen los pueblos originarios. Estamos como seres sin derechos políticos. Si pudiéramos fijar la regla obviamente la paridad sería un principio de participación en la futura Constitución. Los indígenas le llaman dualidad. Pero como en esta circunstancia no se está considerando ni siquiera la representación porcentual de lo que somos, es más difícil que se considere la dualidad.
-¿Es posible que el trámite en la Comisión Mixta derive en que no haya paridad entre los constituyentes indígenas?
-Tiene que haber paridad, no se puede discriminar a la mujer mapuche. Nosotras la exigiremos. Las mujeres indígenas somos el 51% de nuestros respectivos pueblos y siempre hemos estado en la política. Debemos estar ahí, colocando los saberes y la experiencia que tenemos.
-¿Ve liderazgos femeninos mapuche para posibles constituyentes?
-La machi Francisca Linconao expresó su disponibilidad de participar si se lo pedía su comunidad. Eso sería un gran aporte. Ella es una autoridad originaria y ha dado luchas significativas. Otra mujer muy luchadora es Natividad Llanquileo. También a mí me han propuesto estar dentro. Se reconoce el esfuerzo y el trabajo que he hecho a lo largo del tiempo. Yo estoy mirando y actuando en función de lo que está pasando hoy en la política mapuche.
-¿Por qué los pueblos originarios hablan de dualidad y no de paridad? ¿En qué consiste la dualidad?
-Tiene que ver con una relación de equilibrio en la sociedad y con la naturaleza. Para el pueblo mapuche existen entidades femeninas y masculinas en la naturaleza. La gente distingue viento femenino, viento masculino; año masculino, año femenino. El pensamiento de los pueblos originarios organiza el mundo a partir de fuerzas opuestas y entonces, donde hay mujer tiene que haber hombre, no en el sentido de que la mujer no es sin el hombre, sino en el sentido de establecer equilibrio con la sociedad y la naturaleza. Esa mujer tiene que ser una mujer entera, debe tener la fuerza, el conocimiento, conciencia de quién es para ser completa. Así ese equilibrio va a ser perfecto. Pero si la mujer está debilitada, con el machismo, el maltrato y la violencia, no está completa. Esa es la mirada desde el az mapu, que es la filosofía mapuche.
-¿De qué manera está presente la discusión sobre machismo y patriarcado dentro del pueblo mapuche?
-La sociedad siempre ha mirado el concepto de mujer desde la cultura occidental y desde ahí se ha escrito la historia de la mujer mapuche. Por ejemplo, en la historia de los parlamentos, se mencionan a los lonko que fueron al parlamento, pero no a las machi, madres, mujeres werken -mensajeras- que tenían roles en la sociedad. Se sabe que ellas estaban en los parlamentos porque según el weupin, el relato oral de la historia, eran reuniones a las que asistían comunidades enteras, principalmente las autoridades originarias. Y las mujeres son autoridades originarias. Pero ellas no son nombradas porque los cronistas que registraron la historia lo hicieron al estilo patriarcal y para ellos la mujer no tenía valor. Así se fue perdiendo la gestión y la decisión de la mujer indígena. Pero si hubieran faltado las mujeres en la mantención de la conciencia colectiva, ya no quedarían mapuche ni un pensamiento propio. Porque las mujeres han tenido roles muy creativos, incluso innovadores. Dicen también que la mujer mapuche no participa de la política, porque eso se mide a partir de la militancia en un partido y somos pocas las que militamos. Pero hacemos política comunitaria: toda la recuperación de la tierra se hizo con las mujeres. La recuperación de la tierra no comenzó en los noventa, sino en los años sesenta, en la zona de Lumaco. Y allí las mujeres se organizaron: a los hombres los tomaban presos y las mujeres cultivaban, mantenían la siembra, los hijos, la visita a la cárcel. La mujer indígena no es una persona inactiva en la política, no está ajena a la decisión colectiva comunitaria. Está siempre presente, sólo que no se ve debido a que los análisis vienen de la episteme de occidente y eso patriarcalizó la mirada y la comprensión de la gestión de la mujer indígena.
-¿Cómo ocurrió ese proceso?
-Cuando llegaron a mi zona los colonos ejercieron un tipo de poder sobre los peones, que eran todos mapuche. Hubo colonos que los azotaban como esclavos. El hombre dominaba y los mapuche fueron aprendiendo que esa era la manera de vivir “prestigiosamente” y algunos incorporaron ese dominio masculino sobre las mujeres en sus hogares. La escuela también te patriarcaliza, porque cuando te enseñan la historia, ¿cuándo se habla de las mujeres? Las mujeres indígenas y los indígenas no tienen ningún rol en la historia chilena. El patriarcado, esa manera de explotación de la naturaleza, de las mujeres y de los demás seres, se fue aprendiendo a través de la escuela, de la forma cómo se administraban los fundos y operaban las instituciones.
-La antropóloga argentina Rita Segato dice que en los pueblos indígenas había, antes de la colonización, un “patriarcado de baja intensidad”. ¿Cree que en el pueblo mapuche se dio este tipo de patriarcado?
-No estoy de acuerdo con esa mirada. En la misma línea están las mujeres feministas de Bolivia que estudian el Tahuantinsuyo y hablan del “entronque patriarcal”. Dicen que el patriarcado estaba instalado en las comunidades cuando llegaron los colonizadores y entre los dos se potenciaron y hubo un entronque. Pero hay una diferencia muy grande entre la sociedad que formó el pueblo mapuche y la del Tahuantinsuyo. En Bolivia hubo un sistema jerárquico. Los Incas eran los que tenían el poder absoluto sobre la comunidad y su organización política potenció un patriarcado. Pero el pueblo mapuche tuvo siempre un tipo de organización horizontal, colectiva, conducida por la autoridad originaria que estaba compuesta de hombres y mujeres. Una de las razones por qué los mapuche son un hito en la historia de los pueblos indígenas es justamente por tener una organización social horizontal, que le dio roles a las mujeres. Toda la tradición oral mapuche tiene un espacio reservado para la presencia del poder femenino, a nivel espiritual, social, práctico. Por eso creo que la cultura mapuche no tenía un patriarcado de baja intensidad. No todos los indígenas teníamos los mismos modelos organizacionales y nos diferenciábamos también desde el pensamiento.
-¿Qué pasó con el rol político de la mujer mapuche cuando Chile se independizó?
-Una vez que los países se liberaron del colonialismo que se instaló con la guerra directa, vino un colonialismo traído que se instaló en las instituciones de las nuevas repúblicas. Pablo González Casanova, pensador mexicano, lo llama colonialismo interno y afecta a las leyes, la educación, las instituciones jurídicas, la salud. Esas instituciones miraron a la mujer mapuche de manera minorizada. Nunca entendieron su rol. Alonso de Ercilla describió en La Araucana a Fresia como una mujer bárbara, soberbia, que cuando toman preso a su marido le lanza al hijo que tenía en brazos y los desprecia: “yo no quiero un hijo de un cobarde”, dice. Así se fue gestando esta visión de una mujer violenta, primitiva incluso en los sentimientos, y se fue bajando la condición valórica amorosa de las mujeres mapuche.
-¿Qué rol político tiene hoy la mujer en el espacio indígena?
-Hay que asumir que igual estamos patriarcalizados. Es una cuestión que uno no puede dejar de lado. Recién en 1983 apareció un relato sobre la historia mapuche firmado por mujeres: el libro “Maben Ñi Puji. Espíritus femeninos”. Antes de eso no hay mujeres indígenas que firmen sus escritos y en su lengua. Y eso es producto de que desde la cultura letrada se le daba mayor valor a lo que decía el hombre. El patriarcado está en las comunidades, pero nosotros tenemos una referencia cultural filosófica para despatriarcalizar. Al recuperar la lengua, al recuperar el pensamiento indígena, tenemos desde dónde fortalecer un pensamiento más liberador.
DOMESTICADOS POR EL PATRIARCADO
-¿Están conscientes los mapuche de que son machistas? ¿Intentan superarlo?
-Existe consciencia. Tal vez más fuerte en las mujeres que en los hombres. Lo ves bastante a nivel de la poesía que es un terreno muy fértil que está siendo cultivado por los mapuche. Las poetisas y escritoras están produciendo pensamiento y lengua, están colocando sus nombres, sus figuras. Ya no son pauteadas por los cronistas ni los lingüistas, son ellas con su creatividad.
Revisando la historia reciente, Loncon recuerda la participación central de las mujeres en la organización Ad Mapu, que creó en los 80 contra la dictadura: “Ahí había dirigentes mapuche que andaban con sus hijos, con todas las dificultades, y que no tenían suficiente escolaridad, por ejemplo, Ana Llao, Elisa Avendaño, Lucy Traipe. Ellas asumieron la dirección de la organización y dejaron registro de la lucha de la mujer mapuche”.
Sin embargo, explica Loncon, cuando llegó la democracia “convocaron a puros hombres para hablar de política, como si las mujeres no fuéramos políticas”, explica.
Cree que eso está cambiando. “Estamos todos en lucha contra esa mirada patriarcal. Y esa lucha va a ser mayor en la medida en que recuperemos la consciencia de ese pensamiento originario donde hay espacio para mujeres y hombres”.
-En los movimientos sociales existe un cierto temor a que, si se plantean las demandas feministas en su interior, estos movimientos se fragmenten, o sus demandas “principales” -como el derecho a la autodeterminación, al territorio, al agua- dejen de ser prioritarias. ¿Cree usted que esto pasa dentro del movimiento mapuche?
-Claro que ha pasado, porque los líderes indígenas también están en esa lógica. He sido parte del movimiento mapuche y he estado con los lamgen (hermanos), autoridades originarias importantes. A veces, en las organizaciones, a las mujeres nos veían como amenaza, sobre todo los lideres mas jóvenes. Eso generaba desconfianza y coartaba un trabajo específico de la mujer. Sin embargo, ahora yo, mirando de nuevo a los lamgen, veo que hay cambios. Que hay gente que está receptiva y eso parte por nosotras las mujeres, porque si queremos autonomía, autodeterminación, eso va a ser imposible si no tenemos gestión en la política las mujeres indígenas. Hay lideres que dicen “aquí hay lamgen que han sido domesticados por el colonialismo”; y eso implica también haber sido domesticados por el patriarcado. Todos quienes hemos sido domesticados, debemos liberarnos no solamente del colonialismo político, también del colonialismo patriarcal.
FEMINISMO BLANCO
Loncon está atenta al pensamiento feminista que generan las mujeres en el mundo. Entre sus referentes están Vadana Shiva, una feminista india que habla de “la democracia de la tierra” como alternativa al capitalismo neoliberal y al avance de las grandes corporaciones. También está atenta a lo que dice Lorena Cabnal, una indígena maya de Guatemala que habla del feminismo comunitario y de la participación política colectiva de la mujer. Particularmente interesante le parece la lingüista Yásnaya Aguilar, que argumenta que hay que liberar a la mirada indígena del “feminismo blanco”. Explica Loncon: “Si tú piensas que la lucha feminista es por igualdad de género, no alcanzas a ver el aporte de la mujer indígena. Porque nuestra lucha no es contra el hombre, siempre ha sido más interseccional: por los hijos, por la cultura, por los presos, la tierra”.
Sobre las feministas chilenas, que han tenido un rol central en el estallido social, la investigadora dice que han dado una pelea “muy fuerte, grande, digna”. Pero cree que deben hacer una autocrítica como parte de un proceso de descolonización.
-El movimiento feminista se tiene que descolonizar para mirar de otra manera la participación indígena, como una lucha en igualdad de condiciones con compañeras que son indígenas, que ven el mundo y la naturaleza de otra manera. Las feministas están haciendo una defensa de la naturaleza, han adoptado la plurinacionalidad, y la vamos a nutrir de contenido con la mirada de las mujeres indígenas. Una mirada no solamente teórica o espiritual, también práctica. En la historia de las mujeres mapuche hay resistencia. Vivimos experiencias de guerra y una manera de sobrevivirla. Hay una lección para reescribir la historia de las mujeres en Chile
-¿El movimiento feminista se ha hecho parte de la demanda por los escaños indígenas?
-Algunas sí, por ejemplo, la agrupación 8M. Hay otras que no se han pronunciado y sería importante que lo hicieran.
-¿Hay deudas históricas entre las mujeres de este territorio? ¿Qué pasa, por ejemplo, con la relación de las mujeres mapuche que llegan a desempeñarse como trabajadoras de casa particular y sus patronas?
-Ese modo de relación subalternizó a la mujer indígena. Y hay una deuda histórica, impulsada por el modelo económico y las relaciones de clase. El racismo se sustenta en relaciones de clase, políticas y culturales. La mujer blanca de clase alta debe mirar ese proceso y reivindicar a quienes formaron a sus hijos. Quienes formaron este país fueron mujeres indígenas y eso no se ha valorado lo suficiente. Es un trabajo muchas veces de 24 horas, mal pagado, donde no se respeta el derecho al descanso y con pocas vacaciones. Hay una explotación económica y falta de libertades personales. Muchas nanas se quedaron hasta sin familia, viviendo para la familia del patrón. Es un sistema feudal que sigue vigente. Todo eso va a pasar cuando nosotras participemos en las decisiones políticas.
-El pasado 25 de noviembre fue el día en contra de la violencia de género. ¿Existe conciencia de parte del feminismo blanco hacia la violencia que sufren las mujeres indígenas?
Falta mucho. Hay una violencia blanqueada, epistémica, que sufre el niño mapuche en la escuela, por ejemplo, que no la alcanzan a ver. El otro día, en A esta hora se improvisa, varias mujeres blancas, políticas y que se dicen progresistas, -Javiera Parada, Claudia Bobadilla y Natalia González- defendieron la decisión política que tomaron para dar paso al plebiscito. Si hubiera habido una mujer indígena ahí, habría puesto en la mesa que en el acuerdo del 15 de noviembre no se incorporó el tema de los pueblos indígenas. ¿Cómo pueden decir que eso es válido, si esa decisión marginó a los independientes y a los pueblos indígenas? En el acuerdo que firmaron los parlamentarios no aparece nada sobre la participación de los indígenas. Eso es violencia política; la negación pasa a ser violencia epistémica. Esas mujeres que se sientan en la televisión a defender los acuerdos que impidieron nuestra participación están ejerciendo violencia contra los pueblos indígenas. Eso tiene que ver con el racismo, algo que se debe incorporar a los currículums educativos, porque cuando no tienes conciencia de que eres racista, tú piensas que no eres racista.
Fuente: https://www.ciperchile.cl/2020/11/30/hay-que-asumir-que-los-mapuche-igual-estamos-patriarcalizados/