La rebeldía de Lucía: mujeres mapuce y territorio

El sometimiento de los pueblos originarios no terminó con el despojo material de la tierra. Una trama de atropellos, racismo y subordinación aún circunda su presente. En el caso de las mujeres, perviven tensiones de género, etnia y clase, confirma esta autora al recordar vivencias y rebeldías de una anciana mapuche.

Lucía Kaniwkura en 2018. Imagen de Yamil Regules. Diario Río Negro.

12/04/2021

Abordar la problemática indígena como parte de un campo cerrado, como puede ser la “historia indígena” reviste la problemática de aislar el desarrollo económico, político y cultural de los pueblos originarios de los procesos a nivel nacional. La definición del ser indígena surge a partir del encuentro entre Europa y América en el cual se echaron las bases para el desarrollo de la primera a costa de los recursos y la fuerza de trabajo de la segunda. Este encuentro generó una subordinación que se expresó en el despojo material del territorio con fines acumulativos y en la construcción de un sistema de prácticas y representaciones para justificarlo y prolongarlo, adquiriendo el racismo un carácter estructural.

Dentro del proceso argentino, el avance del Estado sobre los espacios dominados por los pueblos originarios no se detuvo en una expropiación del suelo, sino que necesitó de la reducción de los propios indígenas de señores de sus territorios a fuerza de trabajo. Especialmente en lugares donde la población a principios del siglo XX no abundaba, la mano de obra indígena fue central para la acumulación de los que luego iban a ser pensados como “pioneros”.

Este proceso fue la base sobre la cual se desarrolló una forma específica de opresión racista hacia el pueblo mapuce en Neuquén -y otros lugares de Argentina y Chile. En el caso de las mujeres, la explotación y el racismo se colocaron en tensión con la opresión de género ya que la imposibilidad de desarrollarse en el territorio trajo consecuencias específicas para ellas. Analizaremos algunas implicancias de esto a partir de la historia de vida de una histórica referente del movimiento mapuce en Neuquén.

Cansarse de la mala vida

Lucía Kañiwkura fue Pijan Kuse1 de Newen Mapu, una comunidad ubicada en Neuquén capital, conformada en 1980. Su testimonio -que se puede consultar in extenso en la obra Lucía: ser mujer mapuce– muestra de forma elocuente los modos en los que se tensionan género, etnia y clase en diversos contextos. “Todos los seres humanos se cansan de la mala vida”, señalaba Lucía, tal vez expresando de esa forma sus propias razones para rebelarse.

“Mientras somos solteritas, libres…Ya cuando hay un hijo cambian los papeles”. Esto generaba un panorama en el cual se obturaba la toma independiente de decisiones. Como la mayoría del pueblo mapuce que reside en el interior rural, era parte de los pequeños ganaderos conocidos como ‘crianceros’. Lucía relataba cómo cuidaba a sus animales descalza y a pie, ya que su marido utilizaba sus caballos para otras actividades. De la misma forma, no decidía sobre su vivienda aunque realizaba todas las tareas domésticas. Más tarde, al requerir que se le practicara una ligadura de trompas uterinas, tuvo que persuadir al médico de hacerlo más allá de la aprobación de su marido.

El conjunto de trabajos realizados y su contrapartida de maltratos físicos y psicológicos son caracterizados en el relato como “la mala vida”. Una mala vida que Lucía se propuso abandonar, migrando hacia la capital neuquina. “Soy yo la que llevo al hijo durante los nueve meses. Una vez que nació soy yo la que me pongo a arrastrarme, a tirar del carro para darle de comer a mis hijos, trabajando”, sentenció al referirse a las razones por las que abandonó Junín de los Andes en búsqueda de una vivienda propia que le permitiera cortar algunos de los lazos de subordinación que la recorrían por la década de los setenta.

Este no iba a ser el primero ni el último de los actos de rebeldía de Lucía. Su familia había conservado plenamente el habla del mapuzungun y le había inculcado la necesidad de defenderlo frente al wigka, es decir, al blanco que buscaba eliminar a los mapuce. El mantenimiento de una pertenencia identitaria en momentos de suma estigmatización de las alteridades fue quizás el primer camino de resistencia recorrido por la Pijan Kuse.

Saber defenderse

En el contexto urbano las violencias siguieron presentes y continuó manifestándose el entrecruzamiento entre la clase, la etnia y el género. Las oportunidades laborales, por ser mapuce, no abundaban: “me las tuve que hacer solita”. Aunque en realidad Lucía no estaba sola, sino con sus cinco hijos. La escolarización fue otra forma de atravesar la subordinación, donde la pertenencia al pueblo mapuce se asociaba a la pobreza y a la indignidad, haciendo especialmente pesada la tarea de maternar en un contexto tan hostil. “Me mandaron a decir que les parecía muy bien que me haiga venido a la ciudad, por lo menos me sacaba la mugre. ‘Decile a tu mamá que se vista’ le dijeron a mi hijo, ‘y que deje de ser india’”.

La ciudad ponía de manifiesto también el desarraigo. En Junín el desarrollo en el territorio era imposible: la zona cordillerana fue, dentro de Neuquén, la primera en definir una estructura de grandes propiedades privadas, relegando a los mapuce a los intersticios u obligándolos a migrar. En la ciudad, la falta de territorio se sentía de forma distinta: “demasiado muerta estoy acá porque no tengo huerta”.

Mujeres mapuce marchando por la ciudad de Neuquén. Marzo, 2020. Imagen de Juan Thomes.

Lucía sabía que su camino de resistencia no terminaba allí. “Una tenía que saber defenderse, donde ande, donde esté, donde le toque vivir, tenía que saber defenderse. Defender su derecho cultural, defender su derecho de vida, defender su derecho a ser mujer, todo”.

Para fines de la década, Lucía era parte de un grupo de personas que se reunían bajo el patrocinio de algunos sacerdotes tercermundistas. Empezaba así otra rebeldía de Lucía: reclamó desde sus inicios no ser marginada por ser mujer. Lo logró y en 1980 ese grupo asumió un nombre: Newen Mapu. Iba a tratarse luego de un colectivo central en el proceso de creación de un proyecto político nacional mapuce. Así, las rebeldías de Lucía se entreveraron con el proceso de reorganización política de un pueblo en resistencia.

Revertir las violencias

La nula posibilidad de desarrollo en el espacio, de construir territorio, fue el factor común que atravesó la experiencia en el espacio rural y en el urbano. La expropiación territorial y la subsunción de los mapuce como mano de obra, es decir, la separación entre los indígenas y el territorio, fue la base sobre la cual se configuró la opresión racista. Este fenómeno a su vez influyó en el modo específico en el que la opresión de género iba a manifestarse, tanto en forma de violencia física como económica. No por casualidad la migración del espacio rural fue entendida como el abandono de “la mala vida”.

En cada contexto, las tensiones con otros actores incidieron de formas diferentes sobre el proceso de Lucía. Durante los años de “la mala vida”, el testimonio llegó a los puntos de máxima angustia al recordar su rol dentro del entramado familiar. El abandono de esta situación abrió paso a la necesidad de desarrollar nuevas prácticas en un entorno en el cual la tensión más recuperada en la historia de vida pasó a ser la existente con el blanco, que aquí cobraba una relevancia diferente. La discriminación y el temor a exponer las pautas culturales se cruzaron con el desarraigo producto del histórico despojo. La última rebeldía de Lucía condensó una resistencia hacia todas esas violencias atravesadas a lo largo de su vida, siendo semilla en la gestación de un proyecto nacional que se vertebra en el territorio, la autonomía y la identidad como pueblo. Así vivió, y así partió Lucía, orgullosa de ser mujer mapuche.

Nota:

* La escritura «mapuce» se encuentra acorde a las normas del grafemario Ragileo del idioma mapuzungun, utilizado por la Confederación Mapuce de Neuquén, instancia supracomunitaria en dicha provincia.

1. Autoridad filosófica y espiritual del pueblo mapuce. Rol ejercido por una mujer adulta.

Sabrina Aguirre es Licenciada en Historia (Universidad Nacional del Comahue). Investigadora-becaria del Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales. Docente del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.

Fuente: https://revistalamarea.com.ar/la-rebeldia-de-lucia/

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