Volver al origen

Hoy Chile comenzó a dialogar un nuevo Pacto Social y esta vez junto a las naciones originarias, tal como anheló el propio Padre de la Patria chilena. Su sueño libertador sigue vigente.

“Pedro, escribo sobre la relación de O’Higgins y los mapuche. ¿Es verdad que incluso hablaba vuestra lengua?”, me consulta un colega de LUN. ¿Y de dónde surge este renovado interés por las raíces de Chile?, me pregunté en silencio. El milagro lo obró la Convención Constitucional y la elección de la destacada académica Elisa Loncón como presidenta. Quizás ella todavía no lo sabe. Le cuento: Tiene a todos los medios investigando sobre las culturas y lenguas originarias. Enhorabuena, lamngen.

Conversamos larga y animadamente. Es un tema que desarrollo en extenso en la saga Historia secreta mapuche, le digo. Allí una reseña de don Ambrosio, el principal arquitecto de los últimos tratados coloniales; allí también la vida de Bernardo, testigo directo del respeto de nuestros ancestros por su padre; allí los esfuerzos del prócer por sumar nuestras lanzas a la causa patriota… allí ¡sus hijas adoptivas mapuche! las mismas que conoció la viajera inglesa Maria Graham. Todo al colega le sorprende.

“¿Y está documentado?”, me pregunta, intrigado.

Lo cierto es que antecedentes sobran. Es curioso; la historia oficial siempre ha destacado la formación de O’Higgins en Richmond, Inglaterra, donde su padre —no olvidemos el Gobernador de Chile y más tarde Virrey del Perú— lo envió de joven para educarse. Pero se omite con demasiada frecuencia que siendo un niño cursó estudios en el Real Seminario de Nobles Araucanos de Chillán, el también llamado Colegio de Naturales.

Construido por los jesuitas en 1697 pero regido por los franciscanos desde 1786, allí asistían los hijos de la élite española fronteriza y también los hijos de importantes lonkos de Wallmapu. Los colegios naturales eran seminarios y los alumnos permanecían allí internados por largos períodos. Con ellos el futuro Padre de la Patria estudió, convivió y cultivó duraderas relaciones de amistad. Pasó con la familia Coñuepán de Cholchol, viejos conocidos de su padre.

Consta que además de aprender nuestra lengua —el mapuzugun era en la Frontera la lengua franca del comercio y la diplomacia— lo propio hizo con la Guerra de Arauco. Su estudio en aula era usual en aquella época y no solo en Chile. No es casual que, años más tarde, la principal logia independentista sudamericana rindiera honores al gran Toqui Lautaro, “esos guerreros, émulos de los antiguos espartanos” que con “proezas brillantes inmortalizaron ante el mundo su fama”, como escribió O’Higgins.

Los colegios naturales eran seminarios y los alumnos permanecían allí internados por largos períodos. Con ellos el futuro Padre de la Patria estudió, convivió y cultivó duraderas relaciones de amistad. Pasó con la familia Coñuepán de Cholchol, viejos conocidos de su padre.

Esta cercanía la profundizó al administrar la hacienda familiar de Las Canteras en Los Angeles. Una década vivió allí. Se cuenta que con frecuencia lo visitaban jefaturas mapuche a quienes sentaba en su mesa. Con ellos charlaba tardes enteras. Esta faceta desconocida de su vida habría sido determinante para que, siendo ya Director Supremo, enviase a lonkos y caciques del sur una carta donde los invitaba a integrar la naciente república, garantizando el respeto a sus linajes y territorios.

“Araucanos, ya no os habla un Presidente siervo del rey de España; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados”, les escribirá en marzo de 1819.

Más tarde, al caer en desgracia y partir al exilio en Perú, célebre es la carta donde el lonko Venancio Coñuepán ofrece a su amigo Bernardo asilo en el “Estado araucano”.

“Mientras la sangre exista de tu par Venancio y demás seres araucanos, será poco el derramarla por un genio digno de ser elevado, no por las expresiones vulgares, sino más allá de las ideas que pueda ser capaz el hombre elevarlo… Sólo te diré que por ningún evento decaigas de ánimo y cuando no tengas otro asilo cuenta con tus araucanos”, le escribe.

Fue su sucesor en el gobierno, el general Ramón Freire, quien propició el Tratado de Tapihue en 1825. Sus tratativas tomaron dos años y el propio Freire se involucró en su diseño y búsqueda de respaldo político en el Congreso. Allí el acto público y solemne que O’Higgins soñó posible, una visión sobre el Estado que no fue ciega a su diversidad interna y por la cual también abogaron, a su modo, los hermanos Carrera y el propio José de San Martín.

Hoy Chile comenzó a dialogar un nuevo Pacto Social, la gran Carta de nuestra alianza, y esta vez junto a las naciones originarias tal como O’Higgins anheló desde un comienzo. Las circunstancias bélicas boicotearon esa posibilidad, lo sabemos. Pero hoy, dos siglos más tarde, el sueño de los padres fundadores (y las madres fundadoras como doña Javiera Carrera) pareciera cada día más cercano y posible. Volver al origen, he allí la oportunidad histórica que nos ofrece la Convención.

Fuente: https://www.pedrocayuqueo.cl/post/volver-al-origen

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