Cuando muchos hablan de pos-pandemia y retorno a la normalidad pre COVID19, nuevas cepas del coronavirus se hacen sentir, además de la discriminación en el acceso a las vacunas.
Más allá de la discusión sobre la “normalidad”, la pandemia continúa y se despliega desde los países más empobrecidos, afectando incluso a los enriquecidos que subestiman los efectos globales.
Es un fenómeno que se manifiesta en que hay países con menos del 1% de su población vacunada, caso del Congo, Chad, Guinea-Bisau; además de varios entre el 1 y 2%, como Sudán, Niger, Tanzania, Mali, Yemen, Madagascar, Burkina Faso o Sudán del Sur; junto a muchos con menos del 5% o del 10%. Por otro lado, países con mayor desarrollo relativo alcanzan elevados porcentajes de sus poblaciones con tres dosis. En estos se sienten los efectos de las nuevas cepas que postergan el fin de la pandemia.
La humanidad está en peligro más allá de lo sanitario y por eso se necesita discutir el modelo productivo del capitalismo en nuestra época, causa en origen del calentamiento global y el cambio climático y el conjunto de efectos sociales entre los que destaca la explotación de la fuerza de trabajo, el saqueo de los bienes comunes, el empobrecimiento extendido y la concentración, explicando la realidad de una desigualdad social incrementada.
Con la imaginación del fin de la crisis sanitaria y el rebote de la economía, varios informes de especialistas y de organismos internacionales apuntaron los diagnósticos de la superación de los impactos económicos sociales de la caída del 2020. La realidad los desmiente. El optimismo parece atenuarse con la suba de los precios y la lenta recuperación del empleo, especialmente en la potencia hegemónica: EEUU. Jeremy Powell, titular de la Reserva Federal (FED), el banco central estadounidense señaló:
“La recesión económica no ha caído por igual, y los menos capaces de soportar la carga han sido los más afectados. En particular, a pesar del progreso, el desempleo sigue impactando desproporcionadamente entre los afroamericanos y los hispanos.”
Queda claro que primero se recomponen los sectores de mayores ingresos y entre estos los propietarios de capital concentrado, cuyos ingresos por la propiedad de los medios de producción se definen en mejoras de las ganancias y rentas, del suelo o en dinero.
Entre otras cuestiones, un mecanismo de distribución del ingreso proviene del sistema de precios relativos, deteriorando la capacidad de compra de salarios e ingresos fijos, sin perjuicio de la afectación de aquellos empresarios asociados a la capacidad adquisitiva de los ingresos populares (salarios, jubilaciones, planes sociales). Sigue el titular de la FED:
“Los desequilibrios de la oferta y la demanda relacionados con la pandemia han contribuido a notables aumentos de precios en algunas áreas. Los problemas de la cadena de suministro han dificultado que los productores satisfagan la fuerte demanda, especialmente de bienes. Los aumentos de los precios de la energía y las rentas también están impulsando la inflación al alza.”
Según ese razonamiento, la demanda es mayor que la oferta y por ende suben los precios, aún cuando explicita que junto a la suba de precios de la “energía” hay que computar el incremento de las “rentas”. Completa Powell:
“Como resultado, la inflación general está muy por encima de nuestra meta del 2 por ciento a largo plazo, con el índice de precios de los gastos de consumo personal hasta un 5 por ciento durante los 12 meses que terminaron en octubre.”
Agrega que el problema puede prolongarse y sostiene:
“…los factores que empujan la inflación al alza perdurarán hasta bien entrado el próximo año.”
Resulta interesante escuchar al banquero federal de EEUU cuando suscita su pronóstico con base a los datos del presente y señala:
“El reciente aumento de los casos de COVID-19 y la aparición de la variante Omicron plantean riesgos a la baja para el empleo y la actividad económica y una mayor incertidumbre para la inflación. Una mayor preocupación por el virus podría reducir la disposición de las personas a trabajar en persona, lo que ralentizaría el progreso en el mercado laboral e intensificaría las interrupciones de la cadena de suministro.”
Si quedan dudas, a pensar que el problema inflacionario y la demora en la recuperación del empleo empobrece a los sectores más perjudicados por el orden económico social contemporáneo.
Esta conclusión está explícitamente señalada en un reciente informe de la CEPAL y la OIT para la región latinoamericana y caribeña:
“…la dinámica inflacionaria observada en los primeros seis meses del año podría tener un impacto negativo en la remuneración real de los trabajadores y, por lo tanto, en el consumo de los hogares.”
La pandemia se manifestó como recesión en el 2020 y tuvo impactos regresivos con suba del desempleo y caída de los ingresos populares, con una región latinoamericana y caribeña especialmente afectado, lo que indujo a CEPAL a definir a la última década como pérdida en términos de combate a la pobreza.
En la coyuntura del 2021 y el rebote diferenciado, en el lenguaje del FMI, se evidencia la regresividad de la región, que con 8% de la población mundial acumula más del 30% de contagios y muertes por el COVID, que pese a los anuncios no termina de retirarse. El problema es el capitalismo y las recetas sugeridas desde la FED, incluso la CEPAL y la OIT apuntan a una recomposición del mercado sobre la base de reformas estructurales que apuntan a mejorar las condiciones de producción y reproducción de la lógica de explotación y saqueo.
Contrario a esas recetas, lo que se requiere es un rumbo a contramano de la ofensiva del capital por la renta, con base y sustento en la producción y reproducción de la vida, social y natural.
Buenos Aires, 30 de noviembre de 2021