En la audiencia 66 del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad perpetrados en los centros clandestinos de detención Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield y El Infierno de Avellaneda, el sobreviviente Rubén, el “Polaco”, Schell declaró de forma remota desde el Espacio para la Memoria ex CCD Pozo de Quilmes, lugar donde estuvo secuestrado durante 102 días entre 1977 y 1978. “Lo hago desde acá porque el día que salí juré a mis compañeros recordarlos y honrar sus memorias”, expresó. Es el primer testimonio en juicio por crímenes de lesa humanidad que se realiza desde un sitio de memoria. Rubén Schell es director de derechos humanos de Quilmes y miembro del Consejo de gestión del espacio, que integra también la Comisión Provincial por la Memoria.
Durante la audiencia de este martes 17 de mayo, número 66 del conocido como Juicio Brigadas, testimoniaron ante el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata las sobrevivientes Rebeca Krasner y Graciela Nordi, y el sobreviviente Rubén Schell. El Polaco Schell fue precisamente el último en declarar y lo hizo desde el Espacio para la Memoria ex CCD Pozo de Quilmes, lugar donde estuvo detenido-desaparecido durante la dictadura militar y en donde, actualmente, se encuentra la oficina de la Dirección de Derechos Humanos del municipio de Quilmes que él ocupa.
Rubén Schell se sentó frente a la computadora, de espaldas al mural con las fotografías que recuerda a las 98 personas que pasaron por el centro clandestino de detención y continúan desaparecidas. “Es el mejor sitio para declarar, para que ellos, que están en estas fotos, me sigan interpelando y no permitan nunca que me olvide”, señaló al comienzo de su declaración cuando justificó su decisión de dar testimonio desde allí, el primer testimonio en un juicio por crímenes de lesa humanidad que se hace desde un sitio de memoria.
Rubén Schell fue secuestrado en el mediodía del 12 de noviembre de 1977, frente a su casa, por una patota de civil; lo subieron al piso del asiento trasero de un Dodge 1500, le envolvieron la cabeza con un buzo. El raid de secuestro de la patota había comenzado antes: en el baúl del vehículo iba Pablo Dykyj. Los dos fueron trasladados hasta el edificio donde funcionaba la Brigada de Investigaciones de Quilmes, en la esquina de las calles Allison Bell y Garibaldi.
“Nos bajan, nos ponen contra una pared y hacen un simulacro de fusilamiento. Después nos sientan en el piso y al otro lo trasladan a la sala de tortura; siento los gritos de dolor de Pablo y, luego de un tiempo, lo tiran al lado mío, hecho un trapo de piso. Después me levantan y me trasladan a mí a la sala de tortura, donde comienzan a darme golpes y con la picana eléctrica”, describió en su testimonio Rubén Schell.
Los compañeros y compañeras de cautiverio de Schell supieron luego dónde estaban en cautiverio por otro detenido, Alcides Chiessa. “Reconoció el portón del garaje, porque lo había hecho él con su padre, que tenía una carpintería metálica en la zona”.
Durante más de dos horas de declaración, Schell recordó a cada una de las personas que vio durante los 102 días que estuvo secuestrado en el centro clandestino de detención. A Pablo Dykyj que le dio nombre a su hijo; a Pipo que tenía miedo por su madre y que decía que lo habían llevado a él cuando buscaban a su hermano; a Ricardo Ruiz, por el que nadie reclamó porque vivía sólo con su viejita; a Alcides Chiessa y Jorge Allaga que murieron en los últimos años, los dos enfermos de cáncer.
“Nos va ganando el tiempo, fueron muchos años de esperar este juicio. Se van algunos de los imputados también y se van inocentes, porque no hubo sentencia. Y se van nuestros compañeros sin haber visto que la justicia les haya llegado”, dijo Schell.
Durante su testimonio, el Polaco recordó que diez días antes de ser liberado fue interrogado por el capellán de la Policía Bonaerense, Christian Von Wernich: “sufrí mucho los golpes y las picanas, pero con ese señor sentí la peor tortura”. Schell detalló ese interrogatorio como un acto de acción psicológica para que no cuente lo que había pasado, que se trataba de una deshonra y le iban a dar vuelta la cara sus propios vecinos. El ex capellán fue el primer sacerdote juzgador por crímenes de lesa humanidad y fue condenado a prisión perpetua en 2007. Schell fue uno de los declarantes en aquel juicio.
“Estuve 102 días en este lugar, que es una eternidad porque parece que los sigo viviendo. Cuando salí de acá dije que no venía más y sin embargo ahora me instalé, mi oficina está acá donde cumplo con la función de director de Derechos Humanos del Municipio, que me honra ocupar”, remarcó.
Además de su cargo, Rubén Schell es actualmente uno de los consejeros del Consejo de gestión del Espacio para la Memoria ex CCD Pozo de Quilmes, y fue uno de los sobrevivientes que, desde el colectivo Quilmes, memoria, verdad y justicia, impulsó y acompañó el proyecto de ley provincial para la creación del sitio. El proyecto fue aprobado en diciembre de 2016, con el apoyo de todos los bloques de la legislatura bonaerense.
El consejo de gestión del sitio está integrado por la Comisión Provincial por la Memoria, el colectivo Quilmes, memoria, verdad y justicia, el Municipio de Quilmes y la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires.
“Grabé en la pared de la celda con una moneda chiquita los nombres de mi vieja y mi novia, Angélica y Ana. Todavía buscamos esa marca, cuidamos mucho el lugar porque no dejan de ser pruebas testimoniales”, señaló Schell y resaltó la labor que se viene haciendo desde el equipo de investigación del sitio. Para rescatar las historias de las personas que pasaron por acá.
que deberian de contratar tecnicos porque las patotas de civiles para investigar en profundidad solo puede hacerlo especialistas pero que si se hace una excelente investigacion ayudaria a las victimas que en democriacia hemos tenido problemas de tortura siquica y fisica que casos como Miguel Bru y otros tantos son evidencias de la falta de un cuerpo tecnico que haga investigaciones.