El sobreviviente Héctor Arias Annchini, relató el calvario que sufrió en Puente 12 junto con compañeros y compañeras del PRT-ERP y también de la Juventud Guevarista. La testiga Patricia Bernardi, del Equipo Argentino de Antropología Forense, habló sobre la identificación de los restos de 9 víctimas de ese centro clandestino.
Redacción: Carlos Rodríguez. Edición: Pedro Ramírez Otero. Foto: Transmisión de La Retaguardia
En la audiencia 16 del juicio Puente 12 III, se escucharon los últimos registros testimoniales de la acusación. El sobreviviente Héctor Ricardo Arias Annchini aseguró que en el centro de exterminio “sólo hubo torturas” y que “nadie se salvaba de las torturas”. Aseguró, además, que todas las mujeres que pasaron por Puente 12 sufrieron abusos sexuales por parte de los guardias. Dijo que fue testigo de algunos de esos ataques contra la integridad sexual de las secuestradas.
La declaración de Arias Annchini, más las denuncias formuladas en el juicio por las víctimas, serán parte de una presentación que harán la Fiscalía y las querellas para ampliar la acusación contra los seis imputados que tiene la causa.
Son ellos los militares Enrique José Del Pino y Walter Roque Minod, del Batallón de Inteligencia 601 del Ejércto, y los policías Enrique Osvaldo Gauna, Carlos Alberto Tarantino, Angel Salerno y Néstor Alberto Ciaramella. Están acusados de torturas y homicidios cometidos en perjuicio de al menos 185 personas.
La última testiga fue Patricia Bernardi, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), quien informó sobre el trabajo que realizan los expertos del grupo. Explicó cómo llegaron a la identificación plena de los restos de Angel Salomon Gertel, Diana Triay, Sebastián Llorens, Ismenia Insotroza, Leonor Herrera, Rodolfo Ortíz, Ana María Woichejosky, Julio Omar Di Gangi y María Cristina Lanzillotto. Todos fueron torturados y asesinados en Puente 12.
Los testimonios
En la apertura de la audiencia, el presidente del Tribunal Oral 6, Daniel Horacio Obligado, dijo que incorporarán por lectura los testimonios anteriores del primer testigo de la jornada, Héctor Ricardo Arias Annichini, a pesar de la oposición de las defensas.
Arias Annichini volvió a declarar en este juicio, de manera presencial. Recordó que fue detenido el 30 de marzo de 1976, seis días después del golpe, en la Ruta 3, cerca de la localidad bonaerense de González Catán. Lo llevaron al centro clandestino de Puente 12. Aclaró que tenía conocimiento previo de que a ese lugar estaban llevando a compañeras y compañeros que habían sido secuestrados.
El sobreviviente militaba en el PRT-ERP, en Logística, y también realizaba actividades de propaganda en el cordón industrial de la zona oeste del Gran Buenos Aires, donde empezó a militar en febrero de 1975. En esa zona había fábricas importantes como La Cantábrica, Palmar y Mercedes Benz, entre otras. La pelea ideológica la estaban dando contra la burocracia sindical. Los sindicatos combativos habían sido intervenidos por el gobierno de María Estela Martínez de Perón.
En esos tiempos, dentro del PRT-ERP había sospechas sobre infiltrados en la organización por una serie de secuestros y desapariciones que venían ocurriendo desde 1974. Uno de los primeros casos fue el de Alberto José Munarriz, jefe de Logística. Luego siguieron Ricardo Abdón, Juan Eliseo Ledesma, Sebastián Llorens y Diana Triay.
Recordó a otros dos compañeros, Sánchez y Canaris, hijos de españoles que habían nacido en Francia. Habían caído, pero por su nacionalidad tuvieron la opción de ser deportados. Ellos dos habían enviado el aviso por la infiltración. Al principio no le dieron trascendencia, hasta que se confirmó la presencia en las filas de Jesús “El Oso” Ranier, enviado por el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. El testigo dijo que conoció a Ranier, a quien definió como “un lumpen” capaz de hacer “cualquier cosa” por dinero.
El testigo, a quien llamaban “El Tuerto”, dijo que después del golpe militar del 24 de marzo de 1976 no estuvo de acuerdo en seguir realizando tareas de propaganda en las fábricas, pero lo hizo para respetar lo decidido por la conducción del PRT-ERP. Él tenía relación con la comisión interna y los trabajadores de la Mercedes Benz, entre quienes repartía la publicación “El Combatiente”. Después del golpe, mencionó los secuestros de Enrique Pastor, su compañera María del Carmen Cantaro, Ricardo Mollo y Martín Márquez, trabajador de El Palmar. A Márquez, quien vivía en una casa que era del dueño de El Palmar, lo había visitado para advertirle que lo estaban buscando.
Al testigo lo detuvieron junto con su compañero Jorge Navarro, con quien concurrió a una cita en la localidad de González Catán. Dos cuadras antes de llegar, observó la presencia de unFord Falcon.
Lo rodearon varias personas armadas y se lo llevaron solo, aunque después supo por Navarro que, minutos después, también lo secuestraron a él. Varias personas presenciaron las detenciones, pero los de la patota hicieron disparos al aire para ahuyentar a los vecinos.
Arias Annichini y Navarro fueron llevados a Puente 12. Desde el primer día “sólo hubo torturas”.
Durante una de las sesiones se le cayó la venda que le cubría los ojos y pudo ver una ruta a través de la ventana. En el mismo lugar estaba Martin Márquez. En ese momento intentó desatarse para escapar por la ventana, pero los torturadores entraron de nuevo a la habitación. Las torturas fueron permanentes y cada noche ingresaban 15 o 20 personas secuestradas. Todas pasaban por la tortura. “Yo no vi que ningún interrogatorio fuera coherente, salvo cuando aparecía ‘El Coronel’ que era un militar del ejército”, contó. Otros testigos reconocieron después, por fotos, al espía de la SIDE Aníbal Gordon como el personaje al que llamaban “El Coronel”. Ese represor fue el mismo que los interrogó cuando estaban detenidos en la Unidad 9 de La Plata.
El testigo aseguró que todas las personas secuestradas que mencionó fueron torturadas y que todas las mujeres sufrieron delitos contra su integridad sexual. “Nadie se salvaba”, recalcó.
Relató también que “llevaban gente de las Unidades Básicas que hacían actividad política pública”, como el caso de un muchacho que estaba haciendo la colimba y que su madre tenía una Unidad Básica en la casa. Al joven lo llevaron, tenía el uniforme puesto y lo torturaron. Lo mismo ocurrió con “un viejito que calculo era de mi edad ahora, 74 años”. Los torturadores dijeron en relación con ese hombre: “A este si le pegamos, lo reventamos”.
Con posterioridad, a Arias Annichini lo trasladaron al Pozo de Banfield, junto con otros secuestrados, pero con Navarro fueron regresados a Puente 12.
Al testigo lo torturaron de nuevo, para que dijera su domicilio, pero se negó a hacerlo para no perjudicar a su mujer y a sus tres hijos. Los obligaron a un careo, a él y a Navarro. Los dos dieron una dirección falsa, en una casa que ya había sido desmantelada y estaba vacía.
Luego los llevaron a la comisaría de Villa Madero. En el trayecto, al vehículo en el que iban subieron a una chica de 17 años que era de la Juventud Guevarista. Luego los llevaron a Haedo, donde se reencontraron con María del Carmen Cantaro, Mirta Falabella, un compañero herido en las piernas y otro que describió como “flaco y alto”, que había sido secuestrado junto con la chica de 17 años. Por otros testimonios se sabe que eran Laura Creatore y Carlos Capitman, quienes siguen desaparecidos.
Mencionó también a la Negrita Herrero entre las personas con las que compartió cautiverio. Ella estuvo secuestrada en la quinta La Pastoril, cuando participaba de una reunión del Comité Central del PRT-ERP. La torturaron y le robaron dinero. Reconoció también a un compañero de apellido Pedregosa, nacido en Tucumán, a quien llamaban “El Comandante”. El testigo dialogó con Pedregosa, quien le aclaró que El Comandante no era él sino su hermano. Nombró también a Juan Domingo del Gesso García y a Rodolfo Ortíz, responsable de la Juventud Guevarista a nivel nacional.
El testigo describió varios de los lugares donde estuvo en Puente 12 y contó que en algún momento, afectado por las torturas, intentó atentar contra su vida. En ese momento, recordó que una mujer secuestrada le dijo: “Disculpe compañero, pero ¿no cree que ese trabajo se lo tenemos que dejar a ellos?”, en referencia a los torturadores.
Acerca de las agresiones sexuales, dijo que fue testigo y que sabe que todas sus compañeras detenidas fueron víctimas. Estos hechos ocurrían fuera de la tortura.
El testigo cree que lo llevaron a la cárcel de Devoto en mayo de 1976. Consideró que en Puente 12 lo tuvieron secuestrado entre 15 y 20 días. En Devoto logró la libertad vigilada recién el 9 de julio de 1981. Luego se fue a Brasil por miedo a que lo volvieran a buscar. El segundo testigo de la fecha fue el expolicía Jorge Arnaldo Sarralle (ver testimonio en nota aparte).
La antropóloga Bernardi
Patricia Bernardi, consultora del EAAF, prestó declaración sobre el hallazgo y reconocimiento de los restos de Angel Salomón Gertel, Diana Triay, Sebastián Llorens, Ismenia Insotroza, Leonor Herrera, Rodolfo Ortíz, Ana María Woichejosky, Julio Omar Di Gangi y María Cristina Lanzillotto.
Bernardi explicó que el EAAF es una institución civil sin fines de lucro dedicada a la investigación e identificación de personas desaparecidas en casos de violación a los derechos humanos, tanto en Argentina como en otros países.
Al momento de los hallazgos, la testiga se desempeñaba como coordinadora del Área de Laboratorios. Por pedido de la Cámara Federal, el EAAF logró la identificación de esos cuerpos, por medio de pruebas científicas irrefutables.
En su declaración expuso, con la ayuda de diapositivas, un detallado informe sobre la tarea de identificación realizada sobre los restos de las nueve víctimas, hallados años después de su secuestro en el centro de tortura y exterminio de Puente 12.
En primera instancia se hizo una investigación preliminar y una evaluación de toda la información escrita reunida y de las hipótesis surgidas en esa etapa. La segunda parte fue la exhumación o trabajo de campo. La tercera el trabajo de laboratorio y por último el análisis genético de muestras para ser enviadas al laboratorio.
El 26 de octubre de 2012 se produjo el hallazgo de restos humanos en el Barrio Sarmiento, en el partido bonaerense de Esteban Echeverría. Esto ocurrió cuando los vecinos y vecinas estaban acondicionando la zona para la posterior construcción de viviendas. Al encontrar restos óseos, hicieron la denuncia a la policía y a los bomberos. El levantamiento de los restos se hizo de manera no científica. Con posterioridad se hizo el traslado a la Morgue Judicial de Lomas de Zamora.
Eso llevó a la recuperación de los restos óseos de Angel Salomón Gertel, Diana Triay, Sebastian Llorens e Ismenia Inostroza.
La testiga mostró un mapa en donde se localiza el barrio, a 400 metros de Camino de Cintura, que lleva al lugar donde está Puente 12. Otra fotografía mostró el declive cercano a la avenida de La Noria, donde se produjo el hallazgo. Al llegar al laboratorio en cajas de cartón, sucios y mezclados, tuvieron que trabajar para individualizar y reasociar cada hueso a un mismo perfil biológico. Así pudieron determinar cuántas personas eran, el sexo, edad, estatura, patologías premortem y las fracturas perimortem.
Los primeros dos inconvenientes derivados de este hallazgo fueron que no se podían determinar las causas de la muerte de las cuatro víctimas. Esto fue porque los huesos estaban en perfecto estado y no se tenían hipótesis de quiénes eran, porque no se sabía en qué año se abrió esa fosa. Por esa razón se cargó la base de datos para ver si los ADN coincidían con los de familias que buscaban a sus desparecidos/as.
La primera muestra, de un varón de 28 años, coincidió con la sangre de dos hijos y la hermana de Sebastián María Llorens, desaparecido en diciembre de 1975. El siguiente caso fue el de un varón de 30 a 40 años, se determinó la estatura, las patologías y se obtuvieron sus datos odontológicos. Se obtuvo un 90 por ciento de coincidencia con los datos genéticos de un sobrino y el padre de Angel Salomón Gertel.
El tercer esqueleto encontrado era el de una mujer de entre 19 a 27 años, cuyos datos coincidieron en un 99 por ciento con familiares de Ismenia del Rosario Inostroza Arroyo, desaparecida, al igual que las otras personas, el 8 de diciembre de 1975.
Los últimos restos eran de una mujer de entre 25 y 35 años. Dio un 99 por ciento de coincidencia con los datos genéticos de hermanos y dos hijos de Diana Triay de Llorens, desaparecida también el 8 de diciembre de 1975.
Bernardi se refirió luego a la recuperación de los restos óseos de Leonor Herrera, Rodolfo Ortiz, Ana María Woichejosky, Julio Omar Di Gangi y María Cristina Lanzillotto. Estos cinco casos identificados fueron a consecuencia de una investigación en el cementerio de Avellaneda, en el área 134, adyacente a la calle Oyuela. La fosa encontrada tenía 300 metros cuadrados y fue utilizada para enterramientos irregulares entre febrero de 1976 y fines de 1978. El EAAF fue designado por Matilde Cerviño, quién sabía que su hija fue asesinada en Lomas de Zamora y había sido inhumada en ese cementerio. En las diapositivas se mostró el diseño de la excavación, destinada a encontrar otros cuerpos, además del de María Teresa Cerviño. Luego de una tarea de cuatro años, se dejaron al descubierto 19 fosas comunes y 18 fosas individuales de las que hasta la fecha se recuperó un total de 336 esqueletos, de los cuales se identificaron 118.
Sobre el caso Rodolfo Ortíz, la experta explicó que el cuerpo fue hallado en una fosa común, “sincrónica y primaria”.
Explicó que tanto en el libro del cementerio, como en distintas fuentes, se habla de un hallazgo de tres cadáveres el 12 de mayo de 1976, en Bernal, en la calle Camino General Belgrano y Las Flores. Allí se encuentran dos personas, una de sexo femenino y uno de sexo masculino. El acta de defunción habla de heridas de bala.
Ortíz tenía entre 22 a 28 años, estatura 1,70 con lesiones de bala que fueron la causa de su muerte. Había desaparecido el 29 de marzo de 1976 y apareció asesinado el 12 de mayo de 1976. Posteriormente se pudo identificar a las dos personas de sexo femenino como María Rosa Ducca y María Cristina Olivieri de Ducca.
Luego se recuperaron 16 esqueletos depositados entre el 1 de mayo y el 31 de agosto de 1976, de los cuales se han identificado 10. La especialista explicó que en esta fosa depositaron primero 13 cuerpos. Se cerró y se volvió a abrir para depositar otros tres restos humanos.
El EAAF cuenta con investigación histórica de relevancia en una Carátula Blanca que data de la dictadura militar. Los datos sobre supuestos “enfrentamientos con subversivos” quedaron en poder del Consejo de Guerra Estable. La información fue entregada por el fiscal Julio César Strassera luego de finalizado el Juicio a las Juntas Militares, en 1985.
El documento habla del hallazgo de cuatro cadáveres en Piñeiro, el 21 de mayo de 1976. En el expediente consta la versión oficial de los hechos, fotos del lugar, examen de la autopsia realizado por el médico Di Pasquale y huellas dactilares. Estos restos fueron depositados en el cementerio el 21 de mayo de 1976 e inhumados el 2 de junio de ese año.
La Carátula Blanca dice que las fuerzas militares y policiales tuvieron un enfrentamiento armado con un auto que circulaba en “situación sospechosa”. Se produjo la muerte de cuatro personas que fueron ingresadas al cementerio de Avellaneda como NN.
Se trata de tres varones y una mujer que aparecieron en Mario Bravo y Pico de Mayo. El primer esqueleto de sexo femenino, cuyo perfil biológico dio entre 25 y 33 años, se pudo identificar como el cuerpo de Leonor Inés Herrera de Mancini, desaparecida el 29 de marzo de 1976 y asesinada en el episodio del 21 de mayo de 1976.
En la siguiente excavación se recuperaron 26 esqueletos de los cuales se identificaron 17. Al igual que en el caso anterior se contó con una Carátula Blanca. En este caso las fuerzas militares hablan de un hecho producido el 4 de enero del 1977, en Piñeiro, en el que se produjo la muerte de cinco personas, tres de sexo femenino y dos de sexo masculino.
El dato de la autopsia fue fundamental para ver las lesiones que describió el médico. En la primera muestra se determinó un perfil biológico de 28 años y de 1,56 metros de estatura, la compatibilidad arrojó un 99 por ciento que se trata de María Inés Lanzillotto, desaparecida el 17 de noviembre de 1976, con fecha de muerte el 4 de enero de 1977.
El siguiente, de género femenino, de 41 años aproximadamente, presentaba lesiones de arma de fuego. Se envió al laboratorio y con datos genéticos de sus dos hijos hubo un 99 por ciento de coincidencia con el perfil de Ana María Woichejosky, desaparecida el 11 de noviembre de 1976 a los 43 años.
Por último se encontró a un varón de unos 27 años, con traumas perimortem de dos semanas antes de la muerte. Además se identificaron lesiones perimortem de heridas de bala y por vía genética fue identificado como Julio Omar Di Gangi desaparecido el 25 de octubre de 1976, a los 34 años y con fecha de muerte el 4 de enero de 1977.
Finalizado el testimonio, el fiscal Esteban Bendersky solicitó la incorporación por lectura de la declaración de un testigo anónimo ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU) en junio de 1976. El pedido obedece a que el denunciante relata que fue detenido en mayo de 1976 y llevado a la Brigada Güemes, con sede en Puente 12. En el transcurso del presente debate, el testigo Luis Gambela dijo que el denunciante anónimo que mencionaba a su padre, era Diego Guagnini. El mismo dato se repitió en el testimonio brindado por Margarita Sánchez Hernández, quien dijo que se enteró que estuvo en Puente 12, cuando en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) la dejaron leer un testimonio anónimo, que es el mismo prestado ante la CADHU. El mismo testigo anónimo dijo que estuvo en Puente 12 con Sánchez Hernández y con Ana Rosa Nussbaum. También explicó que luego supo que esta persona fue secuestrada en el año 1977 y sus restos fueron hallados en el año 2012 por el EAAF. Por estos motivos, la fiscalía considera que esa prueba es importante.
Además se solicitó la documentación número 1058 correspondiente a Diego Guagnini y la copia del libro de Juan Gasparini, llamado “La pista Suiza”, donde hay una entrevista realizada por el autor a la madre de Guagnini.