Luego de la retirada de la CGT del diálogo social el gobierno subió la apuesta. Se apresta a recuperar la totalidad de la reforma laboral incluida en la Ley Bases, comenzando por un ataque a la estructura sindical. La respuesta de la CGT sería reanudar el Plan de Lucha.
La necesidad política del gobierno de que el Congreso nacional aprobara la Ley Bases lo llevó a hacer una serie de concesiones, especialmente en el capítulo laboral. Allí las diversas gestiones realizadas por la CGT y otros dirigentes sindicales con los distintos bloques de ambas cámaras lograron que 42 artículos de ese capítulo fueran retirados.
Quedaban como puntos cuestionables la figura del trabajador independiente y los bloqueos a las plantas, que los dirigentes de la Central habían acordado con el Secretario de Trabajo, Julio Cordero, tratarlas en la primera reunión del diálogo social.
Puede fallar…
Como explicamos en nota anterior nada fue como lo pensado y acordado. Mientras la CGT se disponía a participar el gobierno, sin intervención del Secretario de Trabajo, reglamentó la reforma laboral y tras cartón la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello publicó en su red social : “La mesa de Diálogo Social está abierta. Invitaos a todos los sectores del mundo del trabajo, pero se ve que la CGT le tiene miedo a Moyano”. Acompañó este mensaje con una foto en la que se la ve abriendo el diálogo social -¿con quién? porque solo dió el presente el abogado del Sindicato de Comercio- rodeada del Secretario de Trabajo y del ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger.
Una verdadera provocación. Es conocido que el ministro fue el mentor ideológico de la Ley Bases, con especial énfasis en el capítulo laboral, asesorado por un grupo de abogados de las principales empresas del país, entre ellos Julio Cordero cuando todavía no era funcionario estatal. Algo cuestionable legalmente porque en las actividades y resoluciones del Estado, incluidos proyectos de leyes, solo pueden intervenir funcionarios o asesores nombrados oficialmente como tales…
A tal punto repercutió la decisión oficial que La Nación tituló una nota a página completa en su edición del sábado pasado “La declaración de guerra de Pettovello acelera el conflicto”. En realidad es un decir porque Cordero está pintado, el que manda es Sturzenegger y Pettovello, en lo laboral, solo cumple ordenes.
Escalando el conflicto
Hemos detallado en nota anterior las tres fracciones que conviven en la CGT bajo la consigna de preservar la unidad. Los colaboracionistas no se rinden, siguen buscando alternativas para consensuar con el gobierno pero no encuentran cómo. Es que el llamado núcleo duro de la presidencia “está dispuesto a llevar al límite” la disputa con el sindicalismo. Los primeros proyectos que presentará Sturzenegger son: uno por la derogación se la cuota solidaria y otro que promueve la democratización sindical limitando los mandatos a 4 años e imponiendo el tope de una sola reelección. Por el primero se busca desfinanciar a las organizaciones sindicales por el otro con la excusa de la democratización –que objetivamente es una necesidad- se entromete en las organizaciones de los trabajadores/as que son quiénes deben decidir cómo y en qué forma organizase y seleccionar a sus dirigentes. El gobierno no hace lo mismo con las organizaciones patronales.
Un primer paso
La CGT y las dos CTA más la mayoría de la izquierda se sumó este 7 de agosto, a la movilización organizada por los movimientos sociales para “visibilizar la grave situación de emergencia alimentaria, social y laboral”. Se concentró una multitud que conpuesta tanto por trabajadores ocupados como desocupados y a esa enorme fracción que el capital apartó de la producción y del consumo y los condenó a la informalidad. Estuvieron presentes los cuerpos orgánicos de la mayoría de los sindicatos que integran las centrales, con un número nada despreciable de trabajadores/as para un día laborable –solo declararon paro los estatales afiliados a ATE y lo docentes universitarios- y en un horario poco favorable para la movilización de los trabajadores ocupados.
Esta concentración puede considerarse el primer eslabón de un nuevo Plan de Lucha que la CGT definirá una vez convocado el plenario de Secretarios Generales y de las delegaciones Regionales (como siempre se toman su tiempo). Si los movimientos sociales prestan atención a los datos oficiales de pobreza (55%) e indigencia (20%), los dirigentes sindicales no pueden dejar de advertir que, según las encuestas de opinión y los focus groups, el temor a perder el trabajo ha equiparado ya a la preocupación por la carestía de la vida, mientras que la relación entre los que adhieren al gobierno y lo que se le oponen, que en diciembre era 50 a 37 en julio esa relación se ha invertido, 41 a 48.
Si algo debe destacarse aparte de la masividad es la alegría que se advertía en la mayoría de los rostros de los manifestantes. Lo que contrasta con ciertos indicios de los días previos de reflujo y desmoralización. Esos rostros parecían decir: “…estamos nuevamente en las calles, peleando por lo nuestro”.
Un párrafo aparte merece los trascendidos del intercambio de opiniones en la cúpula cegetista. Los dirigentes habrían reconocido la necesidad de recuperar iniciativa para “no perder la confianza de los trabajadores de nuestros sindicatos. O quedaremos pintados”, por lo que toda acción de protesta que organicen debe culminar en una convocatoria exitosa. Todo coronado con la confesión de que “estamos solos, sin conducción política”. ¿Tal vez un inicio de reconocimiento que la distancia entre el peronismo y los trabajadores es cada vez mayor? o que ¿llegó el tiempo de moverse con independencia política?
Es claro que bajo el gobierno Milei no hay espacio para un Estado que busque arbitrar las relaciones capital/trabajo. Por el contrario el gobierno busca cambiar esas relaciones en un sentido histórico. Así, la CGT, más allá de sus diferencias internas, no tiene otra posibilidad que confrontar.
El conflicto escala por su propia dinámica, más allá de la tradicional voluntad negociadora de las direcciones de nuestro sindicalismo.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).