En la última semana, Miguel Fernández; y Carlos y Gonzalo Heflin resultaron muertos mientras realizaban sus tareas laborales, en la zona de Vaca Muerta (Neuquén), y en un supermercado de la cadena Carrefour en Boulogne (Buenos Aires) respectivamente. Los “accidentes” se produjeron entre el sábado 5 y el martes 8 de octubre y tienen, como causas en común, las deficientes condiciones de seguridad en que los trabajadores realizaban sus tareas. En su último anuario, la organización Basta de Asesinatos Laborales registró 492 trabajadores y trabajadoras murieron como consecuencia de las malas condiciones de trabajo para el período 2021 – 2022.
Por Julia Soul para ANRed.
Los “accidentes” laborales
El sábado 5 de octubre, tres integrantes de la familia Heflin, Carlos, Gonzalo y Braian, se encontraban realizando tareas de mantenimiento en el supermercado de la cadena francesa Carrefour de Boulogne. Se trataba de un trabajo encarado por el grupo familiar, que había sido contratada de manera precaria por la firma. Esto significa que se encontraban realizando sus tareas sin procedimientos, protocolos o elementos de protección adecuados para el tipo de tareas que tenían que realizar. Distintas fuentes indican que se encontraban pintando un tanque y que la emanación de gases – contra la cual no tenían protección – los intoxicó. Mientras Braian pudo sobrevivir, y se encuentra en estado de shock; Carlos y Gonzalo fallecieron en el lugar. Lo que pone en evidencia el encadenamiento de irregularidades que genera la precariedad, es que ningún encargado, gerente o trabajador de la empresa que los había contratado se percató de la situación.
Mientras tanto, sus familiares iniciaban una penosa travesía por comisarías que no querían tomar la denuncia (aduciendo formalidades de jurisdicción) y encarar la búsqueda. No fue hasta dos días más tarde que lograron encontrar los cuerpos de Carlos y Gonzalo en el tanque. Otra de las consecuencias de esta precariedad, es que nadie se hace responsable de la atención que Braian necesita para recuperarse.
Miguel Fernandez, un operario de 40 años, trabajaba para la empresa Nabors, que opera en la coordinación de las tareas de perforación en la zona de Vaca Muerta. El último martes, el desprendimiento de una eslinga durante un proceso de entubación, soltó tubos que alcanzaron a Miguel y le provocaron múltiples fracturas que derivaron en su muerte. El sindicato que organiza a los trabajadores del yacimiento (Sindicato de Petroleros y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa) decretó un paro total de actividades bajo el lema “Basta de muertes en el petróleo”. Marcelo Rucci, el secretario general del sindicato, mencionó a un medio local que la comisión de seguridad e higiene de la organización habría realizado advertencias por desperfectos en los equipos operando en esa zona, y que no sabía si la empresa “había hecho algo” respecto de esos problemas. Se trata del cuarto asesinato laboral en lo que va del año en el yacimiento y, según fuentes locales, la cantidad de muertes laborales en el yacimiento se está incrementando desde el año pasado, al compás del incremento febril de los ritmos de producción.
Los asesinatos laborales como fenómeno nacional y global
Los casos de Miguel, Carlos y Gonzalo son casos de muertes que podrían haber sido evitadas si las empresas establecieran condiciones de trabajo seguras. Lejos de ser excepcional, se trata de un fenómeno que viene en aumento a nivel mundial, a pesar de su invisibilización. El impulso a “bajar costos” por parte de las empresas, impacta en el deterioro de las condiciones de trabajo y profundiza la precariedad. Así, las estadísticas oficiales no registrarán las muertes de Carlos y Gonzalo como muertes vinculadas con el trabajo, puesto que las estadísticas oficiales que publica la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) sólo registran las muertes de empleados registrados inscriptos en el sistema de riesgos del trabajo – es decir, sólo de la mitad de la fuerza de trabajo.
La organización Basta de Asesinatos Laborales publica un informe anual que incluye el relevamiento y registro del total de muertes relacionadas con el trabajo. En su última edición, el anuario reportó un total de 492 asesinatos laborales – contra 328 registrados por la SRT. Casi el 70% de los asesinatos laborales se concentran en los rubros de servicios de transporte y mantenimiento – sector caracterizado por la incidencia del cuentapropismo y la informalidad – construcción, agricultura y ganadería y, en cuarto lugar, industria manufacturera. Entretanto, los reportes de la OIT – que pueden contener el mismo sesgo que las estadísticas oficiales del país – consignan que unas 330.000 personas mueren en sus trabajos, en una cifra que se viene incrementando desde 2015. Los sectores que concentran la mayor cantidad de muertes son agricultura, construcción, pesca e industria manufacturera.