Todos los informes sobre la situación contemporánea del capitalismo son de crisis, expresada en la ralentización del crecimiento económico, con amenazas de recesión productiva. Es lo que surge de los informes del FMI, del Banco Mundial o de cualquier organismo internacional, la UNCTAD o la OMC, incluso de consultoras privadas. Es más, la ralentización no es mayor por el crecimiento que presentan China y la India, territorio que en conjunto alberga al tercio de la población mundial. El crecimiento de China y de India es también menor a los ritmos que presentaban antes de la crisis capitalista del 2007/09, pero mantienen un índice superior al promedio de la economía capitalista mundial. El mercado mundial se amplió con la expansión económica de estos países y otros llamados “emergentes”, sosteniendo la ilusión de una superación o postergación de una crisis recesiva en el capitalismo desarrollado.
En la base del problema están los límites de las propuestas de liberalización sustentadas a la salida de la crisis de rentabilidad de los 60/70. Por ello, la ofensiva liberalizadora de los 80/90, y más aún con la crisis del 2007/09 reabrió un debate y acciones de un reordenamiento de las relaciones económicos sociales en el ámbito mundial. En primer lugar, se discute la relación entre el capital y el trabajo y si en la ofensiva capitalista a la salida de la crisis de rentabilidad de los 60/70 del siglo pasado el capital instaló como proyecto esencial la eliminación de las conquistas obreras, sindicales de una lucha de más de un siglo del movimiento obrero, con secuelas de baja de ingresos salariales, flexibilización y precarización laboral y salarial, ahora se potencia el objetivo por subordinar a trabajadores y trabajadores en todo el planeta. Todo en aras de restablecer tasas de ganancias y en lo posible relanzar el proceso global de explotación. También se trata de modificar la función del Estado, por eso las reaccionarias reformas estatales que recorren el sistema mundial, con privatizaciones y desregulaciones, en contra de los derechos sociales conquistados en la lucha para colocar al Estado capitalista al servicio de la recomposición de la acumulación de ganancias.
Las relaciones internacionales son parte de esos cambios y se manifiestan en la novedad que supone el papel de la acumulación productiva en China y otros países que disputan la organización de la producción mundial y las respuestas agresivas de sanciones unilaterales de EEUU y sus aliados globales, especialmente Europa. Lo que hay es una crisis del orden mundial emergente a la salida de la segunda guerra mundial. Ha mostrado sus límites el orden de 1945 y el conjunto de sus instituciones, sea la ONU, el FMI y los organismos internacionales, como la hegemonía del dólar y EEUU, sostenida por el peso de extensión militar con bases en gran parte del territorio mundial.
Por eso, lo novedoso es la reorganización de un sistema mundial que, por cuatro décadas, entre 1980 y 2020, funcionó en perspectiva de mundialización, bajo el estímulo a cadenas mundiales de valor dirigidas por el capital transnacional. y que ahora se reorganiza en sistemas de producción y circulación regionales, con pretensión de sustentarse en nuevas articulaciones globales, las que siguen limitadas por las restricciones que impone la hegemonía capitalista. La crítica al capitalismo contemporáneo exige estudiar con precisión estas tendencias y describir las perspectivas de orientaciones a contramano de la lógica mercantil monetaria del capitalismo en el siglo XXI.
Una deriva de la nueva situación del capitalismo en el mundo deviene del momento político de emergencia y visibilidad de la ultraderecha en la disputa de la gestión del orden capitalista. Es lo que ocurre con el papel de Trump desde 2016, la orientación inglesa por el Brexit, la presencia de los Bolsonaro, las Meloni o los Milei. La emergencia de la ultraderecha expresa la desesperación del poder global ante la crisis, tal como hace un siglo se manifestó con la emergencia del fascismo. Hoy adquiere formatos en desarrollo, cuyas consecuencias aún resta considerar, pero asociadas a un clima de guerra y militarización, como acontece en Europa o en el genocidio de Israel sobre Gaza o la invasión al Líbano y el involucramiento creciente de potencias nucleares en conflictos con resultados imprevisible.
La crisis capitalista está en la base de los problemas de nuestro tiempo. ¿Cómo se supera la crisis? Depende de las iniciativas en juego. Por un lado, está la ultraderecha y en contraposición proyectos políticos que insisten en que el capitalismo es reformable desde su interior. Por otro lado, quizá tenga razón Milei cuando denuncia que el problema es entre el capitalismo y el socialismo, lo que promueve una recreación de la estrategia socialista en momentos de descrédito de la propuesta, derivado de la caída de la URSS y el este de Europa. En definitiva, la creación de una sociedad no sustentada en la explotación o el saqueo de los bienes comunes sigue siendo una asignatura pendiente de la humanidad. Se trata de un debate político cultural que deambula en las discusiones de variados ámbitos del movimiento popular y que convoca a discutir en torno a las alternativas al orden capitalista en crisis.
Buenos Aires, 4 de octubre de 2024