El público ávido de morbo enciende la televisión para sintonizar el noticiero que transmite diariamente una película de terror transmitida en directo desde Gaza: entre los hierros retorcidos y cascotes de piedra yacen los cuerpos descuartizados de familias enteras principalmente población civil donde sobresalen madres, niños bebés o ancianos. Ya han pasado casi siete meses desde que se iniciara la invasión de Gaza y sigue el conteo diario de muertos y heridos sin que nos conmueva en lo más mínimo. Desde luego que se ha banalizado el horror y las matanzas. Lo más increíble del caso es que el 91% de la población israelí aprueba este sanguinario método de exterminio. Aunque el 41% no está de acuerdo pues creen que deberían ser más drásticos. Después de los ataques de Hamas del 7 de octubre Israel tiene todo el derecho a defenderse.
La táctica aplicada por el ejército israelí para derrotar a Hamas es la de la tierra quemada. Empezando por el desplazamiento forzado de más de un millón y medio de gazatíes hacia el área de Rafah. Este es el nuevo “gueto humanitario” donde aparentemente pueden protegerse de los bombardeos y balaceras a sangre fría.
En el mes de octubre del 2023 unos 18.500 gazatíes tenían permiso de trabajo en Israel donde los salarios eran diez veces superiores -aunque también los explotaban. Hay que tener en cuenta que la moneda de curso legal en Gaza es el shekel israelí. Los datos de desempleo son calamitosos pues se elevan al 80% (los activos trabajan con la ONU o las ONGs) Todos sus antecedentes judiciales habían sido cuidadosamente examinados antes de que se les expidiera el permiso de trabajo al otro lado del muro. Pero a partir del 7 de octubre ya no habrán más trabajadores palestinos en Israel según la resolución expedida por el gobierno de Netanyahu. Por eso de inmediato fueron detenidos miles de obreros y trabajadores dedicados a la construcción y la agricultura. La mayoría denunciaron haber sido encerrados en jaulas de pollos donde sufrieron descargas eléctricas y golpes con barras de hierro. Maltratos y vejaciones cometidos por parte de los soldados de la FDI que los acusaban de ser cómplices de Hamas. Otros huyeron a Cisjordania ocupada donde al menos 4.000 fueron detenidos por la Yasam y confinados en las bases militares de Ofer y Sde Teyman para interrogatorio antiterrorista antes de devolverlos a Gaza. A lo que hay que añadir cientos de empleados de la UNRWA torturados por sus supuestos vínculos con la operación “Diluvio de Al Aqsa”.
Este es un ramadán de infinita tristeza pues es imposible que haya fiesta y alegría cuando al pueblo palestino lo están enterrando vivo. Y sin olvidar la violenta represión desatada por los ocupantes sionistas en la explanada de las mezquitas en Al Quds-Jerusalén, uno de los lugares más sagrados del Islam.
Con el misbah en la mano los fieles se dedican a recitar en voz alta los versículos del Corán a ver si Allah los escucha y envía a su ejército celestial a defender el de Gaza: ¿quizás con esas súplicas se produzca un hecho sobrenatural capaz de derrotar al monstruo sionista? ¿Tal vez esas plegarias por obra y gracia de Allah se conviertan en obuses y misiles? Pero también los militares judíos rezan en las sinagogas y leen la Tora o el Talmud y le ruegan a Adonai para que sus cañonazos den en el blanco y aniquilen a los “terroristas” que ponen en peligro la paz y seguridad de Israel. Están ansiosos de saciar su sed de venganza y nada ni nadie podrá detenerlos. Este duelo también se libra en el campo de batalla teológico donde se impone ese dogma mesiánico de que Israel es el pueblo elegido por Dios y por ende el único propietario de la “tierra prometida”.
Desde hace décadas la franja de Gaza sobrevive gracias a la ayuda humanitaria proporcionada por la ONU, sus agencias de cooperación, la Media Luna Roja, las ONGs, la UE, la USAID o las donaciones de los organismos de beneficencia islámica (especialmente de los países del Golfo Pérsico y Árabia Saudita) Si antes del 7 de octubre más de la mitad de los pobladores de la franja de Gaza vivía por debajo del umbral de la pobreza, hoy sobrepasa ya el 80 %. Lo cierto es que la ruina socioeconómica y la tragedia del pueblo palestino se ha trasformado en uno de los negocio más lucrativos que mueve miles de millones de dólares. Porque se explota el dolor y la tragedia de unos seres humanos condenados al asistencialismo, a ser pordioseros a perpetuidad, o sea, a estirar la mano a ver si por caridad les caen algunas moneditas. Resignación, pues esa es la única posibilidad de garantizar su supervivencia.
La tragedia de la Nakba del año 1948 se vuelve a repetir en el 2023 y 2024 porque en esta criminal operación “Espadas de Hierro” más de un millón y medio de habitantes de Gaza que han sido desplazados a la fuerza. En todo caso en un intento por resarcirlos los países occidentales prometen invertir miles de millones de dólares para afrontar el proceso de reconstrucción; un proceso que se prevé muy costoso y que se alargará por décadas.
Así que nadie quiere quedarse allí languideciendo en esos campos yermos hacinados en jaimas a la espera que les caiga el mana del cielo de la ayuda humanitaria. Y cuando el hambre y la sed aprietan comienzan las peleas pues escasean los alimentos básicos para atender las necesidades vitales; principalmente de bebés, niños, mujeres embarazadas, enfermos, heridos, desnutridos o moribundos. Una situación límite y extremadamente humillante que muchas veces pasa desapercibida. Y lo más desgarrador es ver como familias enteras levantan los brazos al cielo implorando justicia, ¿cómo soportar tamaña ignominia? ¿Alguien escucha sus quejas y reclamos? Ante tantas tribulaciones y desafíos hay una poderosa herramienta que es la Dua o la misericordiosa ayuda de Allah.
Pero no hay ninguna respuesta, solo palabras de compasión, discursos estériles de las grandes potencias mundiales que tras largas discusiones en las Naciones Unidas no se ponen de acuerdo para exigir el fin de la ofensiva o al menos un cese al fuego humanitario. Y por eso hay que comprender que quieran escapar de ese camposanto que despide un insoportable olor a muerte. Porque en Gaza ya no hay ninguna esperanza de futuro ni a corto ni a largo plazo, y solo los combatientes suicidas son capaces de resistir hasta las últimas consecuencias el sacrificio supremo en defensa de su patria.
El panorama es dantesco: los hospitales bombardeados, las escuelas destruidas, las universidades y mezquitas demolidas, las ciudades y pueblos arrasados y encima carecen sin luz ni agua o gas ya que y todos los servicios básicos fueron cortados por Israel como castigo colectivo. Entre los escombros la IDF ha sembrado minas y explosivos trampa para que ningún “goyim” (gentiles palestinos nacidos para servir a los judíos) regrese a sus hogares. El escenario es de unas dimensiones tan catastróficas que parece más bien que hubiera estallado una bomba atómica. A Gaza la han devuelto a la edad de piedra. ¿Podrá renacer de sus cenizas? Y es así que no nos debe extrañar el que Egipto haya reforzado su barrera fronteriza en prevención de que los refugiados gazatíes en Rafah empujados por una posible ofensiva sionista provoquen una avalancha e invadan el desierto del Sinaí.
No queda otra salida que abandonar Gaza para pedir asilo humanitario en Europa, EE.UU, Canadá, Australia o los países Árabes. Así que quien pueda pagar la suma de 11. 000 dólares tiene la posibilidad de obtener un salvoconducto de salida hacia Egipto. Esa es la alternativa que han elegido aquellas familias adineradas para escapar de ese “maldito gueto”.
Por lo pronto unos 7.000 palestinos que contaban con doble nacionalidad de diversos países ya han sido evacuados a Egipto que les concede un plazo de 72 horas para abandonar el país.
Se sienten abatidos pues sus hermanos de sangre jamás vendrán a rescatarlos. Ningún país musulmán hoy es capaz de proclamar la yihad y enviar tropas a Gaza para enfrentar a la poderosa maquinaria de guerra sionista. Algo que si sucedió en la guerra Árabe-Israelí de 1948. EE.UU y Europa controlan el tablero geopolítico de Oriente Medio y no van a permitir que se ataque directamente a Israel. Tanto Egipto como Jordania firmaron la paz y tienen las manos atadas. Por eso saben que no basta con las amenazas de Irán, las acciones bélicas de Hezbollah o los Hutíes en el Yemen. Y eso significa básicamente que no les queda más remedio que ofrendar sus vidas por la causa Palestina.
Los países árabes se limitan a enviar dinero y ayuda humanitaria para lavar sus conciencias. Porque los muy hipócritas están más interesados en establecer relaciones diplomáticas y comerciales con Israel tal y como lo demuestra los “Acuerdos de Abraham” mediados por el gobierno de Donald Trump y que ya firmaron en Washington los Emiratos Árabes, Baréin, Sudán y Marruecos. Un pacto que pretende conseguir la paz pero sin incluir a uno de los sujetos directamente implicados en el conflicto: Palestina. Este es en realidad el origen de la operación “Diluvio de Al-Aqsa”.