Entre fines de abril y comienzos de mayo tuvieron lugar en Ginebra, Suiza, las reuniones de dos convenios internaciones, el de Estocolmo y el de Róterdam, ambos relacionados con el uso de productos contaminantes o peligrosos. En ambas citas, Uruguay hizo un triste papel.

Uruguay
Ceder y seguir cediendo
A la salud de la patria sojera
Daniel Gatti
03.06.2025
El convenio de Estocolmo apunta a salvaguardar la salud humana y el medio ambiente de los efectos de los llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP), mientras el de Róterdam fija procedimientos para la importación de sustancias químicas que podrían ser nocivas para las personas y el entorno.
Como es habitual, Uruguay envió una representación oficial a las dos reuniones, que tienen lugar cada dos años.
Según dijo a La Rel María Isabel Cárcamo, coordinadora local de la Red de Acción en Plaguicidas de América Latina (RAP-AL), que estuvo presente en Suiza, en la reunión del convenio de Róterdam Uruguay se opuso a la inclusión del probadamente peligroso herbicida Paraquat en un anexo del convenio (el artículo III) que abarca a productos prohibidos en alguno de los países adherentes.
La inclusión de un producto en ese anexo III no supone su prohibición obligatoria. Cada país –importador o exportador– “es libre de decidir si lo prohíbe o no en su territorio”, señaló Cárcamo, pero sí debe atenerse a un procedimiento de Consentimiento Fundamentado Previo.
Popular y nocivo
Comercializado desde fines de los años 1950, el paraquat es uno de los herbicidas más “populares”, por su bajo costo y su gran eficacia contra las malezas resistentes a otros agrotóxicos, como el Roundup, cuyo principio activo es el glifosato.
Pero es también considerado, al igual que el Roundup, altamente nocivo.
Su ingesta puede causar la muerte en pocos minutos (los casos de suicidio con este herbicida son numerosísimos en todo el mundo) y se lo vincula a enfermedades pulmonares, Párkinson, leucemia en niños y linfomas.
Los trabajadores agrícolas que lo emplean están obviamente entre sus víctimas más habituales.
Tan tóxico es que 72 países ya han decidido prohibir su uso, incluidos algunos de los que lo producen y comercializan, como China, Suiza y Reino Unido.
No se lo puede vender y menos aún emplear, tampoco, en ninguno de los 27 miembros de la Unión Europea. Y en América Latina en Brasil, Chile, Perú, Costa Rica.
Doble paquete
Pero hay otros países que se consideran a salvo de esos riesgos. O que tal vez están tan inmersos en determinado modelo de producción que no imaginan siquiera la posibilidad de dejar de recurrir a productos que reconocen como problemáticos pero que forman parte indisoluble del paquete – tecnológico y mental– que les han vendido.
Los Ministerios de agricultura y afines de esos países son por lo general reductos particularmente duros de defensa de ese modelo.
En Ginebra Uruguay habló, por primera vez en este tipo de reuniones, por la boca del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.
Según Cárcamo, esa “fue una de las novedades” de estas citas ginebrinas en lo concerniente al pequeño país sudamericano, que por lo general hablaba a través del Ministerio de Salud Pública o del de Medio Ambiente. O se callaba.
La otra novedad consistió en que, al defender el uso del paraquat en los cultivos de soja y decir que ese herbicida “es una herramienta clave para combatir a la maleza resistente” a otros agrotóxicos, Uruguay estaba reconociendo que en sus campos se recurre habitualmente a ese producto tan controvertido. Hasta ahora no lo había hecho.
Dijo más el representante uruguayo. Por ejemplo, que “no existen alternativas al paraquat”.
“Sí hay alternativas”, objetó Cárcamo, pero requieren pasar de un modelo agrícola altamente dependiente del empleo de agrotóxicos a otro más respetuoso de la salud humana y del medio ambiente, algo que para el representante del gobierno progresista del país rioplatense no está en la agenda.
No tuvo mejor papel Uruguay en la reunión del Convenio de Estocolmo, donde tras largas horas de negociaciones se decidió dar ingreso a la lista de COP destinados a ser eliminados a tres sustancias, entre ellas el insecticida clorpirifós, cuyos efectos adversos sobre la salud humana y animal y sobre el ambiente ya han sido vastamente probados.
Uruguay pidió, sin embargo, una exención para poder emplearlo en el tratamiento de determinadas plagas en los cultivos de maíz transgénico, que son casi todos los de ese cereal, y sorgo.
Hermanados
A decir verdad, Uruguay no estuvo solo ni mucho menos en sus posturas en las reuniones ginebrinas.
En su oposición a la incorporación del paraquat al artículo III del Convenio de Róterdam lo secundaron, entre otros, Argentina y Paraguay, dos países con gobiernos ultraliberales pero unidos al progresista uruguayo en la gran patria sojera sudamericana, que, en definitiva, a todos los hermana.
fuente: https://www.rel-uita.org/uruguay/a-la-salud-de-la-patria-sojera/
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