¿Cómo la colonialidad nos arrastra hacia la paradoja señorial?
Sobre el peligroso posible retorno del neoliberalismo
Por Nelson Gutiérrez Rueda
Introducción
Muchos y diferentes sujetos pueden cambiar en los procesos revolucionarios y pasar de héroes a villanos en pocos años, pero en realidad lo que no cambia y no se transforma es su modo de pensar, una forma de pensar que transversaliza varios años atrás a la paradoja señorial, no se trata de una idea, tampoco un conjunto de ideas, tampoco se trata de ideas frente a prácticas, sino de un modo o forma de pensamiento que se corresponde con una especie de estructura que ha colonizado la realidad, expresado hoy en día en el gran metadiscurso del neoliberalismo que tiende a ser encubierto con tecnicismos y que recurre siempre al escepticismo académico enfocado a ocultar el sentido de la realidad (sentido de la transformación) a negarla en base a invalidar estratégicamente a los sujetos que portan tal sentido, hoy en día a los pueblos indígenas.
Ahora bien, la paradoja señorial está identificada con la inevitable vuelta de las clases elitistas al poder, y junto a la colonialidad mantienen la misma declaración de naturaleza humana: la creencia de una superioridad racial como principio y finalidad que se esconde debajo de imposturas. El análisis de estos tópicos que son hoy más perentorios en nuestro contexto latinoamericano, se los debe abordar desde un grado de responsabilidad con el presente y como advertencia mutatis mutandis para que las generaciones de jóvenes que ahora deban hacerse cargo de las nuevas coyunturas políticas, mantengan una reflexión alerta, para poder comprender cómo están ocurriendo los procesos políticos y sociales en el continente.
Fue Zavaleta Mercado quien planteó este problema, que de alguna forma nos toca reactualizar, tomando en cuenta la contribución de Aníbal Quijano y de Juan José Bautista entre otros pensadores y gente preocupada por los procesos revolucionarios en el continente. La inevitable paradoja lleva por principal problema la “vuelta de lo señorial” que caracteriza una inevitable lección histórica que suele pasarse por alto, pero sobre todo no se toma en cuenta a quienes la protagonizan y qué tipo de constantes en el tiempo siguen siendo vigentes. Zavaleta Mercado falleció en 1984, no vio la entronización del Decreto Supremo N° 21060, tampoco lo que ocurrió desde el año 2006, pero es seguro que de estar vivo hubiera ayudado a identificar a estos sujetos que se disfrazan de pueblo, es decir quienes siendo neoliberales en su esencia juegan y se mofan de “hacerse jaraquiri a sí mismos” con cargos directivos o de máximas autoridades, instalados en ministerios, viceministerios, alcaldías, gobernaciones, comités cívicos entre otros espacios donde detentan el poder o siendo los “vecorreydile” de siempre y los clásicos pongos que fueron proliferando en la administración pública a costa de mantener al pueblo desinformado y acotar o demostrar poder en marchas, conflictos y parecidos. Todo tipo de antiguas actitudes (coloniales) reactualizadas bajo el contexto presente. En ese sentido, se intenta reflexionar acerca de cómo los fantasmas del pasado colonial usando a los taparacus de turno avizoran desgracias a la vida de las personas del presente y cómo en realidad, estamos en medio de una constante reproducción de lo mismo, pero en diferentes circunstancias que no cambian en el fondo, sino quizá sólo en un grado mínimo pero potenciable, mientras crecen y proliferan los demagogos, y develarlos es una tarea necesaria y urgente para cualquier proyecto intelectual que intente coherencia en su pensamiento.
Colonialidad
Los rasgos de “colonialidad” al que se hará alusión están en correspondencia del problema planteado por Quijano en la “Colonialidad del poder: Eurocentrismo y América Latina”, es sobre todo la exposición clara y concisa que hace este autor (Quijano, 2000)[1] que permite entender la vinculación histórica entre el proceso colonial y el poder, que en última instancia es sustentado por una visión racializada de la realidad que se reproduce en la modernidad, que en términos mundiales además, es parte del eurocentrismo con el que se construyeron las ciencias sociales o de la naturaleza.
Esta vinculación de los problemas coloniales con los problemas propios del poder, no siempre son bienvenidos en los contextos nacionales, y en los procesos políticos se ha tendido, en ocasiones, a soslayar el problema de la “descolonización”, y enfocarse en otros temas como los culturales, aunque esta actitud sea un rasgo claro de las propuestas neoliberales sobre la política, es decir tender a folkclorizar todo cuanto se puede para así convertir hasta las cosmovisiones de los pueblos, en mercancía vendible y ofertable para el consumo local y extranjero, se ha seguido de muchas formas desarrollando en los países latinoamericanos. Pero la situación es mucho peor, dado que los procesos políticos, tienden a reconfigurarse y de alguna forma volver por el camino del neoliberalismo, gracias a las acciones de dos tipos de sujetos: por un lado quienes piensan y creen fervientemente en que “There is no alternative” “no hay otra alternativa” y que pueden contribuir al discurso del cambio, pero solo lo hacen con fines utilitarios y demagógicos en realidad; por otro lado están quienes, aunque no crean en el neoliberalismo y defienden en el fondo la necesidad del cambio o la transformación, aun así se suman a los primeros, se subordinan al neoliberalismo, este segundo tipo de sujeto suele también estar representado por el clásico tecnócrata, que en realidad es demasiado ingenuo o demasiado perverso, que puede defender tanto a “Napoleón, Hitler o Gandhi siempre y cuando cumplan con las normativas y paguen su salario”, así mismo los oportunistas pueden ser parte de este segundo grupo, el hecho es que su subordinación está ligado a la reproducción de su interés individual, que les genera algunos problemas psicosociales que intentan siempre ocultar y controlar, y por ello también hasta pueden aparecer como fervientes seguidores de los procesos de transformación.
El problema aparece con el primer grupo, porque estos sujetos (que siempre han creído en la promesa del mercado total, en Friedman y que hoy buscan y compran todo cuanto pueden de información y bibliografía de von Hayek o von Misses) quieren promover o replantear el neoliberalismo a nombre de: Vivir Bien/Buen Vivir, Descolonización o Estado Plurinacional. En muchos casos son producto de algunas lecturas y modas posmodernas, cuestión que se deberá debatir a mayor profundidad posteriormente. En todo caso, es que este primer grupo opera con mucho conocimiento, establece redes de poder, coloca premeditadamente a sus mismos promotores en diferentes puestos en los gobiernos. En todo caso, si se revisa la historia del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en Bolivia, así como Zavaleta siempre tenía presente, lo que ha ocurrido en la década los años 60’s y posteriormente, ha sido toda una formación social predispuesta a mantener estructuras coloniales de poder, totalmente verticalistas, elitista y racistas, en cuyas perspectivas la discriminación ocurre como parte de una estrategia laboral o educativa, y fueron este tipo de sujetos los precursores inmediatos de la entronización del decreto N° 21060 con la que se termina de establecer las recetas neoliberales en Bolivia, pero que para el caso, fue solamente la reactualización de las lógicas coloniales en base, sobre todo, al crecimiento del mercado capitalista.
Se encuentra de igual modo que los sujetos del primer grupo, en la década de los años 90’s, establecieron una serie de criterios que calaron fuertemente en toda una generación, especialmente si se revisa la generación de académicos formados en los formatos neoliberales, que hoy incluso aprovechan sus puestos de poder para defenestrar a la izquierda clásica, aunque al mismo tiempo usan los términos (por ejemplo marxistas) que normalmente son parte de una propuesta que tampoco fue actualizada, pero que tenía claro que del neoliberalismo y de la expansión del mercado total, nada bueno resultaría. En muchos casos este tipo de sujetos del primer grupo, provienen justamente de estratos pobres y guardan un resentimiento radical contra ellos mismos, no pudiendo reconocerse en el proceso de cambio, no aceptando su papel en los cambios políticos y vendiéndose a la red que detenta el poder, disfrutando de algunos de los placeres que provienen de la traición, la mentira o el robo.
Entre esta clase de intelectuales, se encuentran también quienes a título de academia solamente pretenden contrastar la realidad con los principios neoliberales y no les importa la verdad de las cosas o el sentido de sus objetos de estudio. Se encuentran en diferentes espacios públicos, tanto a nivel central, gobernaciones, alcaldías o reducidos en pequeños grupos en las universidades sobre todo privadas. Un ejemplo al respecto es si se revisa las perspectivas con las que se pretende abordar el problema de las “clases sociales” en Bolivia, normalmente se usa una perspectiva ampliamente aceptada en la sociología local, con la que se tiende investigar la denominada “movilidad social”, categoría que esconde los problemas raciales, así mismo este tipo de intelectuales neoliberales no declarados, entienden tal cual en el tiempo colonial, que toda sociedad es verticalista en su esencia, (es posible que las ideas de los liberales del siglo XVIII aparecerían ante ellos como teoría crítica, en todo caso no aceptan la idea de “igualdad”).
En este escenario, reproducido y controlado por los neoliberales del primer grupo, el problema indígena es relegado a un problema de “las masas, las clases bajas o el pueblo” en base a los mismos prejuicios coloniales, entre los que incluso, formaba parte el asumir como incapaces a los pueblos indígenas, pues de ellos hasta el día de hoy reproducen –estos neoliberales– la peor versión, si se habla por ejemplo de los sabios, amawtas o equivalentes en pueblos de tierras bajas o de la Amazonía, no se les considera a la par de los intelectuales modernos o de los saltimbanquis posmodernos, sino que se los denigra colocándolos en el conjunto de timadores, embaucadores, vividores y mentirosos. En gran medida en el tiempo republicano no fue las ideas liberales las que pudieron cobijarse en la clase política boliviana, sino la reactualización del racismo y la denigración del pueblo, la denigración de las masas, de los obreros, de los pequeños comerciantes, en fin de todos quienes son catalogados con “ingresos bajos”.
Paradoja señorial
Esta idea es de las más complejas para poder describir la realidad política de un país sumido en la colonialidad del poder, pero es bastante precisa si se sabe vincular con los procesos políticos y especialmente como parte de un pensamiento alerta y crítico, cuya tarea es evidenciar y visibilizar este tipo de problemas. Zavaleta Mercado trató este término en “Lo nacional-popular en Bolivia[2]” que trata sobre sujetos que al intentar realizar un cambio a favor de los estratos dominados del país terminan reforzando “lo señorial”, ahora bien esto último (lo señorial) hace referencia a la nobleza, pero no en un sentido positivo, sino en el sentido histórico que connota más bien una denuncia, lo señorial como aquella actitud “de dominación, de superioridad y de grandeza” ante un grupo subordinado. Desde este punto de vista, podría entenderse a las élites políticas de los años 70’s y 80’s como el bloque de “los señoriales” que detentaban, no títulos nobiliarios, sino que se fundamentan en su procedencia y especialmente en su supuesta raza. La diferencia con el día de hoy es que no lo expresan abiertamente, sino que han consolidado pequeños grupos semi-clandestinos, a los que a partir del año 2006 invitaron a algunos escogidos dirigentes y líderes indígenas o a sus familiares y allegados. Los gobernantes de allí en adelante, tienden siempre a ser rodeados por el bloque de los señoriales, los que adoptaron para sí al neoliberalismo, porque el programa intelectual y político era muy coincidente y en definitiva les da sentido a sus acciones, a lo que son en realidad, pues les otorga la opción de profundizar la colonialidad del poder y reconstruir lo señorial, utopía que guardan como tesoro y que solo muestran a sus más allegados. Por ello fue tan complicado el proceso de reversión de las políticas neoliberales, lo fue también la guerra del agua en el año 2000 en la ciudad de Cochabamba y la guerra del gas en el año 2003 en la ciudad de El Alto.
Los sujetos del primer grupo, es decir aquellos que en realidad creen en el programa intelectual y político del neoliberalismo, usan cuanto pueden para revertir el proceso de cambio, la transformación política de un país como Bolivia. Y la paradoja consiste es que estos sujetos son los mismos que al inicio del siglo XXI, promovían la revolución, se les escuchaba predicar contra el neoliberalismo y tenían releído algunos textos de Marx o de los marxistas latinoamericanos. Una lectura atenta de sus escritos o de sus acciones durante más de 15 años en el gobierno central o en las diferentes gobernaciones, alcaldías y demás, hará notar fácilmente que siempre bloquearon la posibilidad de una profundización del proceso de cambio, que todo cuanto hicieron estaba direccionado a que no pueda si quiera concebirse “otro mundo posible” que no sea el mismo mercado-mundo neoliberal al cual se adscriben sin ningún tipo de reflexión. Pueden aportar a cualquier discurso, sobre todo cuando son apoyados por los sujetos del segundo grupo, y son en gran medida responsables (directos e indirectos) de los fracasos políticos, de los crímenes contra el pueblo, como lo ocurrido en Senkata o Sacaba en el año 2019, mientras desde sus propiedades recientemente adquiridas (sobre todo en la exclusiva zona sur de la ciudad de La Paz), miraban en sus televisores de plasma la masacre al pueblo que defendía el proceso de cambio, mientras –estos neoliberales– se reunían a intercambiar información y de alguna forma chismear sobre lo mal que le está hiendo a los políticos, a los cuales, supuestamente asesoraron y apoyaron por más de una década. Es también verídico de un sociólogo que ocupando varios cargos directivos en el gobierno, una vez ocurrido el golpe de Estado de 2019, compuso y produjo temas musicales dedicados a hacer mofa de la salida de “los indios del gobierno”, y de este tipo proliferan hoy en día muchos en espacios gubernamentales, lastimosamente no son pasivos espectadores, sino que conforman grupos y redes de poder, apuntan a espacios de decisión y siempre buscan contactos para poder influir en los gobernantes. Es necesario pensar en estos sujetos concretos y la demagogia que llevan dentro, para poder entender esto de la “paradoja señorial”. No olvidarse de la lección histórica, que de hecho ha ocurrido en diferentes contextos, que en el momento mismo de que se cree que se tiene ganado un proceso de transformación, puede perdérselo y todo volcarse con consecuencias desastrosas.
Política y neoliberalismo
El neoliberalismo es un programa intelectual y político, ha consolidado a lo largo y ancho del mundo una academia, intelectuales, políticos, comerciantes, empresarios, deportistas, artistas, subculturas, ciudades, sociedades, estados, individuos. No es solamente un problema ideológico, aunque el neoliberalismo se presenta de modo muy ideológico, usa a los “repetidores” de ideas simples, para poder reproducirse y expandirse. Hay variadas teorías que refuerzan las lecturas, de que todo puede leerse en términos de mercado, las relaciones humanas pueden, en su conjunto, ser descritas como estructuras del capitalismo, cada persona puede poseer algún tipo de capital, y en esa perspectiva han confluido la derecha y gran parte de la izquierda. Ante estos hechos que están ocurriendo, curiosamente, ante el curso de la historia de los pueblos, es decir al tiempo que varios países en Latinoamérica pretenden salir del neoliberalismo, y se plantean la necesidad de correspondencia entre su pensamiento y su forma de ser, entre sus culturas y la forma estatal, quieren declararse como Estados Plurinacionales, pretenden profundizar el Vivir Bien, Buen Vivir o Vivir Sabroso, es en este mismo tiempo que de modo, quizá inadvertido, el neoliberalismo utiliza a sus más atractivos argumentos, la inevitable e imponente sociedad vertical, que en correspondencia de la colonialidad, pretende hacer creer a todo el mundo, de que es parte de la naturaleza humana, mientras los neoliberales en el poder, juegan como carta debajo de la mesa, sus segundas intenciones, hacer de los postulados políticos transformadores: Vivir Bien, Estado Plurinacional o Descolonización, versiones acordes al mercado neoliberal y cerrar las opciones a los pueblos indígenas, cerrar sus centros de estudio, desconocer a sus sabios, sus saberes, sus horizontes de vida, en fin apartarlos, dividirlos y hasta enfrentarlos.
Al cabo de casi veinte años de las masacres en la ciudad de El Alto, desde donde escribo, se puede apreciar que no bastan las buenas intenciones, quizá tampoco el sacrificio cuando es mentiroso, la rueda del neoliberalismo vuelve a girar y ahora podrá ser con más fuerza, pues la paradoja señorial es un hecho que debe ser resuelto, para lo cual el criterio fundamental para quienes pretenden hacer el cambio de modo real y concreto, es que a estos “taparacus neoliberales” no les importa nada, más que el dinero, el poder y el placer egoísta, pues verán incluso morir delante de ellos los proyectos y hasta al pueblo y tomarán beneficio, hasta de las tragedias, su modo de ser se originó con los ambiciosos colonizadores en los siglos XVI y XVII, son los Q’aras de los que nos advirtieron, pues perdieron su alma con el neoliberalismo y adquirieron con gusto la vergüenza y la locura; es posible que si fracasan huirán lejos (con el dinero mal habido) al cabo de todo esto, pero su destino es el de enfrentarse a sí mismos, algo de lo que no se puede huir jamás. Ama sua, Ama llulla, Ama quella.
Mientras que para nosotros sólo queda un llamado a los más jóvenes, para que vuelvan a gritar las palabras: revolución, pachakuti, transformación, y en el mismo tono que K. Marx dijo en su tiempo, al denunciar actos parecidos, es justo cerrar este texto diciendo: Diximus et salvavimus animan nostram.
Nelson Gutiérrez Rueda
El Alto – Bolivia, 16 Agosto mes de la Pachamama de 2022
[1] Quijano, Anibal (2000) Colonialidad del poder: Eurocentrismo y América Latina. CLACSO: Buenos Aires.
[2] Zavaleta, Mercado (1986) Lo nacional-popular en Bolivia. FCE: México.