Este 12 de febrero hubo grandes manifestaciones contra la llegada del FMI a la Argentina. En Rosario se movilizaron unas 5.000 personas, mientras que en CABA fueron 10 veces más. «La Deuda es con el pueblo», fue una de las consignas que unificó todos los actos. El poco amor que nuestro pueblo le profesa al nefasto organismo internacional no es ninguna novedad. Una y otra vez hemos salido a las calles a expresar nuestra bronca contra sus políticas de «austeridad», contra su injerencismo, contra el saqueo planificado. Lo «interesante» de las marchas de hoy es que fueron mayormente impulsadas por organizaciones sociales, sindicales y políticas muy afines al gobierno actual. Y digo «interesante» porque, mientras el ejecutivo y el legislativo vienen impulsando un acuerdo con el Fondo, que terminaría legalizando el saqueo y la estafa provocados por el macrismo, en las calles se ponen en pie ideas que son sin dudas antagónicas.
Es decir, mientras el Frente De Tod☀s en el gobierno lleva adelante una política, sus bases sociales, sin pegarle o denunciarlo políticamente, plantean otro orden de prioridades y otras soluciones al problema.
Es un equilibrio complejo. En la reunión preparatoria del acto en Rosario se pudo ver bien claro. Diversos sindicatos y movimientos sociales que expresaban su adhesión al FDT señalaban la necesidad de ocupar las calles. «Las paritarias tienen que ser libres y sin techo», plantearon casi todos. Es que después del «ensayito» de Kicillof quedó clarísimo que si pagan la deuda, nos dejan pagando… Y mejor no hablar del «compañero» Perotti: hasta ahora, pura tijera y mano dura.
«Hay que disputar el rumbo de este gobierno, donde confluyen distintos intereses», planteó un dirigente. «Esto no terminó en las elecciones», afirmó. Mientras que otro -no sé si a modo de autocrítica- dijo que era necesario «que nos vean en las calles porque después de las PASO nos congelamos».
Varios plantearon que la marcha contra el FMI sería una suerte de continuidad. «Peleamos para que se fuera Macri, y ahora hay que seguir en las calles». Mientras que los sectores que no están alineados con el gobierno buscaron no tensar la cuerda para que se haga el acto, con la idea que la pelea será de largo aliento.
Desde el sindicato que me representa hicieron un esfuerzo mayúsculo por conciliar el repudio a la deuda y la tímida adhesión al gobierno. En un volante que circuló por redes sociales pusieron la siguiente consigna: «que el pago de la deuda no condicione la recuperación del salario». Olmos, peras y chanchos voladores. En fin…
Estamos en un escenario complejo y lleno de contradicciones. Hay un equilibrio muy fino entre las expectativas populares y el margen de maniobras de un gobierno que intenta – una vez más- jugar en el delicado péndulo de la conciliación de clases.
En un escrito de diciembre del año pasado planteé que el gobierno «expresa también la potencia contenida de las y los de abajo. La explosión social postergada a cambio de «hay 2019» y «volver mejores». Esa fuerza es reconocida por el gobierno, está representada, pero de manera subordinada»[1].
Las manifestaciones de este 12 de febrero reflejan justamente esto. Una movilización contenida. Unas convicciones anti ajuste y anti FMI que pueden expresarse parcialmente. En un complicado esquema que intenta torcer la voluntad del gobierno pero sin debilitarlo frente a la derecha. Mostrar fuerza, pero no pegar. Una verdadera tarea de cirujanos.
Los movimientos populares de Argentina saben muy bien qué representa el FMI, cuáles son sus programas y qué es lo que significa la Deuda ETERNA. Por eso se movilizan. Además intentan armar un dique de contención frente a las posibles explosiones que motivaría el renovado ajuste. En este sentido, las dirigencias sindicales son las más perjudicadas. La falta de una recomposición salarial empieza a enardecer los ánimos de las bases. La mayoría votó por este gobierno, pero tampoco están dispuestxs a esperar 6 segundos semestres más.
El gobierno con su «realismo pragmático» viene apurando una «solución» que sin lugar a dudas nos terminará golpeando. Si terminan legalizando la deuda odiosa los costos serán muy duros. Y es muy posible que lo inexpresado se termine expresando de algún modo y que la moderación y las sonrisas se desdibujen.
Por eso urge imponer una agenda distinta. Consolidar un gran movimiento social en contra de la Deuda. No podemos legalizar una vez más el desfalco, la estafa y la fuga de capitales. Es necesario suspender el pago y auditar. Esta deuda no es del pueblo. Se la fugaron toda. Los fraudes no se pagan.
Lo que está en juego no es el futuro de este gobierno, sino el futuro de nuestro pueblo. Tenemos que cortar las cadenas de la dependencia. Y la calle es el único camino. Este es, sin dudas, el aspecto más positivo de las movilizaciones de hoy. Por eso, como decían antes… ¡a profundizar!
Notas
[1] «Se van, pero», La Palabra Caliente (blog), 10 de diciembre de 2019, https://lapalabracaliente.wordpress.com/2019/12/10/se-van-pero/.