Gestionada por travestis y trans, la cooperativa textil Nadia Echazú volvió a producir. Fabrica kits Covid: batas, barbijos y materiales de protección para hospitales.
Por Alma Fernández. Fotos: Ariel Gutraich.
El amor travesti es una trava cosiendo, porque así también está diciendo. Está diciendo que más allá de las teorías y de las bonitas siglas de la diversidad, más allá del romanticismo del arcoiris que nos abraza a todas y todos, aquí no hay más tiempo para perder. El postergado proyecto de vida para muchas de nosotras no puede esperar y más cuando a un año del inicio de la pandemia los recursos empiezan a escasear.
El amor travesti es uno de los principales motores de resistencia de la Escuela cooperativa textil Nadia Echazú, la primera empresa social gestionada por travestis y trans. Hoy está produciendo, a partir de un convenio, kits Covid: barbijos, batas y artículos textiles de protección para personal de salud de los hospitales de la provincia de Buenos Aires. Funciona en el barrio Crucecita, Avellaneda (sur del Gran Buenos Aires). Hoy trabajan allí 15 personas trans y travestis.
El amor travesti sabe que mientras esperamos que se trate en las sesiones del Congreso el proyecto de ley de inserción y cupo laboral travesti trans Diana Sacayán- Lohana Berkins hay que seguir resistiendo y luchándole a la peste, cueste lo que cueste. Una trava cosiendo sabe también que está escribiendo, entre remiendos y remiendos, dándole forma y estilo a ese proyecto de vida que vienen tejiendo. Entre lentejuelas y ovillos de hilo negro el amor travesti supo remendar el mejor tejido, el tejido colectivo de la la lucha y de la revolución.
Travestir el mundo
Para Brisa trabajar en la cooperativa es tener un trabajo digno y lleva con orgullo la presidencia. “Hoy me toca conducir la cooperativa y es un aprendizaje de todos los días. Una en la vida tiene metas. Yo no tengo la vida que tenía antes. Yo vivía de noche como un murciélago. Hoy duermo de noche y estoy involucrada en la militancia. Mis sueños y objetivos siempre fueron los mismos que los de la señora Lohana Berkins: que la cooperativa siga de pie y no cierre. Seguir dándole este lugar a las compañeras, dándoles trabajo, un lugar de contención. Porque nosotras somos psicólogas de nosotras mismas. Mi sueño es que nuestra cooperativa tenga su marca propia y comencemos a vender a gran escala hasta travestir el mundo desde la moda misma”, agrega feliz la presidenta.
Mucho más que la historia de una cooperativa textil
El amor travesti corría fuerte en el año 2007, incluso en un junio frío y desalmado. Fue cuando la comandanta de las mariposas Lohana Berkins, activista trava siempre alerta, se sentó en la mesa donde se amasan los entramados políticos para ser testiga de una alianza entre el amor travesti y Néstor Kirchner, alguien que supo dejarse seducir por lo distinto. Por ese amor travesti que lo único que quería era existir y resistir nació la primera cooperativa textil travesti trans Nadia Echazú. Se lo llamó así en memoria y homenaje a esa gran activista que fue la Nadia, una de las pioneras en la lucha por los derechos que se nos niegan.
Al momento de su inauguración, en 2008, la cooperativa funcionaba en el mismo edificio que hoy en Avellaneda y estaba integrada por 22 travestis y trans que trabajan en el proceso de confección de artículos textiles. Al año de su puesta en marcha las trabajadoras de la Nadia Echazú incursionaron en la alta costura y organizaron un desfile en el histórico hotel Bauen. Algunas de las trabajadoras de la cooperativa textil desfilaron con los diseños confeccionados por ellas mismas. Ese día se presentaron cinco modelos diferentes a modo de red carpet.
La mano de obra travesti y trans estaba empezando a salir al mundo y ver la luz. Ahí estaban ese día las travas de la Nadia Echazú, orgullosas de mostrarle a la gente que se podía salir del lugar al que la sociedad las había arrojado, que había oportunidad, que era mentira que no podíamos, que era mentira que no pertenecíamos.
Después de tantas alegrías compartidas, en febrero de 2016 murió Lohana Berkins. Mauricio Macri era el presidente de la Argentina. Las compañeras de la Nadia Echazú resistieron al ajuste neoliberal que apretaba. Sobrevivieron a la crisis colectiva que atravesaba al país, con la mejor estrategia que les enseñó Lohana: el amor travesti. Tratando de no dejar que la cooperativa de las travas cerrara, haciendo trabajos de arreglo de ropa, alquilando partes del edificio para poder pagar la luz.
En 2020, Emanuel Gonzalez Santalla, senador provincial (Frente para la Victoria, Avellaneda, pcia de Bs As), conoció la cooperativa. Desde el primer día que Emanuel se acercó a la cooperativa, recuerdan las entrevistadas, empezó a preguntar sobre cómo resolver algunas cuestiones urgentes. El techo se caía a pedazos y el edificio estaba muy deteriorado. Para las chicas la visita del senador les dio un poco de esperanza. Empezaron algunas reparaciones y en diciembre del 2020 las cooperativistas de la textil firmaron un convenio con Desarrollo Social, en el marco del Plan Nacional de Protección Social (PNSP) en el distrito de Avellaneda. El objetivo de ese convenio: aportar a la inclusión travesti y trans con talleres laborales y atención integral.
Gloria es la hermana de Lohana. Ella es la síndica y vela por que el legado de la Berkins siga vivo. “Yo estaba en una situación personal y económica muy crítica. Cuando Lohana me cuenta de la cooperativa me pareció interesante y justo era lo que yo estaba necesitando como persona. Empecé a vincularme con las chicas trans. Después me di cuenta que realmente lo que había pasado no era tan grave en relación a lo que pasan las chicas travestis. Aprendí la importancia de empoderarse y salir adelante. En mi caso, la Nadia Echazú me enseñó a salir adelante como mamá soltera. Y estoy muy agradecida por eso”.
El amor travesti se amasa y se esparce en la mesa, como un kilo de harina, dos huevos, con un poquito de agua y sal fina. Se hornea o se tira a la parrilla, se le echa amor y se comparte entre todas siempre. El amor travesti se vuelca en el fondo de una botella de plástico vacía cortada por la mitad, se le agrega agua oxigenada de volumen 20, polvo decolorante y una tintura barata, luego se esparce entre las mechas, el tono rubio es igual de puro e intenso que el corazón travesti, el amor travesti resiste y existe. Sabiendo que con la luz de los autos no se notan las tristezas y mucho menos las alegrías.
El amor travesti es una joven trans madura de más de treinta años reprochándole al Estado, a veces reclamando, todas las veces llorando, antes contra los atropellos policiales, ahora por la inclusión. El amor travesti nació en la periferia y chupó detrás de un árbol las mejores de todas las astucias y picardías, con un cuerpo como escudo que se abre paso entre el muro, mientras pasan los gobiernos de turno, a veces buenos, a veces duros. La ternura del amor travesti es revolucionaria( lo escribo porque lo sé y lo siento así.)
El amor travesti transforma lo que toca. Por eso tiempo después muchas de las compañeras travestis y trans de la coope, abrieron sus propios talleres de costura. Aprendieron a hacer bordados, trabajaron con diseñadores de alta costura, se pusieron a estudiar. Lo más importante: el amor travesti encontró la forma de sobrevivir desde el oficio y el saber. Las que formaron parte de la cooperativa nunca más volvieron a la prostitución. Pero no todo fue triunfo para las travas de la Nadia Echazú.
Adelyna Hoyos tiene 62 años y es socia y miembra fundadora de la cooperativa donde ocupa el rol de secretaria general. “Es muy difícil conseguir trabajo a mi edad, debido a mis enfermedades, tengo artrosis y escoliosis. Entré a la cooperativa en un momento difícil de mi vida, sufría violencia familiar por parte del padre de mis hijos y la compañera Lohana me invitó a entrar a la coope, con el fin de desenchufarme de tanto lío y de la angustia que sufría en mi casa. Antes yo pensaba que estaba sola y que no podía salir. Fue entrar y sentir un lugar de contención. Compartir mis vivencias con las compañeras me hizo repensar todo el tiempo que perdí”.
Adelyna alquila un departamento. “Es chico. Lo alquilé en 2019 con el subsidio del Gobierno de la Ciudad”. Dice que la pandemia afectó su salud. “En la cooperativa no trabajábamos para promover el cuidado. Todas padecemos alguna enfermedad de base. En el transcurso de la pandemia nos visitaron varios referentes políticos del municipio, les informamos nuestra aflicción por el edificio que se estaba deteriorando por la humedad y la falta de dinero para refacciones”, cuenta Adelyna.
“Estar trabajando en la cooperativa es sentirme viva, útil. Es ver el futuro a pesar de mi edad. Me encanta saber que proyectamos para personas que realmente necesitan trabajo y ayuda de nosotras”. Adelyna proyecta toda la potencialidad del espacio como multiplicador de reparaciones y de nuevas oportunidades. Un lugar donde las compañeras puedan aprender a generar sus propios emprendimientos. A manejar las máquinas de coser, pero también las computadoras, las herramientas de diseño, corte y confección, los secretos de la alta costura. “Que tengan contención y ayuda psicológica, abogados y mucha ayuda social”, dice y reflexiona sobre su propia experiencia y sus aprendizajes. “Desde que empecé a trabajar en la cooperativa me involucré con mis pares trans y con el colectivo LGBTTTIQ. Me dieron tantas alegrías, compartimos tantas cosas, pero también sufrimos muchas pérdidas. Esto nos hizo aferrarnos a la vida, unirnos y mirar para adelante”.
El amor travesti le hizo frente a la pandemia desde el lugar que le tocó hacerlo en medio de esta cuarentena. Las travas de la Nadia Echazú se abrazaron porque saben que si se abrazan el frío no entra. Todas juntas siguen yendo en busca de los sueños y del proyecto de vida tan esperado. Comulgando todos los días con esa frase de Lohana: “El amor que nos negaron es el impulso para cambiar el mundo”.