Un día como hoy venían al mundo dos de los hombres más importantes que han surcado los caminos de emancipación de Nuestra América: José Carlos Mariátegui y Ernesto “Che” Guevara. Aprovechamos la doble efeméride para pensar qué ejemplos y rumbos a seguir podemos tomar de sus vidas y obras.
Por Mauro Berenga.
La relación entre los individuos y la sociedad, o las estructuras sociales, ha sido objeto de ríos de tinta académica en los laboratorios de las Ciencias Sociales. Conceptos como “proceso de socialización” o “apropiación” dan cuenta de cómo cada individuo va incorporando esquemas culturales hegemónicos del momento social, a la vez que es influenciado –o, en posturas extremas, determinado- por el sistema económico imperante. Qué márgenes decisorios tenemos en una estructura que nos dice cómo hablar, cómo ser, cómo trabajar, cómo entender el amor, la amistad, la familia, el conflicto y la vida en sí es una pregunta difícil de responder. Jean Paul Sartre decía que “uno es resultado de lo que hace con lo que hicieron de uno”, y ahí radique quizás parte de la respuesta. Mariátegui y el Che son hijos de su tiempo, pero decidieron transformarlo y dejaron su vida en ello. Nosotros habitamos otro tiempo, si decidimos transformarlo no podemos imitarlos. Pero las ideas viajan en túneles del tiempo y del espacio, nos dan coordenadas para no extraviar la brújula; somos enanos parados sobre hombros de gigantes, como gustaba decir a Chávez, alguien de nuestro tiempo, y tenemos aquí dos gigantes de quienes seguir aprendiendo.
El Che, al hombre viejo ni un tantico así
Sin escarbar aquí en lo profundidad de su obra, que abarca también un abanico de concepciones económicas que intentó poner en práctica desde su oficina de la Fortaleza de San Carlos, el Che aparece asociado a la rebeldía, la violencia, la revolución y el hombre nuevo. Desde el establishment regional, desde Infobae a al liberalismo de redes, se le impugna una violencia sustentada en demagogia y descontextualizaciones. Mientras se grita “muerte a los zurdos” desde estrados con altas intenciones de votos en momentos de baja conflictividad, se olvida convenientemente de la violencia fundadora de nuestras naciones en la expulsión del Godo, de la violencia que genera la opresión recogida en las tesis de Fannon, de la lucha contra una dictadura atroz que asolaba el casino flotante al que habían vuelto a Cuba, de la violencia en sí de todo Estado garante de la correlación de fuerza. Huelga detenerse más allí.
La rebeldía sea quizás el primer bien a recordar del Che. Puede partir de un Ernesto casi adolescente que se sube a una moto a cruzar cordilleras, pero su rebeldía transitó los caminos que la llevan a sus últimas consecuencias, a cambiar todo lo que deba ser cambiado, a analizar las características de la dominación sistémica y oponerles estrategias de victoria. Una canción actual de un grupo del barrio Flores, Contrakara, reza “al mundo le falta una gran rebelión, rebelión de rebeldes de gran corazón, donde están, donde están, quién los mató”. Correr las fronteras de lo posible necesita de rebeldía, alimento escaso en este mundo.
La lección del Che no es entonces subir a las sierras, no podemos tomarlo ahistóricamente, no puede ser usado para corrernos entre nosotros. Sirve, en cambio, para alimentar la rebeldía. Y esa rebeldía implica no solo correr el horizonte de lo posible, implica no ceder cuando y frente a quienes no se debe. “Al imperialismo ni un tantico así, nada” sea quizás una de sus frases más repetidas en cada aniversario, a la vez que cada alianza que parece ir contra el establishment en Latinoamérica termina subsumida en lo fundamental a los intereses de La Embajada. La rebeldía nuevamente, el coraje de hacer otra cosa con lo que hicieron de nosotros.
El Che trascendió también en la concepción del hombre nuevo. Entre sus muchos aspectos, esto implicaba una preconfiguración del porvenir, una actuación inmediata, implicaba ser ahora, en este mundo, bajo estas reglas, como queremos que sean quienes nacerán en otro mundo mejor, bajo otras reglas de justicia. No podemos esperar. No podemos mantener nuestras mezquindades, egoísmos y rencillas para vencer a un mundo de mezquindades egoísmos y rencillas. El Che fue un hombre nuevo, fue un hombre íntegro, de moral inquebrantable, un hombre de justicia, de colocar su espalda primero para sostener los cimientos del nuevo edificio a construir.
Venga hoy su rebeldía para correr el horizonte de lo posible, para no ceder ante la hegemonía del norte ni a ninguna otra, y para ser, aquí y ahora, como añoramos que el mundo sea.
Mariátegui: de la tierra al mito y la invención.
A José Carlos Mariátegui le tocó la colosal tarea de cruzar el túnel del espacio para traer las coordenadas del marxismo del viejo mundo a la América por crear. Con sus rigurosos análisis de la sociedad peruana, dio nueva vida a un instrumento de comprensión que lo llevó a identificar los problemas de raíz: el problema del indio no es un problema de educación, de civilización o atraso, de integración, de cultura a destruir para progresar; como quisieran los peores. Tampoco es una tarea de simple reconocimiento, de respeto a la otredad. El problema del indio es el problema de la tierra.
La crítica socialista lo descubre y esclarece, porque busca sus causas en la economía del país y no en su mecanismo administrativo, jurídico o eclesiástico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus condiciones culturales y morales. La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo.[1]
Si de extraer lecciones se trata ¿hemos resuelto este problema? ¿Sirven las reivindicaciones identitarias tan en boga en nuestros días? ¿Sirve preguntarnos en un censo si somos, fuimos, o seguimos siendo? Pues si no corremos el horizonte de lo posible hacia la disputa de la tierra, la respuesta será un categórico no. Casi un siglo lleva Mariátegui diciéndolo a gritos.
Mas hay otra dimensión en la que el peruano cumpleañero puede ilustrar nuestros días oscuros. En un continuo que encuentra sus raíces en Sorel y Gramsci (aunque no es claro si el peruano conoció al italiano), Mariátegui percibió la importancia del mito político para la articulación social. En el sentido aquí referido, el mito es la constelación de pasiones y emociones, de imágenes y sensibilidad colectiva que –también- componen la ideología de las mayorías populares. El mito es fuerza movilizadora, es esperanza y fantasía concreta que predispone a la acción. Pero no individual, el mito aúna mayorías, articula los puños que han de alzarse, empuja con las imágenes fuerza que lo componen a ser uno frente a la opresión. Sin un futuro a construir, sustentado en las imágenes que nos constituyen desde la identidad del pasado ¿Cómo hacemos mayoría de la mayoría? ¿Cómo empujamos el horizonte? ¿Cómo combatimos a quienes hay que combatir?
¿Qué mitos proponen hoy las fuerzas políticas que buscan oponerse al orden constituido? ¿Cuál es su futuro? Es difícil encontrarlos en cualquiera de sus regiones y en cualquiera de sus tendencias. La crisis de hegemonía que atravesamos muestra su fuerza en que no hay futuro mejor en las mentes de casi nadie. Pero Mariátegui nos dejó otra máxima de remera “ni calco ni copia, creación heróica”.
Mariátegui y el Che están de cumpleaños. Considerando entonces su historicidad, sin pretender Sierras Maestras para separar por incompletos a quienes buscan luchar a nuestro lado, pararnos sobre los hombros de estos gigantes implica correr el horizonte de lo posible, imaginar un futuro concreto pero distinto, justo, mejor, una utopía realizable que nos articule, que nos vuelva rebeldes para accionar, que nos mantenga alertas de aquellos en quienes no debemos confiar ni un tantico así, y que nos constituya en mujeres y hombres nuevos, distintos, compañeras y compañeros con quienes edificar un futuro de justicia, de creación heroica.
[1] Mariátegui, Carlos: “Ensayos, reflexiones emancipatorias”. Linkgua-digital. Barcelona. Pág. 27.
Fuente: https://tramas.ar/2022/06/14/14-de-junio-de-mariategui-y-el-che/