Mentir sobre mentir: Por qué debemos revisar la definición de “noticias falsas”

Para nosotros, en el Sur Global, la información falsificada no se originó en la pequeña ciudad de Veles en Macedonia, ni con el discurso de Clinton o los “premios” de Trump. Las “noticias falsas” han sido parte integrante del colonialismo occidental, desde sus inicios hace siglos, hasta el neocolonialismo de los últimos tiempos.

Por Ramzy Baroud.

La expresión “fake news” -“noticias falsas”- sigue utilizándose habitualmente en la política estadounidense. En un ambiente político polarizado, tanto republicanos como demócratas desconfían de las organizaciones mediáticas afiliadas a partidos opuestos. Esto significa que la mayoría de lo que se dice o escribe en la CNN son “noticias falsas” para los republicanos, y mucho de lo que aparece en los medios afiliados a los republicanos son “noticias falsas” para los demócratas.

La expresión está ahora tan extendida y tiene múltiples significados hasta el punto de que es imposible acordar una definición común. Incluso las organizaciones de “comprobación de hechos” y las redacciones contribuyen al preocupante fenómeno de las “noticias falsas” comprobando selectivamente las noticias y la información afiliadas a un lado del pasillo político, mientras ignoran al otro.

En su momento, algunos analistas rastrearon el origen de la historia de las “noticias falsas” en una pequeña ciudad de Europa del Este llamada Veles, en Macedonia. Esta afirmación en particular se asocia con Craig Silverman, editor de medios de comunicación en Buzzfeed. “Acabamos encontrando un pequeño grupo de sitios web de noticias registrados en la misma ciudad”, afirmó Silverman, citado por la BBC. El objetivo de estos sitios web parecía sobre todo económico, “clickbait” -anzuelo de clics- como se les llama, para atraer a usuarios desprevenidos con titulares aparentemente inverosímiles.

Más tarde, el término se volvió muy político. Fue el ex presidente estadounidense Donald Trump quien dio publicidad al término, convirtiéndolo en el gran fenómeno que se observa hoy en día. Sin embargo, Mike Wendling, de la BBC, afirmó que fue la acérrima rival de Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, Hillary Clinton, quien utilizó por primera vez el término en un discurso en diciembre del mismo año.

En realidad, las “fake news” son anteriores tanto a Clinton como a Trump. Cuando me mudé por primera vez a Estados Unidos hace más de dos décadas, recuerdo mi total asombro al ver los titulares de los tabloides impresos, siempre situados en el centro de las principales tiendas de comestibles estadounidenses: desde escándalos de famosos sin fundamento, hasta “noticias de última hora” sobre extraterrestres que dejan embarazadas a mujeres humanas antes de regresar a su planeta de origen. Incluso como recién llegado al país, me resultaba obvio que esas tonterías eran también “noticias falsas”. Lamentablemente, estos tabloides se vendían a menudo más rápido que los periódicos legales, lo que sugiere que el mayor reto que plantean las “fake news” es nuestra credulidad y disposición a aceptarlas.

En la definición moderna, las “noticias falsas” se han ampliado para incluir también a personas con opiniones contrarias, ya estén basadas en hechos, en hechos selectivos o en la ficción más absoluta. Muchos de nosotros, como periodistas, estamos atrapados en este laberinto imposible. No importa lo que hagamos para demostrar la autenticidad de nuestras fuentes, seguimos acosados por las acusaciones de “noticias falsas”.

La lucha generacional de los medios de comunicación y periodistas independientes ha sido el empuje constante para crear la mayor distancia posible entre ellos y los caprichos de la política y los políticos. En los últimos tiempos, sin embargo, esa distancia se ha reducido significativamente, hasta el punto de que medios de comunicación antaño respetados en Estados Unidos se han convertido en el equivalente de los panfletos políticos de antaño.

En 2018, Trump anunció sus “Fake News Awards” -premios a las noticias falsas-, que se ‘concederían’ a periodistas de medios liberales que se le opusieran. Los fact-checkers -verificadores de noticias- de estas organizaciones le han perseguido desde entonces. Sus declaraciones ‘informativas’ a menudo exageradas lo convirtieron en el blanco perfecto. A Joe Biden apenas se le aplican las mismas normas, no sólo por hacer declaraciones supuestamente falsas sino, a veces, por lo que parece ser más un galimatías que correcto inglés. Aunque los divertidos memes de Biden, basados en declaraciones realizadas en diversas apariciones públicas, son populares en las redes sociales, rara vez son examinados por los medios de comunicación respetados.

Pero, ¿podemos confiar en la prensa hegemónica en su aplicación de la expresión “noticias falsas”?

Noam Chomsky, uno de los críticos más elocuentes de los principales medios de comunicación estadounidenses y autor de “Manufacturing Consent” (1) definió a los medios masivos como “corporaciones (que) son básicamente tiranías, jerárquicas, controladas desde arriba. Si no te gusta lo que hacen, te vas. Los grandes medios de comunicación son sólo una parte del sistema”.

El análisis de Chomsky sugiere que quienes hacen acusaciones de “noticias falsas” pueden ser ellos mismos los proveedores de “noticias falsas”, si esa información sirve convenientemente a quienes controlan esas organizaciones “desde arriba”, sobre todo porque “la mayoría de ellas están vinculadas a corporaciones mucho mayores, o son directamente de su propiedad”.

Para nosotros, en el Sur Global, la información falsificada no se originó en la pequeña ciudad de Veles en Macedonia, ni con el discurso de Clinton o los “premios” de Trump. Las “noticias falsas” han sido parte integrante del colonialismo occidental, desde sus inicios hace siglos, hasta el neocolonialismo de los últimos tiempos.

Antaño las mentiras que a menudo conducían a guerras, invasiones y ocupaciones militares no se llamaban “noticias falsas”, sino operaciones de “bandera falsa”. Muchos historiadores entienden ahora que el casus belli de la guerra hispano-estadounidense de 1898 -la explosión del acorazado estadounidense USS Maine- se basó en una mentira, una “fake news”. Las supuestas armas de destrucción masiva inexistentes de Irak, que condujeron a la invasión del otrora poderoso país árabe en 2003, también eran noticias falsas, que incluían historias inventadas sobre la torta amarilla de uranio de Níger y el dudoso “expediente secreto británico”, entre otras mentiras.

Palestina fue invadida por los sionistas basándose totalmente en “fake news” afirmando que la tierra -la Palestina histórica- no tenía habitantes: “Tierra sin pueblo”…

Las “fake news” relacionadas con Palestina son posiblemente las más poderosas de todas las mentiras coloniales. Los verificadores de hechos de la CNN rara vez se molestan en chequear que Dios no “prometió” Palestina a los sionistas y que los palestinos no son los agresores, sino las víctimas de la guerra sionista.

Nos incumbe a todos ampliar la definición de “noticias falsas” más allá de la mirada únicamente centrada en Estados Unidos y Occidente que lanzan los republicanos contra los demócratas y viceversa. Las mentiras, los engaños, las medias verdades, la desinformación y las noticias falsas han sido la fuerza motriz de los medios de comunicación corporativos durante muchos años. Ahora se está haciendo más evidente simplemente porque quienes manipulan el discurso mediático “desde arriba” están perdiendo el control sobre sus propias narrativas.


Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de The Palestine Chronicle. Es autor de seis libros. Su último libro, coeditado con Ilan Pappé, es “Our Vision for Liberation: Engaged Palestinian Leaders and Intellectuals Speak Out”. Otros de sus libros son “Mi padre fue un luchador por la libertad” y “La última tierra”. Baroud es investigador senior no residente en el Centro para el Islam y Asuntos Globales (CIGA). Su sitio web es ramzybaroud.net

Traducción: Indymedia Argentina.

Notas del traductor:

1. “Fabricando el consenso: la economía política de los medios masivos” (Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media) es el título original del libro traducido al castellano como “Los guardianes de la libertad” de los investigadores estadounidenses Noam Chomsky y Edward S. Herman, publicado por primera vez en 1988 en inglés y en 1990 en español. Un documental sobre el mismo, subtitulado en castellano, puede verse en https://www.naranjasdehiroshima.com/2007/12/fabricando-el-consenso-chomsky-y-los.html

Fuente: https://ramzybaroud.net/lying-about-lying-why-we-must-revisit-the-definition-of-fake-news/

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