A seis años del asesinato del joven mapuche, el tribunal de Río Negro escuchó los testimonios de familiares, amigos e integrantes del Lof Lafken Winkul Mapu que estuvieron al momento de los disparos de los prefectos. En la séptima semana del juicio, ratificaron el accionar criminal de los efectivos y denunciaron la vulneración de derechos por parte del Estado.
Por Gioia Claro y Roxana Sposaro (cobertura colaborativa de de Infoterritorial, Revista Cítrica y Radio Zona Libre).
Transcurrieron ya siete semanas, un mes y medio, de audiencias en el juicio por el asesinato de Rafael Nahuel a manos del Grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina. Una treintena de testigos policías provinciales y federales, gendarmes y prefectos de distintas jerarquías; licenciados en criminalística, peritos balísticos, médicos, forense y especializado en emergencias de montaña, una doctora en física, un ingeniero químico, un abogado, entre otros, prestaron sus declaraciones testimoniales vinculadas al caso y ofrecieron distintos ángulos desde donde mirar el accionar de las fuerzas federales en lo que comenzó con una orden de desalojo a una comunidad indígena y culminó en un homicidio.
Salvo las declaraciones indagatorias de los cinco Albatros imputados, nadie había podido contar en primera persona lo que sucedió entre el 23 y el 25 de noviembre de 2017, en inmediaciones del Lof Lafken Winkul Mapu.
Hasta que llegó el momento de declarar de las y los mapuche que estuvieron junto a Rafa en el momento de los hechos. Son sobrevivientes y víctimas del megaoperativo ordenado por el juez Federal de Bariloche, Gustavo Villanueva, y ejecutado por el Comando Unificado de las fuerzas dependientes del Ministerio de Seguridad de la Nación, en ese momento comandado por Patricia Bullrich. Los testimonios fueron brindados de manera presencial en los Tribunales de General Roca, junto a la familia de Rafael Nahuel. Afuera, acompañaron organizaciones sociales mapuche y no mapuche y miembros de distintas comunidades.
La causa se tramita ante el Tribunal Oral Federal de General Roca, presidido por el juez Alejandro Silva.
La historia oficial
La primera audiencia de esta semana comenzó con la ampliación de las declaraciones indagatorias de dos de los Albatros imputados: Juan Obregón y Sergio García. Ambos lo hicieron vía Zoom y en compañía de las abogadas defensoras Anabella Schmidt y Alejandra Bussetti. Los prefectos relataron el ascenso a la montaña y su versión del encuentro con los mapuche.
Obregón declaró que eran “entre 15 y 30 personas” quienes, según él “con entrenamiento militar”, los “atacaron” (inclusive graficando en una pizarra, cual docente, las supuestas posiciones de “combate” en las que se habrían encontrado los mapuche). Dijo haber visto a una persona portando un arma de puño que sostenía con una sola mano y que recibieron agresiones con piedras y lanzas: “Entonces, consideré yo, que estaban las condiciones dadas de arma letal, y utilicé el arma primaria, la mp5 que me asignaron desde Albatros. Decido utilizar armamento con un efecto, para que me entiendan, intimidatorio. Esto fue lo último para salir del lugar”.
A su turno García relató que, luego del operativo, y en conocimiento ya de que había un fallecido, los enviaron a todos a la estación de servicio lindera al territorio, donde les informaron que, por orden del juez Villanueva, les secuestrarían sus armas, cartuchos, ropas y celulares. En ese momento, agrega, se dio cuenta de que le faltaba un cargador.
Ambos prefectos reconocieron haber disparado armas letales y remarcaron en diferentes oportunidades su rango en la fuerza, aclarando que no tenían capacidad para dar órdenes. Este relato sostenido por los imputados, del supuesto enfrentamiento, no pudo ser corroborado con ninguna de las pruebas y testimonios presentados hasta el momento. Y dista mucho de las declaraciones que posteriormente realizaron la tía de Rafael Nahuel —María Nahuel— y los testigos presenciales, víctimas-sobrevivientes del hecho. Una de ellos, también alcanzada por una bala 9 milímetros de la Prefectura: Johana Colhuan, prima de Rafael Nahuel.
Al momento de las declaraciones testimoniales de ambas mujeres, el tribunal resolvió que den sus declaraciones “no juramentadas”, para garantizar la no autoincriminación debido a que afrontan otras causas, entre ellas la de usurpación. Con respecto a esto, el abogado Marcelo Rochetti, defensor de los Albatros Carlos Valentin Sosa, Sergio Guillermo Cavia y Francisco Javier Pintos, formuló reserva de recurrir a Casación.
La otra historia
Los sobrevivientes brindaron detalles esclarecedores acerca de cómo fue el encuentro con los Albatros y la huida de las balas de plomo. Afirmaron que eran ocho o nueve mapuche los que fueron interceptados por la balacera, quienes corrieron cuesta arriba, remarcando que se defendieron con piedras para que puedan huir los que estaban más expuestos al ataque. En los relatos se entrelazaron los datos objetivos con una fuerte carga emocional.
“Yo vengo acá para hacer saber lo que pasó. Para que los padres, principalmente, puedan saber cómo murió Rafa”, declaró Lautaro Gonzalez Curruhinca.
Lautaro y Fausto Jones Huala fueron los jóvenes que bajaron del cerro el cuerpo de Rafael Nahuel hasta la ruta 40. Johana Colhuan presenció la muerte de su primo Rafa y fue herida ella también por una bala de los Albatros que le ingresó por la espalda, a la altura del hombro izquierdo. Todos relataron cómo fue el crimen con precisión y contundencia. María Nahuel, tía de Rafa, firme y conmovida, describió su llegada al lugar en medio del despliegue de las fuerzas represivas y denunció el maltrato que recibió su sobrino, ya fallecido.
Gonzalez Curruhinca señaló que se había acercado al Lof Lafken Winkul Mapu el 22 de noviembre, un día antes del desalojo de la comunidad, en búsqueda de lawen (medicina natural) para sus problemas de salud. Describió que el operativo de desalojo fue de noche, que no hubo resistencia por parte de la comunidad y que la mayoría de quienes se encontraban allí eran mujeres y niños. Las mujeres con sus hijos fueron violentamente detenidas. Él, junto a otros, logró escapar montaña arriba. Pasaron toda la noche en el bosque.
“No conocía el lugar. Conocía que se estaba levantando la machi, muy importante para nosotros”, afirmó el testigo.
Johana Colhuan y Rafael Nahuel, al enterarse del desalojo, fueron a la Policía Federal en Bariloche, adonde habían trasladado a las detenidas, preocupados también por los demás miembros de la comunidad que aún se encontraban en el cerro.
“A la tarde me junté con él (Rafa) para ver a las mujeres detenidas. Estuvimos afuera de la Policía Federal. El 23 a la noche tomamos la decisión de ir con él y con otro lamien a dejarles comida y ropa a los lamien que todavía se encontraban en el cerro con lo puesto, sin comida y con frío. Decidimos acompañarlos con Fausto y Rafa. Ese 23 a la noche salimos para la Winkul. Estuvimos caminando a la noche, tratamos de dormir un poco y al otro día, (…) pasado el mediodía, no tenía reloj ni celular pero más o menos a esa hora, encontramos a los lamien. Comimos, les pasamos abrigo y estuvimos hasta el día 25”, dice Johana.
En audiencias anteriores, miembros de las fuerzas federales señalaron la existencia de “lanzas para atacar”, dejando en evidencia los prejuicios racistas ante el desconocimiento de las prácticas ancestrales. En el testimonio de Fausto Jones Huala, al detallar cómo era el lugar donde pararon a descansar, dio cuenta del uso de las mismas. “El que conocía el lugar era Rafa. Se había enojado porque días antes ellos habían estado en el lugar haciendo ceremonia, por eso había una especie de toldo y había la tabla con la que hicimos la camilla, y cuando llegamos las cañas estaban en el suelo tiradas”, aseveró.
El testigo agregó: “El 25 después del mediodía, al no haber movimientos decidimos regresar a la ruta donde se había asentado la comunidad. De donde estábamos habremos bajado unos 200, 300 metros, me acuerdo que era un camino angosto, atrás mío venían Lautaro, Johana y Rafa. En un momento escucho ‘alto Prefectura’ y se empezaron a escuchar disparos, uno atrás de otro. Mi primera reacción fue darme vuelta y empezar a correr. Hasta que llegamos a la planicie donde habíamos pasado la noche. En ese momento, con el peñi Lautaro fuimos los primeros en llegar a la planicie y al ver que los demás peñi no podían llegar y era todo el tiempo disparos, decidimos tirar piedras a los que nos venían disparando. Se sintió eterno, los disparos eran uno atrás del otro”.
Por su parte, Johana Colhuan contó: “Yo quedé atrás de nuevo de la fila, corriendo última, y un lamien me agarra y le digo que vaya porque nos podían matar a todos. Rafa en un momento iba al lado mío y me decía que corra, yo le decía que vaya, que se salve él, que sigan corriendo y él iba al lado mío y me empujaba para que yo pudiera seguir corriendo”.
En su testimonio, Fausto Jones Huala agregó: “Lo veo a Coña (otro miembro de la comunidad) que viene corriendo agarrándose del brazo y diciendo ‘están tirando con plomo’. En un momento lo veo a Rafa que estaba a mi izquierda y lo veo que cae, lo veo de refilón y la tenía a la lamien Johana también casi al lado mío y se agarra el hombro y en ese momento los demás empiezan a gritar que Rafa estaba en el piso herido, todos gritamos hasta que no se escucharon más disparos”.
“Le disparan a mi primo, cae al piso, y después me disparan a mi en el brazo”. Johana llora. El juez le pregunta si quiere parar, pero ella continúa: “Yo lo miro y no sabíamos por dónde lo habían herido, hasta que empezamos a buscar. La bala le había entrado por atrás, por el glúteo, y buscamos por donde había salido, pero no había salido, tenía un bulto en la axila.”
Sobre ese momento, Lautaro Jones Huala testificó: “Miramos al peñi que se revolcaba en el piso porque le dolía. (…) Improvisamos una camilla con unas tablas y varillones y cuando lo subimos a Rafa se caía, se volvía a caer, como que no podía controlar sus movimientos y nos decía que quería quedarse ahí y que sigamos. Ahí le agarré la mano, ya estaba frío Rafita. Lo até con una cinta que tenía a la camilla para poder bajarlo y nos turnábamos porque era muy pesado. A los pocos minutos falleció Rafa.”
En su turno, Fausto Jones Huala comentó: “Empezamos a bajar. El camino era todo bajada y en partes muy angosto, fue muy difícil transportarlo, muy pesado. No sé cuánto nos habrá llevado llegar hasta la ruta pero sí tardamos bastante. Recuerdo una secuencia donde la lamien Johana le golpeaba la cara porque no tenía reacción. Su cara se enfriaba y no quería que se duerma, fue la última reacción”.
Lautaro Jones Huala agregó: “Cuando llegamos abajo en la vera de la ruta, nos rodearon muchos efectivos de Prefectura y ahí le decíamos que había fallecido”.
Ya en la ruta, Lautaro y Fausto Jones Huala fueron detenidos por efectivos de la Prefectura.
Sobre ese momento, Fausto Jones Huala contó: “Pasó una ambulancia, de largo, dejamos la camilla y apenas la dejamos en el suelo, se nos vinieron encima tres o cuatro y entre ellos se frenaron. Me esposaron y nos dejaron abajo del hotel. Nos tenían boca abajo, no nos dejaban hablar, ni siquiera movernos. Lautaro les decía que los precintos le cortaban la circulación” .
Lautaro relató: “Nos dejaron frente al hotel una hora más o menos hasta que llegó el secretario del juez. Ahí le pedimos que me saquen los precintos porque me estaba cortando la circulación de las manos y ahí nos pusieron esposas en el piso con la cara contra el asfalto”.
Fausto agregó: “En el recorrido de bajada de la montaña me guardé un casquillo 9 mm y eso se lo dije al secretario y le pedí si se lo podía dar para que no se pierda”
“Después nos dejaron sentados en la traffic (móvil de la PSA) y Rafita al lado nuestro. Estaba tapado y pasaban uno por uno, lo destapaban para mirarle la cara, lo tapaban y venía otro, lo mismo”, recuerda Lautaro.
Finalmente, Fausto señaló: “Nos metieron ahí en camioneta de la PSA y nos volvieron a cambiar las esposas, nos sacaron fotos, debemos haber estado dos horas. No nos dejaban hablar ni decir nada, no sabíamos por qué estábamos tan custodiados, estaban con armas largas y uno de los efectivos nos dijo que supuestamente había habido un enfrentamiento”.
Últimas imágenes de Rafa
María Nahuel, la tía de Rafa, llegaba al lugar en una de las ambulancias que se dirigían allí, a la que logró subirse ya que la ruta se encontraba cortada y no permitían el paso. Recién allí se enteró que a quien habían matado era Rafa y que su hija Johana estaba herida de bala. Si bien también fue retenida por algunos efectivos, pudo ver lo que sucedía sobre la ruta: “Los prefectos se ensañaban con mi sobrino. Iba uno, lo miraba, lo destapaba, venía el otro, lo arrastraban, unos 20 metros. La ‘faja’ que tenía en su cabeza (ya que no me permiten hablar mi idioma) se la iban corriendo porque lo arrastraban y lo corrieron detrás mío y ahí no lo vi más. (…) Eso también era la bronca mía porque si ya estaba muerto, ¿por qué lo tenían que arrastrar? ¿por qué lo tendrían que hacer sufrir? Si el sufrimiento en él ya estaba, lo habían matado”.
Sobre el juez Villanueva, María Nahuel aseguró: “Cuando él llegó, como a las 11 de la noche, no me acuerdo si pidió que me suelten y estuve charlando con él, entonces le pedí a él que me deje subir al cerro porque estaba mi hija herida allí y también el lamien Gonzalo Coña. (…) Ahí estaban mi hija y Coña, heridos de bala los dos. Estaban en pleno bosque. Nosotros tenemos nuestra propia manera, conocemos los lawen, las plantas que son medicina y con eso se los había atendido”.
Fausto Jones Huala contó que, en un determinado momento, “vino criminalística, vestidos de blanco, y nos dijeron que nos iban a tomar muestras de las manos. Me enojé bastante y le pregunté por qué nos iban a tomar muestras a nosotros. Les dije que sí me iba a dejar tomar las muestras, porque nosotros en ningún momento habíamos disparado. Hasta en el sobre que me hicieron firmar, lo hice en disconformidad, porque no estaba de acuerdo pero era consciente de las muestras que me estaban tomando”.
“Ya era muy tarde cuando nos llevaron a la PSA y quedamos detenidos, incomunicados varios días. Incluso los días detenidos nos declaramos en huelga de hambre, cinco días, hasta que nos dijeron que íbamos a quedar en libertad”, agregó.
Finalmente, alegó: “Yo me defendí. Me defendí con piedras. Ayudamos a bajar el cuerpo del peñi muerto. En ningún momento usamos armas de fuego. Por eso cuando nos hicieron las muestras en las manos nunca nos negamos”.
“Los muertos los llevamos nosotros, no tenemos armas y no somos terroristas”
“¿Cómo era Rafael Nahuel?”, le preguntó Rubén Marigo, de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, a Johana:
“Rafa vivía en el barrio Nahuel Hue, tenía su casita de madera, hacía muchos talleres, es difícil conseguir trabajo. Hacía herrería y vendía sus cosas para tener plata y poder sobrevivir. Él era mi primo, yo a veces lo iba a ver a su casa. Fui un par de veces en invierno con la nieve, que no tenía leña. (…) Al igual que yo, él sabía que era mapuche, su apellido Nahuel. A nosotros nos gustaba participar de las ceremonias, le gustaba acompañar y compartir (…) Tuvo una vida difícil y quería salir adelante quería estar tranquilo, tener animales, salir del sufrimiento que en la ciudad a veces es difícil, quería estar bien. Era una excelente persona y estuvimos juntos hasta el día que lo mataron. Pudimos compartir, le pegaron, se cayó al piso, me agarró la mano. Yo lo quería mucho, lo extraño mucho. Hacía chistes, me hacía sonreír. Todos lo querían”.
También tomó la palabra María Nahuel: “La verdad es que nos matan por la espalda siempre, los muertos los llevamos nosotros, nosotros no tenemos armas y no somos terroristas. Yo, María Nahuel y la gente de distintos lados, los territorios, nuestra gente no es terrorista. Sólo queremos vivir como mapuche y que nos dejen vivir, no queremos más que eso. No queremos que nos maten, no tenemos armas para pelear, como se ha dicho. El pueblo mapuche no tiene armas. El Pueblo Mapuche pelea como puede, a los gritos, a insultar si se puede, pero no tenemos arma y no somos ni una guerrilla, no somos delincuentes, sólo somos un pueblo preexistente al Estado”.
Y finalizó: “Si habría sido uno de ellos, al rato habríamos estado nosotros encarcelados, enjuiciados pero no, porque era un mapuche, un ‘indio’ como dicen, ya lleva seis años y no tenemos justicia por mi sobrino. Hoy mi sobrino no está, pero estamos nosotros para hacer sentir su voz”.
Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/juicio-por-el-asesinato-de-rafael-nahuel-la-voz-mapuche/