Tenemos por primera vez una sentencia que reconoce un transhomicidio. Y es una victoria política de los activismos en un escenario donde las diversidades resisten ataques de todo tipo.
Por María Eugenia Ludueña. Fotos: Ariel Gutraich. Edición: Ana Fornaro.
El nombre de Tehuel resonó decenas de veces en la sala durante la lectura del veredicto en los tribunales de La Plata. A muchas personas les sorprende saber que Tehuel siguió abrazando desde la identidad transmasculina el nombre que le pusieron al nacer, de raíces mapuches, igual que el apellido de su mamá Norma Nahuelcura, como si contuviera el germen de una diversidad ancestral. Ese nombre retumbó contra las paredes de la sala durante cada audiencia del juicio. A veces en testimonios que recordaban su buen humor y su risa alegre, y otras las pruebas que fueron armando el rompecabezas de la crueldad, donde nadie está a salvo pero algunas personas resultan más expuestas. A veces tanto que ni siquiera es posible unir el nombre con los huesos.
No sabemos donde está Tehuel, sabemos que se lo buscó mal y que la búsqueda debe seguir (hay otra causa por esto). Pero tenemos por primera vez una sentencia que reconoce un transhomicidio, aplicando el agravante por odio a la identidad de género. Y es una victoria política de los activismos en un escenario donde las diversidades resisten ataques de todo tipo por parte del gobierno de Javier Milei. Desde el desmantelamiento de instituciones y políticas públicas, hasta los discursos de odio ya habituales. Días antes de la sentencia, el ministro de (¡) Justicia (!) Mariano Cúneo Libarona había rechazado a las identidades sexuales “que no se alinean con la biología”, calificándolas de “inventos subjetivos” y llevándose puesta una cantidad de leyes a nivel nacional y del sistema de derechos humanos.
Cubrir un juicio
Cubrir un juicio como periodista es una experiencia llena de aristas desafiantes a comunicar y ésta ha sido una de las más difíciles. Contarlo es parte de un trabajo parecido a la traducción, un puente entre mundos que suelen estar distantes. ¿Cómo es que podemos alegrarnos por una sentencia cuando Tehuel no fue encontrado y no sabemos dónde está? ¿Somos idiotas? Ya lo dijo Virginia Woolf en uno de sus hermosos relatos donde habla del “brillo de la incongruencia de las ideas”, tan actual.
Quizá parte del desafío -perdón si aburrimos volviendo sobre esto- implica contar que son muy pocos los medios que cubrieron el juicio y le dieron difusión. El tratamiento mediático del caso Tehuel, desde su desaparición, fue escaso. En general estuvo a cargo de medios cooperativos o autogestivos, y fue más la excepción que la regla. Ni los grandes medios ni la televisión, salvo en los rastrillajes de 2021 en Alejandro Korn, le dedicaron demasiado tiempo. No hubo móviles de tevé esperando la sentencia histórica, como sí ocurrió, afortunadamente, cuando se juzgó el travesticidio de Diana Sacayan y los temas de feminismos y diversidades ocupaban otro lugar en las agendas.
Además Tehuel es la clase de víctima que los medios -y quizá no sólo ellos- consideran les quedan lejos, aunque vivamos en un país con índice de pobreza de 54,6% . Un pibito trans del conurbano profundo, que vivía en pareja con su novia y un hijo de ella del que cuidaba y le decía “papá”.
Las pruebas
Un juicio tiene los rituales del teatro y la estructura dialógica de la tragedia griega. Protagonistas principales, antagonistas, coros de testigues, textos dramáticos, microrrelatos de la desigualdad que el mundo serie rápidamente podría convertir en entretenimiento. Cubrir un juicio tiene algo también parecido a una serie. En cada audiencia se revelan indicios, personajes, relaciones. Si algo quedaba claro en cada audiencia era que Ramos sí sabía y sabe dónde está Tehuel. Hubo testimonios, una foto, videos, que ubicaron a Ramos con Tehuel en el anochecer del 11 de marzo de 2021, y una cantidad de prueba pericial que lo complicaba.
“Ninguna explicación, fuera de la muerte violenta de la víctima, resulta plausible para justificar la existencia de tales manchas hemáticas, que observables a simple vista, en forma de gota y a una altura aproximada de un metro cincuenta, se encontraban en la pared interior de la casa que habitaba Luis Ramos”, señala el fallo. Pero además Ramos se decía su amigo y jamás colaboró con la búsqueda, emprendió una saga para escapar de la Justicia, cambió de aspecto y de barrio, visitó a familiares que no veía hacía años y terminó escondido en la bañera de un vecino.
Las corrientes subyacentes
Un juicio es un espacio atravesado por emociones, aunque no suele hablarse de esto. En las audiencias se cuida que los ánimos no desborden. El día de la sentencia, no se permitía entrar con carteles ni pancartas. Rosa Bru no pudo entrar con la imagen de Miguel, su hijo desaparecido, que la acompaña siempre. La excepción esta vez fue Norma, la mamá de Tehuel, entró con su pechera con la cara del hijo y la pregunta Dónde está. También los abogados de la querella, que colocaron una imagen con la carita sonriente de Tehuel sobre el escritorio.
Sentado enfrente, Luis Alberto Ramos escuchó la sentencia sin quitarle la vista a las dos secretarias del tribunal a cargo de la lectura. Durante 40 minutos estuvo atento, inmutable, con las manos en el regazo y un buzo azul de la selección de Paraguay. Es la segunda condena que afronta, tenía otra por un homicidio en 2009. “Tehuel fue víctima de la cisnorma. Estaba luchando por ser reconocido. Estaba expuesto a los lobos, donde se le fue la vida”, había señalado un perito. Ramos no parece un lobo pero ahí permanece, sin decir dónde está Tehuel, en otra película que también es parte de esto.
Como ocurrió en otros casos donde los restos siguen sin aparecer -Miguel Bru o tantas víctimas del Terrorismo de Estado-, el fallo da por probado el homicidio. “Al día de hoy el cuerpo de Tehuel De la Torre no ha aparecido, pero existen indicios precisos y contundentes que permiten tener por acreditado no sólo que lo mataron entre las últimas horas del día once y las primeras del día doce del mes de marzo del año 2021”, dice el fallo firmado por los jueces Claudio Bernard (presidente del Tribunal) y Ramiro Fernández Lorenz, y la jueza Silvia Hoerr.
Por qué decimos histórica
La sentencia no es histórica por condenar a Ramos. Es la primera donde los expedientes judiciales abordan el asesinato de una masculinidad trans, es decir, un transhomicidio. “En el transcurso del debate se han escuchado a diversos testigos que permiten tener por comprobada la relación de amistad entre víctima y victimario, que este último aprovechó para revelar su odio y dar muerte a Tehuel. Las manchas de sangre halladas en la pared de la casa de Ramos demuestran la violencia extrema desplegada para dar muerte a la víctima, pero aún más significativo y determinante para justificar la aplicación de la agravante contemplada en el inciso 4° del art. 80 del Código Penal es que el imputado haya arbitrado los medios para hacer desaparecer el cuerpo de Tehuel”.
La sentencia reconoce que Ramos no sólo le negó la posibilidad de existencia a una “cuerpo desobediente” sino que también se ensañó -y la saña es característica de los crímenes de odio- ocultando su cuerpo sin vida. Y concluye que Ramos no sólo le quitó la vida a Tehuel “motivado por el odio a su identidad de género, sino que hizo desaparecer lo único tangible que queda de un ser humano cuando muere impidiendo de este modo que sus seres queridos puedan tener su cuerpo para vestirlo por última vez, velarlo y despedirlo (…). Pero, además, la imposibilidad de que la familia pueda certificar con sus sentidos que Tehuel fue efectivamente asesinado crea la ilusión de que puede estar vivo en algún lugar”.
Argumentos y activismos
A los activistas de Orgullo y Lucha, que junto a la Comisión de Amigues y Familiares de Tehuel hicieron un acompañamiento estratégico del juicio, les brillaban los ojos cuando el tribunal citó los Principios de Yogyakarta, jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el derecho de Tehuel a formar una familia, el reconocimiento “de patrones estructurales de desigualdad por gran parte de la sociedad y de las instituciones argentinas, que exponen diferencias en materia de derechos y oportunidades”. Tuvieron que hacer un esfuerzo para no aplaudir al escuchar que el fallo recogió el pedido de fiscalía y querella de solicitar al ministerio de Mujeres y Diversidad bonaerense la creación de un protocolo específico de búsqueda de personas LGBTIQ+ desaparecidas (en el que ya se viene trabajando), con enfoque de diversidad sexual y de géneros; y la declaración de emergencia social en violencia por prejuicios hacia las personas travestis y trans.
Un poco de alivio, la lucha sigue
Ni bien terminó la lectura, Ramos fue retirado rápidamente del lugar y el público pudo levantarse, abrazarse, celebrar. “Me siento aliviada”; decía la mamá de Tehuel, con lágrimas en los ojos. Ahí donde esté Tehuel debe sentir un poquito más de paz. Ahora vamos por el otro juicio”, repetía, mientras se abrazaba a Flavia Centurión, abogada querellante, y a Mónica Galván, de la Asociación Familiares y Amigues de Tehuel. Les activistas de LGBT+, emocionades, repetían fragmentos del fallo. ¡Es histórico! gritaban, como si aun no pudieran creer el tamaño de la victoria de una causa que empezó de la peor manera. La sentencia recoge el trabajo conjunto de las organizaciones, con la querella y la fiscalía, que escucharon, procesaron y transmitieron las demandas de una trama. Porque no se trata sólo de Tehuel. “Nos lo enseñaron nuestras Madres y Abuelas, seguiremos buscando”, decía una activista dejando en claro que el camino sigue. Este día también se enhebra en ese legado de luchas de los derechos humanos y de la diversidad sexual, que en Argentina siempre han caminado juntas.
Me pregunté muchas veces a lo largo del juicio qué hubiera pasado si el activismo LGBT+ no hubiera estado acá en cada audiencia, ni elles ni todas las personas que esperaban abajo en la calle -de agrupaciones estudiantiles, políticas, gremiales, culturales-, con una radio abierta y completamente empapadas. Mientras, en una escena del final de una primera temporada, Norma salía del tribunal con la mano en alto y el gesto triunfal, rodeada de abogades y activistas. Frente al tribunal una batucada la saludaba y celebraba la sentencia bajo la lluvia torrencial, al ritmo de los tambores, cantando una y otra vez: Dónde está Tehuel.
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