Discurso estridente, bien construido, para insistir en imponer un estatuto legal del coloniaje por enésima vez

El viernes pasado asistimos a un discurso de apertura de sesiones parlamentarias que dejó claro el porvenir cercano y más lejano. No es la primera que vez que un gobierno invita a un “pacto fundacional”. Es una tentación repetida para convalidar una forma de hacer política: imponer su programa cueste lo que cueste.

No hubo novedades. Hubo títulos generalistas con precisiones preocupantes, desafiantes, que pretenden confirmar un rumbo de desintegración social y enfila hacia un peligroso escenario de disolución nacional.

La invitación a discutir un pacto nacional no es tal. El presidente avisó: los invito a debatir lo que yo quiero. Primero votan una versión maquillada de la ley ómnibus, ratifican el DNU y luego firman lo que ya está escrito de antemano.

El fracaso legislativo que tuvo el gobierno nacional para aprobar su proyecto hace unos días vuelve a aparecer con más fiereza y con el apoyo público de los poderosos de siempre que aprovechan cada resquicio para rapiñar lo que esté a mano mientras dure el desmadre. Los mismos que producen la escalada de precios y luego se quejan de que las cosas están mal por culpa de la voracidad del Estado y los reclamos de los trabajadores/as.

Se va aclarando el espejismo.

Estos tres meses fueron un botón de muestra. Liberaron los precios de alimentos y medicamentos, comenzaron una carrera acelerada de aumento del transporte público, ratificaron el camino incesante del aumento de los combustibles, permitieron que los bancos cobraran intereses sin límites y las prepagas aumentaran sus valores unilateralmente.

¿Cuál fue la consecuencia inmediata?

Precios desatados, mayor endeudamiento familiar, restricción del consumo, aumento exponencial de la pobreza, pérdida acelerada del poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, menosprecio por el salario mínimo, vital y móvil, vuelta paulatina del impuesto al salario.

¿Y la casta?

Bien gracias…

Es evidente que esta avalancha de actos es posible porque todavía subsiste un alto enojo con el gobierno anterior y porque la preeminencia del individualismo salvaje se impuso transitoriamente de una manera descarnada.

El proyecto de comunidad, de respuesta colectiva a los problemas de la vida, de Nación soberana, de igualdad social, están en tela de juicio. Los resultados de quienes pregonamos una sociedad donde el ser humano no sea enemigo de un semejante no fueron satisfactorios y su puesta en práctica en los últimos años fue trágicamente deficitaria.

No se llega a este momento por gracia divina.

Tampoco es un “problema argentino”. Es un desafío global. Los adalides de quienes propugnan “el sálvese quien pueda de la manera que mejor le plazca” tienen audiencia pública.

Será necesario plantearse hasta que punto es posible convivir con esta maqueta de sociedad en la que se dice una cosa y se practica otra. Cuanto aguanta la contradicción del progreso social que no incorpora a las mayorías y fragmenta la posibilidad de una vida sostenible para millones de personas que no tienen derechos ni posibilidades de tenerlos.

En Argentina estábamos mal. Por este camino vamos peor.

El gobierno nacional y los poderosos de verdad expusieron su acuerdo para consolidar un nuevo intento de estatuto legal del coloniaje. Como muchas otras veces y con un grado de intensidad pocas veces visto en un gobierno electo democráticamente.

Cortaron el diálogo con la mayoría social y hacen de cuenta que quieren hablar.

La pelota está del lado de quienes sostenemos la necesidad de una Patria soberana y justa, que actúe como integrante de una región clave e intervenga de manera eficaz en el entrevero global que nos toca vivir.

La respuesta correcta no será sencilla. Solo será vitalmente necesaria para salir de este experimento social que puede ser devastador.

Una nueva práctica social es indispensable. Vivir como se pregona será un valor esencial. Animarse a proponer otra economía y otra forma de hacer política ya es de manual.

Tenemos historia común y recursos suficientes como para hacerlo. Es indispensable saber de dónde venimos y de qué lado estamos para construir un futuro argento que aporte su grano para que el bailongo global sea la fiesta de las mayorías.

La cancha está inclinada y el reglamento nos juega en contra.

No será la primera vez que el pueblo argentino haga un gol inesperado y el partido se les ponga chivo a los que creen que somos un rebaño dócil y sin rumbo.

Un Pelícano cascoteado y con ánimo para ayudar a dar batalla.


Rubén Ruiz es Secretario General de la Asociación del Personal Jerárquico de la Industria del Gas Natural, Derivados y Afines (APJGas).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *