En conferencias de prensa o conversaciones por Instagram, ninguna pregunta es respondida. La comunicación, punto fuerte del macrismo, parece errática en circunstancias hostiles. Mientras, el descontento crece en las calles y la militarización resulta el último recurso antes de que la tormenta arrecie.
No por fallido dejo de ser loable el intento de aggionar la comunicación del gobierno nacional. En la última conferencia de prensa de Mauricio Macri fue novedosa la presencia de periodistas que no forman parte del blindaje mediático montado por el PRO. Existió un problema: el Presidente no parece preparado para escuchar preguntas. No respondió casi ninguna y enumeró los lugares comunes de siempre. En cuanto a su debut en Instagram, no dejó de resultar gracioso que le preguntaran cuándo piensa trabajar o por su apodo de “gato”, lo cierto es que aportó poco a satisfacer las grandes dudas que entraña el rumbo de la política oficial.
Los miles de desocupados se quedaron sin saber si hay algún plan para la generación de empleo, los ocupados –de los cuales uno de cada diez temen perder su empleo- siguieron con la misma angustia. Lejos de hacerse cargo de la tremenda crisis económica que demuele al país, Macri la atribuyó a oscuros fenómenos meteorológicos. El jefe de Estado continúa convencido de que ha tomado el único camino posible. Dueño de la verdad, no parece capacitado para escuchar voces disidentes. Tampoco duda.
Ese fundamentalismo que aborrece del periodismo no oficialista se replica en todo “el mejor equipo de los últimos 50 años” o lo que queda de él. Los corresponsales extranjeros están furiosos con la decisión del presidente del Banco Central, Luis Caputo, de no realizar más conferencias de prensa y dar a publicidad, en cambio, auto-reportajes.
Tal como lo venía anunciando, Macri acaba de derogar por decreto la prohibición de utilizar a las Fuerzas Armadas en la seguridad interior. Una fuerza de diez mil efectivos fue dispuesta inmediatamente para enfrentar amenazas no tradicionales y ayudar en el combate al narcotráfico. ¿Tomará esa fuerza la Municipalidad de Paraná a cargo del oficialista Sergio Varisco investigado por utilizar las estructuras de gobierno para financiar el traslado y la comercialización de drogas? ¿Tendrán en cuenta la hipótesis mencionada por el periodista Horacio Verbitsky según la cual parte de los fondos blanqueados como aportes electorales truchos por el PRO podrían provenir del narcotráfico?
Lo más seguro es que los efectivos militares acaben por ser utilizados para combatir al “narcoterrorismo” que “se refugia” desde hace décadas en la Triple Frontera (con tal efectividad que jamás lograron encontrar a un solo extremista). O a “los violentos de la RAM” que amenazan en el sur las inversiones petroleras y los territorios que cada vez más están en manos de magnates extranjeros amigos del actual presidente.
El avión continúa en piloto automático. Sin una comunicación que despierte del limbo las promesas de campaña, el macrismo acude a militarizar el ajuste. Las turbulencias del viaje son tantas que ni la Confederación General del Trabajo o el denominado Justicialismo “racional” parecen dispuestos a subirse a bordo. Nadie está convencido del destino final de la nave. Como con Flybondi, temen que el vuelo tenga solo pasaje de ida. Y en el fondo ese es el problema de la comunicación oficial: no existe programa de gobierno que responda a las urgencias de la mayoría de los argentinos. Lo único que hay es un ajuste salvaje que, ante la continuidad de la impotencia de la oposición para detenerlo, parece tener solo un límite: el hartazgo de la gente.
Fuente: http://canalabierto.com.ar/2018/07/25/un-pasaje-de-ida/