El Fondo Monetario Internacional se encuentra en una encrucijada al fracasar el salvataje de la economía macrista. Dejar caer a la Argentina sería un fiasco estrepitoso que después de otorgar unos de los créditos más grande de su historia, el programa naufragara a los tres meses, poniendo en riesgo de contagio a otras economías: el Efecto Tango está haciendo temblar al FMI y al resto de los países denominados emergentes.
Un documento interno del FMI, escrito por Lusine Lusinyan, del equipo encargado del seguimiento de Argentina, revela las futuras exigencias del organismo: flexibilidad laboral (despidos baratos y empleo desregulado), más importaciones y menos impuestos a las empresas.
La apuesta del gobierno de Mauricio Macri era que el acuerdo por un monto record de 50 mil millones de dólares permitiera reabrir las puertas del financiamiento externo, que Wall Street volviera a prestarle a la Argentina a partir de la confianza entregada por el Fondo. Esa jugada no tuvo el resultado esperado y ahora no sólo el mercado internacional no abre la billetera, sino que cada vez es más complicado conseguir financiamiento en pesos y, fundamentalmente, en dólares en el mercado local.
El economista Alfredo Zaiat señala que la posición de Christine Lagarde, mandamás del FMI, quedaría debilitada, como no sucedió en 2007 cuando fue condenada en Francia por “negligencia” en el manejo de fondos públicos siendo ministra de Economía, sino por haber dilapidado la lenta tarea de reconstrucción de reconocimiento internacional del Fondo a partir de la crisis internacional de 2008, luego de los varios fracasos acumulados en la década del ‘90.
A menos de tres meses de pactar un acuerdo, con metas cuantitativas muy precisas en materia de tasa de inflación, monto mínimo de reservas internacionales netas y déficit fiscal, en dos de esas tres variables el gobierno de Macri no puede cumplirlas. Lo que preocupa al FMI es el riesgo de contagio a otras economías pueda estar siendo generado por el naufragio de la economía macrista: ya hay un alerta en los mercados emergentes.
La crisis ha lanzado en forma desesperada al equipo económico macrista hacia las cuentas de los bancos, debilitándolas así. La experiencia argentina enseña que no es aconsejable despertar dudas acerca de los que hacen los bancos con el dinero de los ahorristas.
Fracaso
El trilema económico de Mundell-Fleming sostiene que es imposible manejar en equilibrio simultáneamente el tipo de cambio, la tasa de interés y la política monetaria en una economía abierta y con desregulación del mercado de capitales. En esas condiciones macroeconómicas, sólo se puede controlar dos de esas tres variables. La economía macrista muestra, en cambio, que no puede con ninguna de las tres variables. Cuando eso pasa, se está frente a un problema de solvencia de la deuda, señala el economista Santiago Mancinelli.
No pudo reactivar la economía bajando la tasa de interés sin afectar el tipo de cambio y la política monetaria. Ni aún subiendo mucho la tasa de interés pudo atraer capitales del exterior con destino al carry trade. También se enfrenta al dilema de no renovación de las Letras del Banco Central (Lebac) y ante la imposibilidad de manejar la política monetaria. Tampoco puede establecer un tipo de cambio de equilibrio sin que esto afecte la tasa de interés y los pasivos monetarios.
Enfrenta ahora el peligro de la salida masiva de capitales que disparará una mayor devaluación. Los intentos por controlar el valor de la moneda mediante el sacrificio de reservas tampoco pudo contener la devaluación, que impulsó la aceleración del retiro de capitales y el traslado a precios con impacto en el nivel de actividad interno, añade Mancinelli.
La actual conducción del gobierno está integrada por representantes de fracciones del capital concentrado del sector financiero, agroexportador, de servicios públicos y un sector de construcción vinculado con la obra pública cartelizada. Economistas de la ortodoxia, oficiando de representantes del lobby financiero, proponen la dolarización de la economía.
El 28 de diciembre de 2017, el gobierno había anunciado un cambio de la meta de inflación con que había sido aprobado el Presupuesto 2018, elevándola de 8 a 15 por ciento. Para este año estaba previsto un tipo de cambio promedio de 21,21 pesos, pero hoy –tras la aplicación de las recetas del FMI- la inflación proyectada para todo el año tiene un piso de 36 por ciento. Y no se observa que haya un tipo de cambio de equilibrio cuando su aumento se traspasa a precios, impacto que se potencia cuando el gobierno ha dolarizado las tarifas de servicios públicos y los precios de los combustibles.
Rodolfo Koé Gutiérrez, Periodista economico argentino, analista asociado a al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)