El gobierno encabezado por el presidente Mauricio Macri está llegando a su fin. Todo indica que la experiencia de Cambiemos será finalmente derrotada en las elecciones de octubre y a partir de diciembre una nueva gestión se hará cargo de definir, entre otras, la política económica y la política referida al mercado de trabajo.
En los últimos años los empleadores y el Gobierno nacional reiteraron en numerosas ocasiones que, según su visión, era necesario reducir el costo laboral para mejorar la competitividad de la producción local. Los reclamos por una “reforma laboral” que flexibilice aún más el mercado de trabajo fueron una constante durante estos años, al tiempo que la actualización de los salarios nominales se ubicó persistentemente por debajo de los niveles de inflación.
Si bien todavía es prematuro evaluar el impacto del ajuste promovido por el Gobierno nacional, ya contamos con información preliminar que permite comparar la situación actual con la existente cuatro años atrás. En este sentido, es posible afirmar que la licuación del salario de los trabajadores y trabajadoras ha tenido una magnitud que solo puede compararse con aquella que se produjo como consecuencia de las grandes crisis de fines de los años ’80 y del año 2001. Sin embargo, a diferencia de aquellos ajustes, en la actualidad el deterioro salarial no fue producto de episodios puntuales, sino más bien consecuencia deliberada de una política de gobierno sostenida en el tiempo.
En el siguiente cuadro se observa la variación del salario de convenio en términos reales entre el tercer trimestre de 2015 y el mismo período de 2019 en algunas actividades económicas que incluyen industria, servicios, sector público y privado. A su vez, también se incluye la variación en comparación con la evolución del tipo de cambio oficial. Como puede observarse a simple vista, no solo estamos frente a un deterioro brutal del salario real, que en algunos casos muestra caídas superiores al 30% en cuatro años, sino una licuación de su valor en términos de moneda dura que supera en mucho a dicha variación.
La magnitud de la caída de los salarios de convenio en los últimos cuatro años es impactante y lo es más aún su licuación en términos de moneda internacional. Asimismo, si bien existen variaciones entre los distintos sectores, las caídas son generalizadas y no existe ninguna actividad que haya podido eludir esta dinámica. Cabe preguntarse si, como todavía sostienen representantes patronales, el problema de la economía argentina se origina en sus altos costos laborales, sean estos salariales o no salariales. En otras palabras, luego de una reducción de casi el 50% del valor del salario en dólares parece difícil seguir insistiendo en que el ajuste debe ser aún mayor. Ante las dificultades que presenta seguir profundizando dicho retroceso el discurso de los empleadores en los próximos meses se focalizará, previsiblemente, en una supuesta necesidad de encarar reformas estructurales en material laboral, sean estas por vía legislativa o a través de la negociación colectiva. En otras palabras, pretenderán profundizar el ajuste por otros medios.
De más está decir que la licuación del salario de los trabajadores y trabajadoras en los últimos cuatro años no solo no fue la solución que necesitaba la economía argentina para relanzar el ciclo de acumulación, sino más bien todo lo contrario. En este contexto, de cara al futuro cercano, el eje de la política pública debe hacer hincapié en la recuperación sostenida del ingreso del conjunto de los trabajadores y trabajadoras. Sólo así podrán revertirse las consecuencias de cuatro años de un proyecto político que hizo de la ofensiva contra el trabajo uno de sus objetivos principales.