Marcos Gómez declaró por su padre Enrique Horacio Gómez Pereyra y su madre Nilda Teresa Valentina Acosta; Isabel Parra por su papá, Carlos Parra, y su mamá, Georgina del Valle Acevedo. En este tramo de la Megacausa Campo de Mayo se están investigando las desapariciones de trabajadores ferroviarios y sus familias comprendidas entre el 31 de agosto y el 5 de septiembre de 1977.
Redacción: Diego Adur / Edición: Fernando Tebele / Foto: Julieta Colomer, Anccom
El testigo Marcos Gómez, que al momento de los hechos tenía entre 6 y 7 años, declaró por el secuestro de su padre Enrique Horacio Gómez y su madre Nilda Teresa Valentina Acosta. En su relato describió la violencia con la que fue llevado a cabo el operativo y contó las posteriores torturas que sufrieron su papá y su mamá en el centro clandestino de detención. Nilda Acosta recuperó su libertad unos días después de su secuestro y Enrique Gómez continúa desaparecido. Las detenciones ocurrieron el 1 de septiembre de 1977 entre las 2:30 y 3:00 horas, en el domicilio del Barrio Los Perales, Boulogne, donde vivía la familia: “Irrumpieron en la casa gente que decía ser de la Policía. Entraron y nos apuntaron con ametralladoras. Nos amedrentaron y zamarrearon. Revolvieron y rompieron todo. A mis hermanas, a mi mamá y a mí nos metieron en el baño. Después la sacaron a mi mamá tironeándola. La tiraron al piso y le preguntaron por mi papá. Mi papá estaba trabajando. Trabajaba en una fábrica de San Martín, hacía muebles. Nosotros llorábamos y gritábamos. Nos amenazaron diciendo que nos callemos la boca porque nos iba a matar. Estuvieron alrededor de 40 minutos o 1 hora. Pusieron dos granadas arriba de la televisión. Estaban vestidos de ropa negra de fajina, encapuchados y con armas largas. Solo se les veía los ojos”, narró Gómez en detalle. “Dijeron que buscaban a mi papá, le decían el rebelde o algo por el estilo. Cuando llegó mi papá le apuntaron y le empezaron a pegar. Cuando la quisieron llevar a mi hermana, Nilda Gómez, yo me prendí a su pierna. Se llevaron cosas, se robaron cosas. (Afuera) había como siete, ocho camionetas”, contó.
Durante el operativo, Marcos escuchó el apodo “León” y que “otros se llamaban por número”. Después, aportó que su madre escuchó el apodo de ”Tigre” durante su cautiverio en Campo de Mayo: “Mi mamá se dio cuenta de que estaba en Campo de Mayo. Escuchaba la barrera del tren. Era un lugar donde se escuchaba eco, hacía frío, era un campo grande. Había colchones en el piso. Era como un galpón gigante”, expresó el testigo.
Tanto Enrique como Nilda fueron salvajemente torturados durante su estadía en el centro clandestino de detención. Los amenazan con dispararles y gatillaban los revólveres para atemorizarlos: “Mi mamá fue amenazada con perros. Le tiraron perros encima como para que la mordieran. La asustaron con perros dos o tres veces. Con armas también. Le decían que le iban a pegar un tiro en la cabeza. ‘Si el perro no le hace nada pegale un tiro”, recordó Marcos.
La liberación de Nilda Acosta y la búsqueda de Enrique Gómez
El testigo recreó un diálogo que su mamá tuvo con los captores, antes de su liberación:
-Preparate que te vas. Volás de acá-, le dijeron.
-Por favor no me maten-, suplicó Nilda
-Quedate tranquila que no vas a sentir nada cuando te matemos, le respondieron los secuestradores.
La gatillaron varias veces, hacían como que la mataban. (Entre los militares) discutían dónde la iban a liberar:
-“Vamos a dejarla en la ruta”. “No te des vuelta hasta que ya no sientas el ruido del vehículo”, ordenaron.
Pasaron como 20 minutos porque mi mamá estaba paralizada. Estaba desorientada y enceguecida. La dejaron cerca de mi casa. Se venía arrastrando. Estábamos con mi abuela, escuchamos el grito de ella y salimos”, compartió.
Sobre la desaparición de su padre, Marcos dijo: “Para nosotros es un golpe muy fuerte. Es una herida que nunca se va a cerrar, a pesar de que hayan pasado tantos años. Uno siempre lo está recordando. No tener un lugar donde llevarle una flor, no saber dónde está enterrado, nos afectó mucho a todos. Pareciera que no se termina nunca esto. A mí, como soy el más chico, me afectó mucho más. Yo la acompañaba a mi mamá a hacer todos los trámites. No la podía dejar sola. Hicimos Habeas Corpus, fuimos al juzgado, a Migraciones, comisarias, al Edificio Cóndor, a todos lados, a todos los organismos que pudimos. En el juzgado de San Isidro me quisieron dar partida de defunción de mi padre y yo no la acepté. Para mí no está muerto. Está desaparecido”, afirmó.
Embarazada en Campo de Mayo
En su relato, el testigo contó que su madre estuvo en cautiverio junto a una mujer embarazada. Recordemos que tanto Leonor Landaburu como Sandra Colayago, ambas víctimas en este juicio, estaban embarazadas al momento de su detención. Ellas continúan desaparecidas y sus familias siguen buscando a sus hijos o hijas: “Había una chica embarazada en el mismo lugar donde estaba mi mamá. Mi mamá hablaba con ella. Llegó a ver que la picaneaban. La estuvieron picaneando más de media hora y pararon porque decían que estaba a punto de tener al bebé. Después no la vio más. Tenía pelo largo, embarazada de 6 o 7 meses. Se comentaba que el bebé había nacido ahí. No sé si era varón o mujer. Sintió llorar chicos. Después no escuchó nada más”.
Por último, Marcos exigió justicia y castigo para los genocidas: “Que se haga justicia y algún día pueda saber a dónde está mi padre. Que se castigue severamente a los culpables y paguen todo lo que hicieron. Hasta el día de mi muerte voy a llevar esta cruz encima. Que se haga justicia”, terminó su declaración Gómez.
Antes del cuarto intermedio para dar lugar a la siguiente testigo, la secretaría del Tribunal informó que no fue aprobada la presentación de una prueba nueva que se había ofrecido en la audiencia de la semana pasada. Se trataba del legajo reparado de Juan Carlos Catnich, quien es víctima en este juicio y había sido ofrecido por su hermano Jorge durante su declaración testimonial.
“El dolor me acompaña cada día de mi vida”
Isabel Parra relató lo que fue la detención y desaparición de su padre Carlos Parra, de 40 años de edad, y de su madre, Georgina del Valle Acevedo, que al momento del secuestro tenía 38 años. Aproximadamente a las 6 de la mañana del 1 de septiembre de 1977, tocaron la puerta de su casa en Don Torcuato preguntando por un tal Pequeñich, un presunto amigo de la familia que la testigo desconoce. Cuando su madre abrió la puerta, entraron: “Eran hombres de civil a cara descubierta y armados con FAL. Tengo en la memoria una cara que no olvidé nunca: (uno de los secuestradores) era igual al actor de (la serie de televisión) Petrocelli, un poco más gordito. Yo tenía 9 años y mi hermana, Laura Parra, 15 años. No entendíamos nada. Revolvieron todo. Dijeron que se tenían que llevar a mi mamá para hacerle unas preguntas. Mi mamá nos dijo que volvía en un rato. Por la ventana vimos cómo se iban en el Falcon. Después fuimos a lo de la vecina y ella nos llevó a la casa de una tía que vivía a 10 cuadras”.
El mismo día secuestraron a su papá de los talleres del Ferrocarril en Boulogne, donde estaba trabajando. Parra era militante peronista y presidente de la Unión Ferroviaria (había sido compañero de trabajo de Enrique Gómez). Según datos que pudo recopilar la testigo, ambos fueron llevados a Campo de Mayo, como el resto de los ferroviarios desaparecidos durante esa época.
Luego del secuestro, las hermanas Parra fueron separadas. Isabel fue criada por unos tíos y pudo rencontrarse con Laura años más tarde cuando ambas ya eran adultas. Además de los datos recopilados en organismos de Derechos Humanos, Isabel se reunió con las hermanas Battistiol, quienes también fueron testigos en esta causa. El cierre de su declaración fue realmente emotivo. Allí, remarcó que el dolor por la pérdida de sus padres la acompaña hasta el día de hoy y habló de una justicia tardía: “Antes era muy feliz. Cómo cambia la historia de una persona en unos minutos. Nunca más fue igual. Nunca tuve una vida normal. Me hubiese gustado que esto lo hicieran hace 20 años atrás y que les dieran cárcel común. A mis padres no les dieron oportunidad. Yo padecía muchísimo. Lo padezco y lo voy a seguir padeciendo. Es mi historia. Para ustedes es un relato. Para mi es mi vida. Cada día que respiro, lo hago por ellos. No va a cambiar en nada el dolor que tuve toda mi vida. Me robaron mi familia. Quise rehacer mi vida. Quise tener un hijo. Me diagnosticaron ESCA, Esterilidad Sin Causa Aparente. Esa patología es por miedo a la pérdida. Eso causó también en mi vida. No poder tener una familia como estas personas que estuvieron sueltas y disfrutaron de sus vidas. No hay justicia. Para mí es un poco tarde. Tengo la ilusión de en algún momento tener los huesos de mis padres”, concluyó su testimonio.
Las audiencias del juicio continuarán el próximo miércoles 17 de junio, de manera virtual a las 10 de la mañana.
Fuente: http://www.laretaguardia.com.ar/2020/06/para-mi-no-esta-muerto-esta-desaparecido.html