Ante el conflicto bélico en Europa que provocó el incremento del precio del trigo, el Gobierno creó un fideicomiso que regule la cotización local del cereal. Mientras el precio de la harina no tiene freno, y se traslada a las panaderías, productores agroecológicos cuestionan al modelo de agronegocio y demuestra que se puede producir sano y con precios estables.
Por Lautaro Nuza.
Ucrania y Rusia representan el 29 por ciento de la exportación mundial de trigo y, debido al bloqueo de puertos, sumado a la incertidumbre que genera la guerra, los mercados del cereal se han volcado a otras áreas para satisfacer su demanda. Por eso mismo, desde la semana pasada se repitieron las denuncias de panaderos que aseguran que no se les provee bolsas de harina o que han tenido un incremento exorbitante (de 1300 pesos aumentó a casi 2000 en siete días). El grano sufrió un alza histórica respecto al valor con el cual operaba el día previo a la invasión rusa en Ucrania (24 de febrero), cuando se ubicaba en 343,47 dólares la tonelada en el mercado estadounidense y donde luego llegó a cerca de los 500 dólares.
Fideicomiso, precio interno y quejas
Para desacoplar el precio local de lo que demandan en el exterior, el Gobierno implementó la conformación de un fideicomiso, que obraría como una suerte de subsidio cruzado entre privados. Es decir que, por cada tonelada exportada, la cual se ve beneficiada por el aumento en el mercado externo, un porcentaje irá al fideicomiso para subsidiar a las industrias que no exporten.
“Esta herramienta permite tener certidumbre y eliminar la volatilidad, dos de los principales requerimientos de la industria para garantizar abastecimiento y precio de alimentos básicos como son los fideos secos y harina dentro del plan +Precios cuidados”, aseguran desde el Gobierno. Y precisaron que “la implementación de esta política contempla volcar al mercado doméstico 800 mil toneladas de trigo para garantizar abastecimiento y lograr la estabilización de precios”.
“Este mecanismo da respuesta a la necesidad de desacoplar precios para proteger el mercado interno en un contexto global de conflicto bélico y con el precio internacional del trigo alto y sostenido”, afirma el Gobierno. Y señala que participaron del acuerdo la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), la Unión de Industriales Fideeros (Uifra), la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara) y las empresas Cañuelas, Morixe, Lagomarsino y Molinos Río de la Plata.
El secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, aseguró que el acuerdo pactado con panaderos y molinos el pasado febrero “está resquebrajándose”, ya que el convenio contemplaba el precio de la bolsa de harina en 1300 pesos, y hoy ese precio se ve ampliamente superado.
Frente a la realidad internacional, países como Serbia y Hungría han adoptado suspensiones de exportación del grano para cuidar el mercado interno mientras otros países, como Italia, están evaluando medidas para desacoplar el precio del trigo y evitar el impacto directo en su economía.
La Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias (CEEA) está conformada por la Sociedad Rural, Federación Agraria, Confederaciones Rurales y Coninagro, las mismas entidades de la recordada Resolución 125 del año 2008. La CEEA emitió un comunicado donde definieron a la implementación del fideicomiso de “otro mordiscón fiscal al productor” y afirmaron que este tipo de propuestas no hacen más que “generar incertidumbre en los mercados”. Además, aseguran que el fideicomiso no evitaría el desplazamiento de los aumentos hacia las góndolas y que sólo distorsionaría más los valores que necesitan los mercados.
Desde la CEEA aseguran que “estos instrumentos no serían necesarios si no hubiera permanentes intervenciones y fijaciones de precio por parte del Gobierno, si se pudiera trabajar libremente en la oferta y demanda, y si se accediera a los precios que existen en la realidad”.
Tres miradas sobre el agro
La tonelada de trigo a casi 500 dólares es, para algunos sectores, una oportunidad para el país y su crisis de divisas (aún más en el marco del acuerdo con el FMI). Para otros significa una disparada en los precios del mercado local. Y es allí mismo donde se definen los modelos de país.
Ante quienes explotan los recursos naturales y piden liberar la exportación de trigo (en detrimento del mercado externo y sin evaluar los impactos sociales) y, por otro, el adoptar medidas protectoras no del todo liberales (como es el caso del fideicomiso) para generar dólares mientras se cuida el mercado interno, existe una tercera opción: la agroecología.
María Mercedes Cohen, periodista ambiental y productora de trigo agroecológico de Bahía Blanca, dijo que “por ahora los productores agroecológicos no se van a sumar a este aumento. Es parte de la agroecología contemplar los mercados locales, y que sean precios justos y accesibles”. Además, señaló que el impacto del fideicomiso no incide en pequeños y medianos productores, sino que “lo que más afecta es a los productores grandes que están siempre especulando con el precio del dólar, porque exportan el trigo y eso es lo que quiere impedir el Gobierno”.
A pesar de la incertidumbre por el futuro de la guerra, para los pequeños productores este escenario es un incentivo para la siembra de trigo y así recuperar algo del terreno cedido a la soja. “Este año para la producción de trigo fue buenísimo. No hubo tanto trigo sembrado, pero lo que había anduvo muy bien. Daban ganas de tener más”, afirma Franco Rigo, productor de harina integral orgánica de San Nicolás (Buenos Aires). Reconoce que medidas como el fideicomiso, son tomadas con escepticismo. “El Estado siempre está ausente, solo aparece para cobrar impuestos y retenciones y más impuestos. Nunca van aparecer con asesoramiento o herramientas nuevas, o con algo que le permita a los productores independizarse de los insumos”, lamenta.
El contexto de aumento de exportaciones como un posible crecimiento económico no se traduce en mejoras sociales ni de independencia de insumos o políticas de producción saludable, la soberanía económica sigue siendo una cuenta pendiente. “Seguimos con el monocultivo, con el monocultivo mental más que nada. El Gobierno está muy alejado de la realidad de los productores”, sentencia Rigo.
“A pesar de la guerra, no hay necesidad de aumentar los precios”
Celio Tejerina, ingeniero agrónomo y descendiente de productores, afirma que “la agroecología fue la alternativa que funcionó durante la pandemia”. Recordó que, en cuanto a producción de alimentos, es necesario utilizar circuitos cortos de comercialización, lo que favorece al productor y al consumidor.
Señala que es la falta de acceso al mercado la que limita el crecimiento del sector. “Muchas veces la gente que hace producción agroecológica, si tiene excedente, no tiene dónde venderlo, o sino es venderlo al mercado convencional donde el que fija el precio es el intermediario”, explica.
Desde hace tiempo que los productores agroecológicos denuncian falta de apertura de mercados, sobreprecios en los intermediarios y la escasez de acceso a tierras como uno de los problemas fundamentales del crecimiento del sector.
Rigo precisa que la dificultad que atraviesa el productor convencional es la cantidad de insumos que necesita. “Todo los lleva a producir soja, es de sus más seguras opciones para quien arrienda un campo, ya que los costos son elevados y las condiciones de siembra no siempre son las necesarias para otro tipo de cosecha”, aclara.
Y plantea otro camino. Destaca que desde la agroecología y la agricultura orgánica se hace notorio la reducción de los costos y, además, se trabaja en la generación del valor agregado en el campo y la comercialización lo más directa posible (lo más local y regional que se pueda). “A pesar de la guerra, el trigo está, la molienda está, no hay una necesidad de aumentar los precios”, sentencia Rigo. “Esto es una muestra más de lo inestable que es el sistema de producción convencional, con lo que respecta a la poca habilidad de sortear estos desequilibrios y estar siempre pendiendo de un hilo ante la mínima cuestión, hay que crear un fideicomiso porque el precio se disparó al doble”, resume Rigo.
Por su parte, Leda Giannuzzi, doctora en ciencias químicas e integrante de la Cátedra de Soberanía Alimentaria de la Universidad de La Plata, recordó que la agroecología es un pilar fundamental de la soberanía alimentaria. Llamó a abandonar la producción intensiva, de monocultivos, con uso de agrotóxicos que envenenan. Reforzó la necesidad de otro modelo: “Necesitamos un precio justo de los alimentos. Y necesitamos que sean alimentos sanos, sin agrotóxicos, sin agregados fertilizantes en exceso que afectan al cultivo y afectan también a la tierra”.