Santiago Nicolás Arévalo de la localidad de Lavalle, provincia de Corrientes, en el año 2011 con sólo cuatro años edad fue intoxicado con Endosulfán, un agrotóxico utilizado en la industria hortícola. El 30 de marzo de aquel año, junto a su prima Celeste de 5 años, Nicolás jugaba cerca de su casa, y cayeron en una zanja donde desembocaba el agua del fabricante de tomates, vecino de ambos. Esa agua tenía este veneno mortal. Celeste peleó por su vida en el Hospital Garraham durante tres meses y lograron salvarla, Nicolás falleció. Luego de 9 años de lucha de su familia, llegó finalmente el día lunes cuando Ricardo Prietto, el i-responsable de la fumigación, fue condenado a 3 años de cárcel condicional. El Tribunal Oral Penal de Goya en la provincia de Corrientes fue el encargado de llevar adelante el segundo juicio al empresario agrícola. En el primer juicio en 2016 había sido sobreseído.
Por Federico Paterno
Hasta el día de hoy, luego de 9 años, Celeste tiene serias secuelas producto de la intoxicación sufrida aquel día de marzo cuando su vida cambió diametralmente y dentro de estas secuelas figuran serios problemas en la piel y dificultades respiratorias. En el caso de Nicolás, su autopsia determinó que había Endosulfán en sangre e hígado, lo que demostró la intoxicación ocasionada por el productor hortícola. “Esta lucha no fue en vano, esta lucha tiene una sentencia condenatoria a un productor de la zona de Lavalle por la implementación de químicos que dañan y que matan a nuestra población. Esta sentencia tiene que ser la bandera de Nicolás y Celeste con la intención de generar nuevas condiciones en la producción. El mundo está avanzando, sin embargo, en Corrientes nos mantenemos en un sistema feudal, en el que el tomate vale más que la vida”, manifestó Hermindo González, abogado de la familia a la Agencia Tierra Viva.
Nicolás luego de haber estado en contacto con el veneno que se utiliza en estas producciones comenzó con síntomas de náuseas y vómitos que luego se agudizaron y terminaron con su internación en el hospital Santa Lucía de la localidad de Goya y posteriormente en el Hospital Escuela de Corrientes, donde finalmente murió a causa de la intoxicación. El herbicida Endosulfán fue prohibido por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) el 1° de julio de 2013.
Esta familia tuvo que enfrentarse a la inseguridad laboral, ya que al denunciar lo ocurrido se le comenzaron a cerrar las oportunidades de encontrar trabajo debido al monopolio y concentración de la tierra en manos de empresarios inescrupulosos que día a día envenenan millones de hectáreas en todo el país.
La muerte de Nicolás, no fue la única a causa de las fumigaciones con agrotóxicos. El 12 de mayo del 2012, José Carlos Rivero de cuatro años, también falleció en la localidad de Lavalle, a causa de contaminación por venenos que utilizan para fumigar las plantaciones de tomates, ubicado en la misma zona donde murió Nicolás y Celeste sufrió las consecuencias que hasta hoy padece.
El modelo del agronegocio implica que se utilicen las fumigaciones con herbicidas, y esto deriva en malformaciones de bebés, abortos espontáneos, afecciones respiratorias, y el aumento de casos de cáncer en niñes y adultes. Desde la Red Universitaria de Ambiente y Salud, en el mes de julio advirtieron a través de un informe de la doctora Silvana Rosso, investigadora del CONICET, como las neuronas en presencia de glifosato reducen crecimiento, ramificaciones y pierden lo más importante de un cerebro, la interconexión de las más de 80.000 millones de neuronas que tenemos los humanos, Se destaca en este informe: “El equipo de la Dra. Silvana Rosso cultivó neuronas del hipocampo y a un grupo las sometió a distintas concentraciones de glifosato y a otro grupo lo utilizó de control. Claramente las neuronas con glifosato al cabo de uno y dos días tenían menor tamaño y mucho menos ramificaciones limitando su capacidad de sinapsis (conexión).
La Declaración del Tercer Congreso Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados (con fecha en el año 2015), de la Red Universitaria de Ambiente y Salud, ya pronunciaba que aumentó un 983% durante los últimos 25 años el uso de agrotóxicos y de 38 a 370 millones de kilos, es por datos como estos que la preocupación esta en crecimiento en las zonas de mayores fumigaciones como por ejemplo la provincia de Entre Ríos, de las mas castigadas con esta práctica agrícola que enferma, envenena y mata.
Las fumigaciones con venenos lo que lograron fueron luchas colectivas de médiques organizades, docentes que resisten el avance de las fumigaciones en las escuelas, y pueblos enteros con sus asambleas que se encuentran alertas ante el avance del agronegocio y el envenenamiento que trae de la mano. Por ejemplo Paola Kruger es docente rural de Baradero e integra la Red Federal de Docentes por la Vida, siendo parte de la lucha porque estas fumigaciones no avancen de manera impune, en este contexto pandémico reflexionó: Después de más de cien días de no verlos (ya que son los padres los que se acercan a la escuela a retirar las tareas y módulos alimentarios) como los extraño mucho decidí ir a visitarlos a sus casas. Aproveche un hermoso y tranquilo día de sol y salí feliz hacia allá, no sólo por verlos, sino también porque era una buena excusa para sentir un poco de libertad y aire puro… Pero todo eso se esfumó en un instante al bajarme del auto en el primer campo y sentir ese olor nauseabundo que aún estaba en el aire y peor aún al escuchar el relato de la madre que me contaba que habían estado encerradas toda la mañana porque no se podía respirar ya que los que arrendaban el campo habían estado con las máquinas fumigando desde temprano. Seguí mi viaje ya que quedaba mucho recorrido aún… Pero ahora con mucha tristeza al pensar que todo este tiempo estuve equivocada pensando que mis alumnos estaban protegidos y que el aislamiento no les afectaba como a los niños de las ciudades. Sin embargo la pandemia pasará, pero ellos seguirán teniendo que encerrarse en sus casas cada vez que el «virus con ruedas o alas» ande cerca.
Hasta el momento no hubo ningún gobierno que logre cuestionar el modelo del agronegocio, y las consecuencias que generan sus fumigaciones con tóxicos. En la actualidad, los cultivos intensivos de soja, maíz y algodón son los de mayor utilización para los productores, esto implica un uso indiscriminado de fumigaciones y una ocupación del 80 % de la superficie sembrada de la Argentina. Hay pocos beneficiados con este modelo de producción de muerte y venenos, que son las grandes corporaciones del modelo capitalista del agro, como ser Bayer-Monsanto, Dupont o Syngenta, entre otras. Manejan los alimentos de gran parte del mundo, y logran obtener hasta un 400% de ganancias, mientras los pueblos fumigados y les niñes fumigades en las escuelas rurales esperan medidas concretas, políticas que estén a la altura y que puedan poner un freno a este genocidio silencioso.