Macri quiere el dibujito para Lagarde pero cada uno piensa en su “game over”

Panorama semanal.

-¿Tan mal estamos? ¿Tan grave está la cosa?

-No estamos mal. No es una maravilla, es cierto, pero tampoco estamos mal. Para mí el mundo entero está haciendo un downgrade.  Mirá Italia, por ejemplo. Los bonos italianos bajaron 14% este año. Lo nuestro es parte de lo mismo. Pero ya se va a calmar.

Nicolás Caputo, empresario polirrubro pero ante todo íntimo amigo de Mauricio Macri, interrumpió por un minuto su charla con el flamante embajador estadounidense en Argentina, Edward Prado, para responder la pregunta de BAE Negocios. En un atiborrado salón Versailles del hotel Alvear Palace, en nombre del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP), el asegurador y terrateniente Adrián Werthein acababa de arengar al empresariado para que respalde a Macri más decididamente: “¡A los que juegan al tenis y dicen ‘game over’ yo les digo que este presidente no se va a ir, que este presidente se va a quedar y va a cumplir su mandato!”, vociferó el jefe del Grupo W. Y agregó, dirigiéndose a Rogelio Frigerio: “¡Señor ministro, acá usted tiene a 407 personas que lo van a apoyar a usted y a todo el gabinete nacional, y también al Presidente!”.

El mensaje de Werthein aludía sin nombrarlo al caricaturesco Guillermo Moreno, quien lanzó su consigna insurreccional de videojuego en un reportaje con Alejandro Fantino dos semanas atrás, justo cuando el dólar sobrepasaba por primera vez los 40 pesos. Claro que el ex secretario de Comercio ya no es más que una anécdota: su gravitación política actual no le permitiría siquiera cantarle “game over” a un intendente y Cristina Kirchner no habla con él desde que se lo exigía la gestión. Tiene aire porque da rating. Como Ivo Cutzarida, que terminó sacando 0,58% en las PASO porteñas de 2015.

El “acá tenés los pibes” de Werthein, en realidad, bien pudo haberse dirigido a muchos de sus colegas que susurran “game over” sigilosos, lejos de las cámaras de televisión. A ellos también fue a hablarles Nicky Caputo, rara vez presente en almuerzos así. Es un secreto a voces: el establishment no quedó conforme con los retoques al gabinete que dispuso Macri y mantiene sus reparos respecto de Marcos Peña, quien no habría sido acogido con la misma calidez que Frigerio en el salón Versailles. El mismo Werthein lo dejó entrever cuando le elogió al ministro del Interior una capacidad de autocrítica de la que carece el jefe de Gabinete: “Hay muchas cosas que se hicieron mal y usted mismo las reconoció”, destacó.

El ajuste empieza a resquebrajar lealtades dentro y fuera del Gobierno. Y a motorizar contorsiones insólitas. Para lograr el aval del Congreso que reclama el Fondo Monetario, por caso, Nicolás Dujovne torturó los números hasta parir un proyecto de Presupuesto que supone otro ciclo de atraso cambiario que el propio Fondo jamás aceptaría. El borrador supone un dólar a $38 a fin de este año, dos pesos más barato que el de ayer. Y uno de $42 a fines de 2019. Apenas un 10% de incremento en 12 meses, durante los cuales estima que los precios subirían 23%.

La Rocca madre

Claro que el ajuste no es igual para todos. Para grandes empresarios como Paolo Rocca, por ejemplo, lo que hay en juego en 2019 es hasta qué punto se verá afectada la masa millonaria de subsidios en dólares que recibirán por haberse puesto a perforar en Vaca Muerta, uno de los pocos éxitos inversores de los cuales puede jactarse Macri. Según publicó en el portal especializado Econojournal el periodista Nicolás Gandini, Hacienda acaba de avisar a las petroleras activas en esa roca madre que la nueva política de austeridad obligará al Gobierno a revisar la generosa resolución 46/2017 de Juanjo Aranguren, que establecía un subsidio directo para cubrir la diferencia entre el importe promedio del mercado y un precio estímulo fijado de forma discrecional por el Estado.

El impacto fiscal de la discusión es enorme: Aranguren había presupuestado que el subsidio a las perforaciones no convencionales costaría  u$s 600 millones en 2018 y u$s 400 millones en 2019. La realidad es que de no mediar una renegociación, el chiste costaría más de u$s 1.100 millones el año que viene. Casi un 10% del ajuste que les reclama Frigerio a las provincias. Es porque tras la devaluación, el precio que paga la demanda no podrá subir todo lo que preveía Energía cuando dolarizó de facto las tarifas.

La solución que evalúa Hacienda es ponerle un tope a ese subsidio de unos u$s 500 millones para 2019. El 80% de ese dinero sería para Tecpetrol, la petrolera del dueño de Techint, Paolo Rocca, con quien Macri se paseó dos semanas atrás por el yacimiento Fortín de Piedra. Tecpetrol es un caso de estudio de mamushka corporativa: el 100% de su capital pertenece a la española Tecpetrol Internacional SLU, a su vez controlada en un 100% por la uruguaya Tecpetrol Internacional SA, que a su vez pertenece íntegramente a la offshore Techint Investments (Panamá), controlada a su vez por otra panameña, Techint Financial Corp. Esa offshore pertenece la holandesa Arotec Investment BV, que por su parte administra Techint Holdings SÁRL desde Luxemburgo. Otra luxemurguesa, San Faustín SA, hace de puente entre ella y la verdadera controlante: una fundación llamada “Rocca & Partners” con sede en Holanda.

Si realmente quiere recortar el déficit fiscal, bien haría Dujovne en investigar los movimientos financieros entre Tecpetrol y sus controlantes. Tal vez se entere de que Rocca no necesita cobrar tan caro el gas para que su negocio funcione y Vaca Muerta siga activa. Solo el año pasado, por caso, la petrolera que se convirtió en locomotora de Neuquén les pagó a sus controlantes cerca de u$s 180 millones por servicios que le prestaron y por intereses de créditos que supuestamente le otorgaron. Todo en familia. Si la auditoría sobre los Rocca resulta provechosa, bien podría continuar; muchos otros grandes grupos tienen lo suyo.

Justicia poética

Como los empresarios, como los gremialistas, como los gobernadores y como los prestamistas de Wall Street, los jueces ya no solo miran la lista de presidenciables en 2019 sino también sus respectivos “game over”, por si la arenga de Werthein no alcanza. Como el que súbitamente le tocó al supremo Ricardo Lorenzetti. El hombre que, coinciden todos en el palacio de Tribunales, le prestó demasiada atención al Ejecutivo y demasiado poca a sus subalternos, especialmente los de fuera de Comodoro Py.

La suerte de Lorenzetti estaba echada el martes a las 10 de la mañana, cuando la Corte dio inicio a su acuerdo semanal, la reunión donde se ven las caras invariablemente sus cinco miembros. Hasta el día anterior se había mantenido firme en su berretín de interiorizarse al detalle de los quehaceres de los otros dos poderes. Según fuentes irreprochables, le propuso a uno de sus pares convocar a una reunión secreta a los gobernadores que negociaban con Frigerio y Dujovne los detalles del ajuste presupuestario. También le pidió su voto al día siguiente. No lo logró.

La mayoría que construyó Carlos Rosenkrantz con Elena Highton y Horacio Rosatti estableció tácitamente un pacto de alternancia. Rosatti se quiere hacer fuerte en lo jurisdiccional y levantar un poco el perfil súper bajo que mantuvo desde que asumió, a inicios de 2016. Por eso empezó a desplegar gente de su vocalía en áreas técnicas de la Corte y ayer estrenó una página web (www.juezrosatti.com). “Esta vez no”, soltó enigmático cuando le preguntaron si iba por la presidencia de la Corte.

Lo que se saldó con la salida de Lorenzetti es la tensión que había latente entre una corte más “política” y una más “jurídica”, con todas las comillas del caso. El resultado, tal vez por una carambola, es el que buscaba la Casa Rosada. Una dosis de rosca necesaria para que los fallos dialoguen con la relación de fuerzas sociales que cristaliza cada elección, como ocurre en todo el mundo (salvo en las fantasías de algún republicano de laboratorio), pero no tan generosa como para que los jueces se crean capaces de legislar o gobernar. Es el pecado que le achacan al “Loro”.

Los operadores políticos oficialistas más avispados, sin embargo, advirtieron que Macri no debería apurarse a festejar haber corrido a Lorenzetti de su línea sucesoria. Después de la vicepresidenta, antes que Rosenkrantz, sigue teniendo al Senado en el medio. Y ahí anidan las esperanzas de “Pichettemer”, como apodaron algunos en el peronismo al senador rionegrino que no oculta sus aspiraciones presidenciales pero cuyas chances electorales no se ven mejores que las que tenía el brasileño Michel Temer antes de que el parlamento le encomendara la presidencia.

Los operadores judiciales tampoco alientan el festejo. Avisan que, sin Lorenzetti, pronto la Corte ya habrá terminado de estudiar el caso del jubilado que reclama un aumento del 45% en sus haberes por mal cálculo de actualización. Algo que también reclaman otros 150.000 jubilados. Una montaña de plata en pleno ajuste, con una nueva Corte que no tiene por qué pagar el costo político de mostrarse ajustando a los jubilados junto a Macri.

Es un rubro sensible y por donde inevitablemente el Gobierno deberá pasar la guadaña si quiere cumplir con los duros compromisos que se apresta a asumir ante el FMI. Se le escapó a Frigerio en el Alvear, cuando dijo que  el desafío del próximo período será “trabajar sobre la sustentabilidad del sistema previsional”.

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