El economista Eduardo Lucita analizó el escenario mundial y su vinculación a nivel local. Guerra comercial, endeudamiento y política regional.
Para el economista Eduardo Lucita la pulseada comercial y geopolítica entre Estados Unidos y China podría desacelerar el crecimiento de la economía global en 2019, pero no observa una recesión en el horizonte cercano. Alerta, sin embargo, que los anabólicos impositivos que inyectó Donald Trump a la economía estadounidense y la suba de tasas de la Reserva Federal golpean por varios flancos a la Argentina: migran capitales de la periferia global al centro, se encarece el endeudamiento y caen los precios de las materias primas. “La situación mundial es muy contraria, es un viento de frente para Argentina”, sostiene.
En esta entrevista con La Capital, Lucita, integrante del colectivo Economistas de Izquierda y docente universitario, confía en que a pesar de la tensión entre ambas potencias nadie pulsará el botón rojo. “A Trump no le conviene que la economía mundial se caiga, y a China tampoco”, asegura.
—¿Cuál es su balance de la economía global en 2018?
—Comenzó bastante bien. Hubo una recuperación de la economía de Estados Unidos. La política de rebajas impositivas -casi diría de prebendas impositivas- a las grandes corporaciones dio resultado porque hay casi 11 billones de dólares que reingresaron al país. La suba de tasas de la Reserva Federal, además, está absorbiendo fondos de todos lados. En EEUU hay un fuerte crecimiento del empleo, los salarios tienden a subir y hay un porcentaje importante de nuevas inversiones. La economía creció dos trimestres seguidos alrededor del 4,5 o del 5 por ciento y va a cerrar el año alrededor del 3 por ciento. Es impresionante porque un país que tiene el 5 por ciento de la población mundial produce el 25 por ciento de la riqueza anual del mundo; eso tiene una capacidad de extracción muy fuerte. Al mismo tiempo, hay un menor crecimiento de la economía china, que estaba expandiéndose al 6,5 por ciento, y EEUU con la administración Trump ha avanzado en el proteccionismo. Impuso una serie de aranceles a las importaciones de China, que replicó también con impuestos a los productos de EEUU. La cuestión es que China importa de EEUU productos primarios, pero EEUU importa de China productos terminados. El problema es que EEUU no tiene reemplazos para esas importaciones de China y China sí tiene reemplazo de productos primarios en América latina, con Brasil y Argentina. Sobre todo de soja, también de Perú con otros productos minerales. Lo que hay detrás de esta puja comercial es quién dirige las nuevas tecnologías de la cuarta revolución industrial, sobre todo la inteligencia artificial, que es lo que quiere frenar los que piensan estratégicamente en EEUU. Esto implica también una disputa geopolítica en muchos sentidos. Por todo esto hay una amenaza sobre la economía del mundo de entrar en una declinación. Todo lo que venía creciendo se supone que el año que viene puede empezar a decaer.
—Efectivamente, distintos organismos internacionales prevén una desaceleración de la economía internacional en 2019, mientras que otros pronostican una recesión, ¿Cuál es su proyección?
—Es probable una caída de la actividad tal como vienen las cosas, si no hay un acuerdo antes entre China y Estados Unidos. China está muy interesada en el acuerdo, a pesar de que en esta disputa puede salir ganadora. China tiene una política que no le interesa la confrontación. Avanza en períodos de calma; en cambio EEUU necesita de la confrontación. Si esto sigue, en lugar de crecer la economía mundial al 3 por ciento, crecerá al 2,5 por ciento. No hay que olvidar que la India está creciendo, Vietnam y Japón también. Además está el problema de Europa, que es básicamente político.
—De todos estos factores ¿Considera que la relación entre Estados Unidos y China es el principal factor de inestabilidad o estabilidad de la economía global?
—Es el principal factor, porque son las dos principales economías del mundo. EEUU es la primera economía del mundo, con un PBI de 20 billones, y China tiene un producto de 12 billones. Un dato importante es que China ha construido una fracción de capas medias que tiene un poder adquisitivo similar al de EEUU; el problema es que Estados Unidos tiene 385 millones de habitantes, y las capas medias de China son 400 millones. Sólo con ese sector podría consumir lo mismo que EEUU. Por supuesto, si China llegara a tener el mismo consumo que EEUU el planeta explota. No es sustentable para nada.
—¿Cree que puede haber alguna instancia de acuerdo entre las dos potencias?
—Creo que sí. A Trump no le conviene que la economía mundial se caiga, y a China tampoco. El más perjudicado puede ser Estados Unidos, porque China ha dejado de acumular y crecer en base a las exportaciones, ahora lo hace en base al mercado interno. Va generando excedentes financieros y monetarios muy fuertes, por eso está haciendo financiaciones en todo el mundo como la “Ruta de la Seda”, también invirtiendo en América latina. Para que eso funcione tiene que haber en el mediano plazo tranquilidad y crecimiento en la economía. Hubo una primera reunión que hicieron a principios del año pasado en Estados Unidos, donde sentaron las bases del acuerdo. Es de todas formas un acuerdo con fuertes desacuerdos, porque estratégicamente son rivales. En el corto plazo la gobernanza depende del G2, que en última instancia fue lo único importante de la reunión del G-20 en Buenos Aires. Como pasa últimamente en las reuniones internacionales no se resolvió nada.
—Se están cumpliendo 10 años de la crisis internacional que se desató primero con las hipotecas en Estados Unidos y contagió al resto del mundo, ¿Ve en la actualidad burbujas que puedan desatar una crisis de esas características?
—Lo que se puede decir es que después de que todo el sistema internacional cuestionó al sistema financiero por ser el responsable de la crisis otra vez la hegemonía en el mundo la tiene el capital financiero. El G20, que era reunión de amigos, se transformó en la crisis de 2008-2009 de una reunión ministerial a nivel presidencial. Se dijo que había que reformar el FMI y poner límites al sistema financiero internacional. En efecto, se le pusieron algunas regulaciones al sistema financiero, que no impiden que sigan haciendo de las suyas, y al FMI no sólo no se lo reformó, sino que se lo recapitalizó. Vemos el papel que jugó el Fondo en la crisis griega y el que está jugando en la crisis argentina.El capital financiero y los organismos internacionales tienen más fuerza que en la crisis de 2008.
—¿Cuáles son las perspectivas para los países emergentes en este marco?, ¿Cómo los afectarán las tasas de interés de Estados Unidos y los precios de las materias primas?
—Está claro que en la medida que siga subiendo la tasa de interés en Estados Unidos los commodities bajan, y EEUU absorbe los capitales. Es el llamado vuelo de calidad, los inversores aprovechan los bonos de EEUU. El caso de Argentina es muy particular porque tenemos una deuda que está llegando a los 400 mil millones de dólares, y va a ser el 100 por ciento del PBI. La característica es que el 80 y tanto por ciento de esa deuda es en dólares. Es todo producto de este gobierno, porque la deuda externa con el gobierno anterior no alcanzaba el 14 por ciento del PBI. Por cada punto que sube la tasa de interés en Estados Unidos en Argentina aumentan 3 mil millones de dólares de pago de intereses. Aparte de que baja el precio de los commodities y nos perjudica las exportaciones. El petróleo bajó 30 por ciento, por lo cual perjudica las inversiones en Vaca Muerta. Más allá de la opinión que se pueda tener sobre el extractivismo y el fracking, Argentina había empezado a exportar gas en estos días. La situación mundial es muy contraria, es un viento de frente para Argentina.
—Y a esas variables se suma el condicionamiento del FMI.
—El acuerdo con el FMI está hecho a medida de la campaña electoral del gobierno. El último desembolso del año que viene es en octubre, cuando son las elecciones. Es un acuerdo que financió el gobierno y desfinanció totalmente al gobierno que venga, sea cual sea, continúe el gobierno actual o haya un gobierno nuevo. Tanto el macrismo, el kirchnerismo y el massismo ya están hablando de que hay que renegociar el acuerdo con el Fondo y que hay que renegociar la deuda, sino no hay otra forma de resolver el tema.
—¿Cree que a partir de 2020 la deuda será uno de los temas centrales de la agenda económica?
—Sí, están prisioneros de la deuda. El acuerdo con el Fondo endeudó el país por muchos años para adelante, ha sido una trampa tremenda. Fíjese que en 2023 y 2024 vencen entre los pagos que hay que hacerle al Fondo y los bonos de arrastre que tenemos, 40 mil millones de dólares un año y 30 mil millones el otro. Hay riesgo país porque los grandes prestamistas internacionales del sector privado dudan de la solvencia de la deuda argentina. Acá se dice que es el riesgo por la incertidumbre política, pero la realidad es que nadie sabe cómo va a hacer Argentina para pagar la deuda. Con un riesgo de 750 puntos más la tasa en EEUU, que tal vez llegue a 3, usted para colocar un bono tiene que pagar un interés de 10,5 anual. Ningún país lo puede hacer, aparte nadie le presta a un país que se compromete a pagar al 10 o al 11 por ciento anual. No tienen posibilidad de renovar la deuda, si no la reestructuran están liquidados. Es una encerrona que han hecho. Se viene un tiempo de vacas flacas por varios años para adelante.
—Le consulto sobre Brasil: Bolsonaro anunció en campaña un programa neoliberal, desmarcándose del histórico desarrollismo de las Fuerzas Armadas, ¿Cree que avanzará con reformas en ese sentido?
—Hay que ver si se puede llevar adelante la agenda que anunció el futuro ministro, Paulo Guedes, un ultraliberal. Por empezar, cuando Bolsonaro habló de privatizar Petrobras los militares le dijeron que no, entonces dijo que se va a privatizar sólo las áreas periféricas, como el transporte. Cuando plantearon privatizar Embraer los militares también se opusieron. Cuando señalaron que había que hacer la reforma jubilatoria los militares dijeron que no, porque es un régimen que tiene muchos privilegios y los principales privilegiados son los militares. Hay una serie de cuestiones que hay que ver cómo se resuelven. Hay que ver también qué pasa con el Mercosur: no se piensa en liquidarlo, como era la idea original, sino que se habla de una flexibilización. Hay que ver qué implica esto. Por ejemplo, si levantaran el arancel del 33 por ciento desaparece la industria automotriz acá y en Brasil: no son competitivas. Hay una presión de las grandes corporaciones internacionales que van a decir que si tocan esto se van al diablo. Acá la industria automotriz da trabajo a 100 mil personas. Se generarían situaciones muy complicadas. Una cosa son los dichos, otra los hechos. Me parece mucho más grave en términos políticos e ideológicos, porque ahí sí está avanzando.
—A nivel global, los principales proyectos en disputa parecen ser distintas versiones de un neoliberalismo progresista y de un neoliberalismo autoritario, ¿Está en condiciones la izquierda de canalizar el malestar social con la globalización y las instituciones políticas?
—Si hablamos de izquierda en sentido amplio vemos en este período que los regímenes progresistas están todos en retroceso. Sin embargo, tampoco veíamos nada en Francia y veamos lo que está pasando ahí. Nadie sabe cómo se va a resolver la situación, la lucha de clases en última instancia es impredecible. Ahora, el terreno tal como están planteadas las cosas no es muy bueno para la izquierda. La izquierda progresista no tiene respuesta frente a esto, y de alguna manera le ha pavimentado el camino a la derecha. Por otro lado, la izquierda anticapitalista es muy pequeña en Argentina y en el resto de América latina. Más allá de que pueda tener distintos niveles de sectarismo y todas las críticas que se le pueda hacer no tiene posibilidad de cambiar las relaciones de fuerzas sociales.
Fuente: https://www.lacapital.com.ar/economia/nadie-sabe-como-argentina-pagara-la-deuda-n1722087.html