Este artículo aborda el pensamiento que propone Rodolfo Kusch en su libro América Profunda desde las experiencias vividas por el autor.
04/01/2021
Por Rubén Ifrán, vocero de la comunidad indígena guaraní Estación El Tabacal, Salta
La niña de la isla corrió con su cesto por la extensa playa hasta alcanzar al grupo que recogía las frutas.
En el momento en el que un libro empieza a cobrar vida es dificil reconocer cuándo lo empezamos a leer y cuándo se termina. Los primeros pasos con Rodolfo en su América Profunda fueron casi a los codazos ya que no podía entenderlo. En el tiempo, sus páginas no dejaron de observarme, de mirar a ese adolescente que estaba cansado de fingir y que pedía a gritos reencontrarse con su pueblo.
La primaria en Buenos Aires fue la puerta hacia otro mundo. En el patio de un colegio sonó una voz en guaraní ante muecas y sonrisas, por lo que el niño sintió vergüenza. Salvo su grupo de confianza, esos amiguitos de fierro, el resto era primero pensarlo y luego hablar. Con mi padre, con mi gente, compartimos el jopará, un guarani mezclado. En la escuela debía aprobar. Era simple, aunque terrible. Para nuestros pueblos la escuela es el no estar, ni en el uso de la lengua, ni en los mapas, ni en las banderas, ni en las fechas patrias. Ni en el patio. La educación es aprobar, llegar a ser un buen ciudadano, técnico o mercader en el mundo del consumo, en el “patio de los objetos”, como lo expresa Kusch.
La niña de la isla, agitada y sonriendo, caminó hacia el reencuentro. Los demás continuaron inmóviles, parados, observando hacia el mar.
La lengua de un pueblo es su relación con el mundo. En ese sentido, Rodolfo propone analizar una de las lenguas utilizadas por un pueblo indígena en este continente. La palabra quechua “kay”, tiene su equivalente en los verbos castellanos “ser” y “estar”, aunque con una marcada significación de “estar”. Así, el “Kay Pacha” es el lugar donde se está, donde se habita. Esta relación entre el ser y el estar es fundamental a la hora de pensar en la identidad de nuestros pueblos, y lo podemos extender a los aymaras, guaraníes o mapuches y su relación con la tierra. Soy porque estoy en mi tierra, y soy parte de ella.
De la misma manera, la palabra guaraní “tekoa” es utilizada por el pueblo mbya en Misiones para referirse a la comunidad o aldea en la que viven. En castellano podría entenderse como “lugar del modo de ser del guaraní”, ya que está conformada por el término “teko” que significa “ser” y “estar”, y también “costumbre” y “cultura”, similar a la palabra “kay” que analiza Kusch en la lengua quechua. Nuestra lengua es parte de nuestra identidad. Recién en el año 1992 la constitución de Paraguay consideró al guarani como lengua oficial. Anteriormente estaba prohibida a pesar de ser hablada por una gran parte de la población. Se quiso eliminar una lengua con el deseo de eliminar una cultura.
Por otro lado, ese “estar” de nuestros pueblos indígenas es también comunicación, interacción y expresión con el mundo. Las ceremonias de nuestros pueblos permiten tejer un puente entre el adentro y el afuera, oyendo al fuego arder en medio de la noche, o al río, o el canto de los pájaros. Esa comunicación con lo que nos rodea nos permite escucharnos internamente, y en las ceremonias, llegar a lo sagrado.
Contraria a nuestra cultura, Kusch identifica a la cultura tecno-moderna con una marcada importancia en el “ser”, desprendida del mundo, que ocupa su tiempo sin detenerse provocando un vacío interno que intenta llenar con cosas materiales, saqueándole a la tierra todo lo que puede para sentir que “es”, gracias a que domina, desde un yo que cree en superhéroes, individualista, competitivo y sordo de ese mundo que lo rodea. No puedo dejar de relacionar el intento de esa cultura moderna y cristiana de llenar ese vacío invitando a dirigir las miradas al cielo, hacia ese paraíso prometido, con el propósito de que miremos hacia arriba y descuidemos el mundo mientras es destruido.
Para ello, las publicidades y los medios masivos de comunicación también son especialistas en dirigirnos la mirada hacia arriba y adelante, siempre en dirección al progreso. “Pertenecer tiene sus privilegios” rezaba la publicidad de una importante tarjeta de crédito, invitándonos a seguir consumiendo para sentir que somos alguien. Mantener la simulación.
Lejos de mirar hacia otro lado, nuestros pueblos continúan luchando por recuperar su tierra, ya que nuestros territorios forman parte de nuestra identidad. Desde hace más de un año, comunidades de diferentes pueblos indígenas del país formaron parte del armado de un proyecto de ley de propiedad comunitaria. Esto, sumado a la acción y voluntad política, permitirá en un futuro no sólo que las empresas dejen de avanzar sin control por nuestros territorios, sino que se respete nuestro derecho a vivir comunitariamente.
Al igual que la mayoría de los pueblos de este continente, nuestra comunidad indígena guarani Estación El Tabacal sigue reclamando por su territorio en Salta, el cual intentó arrebatarnos una empresa norteamericana que insiste en avanzar con sus tecnologías modernas en pos de sus ganancias. Es la historia que se repite, grandes maquinarias como el reflejo de un profundo miedo amparado en un intento de dominación.
La niña de la isla los acompañó, curiosa, con la mirada. A lo lejos se acercaban, lentamente, unas carabelas.
Me gusta pensar esa parte de la historia desde la mirada inocente de unos niños, desde estas tierras, y sin nombres grandilocuentes.
Después de tantos años, de intentos de callarnos y negarnos, de tanta resistencia y de no bajar los brazos, podemos decir orgullosos, estamos.
Fuente: http://enloprofundo.com/2021/01/el-mero-estar-de-kusch/