La actual coyuntura Latinoamericana donde parece imponerse el retroceso económico en paralelo al ascendente conflicto social y las políticas represivas tiene un elemento común en distintos países que no siempre es señalado: las inversiones en recursos naturales y energéticos por parte de empresas transnacionales. Mientras el foco suele ponerse en Estados Unidos, Canadá o China, un actor importante en el proceso de inversión y luego fuga masiva de recursos y capitales es Europa. Allí se producen los procesos definitivos de acumulación de capital, y por tanto, desde donde se toman las decisiones estratégicas del Comercio Internacional bajo las condiciones que lo vivimos actualmente. Primera parte que se enfoca en la relación entre la conflictividad, las crisis y el extractivismo energético.
Por Lucía Fernández.
Primera parte: crisis económica, conflictos políticos y extractivismo energético en Latinoamérica
Los últimos años han sacudido a América Latina como Región. Los Estallidos Sociales en Ecuador (2019), Chile (2019), en Colombia (2021); los golpes de Estado de tipo Parlamentario en Honduras (2009), Paraguay (2012), Brasil (2016), en Bolivia (2019) y en Perú (2023), el asalto a Brasilia por los bolsonaristas a días del retorno de Lula al poder en Brasil (2023); y la paralización del pueblo argentino frente a la actual y larga crisis económica, y los permanentes conflictos territoriales (2014-2022); el éxodo de 5 millones de emigrantes venezolanos (2018-2020); las Caravanas Migrantes Centroamericanas (2019) escapando del hambre y la violencia, antecedidos las represiones a la protesta de Ortega en Nicaragua (2018), la violencia en El Salvador y el bitcoin como moneda de Estado con la llegada del derechista Bukele (2019) y su sistema carcelario-espectacular; los conflictos en Haití (2019-2023) que han sido una constante desde su intervención; 100.000 desaparecidos en México (cifra “oficial”, 2022), Ayotzinapa y le evidencia del NarcoEstado (2014). En realidad, decenas de Ayotzinapas entre 2006 y hoy. En Colombia 120.000 víctimas de desaparición forzada y el conteo permanente de asesinatos de líderes defensores del territorio y los derechos humanos. Y el COVID en 2020, apretando a cada una de las economías latinoamericanas. Personas de Latinoamérica desplazadas o empobrecidas migrando por todas partes. América Latina está siendo saqueada y se encuentra bajo amenaza internacional debido a un fuerte impulso del capital del sector energético a nivel global, bajo el discurso benevolente contra del cambio climático (que no es otra cosa que el producto de este mismo modelo de explotación de los territorios).
Viviendo en Barcelona y trabajando en la electricidad pude observar el fenómeno de la Transición Energética y vincularlo a algunos datos del comercio internacional y sus redes materiales y financieras en torno al sistema energético, así como a los sucesos políticos y migraciones masivas que se han sucedido en los últimos años. Encontré necesario poder compartir algunas cuestiones que me creo urgente que discutamos y que pongamos en común para pensar y dimensionar el momento del capitalismo colonial que estamos atravesando y que, paradójicamente, venimos analizando de modo cada vez más individualista y nacionalista en nuestra Región.
El reciente Golpe de Estado en Perú nos urge nuevamente a plantear las razones que enlazan todas las revueltas, golpes y conflictos políticos en la Región, más allá de las narrativas nacionales que se construyen dentro de los marcos de cada Estado-Nación. La gran particularidad de Perú es que desde los años 90s -Fujimorismo represivo mediante- se ha expandido la explotación minera de un modo sin precedentes, sin consideraciones ambientales, y mucho menos consideraciones sociales. La minería -legal o ilegal, en los Andes o en el Amazonas- viene incidiendo y vertiendo capitales para luego ir fugándolos cuando lo encuentra conveniente. Al igual que el resto de Latinoamérica, Perú enfrenta en la última década una caída de sus ingresos producto de este fuerte proceso de saqueo y re-apropiación de las rentas mineras mediante deuda externa y la prepotencia de las empresas energéticas como Repsol, muy asentadas en el país.
Pero esto no es algo exclusivo del Perú, sino que desde el año 2014 el FMI ha vuelto con fuerza a entrar en toda la Región para articular un gran proceso de saqueo coordinado a través del endeudamiento y de las fugas de capital a través de los mercados financieros, acompañado por la intensificación del ingreso y aumento de las producciones extractivas de Gas, Petróleo, Cobre, Litio, Oro y otras materias primas cuyo valor en los mercados ha aumentado producto del protagonismo que ha tenido la cuestión energética en el impacto ambiental, y sobre todo, en el mercado de valores.
La minería -por cobre, litio, tierras raras, oro y otros metales necesarios para la Transición Energética- se ha expandido exponencialmente a partir de mediados de la década del 2000, sobre todo en Brasil, Chile, Perú y México. Durante casi 10 años las rentas mineras inyectadas en las economías de estos países han aumentado las arcas estatales, las cuales fueron destinadas principalmente a la construcción de más infraestructura para el extractivismo pero también para las políticas públicas y sociales de contención frente a la gran transformación productiva.
Sin embargo, como vemos, este aporte de rentas mineras disminuye tremendamente a partir del 2014 en toda la región, a la vez que sabemos que los proyectos mineros se siguieron expandiendo con mayor intensidad después de ese año, siendo que los focos de producción minera se han centrado sobre todo en Brasil y en la Región Andina -desde Chile hasta Colombia-, así como en el Triángulo del Litio entre las fronteras de Bolivia, Chile y Argentina, y en México, promovidas por las industrias de las Energías mal llamadas Renovables.
Frente a estos datos, debemos recordar el estrecho vínculo que existe entre la explotación de los Recursos Naturales, las Deudas Externas y el Sistema Financiero, cuya articulación da forma no sólo a las dinámicas del sector energético, sino sobre todo, a las formas en que a partir de la década del 1970 se han ido reconfigurando las relaciones imperiales-coloniales entre el Norte y el Sur Global, y por lo tanto, los modos en que las Gobernanzas en América Latina y sus sistemas productivos viven condicionadas verticalmente a través del Sistema Financiero y de las recetas de los Organismos Internacionales.
Si observamos los siguientes gráficos podremos dimensionar el modo en que los intercambios financieros se han multiplicado en el Siglo XXI, así como la relevancia que tiene Brasil a nivel Regional como centro financiero. No es casual que de las 19 empresas que cotizan en el Latibex, el índice financiero de las economías Latinoamericanas en las bolsas españolas), 12 sean de Brasil, 5 sean de México, una de Argentina (el Banco BBVA) y una de Perú (la minera Volcán), casi todas empresas y grupos económicos volcados al sector energético y minero. En estos años las acciones financieras de Deuda Externa han ido incrementando sostenidamente y sin pausa, al ritmo en el que han crecido las explotaciones extractivas y llegaban las “inversiones” del capital internacional.
El actual sistema de explotación extractivista neocolonial se ha desarrollado bajo una sucesión de etapas, donde después de las etapas desarrollistas asociadas al extractivismo en cada territorio – con todas las infraestructuras y políticas de exportación instaladas y en funcionamiento a través de los propios Estados Latinoamericanos-, lo que sigue son etapas de saqueo limpio de recursos naturales y capitales financieros en Latinoamérica.
Parte del pago de las deudas externas se hace en recursos naturales, y por ello el aumento exponencial de los pagos de la deuda externa, disparados nuevamente desde el año 2014, han crecido a la par en que han descendido estrepitosamente las rentas que aportaban los recursos naturales a las economías estatales, generando el actual proceso de recesión económica. Es decir, estamos frente a una fuga masiva de capitales y de recursos naturales, pero a nivel regional.
Paulatinamente, y por etapas, hemos vuelto a las economías ya no sólo primarias, sino de tipo Enclave: territorios puntualizados de extracción de recursos naturales, cuyas riquezas monetarias se extraen a través del sistema de circulación del capital financiero, y que -siempre en coordinación con las elites de los Estados-, logran extraer la mayor cantidad de recurso y ganancia al mínimo costo posible.
La informalidad, la clandestinidad, y los márgenes del sistema formal-estatal que vemos en Latinoamérica (y cuyo mayor exponente es el exitosísimo mercado del narcotráfico) también son configurados de acuerdo a la maximización de las ganancias desde el Norte Global. Por eso abundan las investigaciones sobre desigualdad, informalidad y sistemas productivos latinoamericanos acá en Europa. Saben que abaratar los gastos y consumos de la población de un territorio a saquear es un modo de abaratar los costos de la extracción de Recursos Naturales. Nuestros países no son pensados para ser vividos con dignidad sino para ser explotados con eficiencia. No se trata de un error del sistema, sino de una decisión del sistema.
Si podemos entender de este modo sistémico no sólo las crisis económicas y políticas, sino también la ilegalidad, la informalidad y la clandestinidad de muchos procesos productivos en América Latina -y ya no como “defecto propio”- entenderíamos que el resultado sería menos el producto de nuestras incapacidades políticas y económicas, sino más bien, el resultado de una estrategia de maximización de ganancias elegidas por el Capital Colonial para la explotación de nuestros Recursos Naturales.
El modo en que se ejecutan los proyectos extractivos, y la complejidad de actores que hoy intervienen en el proceso -contando desde los intermediarios chinos hasta las nuevas “cooperativas” energéticas y fondos de inversión- hacen que sea mucho más difícil rastrear las responsabilidades políticas y los actores decisivos en este modelo productivo.
Europa suele salir bastante limpia de la cuestión pero porque también ha logrado construir en estos últimos 30 años una metodología de apropiación económica-colonial de las riquezas ajenas tercerizando las relaciones directas con los territorios saqueados de Latinoamérica y el resto del Sur Global. Si bien solemos apuntar a Estados Unidos -y últimamente Canadá- como enemigos políticos del proceso imperial, o a China como clara interventora de los proyectos extractivos, es en Europa -y sus paraísos fiscales- donde se producen los procesos definitivos de acumulación de capital, y por tanto, desde donde se toman las decisiones estratégicas del Comercio Internacional bajo las condiciones que lo vivimos actualmente. Aun así, frente al mundo Europa se presenta a sí misma como una gran mediadora de Paz y garante de los Derechos Humanos, como modelo de superioridad económica y desarrollo moderno, diversidad e inclusión. Buscar y apuntar a los responsables políticos del desastre social, político, ambiental y territorial que estamos viviendo en Latinoamérica es crucial para los años que vienen.
En la segunda parte analizaremos la transición energética en Europa y su relación con el nuevo extractivismo en Latinoamérica.