En el editorial del Internacionalista 180 afirmábamos: “¡Reaccionarios y represivos, este régimen y este gobierno son ilegítimos! La política de la administración Macron-Philippe-Collomb no tiene nada de original. En efecto, el programa electoral de Macron no era ni más ni menos que la recuperación del ‘pliego de reivindicaciones’ de la burguesía, de los capitalistas.
¿Qué tendría de ‘innovador’ querer aplicar el programa que fue impuesto a los trabajadores, a los jóvenes y a los pueblos oprimidos de Europa a través de tratados dictados por los capitalistas? Nada. Hemos visto el resultado de la elección presidencial del año pasado: 24% de votantes, 18% de los inscritos en el padrón votaron por Macron en primera vuelta. Tal es el voto de adhesión a su política a la cual se unieron sectores que habían votado a Fillon en primera vuelta. Todo eso no hace al 50% de los votantes, todavía menos inscritos a la segunda vuelta.
Es necesario recordar por qué este gobierno es ilegítimo. Lo es porque extrae su legitimidad de una estafa política: los que votaron a Macron, no por adhesión sino contra Le Pen, se encontraron en la tarde de la segunda vuelta contabilizados entre los apoyos a Macron. ‘Las cosas repetidas agradan’ dice el refrán latino, ¿luego de 2002 con Chirac, 2017 con Macron? ¡Tanto en 2002 como en 2017, cuando llamamos a votar en blanco en segunda vuelta, tuvimos razón!
Por otro lado, los porcentajes de voto en blanco entre los obreros y la juventud demostraron que la lección del 2002 fue comprendida por los principales interesados, aquellos que tienen más para perder con la aplicación de proyectos capitalistas para toda Europa y para cada país”.
¿De dónde viene el movimiento de los chalecos amarillos?
Hoy vemos que entre los chalecos amarillos muchos de ellos votaron en blanco o en contra de Le Pen. La cuestión de la legitimidad del gobierno planteada por el voto en blanco obrero y activo – habida cuenta de la cantidad de paros – vino a agravar la crisis institucional y de los partidos pilares de la Quinta República, haciéndolos implosionar uno por uno.
De este modo, desde la entrada en funciones del primer gobierno de Philippe, ocho ministros dejaron sus cargos, ya sea renunciando o viéndose empujados a la salida: Richard Ferrand, Sylvie Goulard, Marielle de Sarnez, François Bayrou, Nicolas Hulot, Laura Flessel, Gérard Collomb et Françoise Nyssen.
Los chalecos amarillos percibieron el aspecto altamente antidemocrático y minoritario de este régimen y este gobierno, y no dudan en hablar de la dictadura de Macron, en particular como consecuencia de la represión de la que han sido víctimas.
Es entonces la población en su conjunto la que cuestiona hoy la política antidemocrática del garrote del gobierno de Macron-Philippe-Castaner. La exigencia de renuncia de Macron y Castaner es también una expresión de esto.
Esta explosión de cólera legítima de los jóvenes y los trabajadores surge – entre otras cosas – contra el encarecimiento de la vida, la suba de impuestos sobre el gasoil, y se generaliza alrededor de la cuestión de la defensa de los servicios públicos (en particular de los transportes) y del poder adquisitivo.
Surge en contrapunto a la política de colaboración de clase de las burocracias sindicales y políticas, que se niegan a organizar y llamar a la huelga general para parar y echar a Macron.
De este modo, no es por nada que cuando los chalecos amarillos se ponen en movimiento, es la burocracia sindical una de las más hostiles y desconfiadas – y la que grita conspiración y manipulación de la extrema derecha.
La inercia de las burocracias sindicales y políticas que practican la colaboración de clase con Macron paramantener la paz social, preparó el camino a tales explosiones de bronca que pueden muy rápido, en este contexto de crisis, transformarse en rebelión popular. La simpatía y el apoyo de que gozan los chalecos amarillos están allí para demostrarlo.
En La Réunion [isla del archipiélago ubicado al este de Madagascar, con estatus de departamento de ultramar de Francia- NdT] la situación toma un giro más radical, los chalecos amarillos allí denuncian la suba de los precios de los combustibles y el encarecimiento de los costos de vida. El 19 de noviembre la isla estuvo totalmente paralizada. Una treintena de barricadas se pusieron en pie. Las escuelas, administraciones, comercios y estaciones de servicio cerraron. Los accesos estratégicos y económicos de la isla fueron bloqueados por los chalecos amarillos.
Al cuarto día de bloqueos en la isla, el martes 20 de noviembre, el prefecto de La Réunion [representante del Estado Francés en el departamento -NdT], Amaury de Saint-Quentin, ordena el establecimiento de un toque de queda de 21 a 6 horas en catorce municipios de la isla hasta el viernes.
Evidentemente, una organización obrera digna de ese nombre no puede quedar indiferente y no procurar dar las perspectivas de clase a esta verdadera rebelión popular. Sin lugar a dudas, la situación en la isla tuvo un impacto determinante en la radicalización del movimiento en Francia, abriendo perspectivas de unión con el movimiento sindical.
Esto es lo que explica que desde muy temprano las llamadas del movimiento sindical a hacer unión con los chalecos amarillos se hayan multiplicado. FO-Transporte se distingue llamando a reunir el movimiento el 27; pero… no a la huelga.
¡Sí a la independencia de clase!
En la editorial del Internacionalista 180 planteábamos la cuestión: “¿De dónde saca entonces este gobierno su legitimidad? ¿De los dirigentes de las sociedades financieras de la City de Londres que cantan sus alabanzas y se aprestan a instalarse en París para no tener que sufrir las consecuencias delvoto de los trabajadores británicos? ¿Los dirigentes de la Unión Europea, los patrones del CAC 40 [índice bursátil francés – NdT] (…)”.
No se puede comprender y combatir la política de división de las burocracias sindicales y políticas en Francia, sin comprender y combatir la unión europea capitalista y sus instituciones.
Una política de independencia de clase exige entonces romper con todas las instituciones europeas, en primer lugarcon la Confederación Europea de los Sindicatos (CES), a la cual adhieren la CGT y FO [Fuerza Obrera -NdT], y que participa activamente en la elaboración y la aplicación de la política de destrucción de todos los derechos de los trabajadores y la privatización de todos los servicios públicos.
Desde una perspectiva colaboracionista, el 11 de julio, el conjunto de las organizaciones representativas de los asalariados y el empresariado se reunieron a puertas cerradas en los locales del Consejo Económico Social y Medioambiental. Lo que denunciamos en nuestro comunicado: ¡Sí a la independencia de clase! ¡No a la convergencia de sindicatos, empresariado y gobierno!
Nosotros afirmábamos: “de esta manera, en lugar de trabajar para movilizar y construir el paro general, en lugar de construir la relación de fuerza contra el gobierno y el empresariado para doblegarlos; las direcciones confederales de las organizaciones sindicales se alían a la patronal para reclamar su participación en la creación de contra-reformas para supuestamente modernizar el país.
Debilitado, minoritario, rechazado masivamente por los trabajadores y los jóvenes, el gobierno de Macron-Philippe-Pénicaud-Collomb pretende continuar con su política de destrucción-privatización de los servicios públicos y las conquistas sociales. Y ahora puede contar con la colaboración de las direcciones sindicales confederales”.
¡No a la suba de los impuestos y el precio del combustible, no al aumento de los costos de vida!
Los chalecos amarillos ponen al descubierto la crisis del gobierno, de las instituciones; así como el callejón sin salida donde nos lleva la política de colaboración de clase de las direcciones sindicales burocráticas. Lo que explica el silencio ensordecedor de estas últimas, y su negativa a organizar la unión del movimiento obrero organizado con los chalecos amarillos.
El gobierno, debilitado por la lucha de clases y la resistencia de los trabajadores y los jóvenes, particularmente desde la ley de trabajo, no se sostiene más que gracias a la inercia de las direcciones sindicales que rechazan organizar la unificación de las luchas y el paro.
Es por eso que debemos recordar, denunciar y exigir permanentemente que las direcciones sindicales burocráticas rompan con su política colaboracionista de clase (con la CES, el gobierno y la patronal) y que organicen el paro.
La retirada del gobierno acorralado, que viene de anunciar una moratoria de seis meses a la suba de impuestos y los precios del gas y de la electricidad, abre la vía para la profundización y la generalización del enfrentamiento con el gobierno, y pone a las direcciones sindicales frente a su responsabilidad. ¡Ellas deben organizar el paro general para detener y echar a Macron!
Nosotros pensamos también que la cuestión de la re-nacionalización, sin indemnización ni reembolso, de todos los servicios públicos, está en agenda. Es lo que implica posicionarse claramente por la derogación de todos los acuerdos europeos capitalistas.
De la misma manera, exigir el aumento general de los salarios y del salario mínimo a la altura de las necesidades sociales, impone posicionarse claramente contra el dogma del “3% de déficit público” y por la anulación de la deuda ilegítima.
Editorial del periódico El Internacionalista Nº 181, MCI/UIT-CI
04/12/ 2018