Miedo y preocupación son sentimientos generalizados ante la expansión del virus en el barrio. Pero también la convicción de que la salida es organizándose de manera colectiva.
Pasaron dos semanas desde que se registró el primer caso de coronavirus en la Villa 31 y ya son más 133 las personas infectadas. La expansión del virus sembró el miedo, la preocupación y la incertidumbre entre lxs vecinxs que saben que por las condiciones en las que viven las consecuencias pueden desatar el caos. A esto se le suma la falta de anticipación y respuestas por parte del gobierno de la Ciudad, frente a lo cual fueron los movimientos sociales quienes debieron ponerse a la cabeza.
Nadith es militante del Frente de Organizaciones en Lucha y compañera de la segunda persona que se infectó en la villa. Ambas llevan adelante el comedor “Luchadoras Unidas” junto a varias compañeras más. Desde que comenzó la cuarentena comprendieron que era fundamental continuar con el comedor y el merendero porque, a las panzas ya hambrientas de lxs miles de niñxs que habitan el barrio, ahora se sumarían varias semanas sin que la gente pudiera salir a “ganarse el mango” y entonces el hambre sería la real pandemia para sus vecinxs.
“Se acercan alrededor de 400 familias al comedor. Al principio hemos estado asistiendo en dos horarios, uno a la mañana para darle a las compañeras que están participando del FOL, y otro a la tarde para todos los vecinos que más necesitan. Lo hacemos así porque el espacio que tenemos no es suficiente y no queríamos que se junten muchas personas. Cocinamos los 5 días de la semana, yo estuve yendo todos los días.”
La Villa 31 tiene alrededor de 40 mil habitantes según el censo realizado en el 2010, pero hay un gran porcentaje de subregistro y desde aquella fecha hasta ahora la población aumentó de manera drástica producto de las políticas económicas que profundizaron la pobreza. Un 36% son niñxs de entre 5 y 17 años, y son la principal preocupación de las mujeres que llevan adelante los comedores y merenderos.
Por eso, desde que empezó el aislamiento, Nadith se pasó 6 horas diarias cocinando y repartiendo. Luego del primer contagio la situación empeoró porque las personas que habían tenido contacto estrecho tuvieron que aislarse, y por lo tanto quedó un grupo de 4 o 5 compañeras al frente de la cocina.
“Tuvimos que reducir todo al turno de la mañana, porque no dábamos abasto, era mucho cansancio. Además ya no estamos cocinando, damos la comida cruda para que se nos haga más fácil. Ponemos una mesa afuera para que la gente apoye su tupper y una de nosotras se encarga de servir sin tocar nada. Además reforzamos los métodos de higiene y cuidado.”
A esto se le suma, que la villa estuvo más de 8 días sin agua y en algunos sectores sin luz. Este no es un problema que haya aparecido recién ahora, pero en este contexto complica aún más las posibilidades de mantener los métodos de cuidado. Mientras tanto Horacio Rodríguez Larreta se pasaba la pelota con Malena Galmarini, titular de Aysa, para ver a quien le correspondía solucionar el problema.
Cuando comenzaron a aparecer las primeras noticias del coronavirus en China, la mayor parte de la población en el resto del mundo no se alarmó, parecía algo muy lejano. Pero en tan sólo tres meses el virus llegó a la villa y ahí la sensación de pánico y miedo estremeció al barrio. Por lo que desde el comedor “Luchadoras Unidas” hicieron honor a su nombre y se pusieron a la cabeza de explicarle a lxs vecinxs los métodos de cuidado: el barbijo para cocinar, un poco de alcohol en gel antes de recibir el tupper, la lavandina en las superficies y el lavado de manos constante se hicieron rutina y paisaje.
“Lo que más me cuesta es hacerles entender a mis hijos (uno de 3 años y otra de 7) que no los puedo tener pegados, ni dormir en la misma cama, ni compartir las mismas cosas. Me cuesta mucho separarme de ellos. El más chiquito se pone a llorar y duele ver eso, pero es por su bien. Además desde que se contagió mi compañera, mi familia no quiere que salga de la casa, pero he tenido que hacerles entender que no es porque a mí se me da la gana, o porque quiero ser la heroína, o porque yo soy la única. Que hay muchas familias que lo necesitan y que si no ponemos de nuestra parte ¿qué vamos a hacer?”
Relató Nadith, quien junto a sus compañeras comenzó a reclamar que se hagan los testeos a las personas que tuvieron contacto estrecho con la primera contagiada. Recién ayer el gobierno de la ciudad llevó a cabo el operativo focalizado, e incluso desde el FOL pusieron a disposición el espacio del jardín para que lxs médicxs pudieran trabajar.
“Yo estoy muy molesta con el gobierno, porque no nos pusieron atención. Estuvimos insistiendo para que hagan el hisopado y el testeo a las compañeras, y recién ahora lo están haciendo. Te da una impotencia, capaz si ellos hubieran tomado medidas al primer caso el virus no hubiese crecido de esta manera, pero bueno…esperaron a que se enferme mucha gente.”
A su vez, ella resaltó que hay muchas desigualdades a la hora de llevar adelante la cuarentena y que tampoco es posible el aislamiento comunitario como se propuso desde el gobierno. En el barrio no hay cajeros ni farmacias, los más cercanos quedan a 1 km de la zona, por lo cual salir es inevitable. A su vez, lxs almacenerxs tienen que salir a los mercados para proveerse de mercadería, y según contó Nadiht venden a precios más elevados, por lo tanto lxs vecinxs se van a supermercados más grandes en búsqueda de precios más económicos.
“Es muy diferente la vida en la villa a lo que es afuera. Hay una barrera entre los que viven bien y tienen espacio para poder cumplir la cuarentena, y quienes vivimos acá en una habitación de 4×4 con 6 personas. Si una sale y se infecta, contagia a toda la familia. ¿Qué quieren que la gente de la villa muera por falta de atención del gobierno de la ciudad?”
Ante la falta de protocolos específicos para asistir a las personas en los barrios populares, desde el FOL comenzaron a organizarse rápidamente para hacer el relevamiento de las personas que habían tenido contacto, aislarlas y garantizar la asistencia alimentaria suficiente como para que no tuviesen que salir de sus casas.
Nadith y sus compañeras construyeron y alimentaron un saber popular indispensable para sobrevivir al sistema y a las épocas de crisis: la lucha y la solidaridad de lxs de abajo. Como ella misma expresó, la organización es la primera que está cuando las papas queman y en ese espacio todas saben que no les hará falta nada porque entre todas buscarán una salida colectiva.
Fuente: http://folweb.com.ar/nota/1344/como_es_vivir_la_pandemia_en_la_villa_31/