Todos los economistas coinciden en que la recesión será más profunda y extensa de lo previsto, y que las metas de inflación y de reservas serán difíciles de cumplir.
El dólar volvió a dispararse, la actividad económica cae en picada, la inflación se realimenta, bonos y acciones cotizan en baja, el riesgo país bate récords… El culebrón de los cuadernos y la volatilidad global completan el cuadro. La deuda se ubica en el centro de la crisis. Las turbulencias de abril pasado fueron superadas por la tormenta que se acuñó en junio y julio. ¿A qué eufemismo recurrirá en este agosto el gobierno para no hablar de crisis? Pero la crisis, como la responsabilidad del gobierno en la misma, ya es inocultable.
Sea una cuestión genuina de corrupción, sea una maniobra urdida por algún servicio o tal vez alentada por el propio gobierno, los cuadernos del remisero memorioso -más los empresarios y funcionarios que hacen cola para arrepentirse- han derivado en un escándalo político que nadie alcanza a precisar hasta dónde llegará, ni cuál será su impacto en la economía. El escenario internacional tampoco es favorable. La fuerte volatilidad global -hoy centrada en la crisis turca- obliga a devaluaciones permanentes en los llamados emergentes, mientras que la política proteccionista de Estados Unidos sube las tasas, tira abajo el precio de los commodities y succiona capitales de todo el mundo.
El reino del mercado
Es indudable que la combinación de las variables anteriores tiene su peso, pero también que no alcanzan para explicar por qué la crisis internacional pega mucho más fuerte en nuestro país. La respuesta hay que buscarla en la ideología del mercado que sustenta la acción del gobierno de Macri.
Desde el momento mismo en que asumió el gobierno liberó de todo control los flujos financieros, desreguló el comercio internacional, dejó librado a la voluntad de los exportadores el momento de ingresar las divisas provenientes de esa actividad, levantó toda restricción a la compra de moneda extranjera, eliminó y rebajó retenciones e impuestos a la actividad empresarial, dejó el tipo de cambio librado a la oferta y demanda y estableció un mecanismo financiero que premiaba con tasas usurarias la llegada masiva de fondos especulativos. Todo fue financiado con un descomunal endeudamiento, tanto interno como externo. El acuerdo con el FMI es resultado del fracaso de esta política que al mismo tiempo la refuerza y la embreta de tal manera que no hay Plan B.
Salvavidas de plomo
El resultado más general es que la economía nacional está desprotegida y muy vulnerable frente a los movimientos del mercado mundial. El acuerdo con el FMI no solo no fortaleció a la economía sino que incrementó su vulnerabilidad por los condicionamientos que impuso. Así el BCRA se quedó sin herramientas para tratar de pilotear la crisis. No puede emitir porque el FMI exige controlar la base monetaria, no puede utilizar las reservas porque el Fondo le fijó un piso elevado a mantener, no puede controlar el tipo de cambio porque este lo tiene que fijar el mercado. No en vano a su presidente, Luis Caputo, le dicen en los corrillos de economistas “bombero sin manguera”. Tiene que apagar el fuego pero no tiene con qué.
Este lunes y martes junto con el ingreso al país de la misión del Fondo que viene a auditar la economía y el cumplimiento de lo pactado, el BCRA logró mayor margen para el uso de las reservas pero solo para rebajar el stock de Lebacs, que serán cambiadas por otros instrumentos financieros y volvió a subir la tasa de interés. Al mismo tiempo, contradiciendo dichos anteriores, el presidente Macri sancionó un fuerte ahorro fiscal suspendiendo la baja de retenciones, rebajó pagos de reintegros y eliminó el Fondo Federal Solidario -se ganó la bronca del polo aceitero y gobernadores- y trascartón aseguró: “No pasa nada tranquilos”…
Carencia de relatos
Todos los economistas coinciden en que la recesión será más profunda y extensa de lo previsto, que las metas de inflación y de reservas serán difíciles de cumplir, por lo tanto es muy posible un pedido de perdón (waiver) al Fondo para renegociarlas. Ya no se habla de reformas estructurales que supuestamente harían crecer la economía, tampoco de un futuro promisorio, todo gira en torno al ajuste, que cada vez es más la razón de ser del gobierno. El propio jefe de Gabinete, Marcos Peña, lo confesó en una reciente entrevista en el diario La Nación del domingo pasado: “El objetivo central sigue siendo evitar una gran crisis económica”.
El gobierno se quedó sin relato, pero la oposición (los distintos peronismos) tampoco tiene uno propio. Si se insiste en mantener y cumplir el acuerdo con el FMI y seguir pagando la deuda, nos esperan muchos años de vacas muy flacas.
La deuda como problema central
Según el informe del Ministerio de Hacienda sobre deuda pública al 31 de marzo pasado su monto asciende a 331.481 millones de dólares. Este importe no contempla la deuda de las provincias ni de organismos estatales. Si se le suman los 30.000 de deuda del BCRA por Lebacs, los 15.000 que ingresaron por el acuerdo con el Fondo y otros montos menores, llega a los 380.000 millones de dólares.
Sobre todo preocupan los próximos vencimientos. Se supone para este año están cubiertas las necesidades financieras pero en el 2019 vencen 36.300 millones de capital y 13.800 de intereses; en 2020 son 21.700 y 11.900 millones respectivamente y en 2021 27.300 y 9.900 millones. Es cierto que parte de esta deuda está en pesos y también es intraestado, pero el monto a financiar sigue siendo importante y hay dudas sobre su sustentabilidad.
Fuente: http://www.anred.org/?p=101896