Laura Franchi y sus hijas, María y Silvina Stirnemann, declararon desde Francia durante la jornada de debate del Juicio Pozos de Quilmes y Banfield, y el Infierno realizada el 12 de enero, la última durante el período de feria judicial. El juicio se reanudará el martes 2 de febrero desde las 9:30 con el testimonio de Miriam Stella Maris Segado.
Los rostros empiezan a aparecer en la pantallas a la hora señalada. Constatada la presencia de todas las partes intervinientes, el Juez Ricardo Basílico da comienzo a la doceava jornada del Juicio a las Brigadas de manera virtual. Las cuadrículas son ocupadas por la Fiscalía, las querellas, las defensas y sólo algunos de los imputados. En esta Audiencia hay una novedad, declaran desde el consulado argentino en Francia: Laura Franchi y sus hijas María Laura Stirnemann y Silvina Valeria Stirnemann.
Al comienzo de la audiencia y a pesar de todos los avances técnicos de la actualidad, las conexiones de internet del consulado juegan una mala pasada, “llevo esperando 45 años para declarar” alcanza a decir claramente Laura, acto seguido la conexión se interrumpe. Sin embargo, utilizando el celular de la cónsul, como medio para la videollamada, la conexión se vuelve estable y esta vez, aun con algunas interrupciones, Laura empieza su testimonio.
El primer testimonio en vivo de una sobreviviente:
Laura fue detenida el 23 de noviembre de 1974 por la policía de Quilmes, estaba embarazada de 3 meses, mientras paseaba con su cuñado Juan José Stirnemann, su hija María Laura de 4 años de edad, una amiga y el hijo de esta. La pusieron bajo arresto y la llevaron a la cocina de la Comisaría de Quilmes, desde donde podían escuchar cómo torturaban a José. La niña estuvo cerca de un día y medio o dos en estas circunstancias.
En la comisaria de Quilmes, personal de la Policía Federal, la interrogó para saber dónde estaba su esposo Mario Alfredo Stirnemann. “Ellos estaban preparados para torturar” contaban con la asistencia de un médico que le iba tomando el pulso para indicarles si podían continuar o no con la tortura, asegura.
Posteriormente fue llevada al Pozo de Banfield, donde al bajar de la camioneta fue sometida a un simulacro de fusilamiento y la volvieron a interrogar con reflectores que le apuntaban al rostro para que no pudiera reconocer a sus interrogadores.
Después de 10 días de tenerla detenida sin un motivo claro, “la blanquearon” y la acusaron de asociación ilícita, por pertenecer a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y por tenencia de material subversivo. Posteriormente, le pidieron dinero a la familia para borrar las pruebas, pero ella se negó a aceptar esa extorsión.
Pasa cerca de un mes en la comisaría de Banfield, sin recibir atención médica alguna, hasta que es llevada a la Cárcel de Olmos donde se encuentra con un grupo de mujeres que también estaban embarazadas.
La violencia infringida durante un control médico, le provoca hemorragias, razón por la cual la llevan de urgencia a un establecimiento, donde la encierran en una sala sucia, a pesar de su estado la encadenan a la camilla, junto con un guardia de seguridad y una celadora la cual no quería permanecer en la habitación por la cantidad de ratas que había. En esas paupérrimas condiciones da a luz a su hija Silvina, sin embargo, su estado de salud es frágil y a los pocos días es internada de urgencia, las pésimas condiciones, sumado a la falta de atención y tratamientos médicos adecuados conllevan, entre otras cosas, a contraer una cistitis, la cual no es tratada y que con el tiempo le provocaría la pérdida de un riñón.
En la cárcel la situación era muy precaria, a veces les llevaban el agua para las mamaderas con ratas adentro, los roedores circulaban por las habitaciones, la comida era pésima, mínima o en muy mal estado. Laura padeció vitaminosis y llegó a pesar 47 kilos.
Con Golpe de Estado en marzo de 1976, la situación empeora. Le quitan la radio y aumentan las requisas. Hecho que se vivencio con mucho miedo entre las compañeras detenidas
En 1981, el Poder Ejecutivo le da la opción de salir del país o de continuar detenida. Sin embargo, antes de liberarla, los militares le exigen como requisito para dejarla viajar con sus hijas, que firme el acta de defunción de su marido, a lo cual ella se niega y como consecuencia le prohíben llevarse a sus hijas.
En Francia, recibe el apoyo de organismos de derechos humanos, y un grupo de presos políticos que la esperaban en el lugar.
Laura concluye su testimonio diciendo “La justicia hoy llega muy tarde estamos a 45 años de los hechos, entonces cuando tarda tanto en venir uno pierde la esperanza, (…) lo único que deseo para el futuro de mi país es que la justicia llegue antes mucho antes (…), nosotros no tenemos porque hacer justicia por manos propia ese no es el objetivo, el objetivo es que los hombres se sientan protegidos por su gobierno por su país por su justicia, yo muchas veces me sentí desprotegida por mi país y por mi justicia(…)”.
El testimonio de María Laura Stirnemann.
María empieza contando la detención, ella tenía cuatro años en ese momento. Sus recuerdos llegan hasta el momento de subir a la camioneta, dado que sufre de amnesia post traumática, además con posterioridad a este suceso, desarrolla crisis de nervios recurrentes y afecciones que deben ser tratadas por un médico.
Los policías la mantienen cautiva en la cocina de la comisaría de Quilmes junto a su madre, por alrededor de un día y medio o dos. Luego, la entregan a sus abuelos, desde ese momento y producto de esa experiencia, empieza a padecer de complicaciones en el habla.
Cuenta sonriendo, que su abuela que era muy religiosa y que angustiada, la llevó con el párroco del pueblo, quien afirmó que sus problemas se debían a que tenía el diablo adentro y por este motivo le realizan un exorcismo.
Con tratamiento médico, fue recuperando la capacidad de expresarse.
María relata, que en el momento de recibir la primera comunión escribe una carta a Videla pidiendo que liberara a su mamá para que pudiera asistir a su fiesta de Comunión. El Dictador le responde con un escrito donde afirma que no la podía liberar, pero que se le iba a permitir que realice una visita donde se autorice el contacto físico. Gracias a esto puede volver a estar cerca de su madre después de mucho tiempo, antes se le permitía visitarla, pero debían hablar detrás de un cristal.
Luego de la liberación de su madre, ella viaja a Francia junto con su hermana y su abuela. El tener que dejar su vida en la Argentina y separarse de sus seres queridos que la habían criado, la situación le genera un fuerte impacto anímico. Ella resalta que este exilio no querido es otra de las consecuencias negativas producto de las injusticias que padece su familia.
En relación a su padre le contaron que estaba vivo pero que se había ido a Brasil con otra mujer. Es decir, tuvo que vivir con la idea de que su papá la había abandonado.
Transcurridos unos años, ella decide volver a la Argentina para continuar sus estudios en antropología. Allí comienza a investigar qué ocurrió con su padre y pasados cuatro meses, gracias al Equipo Argentino de Antropología Forense identifican a su papá, junto con la evidencia de que había sido asesinado. De este modo ella puede organizar un funeral y enterrar sus restos.
En ese momento, intentó hacer un juicio al Estado, pero las leyes de amnistía lo impidieron. Volvió a Francia y allí junto a su hermana y otras víctimas del Terrorismo de Estado, crearon la asociación HIJOS París para luchar, entre otras cosas por la derogación de esas normas injustas.
El relato de Silvina Valeria Stirnemann
Silvina Valeria Stirnemann, nació el 27 de abril de 1975. Sus primeros recuerdos son a los 3 o 4 años cuando visitaban a su madre en el Penal, que el viaje era largo, las requisas sistemáticas y el hecho de no poder tocar a su madre.
Ella estuvo con su mamá desde el parto hasta transcurrido los dos años viviendo en el penal. Relata que sus tíos y abuelos la apoyaron mucho cuando la apartaron de su madre, ya que era muy “rebelde”. El mundo exterior, es decir el mundo afuera de la cárcel le parecía una locura..
Recuerda que cuando asistía al jardín de infantes, había padres que no querían que jugara con sus hijos por ser hija de subversivos.
A los 7 años, va a Francia a reunirse con su mamá, al llegar se da cuenta que no va a volver a argentina, y afirma que fue muy difícil ese momento, la carga de tener que aprender un idioma nuevo y recuperar la relación con la madre. A pesar de todo al abrazar a su madre: “sintió que entendía porque estaba en el mundo, porque existía”.
De su papá solo pensaba que era malo, que su mamá estaba presa por acompañarlo en la militancia Recién cuando vivió con su madre en Francia pudo reconstruir la vida de su padre.
Su mamá tomó la decisión de decirle que su papá estaba muerto, entendió que era una locura para un niño entender lo que significaba que una persona se encontrara desaparecida.
Le fue muy difícil hablar en Francia sobre su experiencia, ella necesitaba expresarse y darle sentido a lo que sentía, pero no encontraba con quien hablar del tema.
A los 19 años vuelve a la Argentina para enterrar a su padre gracias a que su hermana había hallado su cuerpo. Fue un momento muy complejo; encontrarse con familiares, reencontrarse con el país. En ese momento sintió que podía reconstruir con otros ese relato sobre lo que le había pasado.
Relata además que el año pasado, tenía que ser el juicio de su padre, que esperó once años y en el cual habían reunido un montón de pruebas y evidencias incluso el testimonio de la persona que estuvo con él en sus últimos momentos. Sin embargo, dos meses antes, murió el último imputado lo que generó la suspensión del juicio y con ello un profundo dolor y un sentimiento de injusticia.
“Uno no puede ser justicia solo, hacer justicia solo, pienso que la justicia justamente es la parte de lo construido colectivamente de lo que queremos para vivir junto, lo que te hace parte de una historia de un lugar, por eso que señores jueces por mi madre Laura Rosa Franchi, por mi tío Juan José, por mi viejo Mario Alfredo Stirnemann, y por toda mi familia necesito que se haga justicia y que ustedes pronuncien una condena firme y justa”. Concluye Silvina.
Una vez concluidos los testimonios, una de las partes querellantes representada por la Dra. Verónica Bogliano solicitó la realización de más audiencias por semana al estimar que hay más de 535 testigos y que si se realizan tres o cuatro declaraciones por jornada, esta etapa podría durar más de 3 años.
El Juez analizó la presentación realizada por la Dra., afirmó tenerla presente y entenderla razonable, pero que por el momento el tribunal está haciendo todo lo posible. Es decir que proseguirán como hasta ahora con una sola audiencia por semana.
Finalmente, el juez indicó el inicio de un cuarto intermedio hasta el próximo martes 2 de febrero a las 9.30, donde se tomará testimonio a la Sra. Miriam Stella Maris Segado.
Por: Nelson Cañete.
Diario del juicio. 12 de enero de 2021. https://diariodeljuicioar.wordpress.com/2021/01/16/un-testimonio-que-tarda-45-anos-en-ser-escuchado/
Fuente: https://www.andaragencia.org/llevo-45-anos-esperando-para-declarar/