Una familia del barrio Hibepa de Neuquén, que fue brutalmente reprimida en diciembre quedando su hijo de dos años internado durante una semana por las secuelas, denuncia que sigue siendo hostigada por la policía de la comisaría 18 de esta ciudad y que no pueden salir ni a trabajar. Hace dos meses que está aislada casi por completo y no por la pandemia del COVID, sino por las amenazas de las fuerzas represivas provinciales.
El episodio represivo del cual fue víctima toda la familia denunciante, cuya identidad será preservada, ocurrió el pasado 6 de diciembre por la tarde y tuvo como protagonista a la policía de la comisaría 18 de Neuquén.
En diálogo con El Zumbido, contaron que la violencia comenzó cuando los uniformados llegaron a llevarse a un familiar que estaba de visita, acusándolo de estar violando una restricción. En el lugar había adultxs y varixs niñxs, sobre lxs que pasaron a los gritos y pateando portones para realizar la detención. Dos horas después del intimidante hecho, al llegar otro familiar, en este caso de 16 años de edad, para preguntar sobre lo sucedido, la policía volvió a aparecer en la escena, irrumpiendo por la calle en contramano y poniendo al joven contra el móvil para golpearlo.
Mientras los represores ejercían la golpiza, una de las mujeres que vive en el domicilio salió a exigir que dejen de pegarle e informarles que la víctima era menor de edad, y como respuesta recibió 14 impactos de bala de goma en su cuerpo. De inmediato salió su compañero diciendo que iban a realizar una denuncia pública por lo que estaban haciendo y fue baleado por el mismo policía: a su lado estaban sus dos hijos de 9 y 2 años. El hombre recibió unos 8 perdigonazos y el bebé la misma cantidad: en el pecho, en el ombligo, en sus dos piernas y en un brazo; motivo por el cual, debido a su fragilidad por ser tan pequeño, requería urgente atención médica.
Ante esa brutalidad, vecinxs de la zona se solidarizaron y comenzaron a responder con piedras. La policía se llevó al joven de 16 años al que le habían dado la primera golpiza y se quedaron apostados frente a la casa, disparando para evitar que la familia saliera, sin importar la urgencia de llevar al bebé baleado al hospital, al que pudo llevar solidariamente una vecina que se acercó por un cerco del costado, sin poder ser acompañada ni por la mamá ni por el papá del pequeño de dos años.
Recién después de cuarenta minutos, la mujer pudo salir de la casa, mientras los represores disparaban al aire, le tiraban besos y le aseguraban que se iban a tener que mudar porque las cosas no iban a quedar así, para ir al hospital por su bebé, quien quedó internado en observación. A sus otrxs hijxs se lxs llevaron del juzgado de familia a lo de su abuela.
Entre las heridas y un virus intrahospitalario, la mujer y su bebé pasaron una semana internadxs. Mientras tanto, el hombre permaneció encerrado en su propio hogar por los amedrentamientos policiales y lxs niñxs en una casa que no era la de ellxs.
En el mes de enero realizaron varias denuncias, debido a que los mismo policías de la comisaría 18 lxs hostigan en la calle, lxs persiguen, pasan por la puerta de su vivienda riéndose, apuntando con armas, tirando piedras.
El abogado a cargo de la causa, Martín Paz, explicó a El Zumbido que “fiscalía está investigando, pero todavía no identifican a los policías”, aunque la mujer agredida tomó fotos en las que incluso se puede distinguir al uniformado que disparó (foto de portada, el primero de izquierda a derecha): “nosotros aportamos al expediente la información que tenemos, móviles que actuaron y hora y día de los hechos”, pero durante la feria judicial no se investigó.
Mientras tanto, ellxs no pueden salir a trabajar. Hacen las compras apuradxs y escondiéndose en los locales. Lxs niñxs no se animan ni a salir a jugar al patio. Están viviendo su propia versión del aislamiento, pero la pandemia que lxs persigue es la de la violencia y la impunidad de las fuerzas represivas del estado.